CAPÍTULO 10... CONTINUACIÓN

Había un hombre en Alemania que, aunque no era un alemán, sabía cómo dar forma al escenario político alemán mejor que muchos líderes alemanes; ese hombre era Eugenio Pacelli, el Representante Papal.

Pacelli había estado en Alemania desde 1920, primero en Munich y luego en Berlín. En nombre del Papa, en 1917, había tomado parte en las negociaciones para un arreglo pacífico entre Alemania y los Aliados -un intento que terminó en el fracaso. Él había estado desde entonces constantemente en Alemania y había seguido muy de cerca la política alemana, sobre todo la política de los partidos católicos: el Partido del Pueblo Bávaro y el Partido del Centro. Ningún líder católico de cualquier partido daba un solo paso de importancia sin primero consultar al Vaticano por medio del Cardenal Pacelli. Y como el Cardenal Pacelli era el brazo derecho del Papa, muchas decisiones importantes dependían de él.

Cuando Pacelli llegó al principio a Alemania como Nuncio Papal, creó una sensación de moderación cuando, contrariamente a lo esperado, empezó a cooperar con Erzberger. Había opiniones diferentes sobre esto, puesto que los puntos de vista del Cardenal eran bastante bien conocidos. Algunos sostenían que él simpatizaba con el ala Izquierda del Catolicismo; otros, que intentaba refrenar y reprimir tanto como fuera posible la tendencia Socialista del líder católico. El último punto de vista pareció haber sido confirmado cuando, después del asesinato de Erzberger, trató a su sucesor, el Dr. Wirth, con gran frialdad. Pero cuando el Dr. Marx tomó la dirección del Partido, Pacelli estuvo abiertamente del lado del ala derechista de la agrupación católica.

El Cardenal y el nuevo líder del Partido del Centro se volvieron íntimos, y el Dr. Marx nunca hizo un movimiento sin consultar a Pacelli, que, de hecho, prácticamente dirigió la política del Partido Católico por varios años durante ese período. Fue él quién primero concibió, y luego inspiró y promovió, la unión del Partido del Centro con el Partido Nacional Alemán, movimiento que fue tan lleno de las más serias consecuencias para toda Alemania.

¿Cuáles fueron las razones que causaron que el Cardenal condujera un poderoso partido político en una cierta dirección en lugar de otra; y qué le indujo a hacer una alianza con el más nacionalista, autoritario, antidemocrático, y potencial creador de una dictadura alemana, el Partido Nacional Alemán?

La respuesta está en lo que ha impulsado a todos los políticos católicos; los intereses de la Iglesia Católica como una institución religiosa. Poniendo a un lado la aversión del Vaticano por el Socialismo, etc., había un objetivo inmediato al cual el Vaticano apuntaba: quería introducir la implantación formal de la escuela confesional en el sistema educativo alemán. Lo que ellos querían por encima de todo; y habría sido posible si Alemania y el Vaticano hubiesen alcanzado un acuerdo mutuo por un Concordato favorable.

Pero el Concordato nunca fue firmado; y el Proyecto de Ley Escolar jamás fue llevado a cabo. No obstante, el Cardenal Pacelli obtuvo beneficios para la Iglesia Católica, cuando la República abrió sus arcas a la Iglesia, y los subsidios del Estado alemán para la Iglesia Católica aumentaron de 148,000,000 marcos, en 1925, a 163,000,000 marcos, en 1928.

La opinión del Cardenal Pacelli sobre cómo tratar con el gran revés en la elección de 1928 aumentó su peso en el Vaticano, donde él fue conocido por ser tan perspicaz como el Papa en su plan para sacrificar al anticuado Catolicismo político. El Vaticano ya había empezado en ese camino, aunque después de la guerra había habido mucha vacilación sobre el destino de los partidos católicos alemanes, puesto que ellos habían demostrado ser una arma inestimable incluso durante los años inmediatamente siguientes a la Primera Guerra Mundial, y parecía como si ellos todavía podrían ser de gran utilidad para la Iglesia. Pero actualmente esto no se verificaba. El Partido católico ya no era capaz de ejercer la gran influencia que había ejercido en el pasado sin aliarse con algún otro partido -a veces, aun con sus enemigos. Esto era debido principalmente a la estructura de la República. Ésta permitía demasiada libertad a los grupos políticos, lo que aumentó el deterioro económico de Alemania mientras las masas se inclinaban radicalmente a las cuestiones sociales. También, la pérdida de miles de miembros católicos del Partido del Centro, que habían dejado al Catolicismo político por otros movimientos y mayormente se habían unido a las filas de los socialdemócratas, causó gran preocupación al Vaticano.

Todo esto había sido considerado durante varios años, pero el choque vino cuando la pérdida sufrida por el catolicismo político se conoció en la primavera de 1928. Casi medio millón de votantes habían vuelto sus espaldas al Catolicismo político. Esta fue la peor derrota electoral de las sufridas en la historia del Partido del Centro. Aunque la pérdida fue proporcionalmente enorme, la gravedad de la cuestión era aun más alarmante para el Vaticano, porque esa pérdida fue la culminación de un declive constante de la fuerza del Catolicismo político en Alemania. Si este declive hubiese continuado al mismo paso, habría sido una cuestión de sólo algunos años antes de que el Partido habría dejado de existir en la vida política de la nación, y los "seculares enemigos rojos de la Iglesia habrían prevalecido".

El Vaticano había mantenido una estrecha vigilancia sobre este declive, y después de la derrota de 1928 se pidió al experto en estadísticas del Partido del Centro que preparara una tabla donde se mostraran las pérdidas del Partido desde su fundación. El informe fue enviado a Roma por Pacelli. Su publicación fue prohibida, y sólo los altos dirigentes del Partido, y del Vaticano, tenían conocimiento de éste. Según este informe el porcentaje de todos los votantes católicos masculinos que votaron por el Partido Católico del Centro era el siguiente:

Porcentaje

1875.............................................85

1907.............................................65

1912.............................................55

1919.............................................48

1928.............................................39

Esta tendencia de un declive persistente era muy seria porque había una perspectiva de que las pérdidas continuaran aumentando desproporcionadamente, y con velocidad creciente, porque los obreros católicos estaban aceptando más y más las doctrinas socialistas, sobre todo después de la alianza del Partido del Centro con el reaccionario Partido Nacional Alemán; mientras que la juventud católica y la intelectualidad católica estaba yendo hacia los nacionalistas alemanes.

El Partido que había servido al Catolicismo alemán por más de dos generaciones estaba dejando de ser un instrumento político eficaz. Algo más drástico y eficaz tenía que reemplazarlo. Un nuevo curso debía seguirse; adoptarse una nueva política; alentarse nuevos métodos; nuevos hombres debían ser apoyados para el poder.

Después de la derrota de 1928 los elementos más reaccionarios del Partido Católico se volvieron todopoderosos. El ala Izquierda dejó de contar en cuanto a la dirección del Partido; y eso fue explicado por el hecho de que el Partido se volvió un instrumento del Nuncio Pacelli. Los elementos clericales fueron supremos. El portavoz del ala Derecha del Partido del Centro era el Dr. Ludwig Kaas, Profesor de Derecho Canónico en la Universidad de Bonn, y Prelado Papal. Él se había especializado en política exterior; era el portavoz sobre política exterior de los grupos del Partido del Centro en el Reichstag; era el portavoz sobre asuntos extranjeros de los grupos del Partido del Centro en el Reichstag y fue con la delegación alemana a Ginebra.

Las principales demandas del Dr. Kaas eran en favor de "una política exterior más activa". Él era sumamente crítico de la política exterior de Stresemann, y estaba contra los esfuerzos por lograr los objetivos alemanes por medio de pacientes negociaciones. Esto es destacable, porque, en el momento en que él estaba abogando por esta política más activa, otros dos hombres, los líderes de dos partidos, estaban abogando por exactamente la misma cosa: Hindenburg, el líder del Partido Nacional Alemán, y Hitler, el líder del Partido Nazi, estaban de acuerdo con el Prelado Kaas.

Es de interés notar, además, que el Dr. Kaas, después de la Primera Guerra Mundial, fue un ferviente líder de un movimiento separatista, que fue apoyado principalmente por católicos en la Renania. El 10 de marzo de 1919, él estaba tan seguro de que tendría éxito en crear un Estado católico que telegrafió a Colonia: "Saludos a la República Renana." No debe olvidarse que él era un estrecho amigo del Dr. Seipel, el hombre que estaba planeando la creación de un Imperio católico en Europa Central.

La influencia del Dr. Kaas en el Partido fue muy fortalecida por el hecho de que él era un amigo íntimo del Nuncio Papal en Berlín, el Cardenal Pacelli. Pacelli y el Dr. Kaas, en varias ocasiones, pasaron juntos vacaciones en Suiza; y las opiniones del Dr. Kaas se consideraban como el reflejo de los puntos de vista del Nuncio Papal. La amistad con el Dr. Kaas era uno de los mayores incentivos para los firmes pasos hacia la Derecha del Partido del Centro, mientras Pacelli animaba grandemente al Catolicismo en Alemania para que adoptara entusiastamente el activismo nacional. Es muy notable, que, inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial, en varias ocasiones el Vaticano se había negado a conceder su apoyo a demandas similares del Partido del Centro. El Vaticano empezó a dar su apoyo al Partido Nacionalista desde el año 1924 hasta 1928, y, desde 1928, todo su apoyo hasta 1933.

No debe pasarse por alto, como durante ese período el Vaticano estaba conformando y dando forma concreta a su nueva política en el mundo. Todas sus diversas actividades apuntaban a reprimir la democracia y el socialismo en los diversos países; y estas actividades tomaron forma y fueron llevadas a cabo por los diferentes instrumentos del Catolicismo político en Europa. Merecen observarse algunas de estas formaciones que, aunque variadas en carácter, todas apuntaban al mismo objetivo. En Baviera y Hungría, el Catolicismo político era legitimista; en Bélgica y Austria, reaccionario; en Portugal, España, y Polonia, militarista y fascista. Pero todo tenía un armazón internacional, que era el anticomunismo como era fomentado por el Vaticano.

En Alemania, el Catolicismo político tenía que desempeñar una parte no pequeña en este armazón internacional; pero era necesario esperar y crear las circunstancias favorables en las cuales provocar los cambios necesarios en la política alemana. El Vaticano condujo al Partido del Centro hacia la Derecha entre los años 1924 y 1928; y hacia la dictadura entre 1928 y 1933.

Los católicos alemanes se pusieron cada vez más bajo la influencia del clero, a menudo en conflicto con el Partido del Centro, y eso se hizo por medio de la creación de la Acción Católica. Al mismo tiempo la intelectualidad católica que ya era muy hostil a la Rusia soviética se volvió más así por el estímulo directo del Vaticano. En el Vaticano, y entre los católicos alemanes, se hizo claro que, además de su enemistad común contra la Rusia comunista, había otra gran meta ante ellos, y ésa era la restauración de la Iglesia rusa en el seno de la Iglesia Católica (ver el Capítulo sobre Rusia y el Vaticano).

Este odio y esta actitud agresiva hacia la Rusia soviética se unieron y se mezclaron con todos esos otros elementos en Alemania que abrigaban la misma hostilidad hacia ese país: Los junkers [aristócratas terratenientes] prusianos, los pangermanistas, los nazis, etcétera. Sobre este asunto específico estos grupos coincidían con los diversos líderes del Catolicismo político, como el Dr. Kaas, el Canciller Bruening, von Papen, etc.

Pero no todos los elementos católicos estaban a favor de esta cruzada. Había algunos que, por razones puramente políticas, estaban contra ésta. Después de la derrota del Partido del Centro hubo una violenta controversia dentro del propio Partido acerca de la línea futura a ser adoptada en cuestiones sociales y en política exterior; pero, con el Dr. Kaas y el Nuncio Papal en estrecho y continuo contacto, el elemento clerical ganó, y en diciembre de 1928 el Dr. Kaas se convirtió en el líder del Partido del Centro.

Ése era el momento para el cambio. El Partido del Centro estuvo desde aquí en adelante completamente en las manos del Vaticano. La gente común continuó en la creencia de que las cosas eran como antes sólo que el Partido estaba siguiendo una política más reaccionaria y nacionalista; pero en realidad el Partido del Centro estaba siendo usado para un propósito, que era el de destruir la democracia alemana, el Socialismo alemán, y el de crear una dictadura que combatiría al Comunismo y garantizaría los intereses de la Iglesia en ese país.

Los acontecimientos empezaron a tomar forma concreta; el plan del Vaticano empezó a funcionar en el dominio de la política alemana. Había pasado exactamente un año después de la elección del Dr. Kaas cuando el Dr. Bruening, el Diputado ferviente católico, fue elegido presidente del grupo parlamentario del Partido del Centro, y el complot tejido por los Partidos Nacionalista y del Centro empezó a revelarse.

En la recepción del Nuevo Año en el palacio del Presidente del Reich, en 1930, Hindenburg iba a ver, por primera vez, al hombre que había sido recomendado a él por los conspiradores -el muy devoto Dr. Bruening. Ellos dijeron que él sería el hombre que los libraría de la democracia, que volvería obsoleto al Parlamento, y quién gobernaría como un dictador con el Artículo 48.

Bruening

Hindenburg y el Dr. Bruening discutieron planes, Bruening planteando varias objeciones a deshacerse demasiado apresuradamente de la democracia. Al final él aceptó. Hindenburg repitió otra de sus actuaciones -una réplica de la que representó varios años antes con Erzberger. "De repente Hindenburg empezó a lagrimear, esas lágrimas fáciles de la vejez; y con ese gesto histórico que empezó y acabó tantas de sus relaciones, él tomó la mano de Bruening entre las suyas. 'Tantos me han desamparado; déme su palabra de que ahora, al final de mi vida, usted no me abandonará'" (Wheeler-Bennet).

Bruening aceptó. El 27 de marzo de 1930, el socialdemócrata Mueller renunció a la Cancillería del Reich. El día siguiente Bruening fue encargado de la formación del nuevo Gabinete. El 31 de marzo Hindenburg nombró a Bruening Canciller del Reich, por la gracia del viejo General y apoyado por el Ejército alemán.

El 1 de abril de 1930, fue una fecha histórica para Alemania. El nuevo Canciller hizo su primera aparición en el Reichstag. El régimen parlamentario en Alemania había acabado y el régimen autoritario había empezado. "Mi Gabinete se ha formado con el propósito de concluir en el tiempo más corto posible las tareas generalmente consideradas necesarias en el interés del Reich. Será el intento final continuarlas con la ayuda del Reichstag", dijo Bruening. Esto significaba que el nuevo Canciller no suplicaba el apoyo, sino que amenazaba al Parlamento con la disolución si ese apoyo no era dado rápidamente. El Reichstag no había oído palabras semejantes desde los días de Bismarck. El nuevo Gabinete se presentó como "El Gobierno de soldados de la línea del frente", y desde entonces fue muy importante, en el campo político en Alemania, si un hombre había servido en la trinchera de la línea del frente o no; y cuándo, dónde, y por cuánto tiempo.

El plan de Hindenburg-Groener-Schleicher estaba al fin funcionando activamente. Bruening había empezado a llevar adelante su misión. Él presentó al Reichstag un programa financiero que iba a ser una excusa para tratar sumariamente con el Parlamento. El saber de esto en detalle no es importante; pero se establecía el aumento del gasto militar, no obstante el hecho de que el Estado estaba en una mala condición financiera, y se abogaba por la votación de un impuesto que se conoció como el "Impuesto de Níger."

El Reichstag, después de haber intentado llegar a algún acuerdo con Bruening, rechazó varios puntos del programa. Esto era lo que Bruening y sus compañeros habían esperado. Esa misma tarde Bruening decidió poner en vigor los puntos rechazados por un "Decreto de Emergencia" emitido por el Presidente del Reich. El Decreto de la Emergencia se hizo posible por el Artículo 48 de la Constitución de Weimar. Este Artículo permitía al Presidente del Reich, "en caso de alteración considerable del orden y la seguridad públicos, o peligro para el orden o la seguridad públicos", investirse con ciertos poderes dictatoriales, incluyendo el derecho a emitir leyes por el así llamado "Decreto de Emergencia". El texto del Artículo 48 hacía muy claro que el Decreto de Emergencia sólo sería usado en el caso de grave perturbación interior y tumulto en una escala peligrosa, factores que en ese momento, con Bruening, no existían.

Dos días después de que Bruening emitiera su primer "Decreto de Emergencia", el Parlamento pidió su retractación. La respuesta de Bruening fue disolver el Reichstag. Se llevaron a cabo nuevas elecciones el otoño siguiente. Y en las elecciones de septiembre de 1930 la sombra de Hitler apareció amenazante sobre el Nuevo Reichstag. Ciento siete Diputados nazis entraron a la Cámara.

Hombres y acontecimientos propiciaron el desastre parlamentario. Los socialdemócratas que tenían 142 escaños en el Parlamento y que formaban entonces el grupo más fuerte en el Reichstag, empezaron una política de "tolerancia" hacia Bruening, "para que no ocurriese lo peor". Ellos temían a Hitler. Esa fue una política suicida. La crisis económica hizo el resto. La política económica de Bruening, en la opinión de muchos, era desastrosa. Los salarios fueron reducido entre 25 y 30 por ciento, mientras que la reducción del costo de la vida, que se había prometido, fue sólo del 10 porciento; y mientras todos los empleados del Estado sufrieron la reducción de sus salarios, es significativo que un sector, el de los oficiales del Reichswehr [el ejército], no fue tocado.

¡Cuando Bruening fue hecho Canciller había 2,000,000 de desempleados en Alemania; cuando él se fue, había 6,000,000, y un colapso financiero se hizo peor por un autoimpuesto bloqueo económico! Si no hubiese sido por este caos político y económico muchos alemanes no habrían sido influenciados por Hitler, quien fue uno de los que recibieron alegremente estas condiciones. Cuando el desastre tomó ímpetus la gente común de su Partido aumentó, y no hay dudas de que la promesa de recuperación hecha por Hitler, y las perspectivas que él ofreció de un futuro más luminoso, le trajo muchos crédulos adherentes.

Bruening tenía varios planes de naturaleza económica y política, por medio de los cuales él esperaba evitar pagar las reparaciones de guerra y al mismo tiempo armar al Ejército alemán.

En la primavera de 1932 Bruening declaró que, puesto que Alemania se había desarmado completamente, "ella tenía el derecho legal y moral" para exigir el desarme de todos los otros países. Mientras estaba hablando al mundo de esta manera, el católico Bruening siguió con el secreto armamentismo de Alemania. Durante el tiempo que fue Canciller hubo varios incidentes relacionados con esto, siendo uno de los más destacados aquel conectado con Carl von Ossietzky, un ganador del Premio Nobel de la Paz, quien fue juzgado y condenado por revelar las actividades militares detrás de la fachada de la aviación civil en Alemania. Él fue sentenciado a varios años de prisión, culpado por "la traición de secretos militares".

Bruening y su Ministro de Defensa trabajaron de la mano sobre los armamentos secretos de Alemania que, bajo Bruening, empezaron a desarrollarse a toda velocidad. Él y sus amigos militares prestaron particular atención a las armas aéreas. Formaciones ilegales de aviones de combate y bombarderos alemanes se ampliaron y fortalecieron, y se pagaron considerables subsidios a empresas fabricantes de aeroplanos, como Junkers y Heinkels. Habían ya en existencia no menos de cuarenta y cuatro escuelas de entrenamiento ilegales para vuelo militar. Los planes, estudiados hasta los más mínimos detalles, estaban listos para el bombardeo de la Línea Maginot, así como de París y Londres. El líder del "Departamento Aéreo", bajo Bruening, fue el Capitán Brandeburg -el hombre que más tarde lideró la Luftwaffe cuando Londres fue bombardeada.

Entretanto, Bruening, "el Canciller del Hambre", como las masas alemanas lo llamaban, estaba ocupado en el campo político en relación con el ascendente líder nazi. Él no veía en Hitler a un enemigo; al contrario, veía en él a un aliado que, en su avidez por el poder y como un dictador rival, le ayudaría a librarse de la democracia, a armar a Alemania, y a combatir al Bolchevismo.

Casi inmediatamente después de la elección de 1930 Goering mantuvo extensas y secretas negociaciones con el Ministro Treviranus; y, al mismo tiempo, Roehm, el jefe de las S.A. de Hitler [un cuerpo militar del partido nazi], fue recibido por el General von Schleicher. Ellos discutieron sobre el Ejército, regular e irregular, y se pusieron de acuerdo, como se descubrió más tarde, en cambiar ciertas características del ejército civil nazi.

Después de estas reuniones preliminares los dos líderes se encontraron de nuevo en octubre de 1930. Lo que se discutió nunca ha sido conocido en su totalidad, pero la información filtrada dio lugar a la noticia de que Bruening y Hitler habían alcanzado un acuerdo para compartir el gobierno, y de que Bruening tomaría Ministros nazis en su Gabinete. Sin embargo, el acuerdo se rompió por el número de tales Ministros a ser nombrados.

Tanto Hitler como Bruening negaron que ellos alguna vez hubiesen hecho tales arreglos; pero en una ocasión, cuando Bruening estaba celebrando una reunión de católicos, fue interrumpido por una banda de nazis. Él amenazó con hacer desagradables revelaciones sobre lo que Hitler le había confiado de sus planes si ellos continuaban interfiriendo con las reuniones católicas. Los Nazis replicaron que ellos, también, podían hacer sensacionales revelaciones sobre lo que Bruening había dicho a Hitler. Ambos, sabiéndose comprometidos, se cuidaron para que no hubiesen más fricciones que provocasen revelaciones sobre la famosa primera reunión.

Pasó un año antes de que los dos líderes reiniciaran sus negociaciones, en septiembre de 1931. Esta vez Bruening agradeció públicamente a Hitler y a sus partidarios por "la cortesía con la que, a pesar de toda crítica, ellos trataron a mi persona."

El tiempo de servicio de Hindenburg estaba expirando, y Bruening necesitaba ayuda para la reelección de Hindenburg como Presidente del Reich, la cual él quería obtener por medio del Reichstag, y no por medio de la elección pública -un plan que era totalmente inconstitucional. Este plan ponía en una posición clave a Hitler, porque, sin su Partido, tal plan no podría llevarse a cabo, teniendo Hitler 105 escaños en el Reichstag. Bruening sabía cuál sería el programa de Hitler si él llegaba al poder. Él también conocía sus planes secretos: además de que entonces salió a la luz el tristemente conocido documento Boxheim que contenía detalles para una política de terror una vez que los nazis estuviesen en el poder.

Que el Gabinete de Bruening estaba detrás de Hitler era evidente al final de 1931, cuando un alto oficial Prusiano, un Demócrata, vio al Ministro del Interior, Groener, y pidió apoyo para una revuelta encabezada por un líder de Berlín de las S.A. nazis contra Hitler. La opinión sostenida por el Gobierno acerca de Hitler se mostró llanamente en la respuesta de Groener: "Hitler es un hombre a favor de la legalidad, que ha prometido respetar la Constitución. Debemos apoyarlo contra los otros, que son todos agitadores." Luego para el asombro del entrevistador, el Ministro agregó: "Hitler ciertamente mantendrá su palabra." A fin de reforzar sus palabras, él dijo que ésta no sólo era su opinión personal, sino también la opinión de Bruening, el Canciller, que compartía completamente su punto de vista sobre el asunto.

Pero antes de intentar llegar a un acuerdo con Hitler, Bruening hizo varios movimientos preliminares. Él no sólo se mantuvo a favor de Hitler, sino que habló bien de él y se negó a dar cualquier paso contra él, y en todos los sentidos intentó allanarle el camino. Él arregló que Hitler se encontrara al fin con Hindenburg, como otros habían arreglado su propia primera reunión con el Viejo Mariscal de Campo; y, además, él solicitó al gran industrial católico Thyssen, uno de los más generosos amigos financieros de Hitler, para que le instara a dejar una buena impresión en el Presidente; porque, si Hindenburg tomaba una aversión personal hacia él, las oportunidades de Hitler de ocupar el cargo se reducirían. Él le pidió a Thyssen que dijera a Hitler que fuera muy moderado al hablar de sus planes con el Presidente del Reich.

La reunión con el Mariscal de Campo tuvo lugar, y Bruening y Hitler alcanzaron un acuerdo al fin. Bruening ofreció renunciar dentro del lapso de doce meses a fin de dar paso a un Gabinete donde las posiciones claves estarían en las manos de los nazis, y a cambio Hitler iba a apoyar la elección de Hindenburg como Presidente del Reich, y a iniciar las negociaciones con el Vaticano para un Concordato.

La razón de Bruening para posponer su renuncia por un año satisfizo a Hitler, quien aceptó la propuesta. El argumento de Bruening era que si los Nazis estuvieran en el Gobierno los Poderes en Ginebra no harían concesiones a Alemania; y Bruening por lo menos esperaba obtener de ellos la completa supresión de los pagos de reparación. Con esto él persuadió a Hitler para que fuese paciente.

Después de la reunión, Hitler declaró que había sido "profundamente impresionado" por Bruening. Pero, además de haber sido impresionado por el plan de Bruening para engañar a los Aliados, estaban los planes militares propuestos y el enorme programa armamentista concebido por el católico Bruening. Esto fue testificado más tarde por el General nazi von Epp quien declaró que fueron los "planes rearmamentistas del Canciller del Reich los que realmente habían decidido a Hitler."

Bruening mantuvo al Dr. Kaas minuciosamente informado de todos sus movimientos con Hitler, siendo la tarea del Dr. Kaas la de informar fielmente al Papa el progreso de las negociaciones. El Vaticano pidió a Bruening que se asegurara de que, si Hitler iba a ser parte del nuevo Gobierno, los nazis no serían hostiles a "la verdadera religión". Pero, por segunda vez, nada resultó de todas estas negociaciones. A la más importante entrevista con Hitler, en enero de 1932, y para la cual Bruening llevó con él a von Groener y von Schleicher, Hitler apareció acompañado por su jefe de las S.A., Roehm, quien era el líder de los nazis más intransigentes. La oferta de Bruening, para su consternación, fue rechazada; también por el Partido Nacional Alemán.

Viendo que la colaboración con el ala derecha del partido de la extrema Derecha había fallado, Bruening se volvió a los partidos de la Izquierda sin vacilación alguna. Él tuvo éxito en convencer a los socialdemócratas, quienes eligieron a Hindenburg formando un bloque Republicano contra los partidos de Derecha. Él empleó un eslogan que atraería a la Izquierda: "¡Elijan a Hindenburg y derroten a Hitler!" Los socialdemócratas una vez más dieron sus millones de votos para la elección de Hindenburg y derrotaron el plan del Partido Nacional y de Hitler.

Pero la elección que tuvo lugar durante el mismo año provocó tal sobresalto al Vaticano que el Papa y el Cardenal Pacelli decidieron definitivamente apoyar a la nueva fuerza política que era la única que podría evitar que Alemania fuese hacia la Izquierda. El antiguo Partido Católico había completado definitivamente su tiempo. Sólo medidas drásticas podrían detener la marea Roja; es decir, sólo el Nazismo. La votación causó que Pacelli y el Papa decidieran sumar su fuerza a la de Hitler. Del total de votos de 35,148,470, el Partido Nazi recibió 11,737,391 votos, el Partido Católico 5,326,583, y los Socialistas y Comunistas 13,232,292.

Los archienemigos de la Iglesia Católica estaban haciendo tremendos progresos en Alemania. Si se les permitía seguir sin obstáculos, y a menos que una mano de hierro asumiera el poder y los detuviera, sería demasiado tarde. ¿Y quién podría hacer eso mejor que Hitler? Desde ese momento, y detrás de escena, el Vaticano trabajó con el objetivo principal de influir para que Hitler alcanzara el poder. Ingrato con el apoyo de la Izquierda, ni bien fue elegido, Hindenburg se volvió abruptamente contra ésta y siguió la más reaccionaria política de un carácter derechista extremo, hasta que, al fin, ofreció el poder a Hitler.

Entretanto, Bruening estaba intentando destruir la República y restaurar la Monarquía alemana. Él siempre estuvo en completo acuerdo con la hostilidad de la Iglesia hacia cualquier forma de gobierno popular o hacia el régimen republicano, y con ello en apoyo de las monarquías y el gobierno autoritario. Este espíritu, con el que él estaba tan completamente imbuído, fue intensificado por su punto de vista nacionalista. A pesar de que era el Canciller del Reich de una República, él estaba trabajando para su destrucción. Él había dado el juramento Constitucional, y la Constitución Republicana empezaba solemnemente: "El Reich alemán es una República. El poder político procede del pueblo." Bruening había jurado que sostendría y defendería tales principios. Pero Bruening no se consideraba atado a la República. Él estaba influenciado por tres grandes motivos: su conciencia como católico que le pedía restaurar la autoridad de la Monarquía, porque "la autoridad no deriva del pueblo", como la Iglesia Católica ha expresado repetidamente (ver el Capítulo 6); y a esto se agregaban sus fuertes sentimientos nacionalistas y el temor de los Rojos cuyo poder él quería detener.

Bruening tuvo largas conversaciones con Hindenburg, con los líderes de los Partidos Nacional y Nazi, y con el Príncipe Heredero. Hindenburg sería elegido Regente del Reich de por vida por una mayoría de dos tercios del Reichstag, que se habría obtenido por una coalición de los partidos derechistas; y después de su muerte, el segundo hijo del ex Príncipe Heredero sería proclamado Kaiser.

El Vaticano se mantuvo bien informado aun antes de que Bruening hubiese tomado pasos activos para ejecutar este plan. El Cardenal Pacelli había dejado Alemania -en 1930 él había sido nombrado Secretario de Estado por el Papa Pío XI -pero él todavía era la autoridad principal sobre los asuntos políticos alemanes. Él había dado su bendición a los planes, y el Vaticano estaba a favor de ellos. La única condición que Roma impuso a Bruening y sus compañeros fue que ésta no debía ser comprometida o involucrada abiertamente en el complot en vista de las complicaciones internacionales a las que daría lugar. Una vez que la Monarquía fuese restaurada, la Iglesia Católica daría todo su apoyo por medio de su clero, los católicos, y el Partido del Centro. Bruening y los otros conspiradores estuvieron de acuerdo. Exteriormente, el procedimiento para la ejecución del plan no iba a venir ni de Bruening ni del Partido católico, ni de alguien conectado con el Vaticano.

Una vez más todo el plan fue malogrado. Esta vez debido a la oposición del propio Hindenburg, quién no podía armonizar su todavía existente lealtad a su viejo Kaiser con el plan. Pero un resultado fue logrado por Bruening mientras estuvo en el poder. Bajo su dirección deliberada, se pusieron generales, grandes industriales, Junkers, y nacionalistas extremos en posiciones claves. La máquina militar había reconquistado Alemania y se había vuelto dominante -principalmente debido a los movimientos del Partido del Centro, y, sobre todo, a los de Bruening.

Se ha dicho a menudo que Bruening concibió la restauración de la Monarquía para evitar la llegada de Hitler al poder, pero los hechos no confirman esta aseveración. El plan original de Bruening al que Hitler y Hugenberg, el líder del Partido Nacionalista, subscribieron, y estaban listos a dar su apoyo, era: primero, destruir la República; segundo, restaurar la Monarquía; y en tercer lugar, formar un Gobierno compuesto enteramente por partidos fascistas y semifascistas, que eran el Nacionalista, los Nazis, y el Partido del Centro. A fin de alcanzar esta última parte de su programa Bruening prometió a Hindenburg, así como a Hitler y Hugenberg, que, una vez que los primeros dos objetivos fuesen alcanzados, él, Bruening, renunciaría y daría paso a Hugenberg y Hitler.

El Papa y el Cardenal Pacelli no sólo se mantuvieron informados, sino que, para el último plan que iba a seguir a la restauración de la Monarquía, ellos querían una certidumbre de que un Gobierno realmente fuerte que "no dejaría lugar para los socialdemócratas" gobernaría la nueva Alemania, siempre bajo la condición de que debían darse suficientes garantías para la salvaguarda de los intereses de la Iglesia. Estas negociaciones preliminares se llevaron a cabo en esta fase, principalmente por medio del Dr. Kaas y el Chambelán Papal, von Papen.

Aquí están las palabras textuales de Bruening con respecto a sus planes, dichas a Hindenburg:

"Doy mi palabra de que en cuanto haya alcanzado el punto en el que la transición desde la República a la Monarquía esté asegurada, renunciaré, y entonces usted podrá formar un Gabinete completamente con los partidos de la Derecha" (Nacionalista, Nazis, etc.).

Además de esto, Bruening tenía otro proyecto en mente. Éste era, dejar a los socialdemócratas fuera del gobierno en Prusia. Tal proyecto ya había tomado forma antes de que él pidiera a su Partido que apoyara su plan de reelegir a Hindenburg quien fue designado el 10 de abril de 1932, y elegido principalmente con los votos de los socialdemócratas.

Durante varias semanas los planes detallados estuvieron en el escritorio de Hindenburg. Después del derrocamiento de la Social Democracia en Prusia fue hecho el intento de formar un fuerte Gobierno de católicos y nazis. Monseñor Kaas estaba en contacto continuo con el líder católico, Gregor Strasser, intentando llegar a un acuerdo final con Hitler. Pero Hitler cambió de idea a último momento y el plan abortó: él no cooperaría con Bruening porque sabía que el Canciller católico estaba políticamente muerto. De hecho, el 30 de mayo de 1932, Bruening cayó.

Hindenburg despidió a Bruening según el consejo de los generales y otras fuerzas que estaban trabajando detrás de escena. Ellos estaban complotando para la destrucción del Parlamento Democrático alemán y para la creación de una dictadura. La primera fase había sido alcanzada. El tiempo estaba maduro para la segunda fase.

El nuevo Gabinete fue formado por el General von Schleicher, aun antes del despido de Bruening. Pero en ese momento los conspiradores una vez más estaban divididos entre ellos. Los generales querían a un hombre que les dejara algún resquicio en la primera oportunidad. Ese hombre había sido elegido y había aceptado. Era otro católico, von Papen. Pero Monseñor Kaas, y a través de él el Vaticano, querían que Hitler y Hugenberg tomaran el poder.

Por mucho tiempo el Vaticano había estado negociando con las intrigas, y cuando se conoció que la Cancillería había sido ofrecida a von Papen, y que ésta había sido aceptada, instruyó a Monseñor Kaas, quien era el líder del Partido del Centro, para pedirle que la rechazara. Von Papen prometió hacer esto, y de hecho juró a Kaas que rechazaría el ofrecimiento. Sin embargo, cuando Hindenburg le presionó una vez más y von Papen aceptó, Monseñor Kaas y el Vaticano le reprocharon por haber roto su promesa, a lo cual él dio una típica respuesta Jesuítica. La primera vez, dijo, el Presidente le ofreció la Cancillería como un miembro del Partido Católico, y de acuerdo con su promesa él la rechazó; la segunda vez el ofrecimiento se le hizo como un individuo privado, y él aceptó.

Franz von Papen pertenecía a una familia católica de Westfalia; era rico, y a pesar de la mala fama de su carácter por el que era notorio, tenía gran influencia en los concilios internos del Partido Católico y en el Vaticano. Él era el dueño del principal órgano del Catolicismo alemán.

El nuevo Canciller fue apoyado entusiastamente por los grandes industriales católicos, la aristocracia, y altos funcionarios estatales, todos los cuales sabían que su designación era sólo un último paso para lo que ellos habían estado anhelando por tanto tiempo. A pesar del revés sufrido por el Prelado Kaas y el Cardenal Pacelli en Roma, las cuestiones tomarían el vuelco correcto para ellos en el momento justo, menos para la gente común del Partido Católico que estaba integrada por obreros. Ellos se volvieron contra las principales figuras del Partido, su política, y el nuevo Canciller, con tan poderoso sentimiento como los socialdemócratas, y, durante un tiempo, la dirección del Partido quedó en sus manos. Esto fue permitido, porque el destino del Partido ya estaba sellado.

Esta importancia del ascenso al poder de von Papen no fue comprendida salvo por los pocos intrigantes en Berlín, y los todavía más pocos en el Vaticano. Fue el conflicto de las dos tendencias en el Partido Católico alemán el que dio el golpe de gracia a Bruening. Aquellos que habían patrocinado el segundo curso, encabezados por von Papen, habían persuadido a los diversos generales y a sus colegas a "trabajar" sobre Hindenburg para despedir a Bruening de la Cancillería. Los dos campos hostiles dentro de los grados superiores de los principales católicos alemanes estaban divididos por la alternativa de abandonar definitivamente el Partido del Centro y permitir su extinción, como había decidido el Papa, o si permitirle continuar y tomar su parte en una administración encabezada por Hitler. En tal administración, el Partido Nazi, el Partido Nacionalista Alemán, y el Partido del Centro iban a ser socios con iguales derechos. La alternativa era subscribir la defunción del Partido del Centro y llegar a un acuerdo con Hitler acerca de los intereses del Catolicismo y de la Iglesia en Alemania.

El primer grupo estaba encabezado por el propio Bruening. En más de una ocasión él había hecho conocer al Vaticano su objeción al plan del Papa de deshacerse del Partido católico que, por dos generaciones, había servido bien al Catolicismo, como el Partido católico más antiguo, más poderoso, y estable en Europa. En varias ocasiones él había prometido renunciar a fin de dar paso a Hitler, a condición de que al Partido del Centro se le permitiera desempeñar su papel. Aun después de su destitución, Bruening informó a Kaas, y a través de él al Vaticano, que estaría dispuesto a aceptar un puesto en el nuevo Gabinete si Hitler era hecho Canciller. Como Hugenberg, el líder de los Nacionalistas, Bruening tenía la idea de que Hitler trabajaría con ellos como iguales. Esta política, que había sido condenada desde la gran derrota de 1928, no fue aceptada. A Kaas y a los otros católicos que habían aceptado la decisión del Vaticano se les hizo entender por medio del Cardenal Pacelli que algo debía hacerse antes de que "eventos imprevistos puedan interferir con nuestros planes". Kaas y sus cómplices pusieron en movimiento la maquinaria política necesaria detrás de Hindenburg, y Bruening quien ya estaba desaprobado por las masas alemanas y por la camarilla que lo había puesto en el poder, fue despedido.

Von Papen fue reemplazado pronto por otro católico, el General von Schleicher. Pero el General simpatizó con los Socialistas y amenazó con descubrir transacciones que habrían avergonzado a altos católicos y al Vaticano; y, por último pero no menos importante, la corrupción de negocios en los que los mismos Hindenburg y von Papen estaban envueltos. Fue entonces que von Papen persuadió al viejo Presidente para hacer Presidente a Hitler.

Más tarde von Papen, durante una conferencia a un auditorio católico en Colonia, declaró que: "La providencia me destinó a prestar un servicio esencial para el nacimiento del Gobierno de la regeneración nacional" (12 de noviembre). A principios de enero de 1933 von Papen se encontró con Hitler en la casa de un banquero de Colonia y le dijo que el tiempo había llegado cuando ellos debían trabajar juntos; y que los hombres y la maquinaria que lo pondrían en el poder estaban listas, y el Vaticano le apoyaría. A cambio se esperaba que, una vez en el poder, él, Hitler, destruiría los Partidos comunistas y socialistas como algo preliminar y discutiría un Concordato con la Iglesia Católica. Hitler prometió. Los dos alcanzaron un acuerdo. Hitler sería Canciller, y von Papen Vicecanciller. Von Papen entonces persuadió a Hindenburg para que pidiera a Hitler que fuera el Canciller. El 30 de enero de 1933, Hitler, un católico de nacimiento, fue hecho Canciller de Alemania.

Capítulo 11

 

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