Los Estado Unidos de México

	Se trataba de Lázaro Cárdenas, quien mediante una hábil combinación 
de demagogia, sentido social y clientelismo político logró que en 1936 
fuera aprobada una ley que pennitía a Gobierno expropiar la propieda 
privada siempre que fuera necesario para el bienestar público. 
	Al año siguiente, tanto los ferrocarriles como los derechos sobre 
el subsuelo de las compañías petroleras fueron nacionalizados. En 1938, 
el Gobierno mexicano pasó a expropiar todas las propiedades petroleras y
una agencia gubernamental llamada Petróleos Mexicanos (PEMEX) para 
administrar la industria nacionalizada. 
	En paralelo, Cárdenas no sólo cantaba las loas por la realización 
de la Revolución, sino que apoyaba causas como la de la Segunda República 
española que acogió en 1939 con una generosidad especial, destacando entre
ellos al cineasta Luis Buñuel. 
	En 1946, al término de una guerra mundial en la que México se sumó 
nonúnalmente a los enemigos del Eje y bajo la presidencia de Manuel Ávila, 
el PNR se y convirtió en PRI o Partido Revolucionario Institucional.
	La nueva denominación constitua toda una declaración de principios.
Por un lado, se pretendía mantener la causa de la revolución y en cierto 
aspecto no "puede negarse que así fue- pero, por otro, se intentaba 
consolidar una institucionalización que equivalía prácticamente a una 
dictadura silenciosa de intereses creados y corrupción. 
	La sofisticación del sistema se fue haciendo cada vez más patente. 
Si la sucesión presidencial se garantizaba mediante un sistema de 
cooptación que evitaba los cuartelazos de los primeros años, posteriores 
a la Revolución, el apoyo popular se garantizaba mediante medidas 
sociales y, muy especialmente, gracias a la creación de una nueva clase de 
funcionarioos. Fue así como nació una prístina y extensa burocracia que, 
contaba con dos enormes y robustos tentáculos. 

DESARROLLISMO 

	Por un lado, estaban las habituales oficinas gubernamentales, y 
por otro, una red de agencias relativamente autónomas dedicadas al     
bienestar social y a la industria. 
	Por añadidura, la segmentación del partido en tres sectores 
---el popular, el obrero y el agrario, garantizó la existencia de una 
serie de correas de transmisión en sectores vitales. 
	Ni siquiera el desarrollismo de los años 60 cambió la especial 
estructura del PRI. En la campaña presidencia de 1964 su candidato, 
Gustavo Díaz Ordaz, siguió hablando de la necesidad de ayudar a los 
campesinos sin recursos y, convertido en presidente, se negó a apoyar 
la decisión de la OEA de romper relaciones diplomáticas con Cuba. 
	En paralelo con estas medidas, la puesta en marcha de un programa 
de desarrollo y planificación económica para cinco años, esclerotizaba el 
sistema. Durante 1968 el Gobierno se vio desafiado por manifestaciones 
estudiantiles que pedían la no intervención en las universidades por 
parte de los cuerpos policiales y el apoyo a la educación superior popular.

	El 2 de octubre, durante una manifestación en la plaza de 
Tlatelolco, se produjo una matanza en la que murieron numerosos 
estudiantes. Se trató de un acontecimiento que la celebración días 
después de los Juegos Olímpicos no llegó a silenciar. 
	A inicios de los años 70, el PRI intentó reducir el peso de la 
economía norteamericana en el país y la ampliación de mercados en medio 
de lemas que llamaban al populismo más burdo. En 1970, Luis Echeverría 
Álvarez, anterior secretario de Gobernación, alcanzó la Presidencia y 
de manera casi inmediata negoció acuerdos económicos con varias naciones 
de América Latina, Canadá, la Comunidad Europea y la URSS. 
	Hasta 1974, la economía mexicana creció a un saludable ritmo 
anual del 6,3% pero, una vez más, la corrupción del sistema malogró lo 
que parecía una trayectoria prometedora. 
	En 1975, la tasa de crecimiento económico disminuyó y la inflación 
se disparó. Ni el descubrimiento de extensos yacimientos de petróleo 
crudo en los estados de Campeche, Chiapas, Tabasco y Veracruz, ni nuevas 
medidas de reforma agraria adoptadas a finales - de 1976 por Echeverría 
sirvieron, para cambiar ese estado de cosas. 
Hª de México.

	En 1976 fue elegido presidente un nuevo miembro del PRI, José 
López Portillo. Dentro de una línea de pragmatismo, López Portillo volvió 
a estrechar lazos con Estados Unidos, restableció las relaciones 
diplomáticas con España e intentó llevar a cabo una política de austeridad. 
	Las intenciones eran buenas pero por enésima vez la corrupción 
inherente al PRI provocó el fracaso de las mismas y la inflación siguió 
manteniéndose alta. Ni el aumento al doble de la producción de petróleo 
en esa década ni la nacionalización de la banca o del control monetario 
cambiaron esa realidad. 
	La década de los 80 constituyó el inicio de un cuestionamiento 
creciente del sistema del PRI. El aumento de la deuda externa, la caída 
del precio del petróleo y, sobre todo, la inoperancia del sistema 
colocaron al país en una situación de crisis continuada. 
	En 1985, el PRI se vio obligado a reclamar la victoria en las 
elecciones al Congreso en medio de un escándalo electoral casi sin 
precedentes. 

	PRIVATIZACION 

	Fue un episodio que volvió a repetirse cuando en 1988 llegó a la 
presidencia el candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari. A esas 
alturas, las proclamas izquierdistas no servían de mucho y el PRI decidió 
llevar a cabo una política de pragmatismo que compensara con prosperidad 
lo que el sistema tenía de inoperante. Así, en 1989 Salinas se embarcó en 
una política de privatización de las empresas del Estado y modificó las 
regulaciones restrictivas del comercio e inversión para incentivar la 
inversión extranjera. 
	En un acto que debió llevar a sus antecesores a retorcerse en sus sepulcros, permitió incluso el  
control mayoritario de las empresas a los inversionistas extranjeros. 
Pero a esas alturas, el PRI ya estaba perdiendo sus últimos jirones 
ideológicos y sólo buscaba sobrevivir en medio de una sociedad cada vez 
más crítica con sus abusos de décadas. 
	Buena muestra de ello fueron el encuentro de Carlos Salinas y 
George Bush en Washington para suscribir el acuerdo más amplio de 
comercio e inversión concertado entre las dos naciones y en julio de 1992 
la reforma de la Constitución que permitió reconcer la personalidad 
jurídica de la Iglesia católica. 
	La legislatura mexicana ratificó el Tratado de libre comercio 
de América del Norte (TLC) en 1993, entrando en vigor el 1 de enero de 
1994. La medida fue de enorme trascendencia ya que en 1993 el Gobierno 
mexicano había vendido el 80% de sus industrias a inversionistas privados 
en cerca de 21 billones de pesos y había reducido la inflación del 150% 
al 10%, pero, sobre todo, porque con un convenio internacional de esas 
características el sistema tenía los días contados. 
Hª de México.

	Por añadidura, la población no podía recuperar la fe en un partido 
que llevaba administrando el país como un feudo desde hacía décadas, que 
era el padre de todas las corrupciones y que, sobre todo, impedía la 
alternancia en el poder mientras la mitad de la población vivía bajo el 
umbral de la pobreza. 
	Cuando el 1 de enero de 1994 un grupo de indígenas, miembros del 
Ejército Zapatista de liberación Nacional, EZLN, ocupó cuatro poblaciones 
del sur de México en el estado de Chiapas quedó de manifiesto que el poder 
político distaba mucho de ser tan fuerte como parecía, y cuando en marzo 
de ese mismo año el candidato del PRI, Luis Donaldo Colosio fue asesinado 
en el curso de un mitin electoral en Tijuana a nadie se le ocultó que el 
PRI podía estar entrando en una fase termina. 
	El nuevo presidente, Ernesto Zedillo, se enfrentó con una de las 
peores crisis financieras de México. Para entonces el déficit alcanzaba ya 
la cifra de 30.000 millones de dólares. 
	Sólo la ayuda internacional impulsada por el presidente Bill 
Clinton permitió a México no hundirse en el caos arrastrando a buen 
número de países en su ruina. Sin embargo, ni siquiera el respiro 
económico experimentado en 1996 evitó el despeñamiento del PRI. 
	En las elecciones legislativas del 6 de julio de 1997, el PRI 
perdió la mayoría absoluta en la Cámara de los Diputados y los principales 
partidos de la oposición, PAN y PRD, consolidaron su presencia en el 
Congreso. Frente al 38% de los votos del PRI, el PAN lograba el 26% y el 
PRD el 25%. 
	Zedillo reconoció que se abría en el país «una nueva actitud 
política y ética de responsabilidad pública».
	Tras la pérdida electoral, el PRI comienza su autoanálisis; su
tiempo ha pasado y los gurús del partido reclaman venganza; Zedillo se 
convierte en el culpable de la crisis y piden su desaparición de la 
escena política.
	El siglo XXI se abre para la antigua Nueva España como un futuro 
de esplendor, de grandeza y de ilusión. ¡Ojalá sea así!.
Hª de España
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Gracias por su visita desde la ciudad templaria de Jerez Caballeros.

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