Pinochet y Ríos Montt: las vueltas de la vida

La confortante noticia de que la justicia chilena ha despojado al general Augusto Pinochet de su inmunidad parlamentaria, con la que se aseguraba una armadura de impunidad para su historial de dictador y genocida, nos lleva inevitablemente a pensar en otro general, dictador y genocida también, que igualmente ha sabido blindarse con la protección de esa misma prerrogativa: el guatemalteco Efraín Ríos Montt. A pesar de las obvias diferencias, existen notorias similitudes entre ambos altos jefes militares, tristes celebridades en los albores del nuevo milenio.

Los casi 10 años de diferencia de edad permitieron a Ríos Montt aprender mucho de su admirado dictador chileno, aunque probablemente nunca pensó que al final de sus vidas reunirían tantas semejanzas entre sí.

Pocos meses antes de que Pinochet se convirtiera en figura mundial, tras el sangriento golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 contra el Gobierno democrático del presidente Salvador Allende, Ríos Montt también logró ser noticia en Guatemala por su responsabilidad en la masacre de Sansirizay, una matanza de campesinos de las montañas de Jalapa que protestaban por el despojo de sus tierras comunales. Ríos Montt dirigió personalmente a las tropas que cometieron ese acto de barbarie, que después reivindicó como acto de pacificación.

De la misma manera que Pinochet no tuvo escrúpulos para jurarle lealtad al presidente Allende cuando ya estaba involucrado en la conspiración y los preparativos del golpe de Estado, Ríos Montt no dudó en asumir un lenguaje democrático para convertirse a finales de 1973 en el candidato presidencial del Frente Nacional de Oposición, una coalición electoral integrada por demócratacristianos, socialdemócratas y algunos comunistas. La formación opositora y su candidato ganaron las elecciones en marzo de 1974, pero, ante el fraude auspiciado por el Ejército y su determinación de imponer en la Presidencia al también general Laugerud García, Ríos Montt negoció y aceptó como premio de consolación un cargo diplomático en España.

Ríos Montt regresó sigilosamente a Guatemala a finales de los años 70, convertido en pastor de una secta evangélica fundamentalista con mucho poder económico en Estados Unidos. La Iglesia El Verbo se convirtió en su nueva trinchera para comenzar a recuperar el poder perdido. El 23 de marzo de 1982 fue llamado sorpresivamente por un grupo de jóvenes militares contra insurgentes, que horas antes habían protagonizado el golpe de Estado con el que desplazaron del Gobierno al general Romeo Lucas García. Ríos Montt tuvo la audacia de aceptar formar parte de un triunvirato militar y ponerse a la cabeza de una asonada castrense que no planificó ni ejecutó. Más audaz fue todavía cuando tres meses después desplazó de la Junta al general Maldonado Shaad y al coronel Gordillo Martínez, para nombrarse a sí mismo jefe de Estado y concentrar todos los poderes.

Una vez más, se inspiró en los discursos y programas del Gobierno de su general Pinochet para concebir una estrategia de largo plazo que se convirtió a partir de ese año en el proyecto político de los militares. Una idea básica -común en los grandes planes de las Fuerzas Armadas chilenas y guatemaltecas- es justamente la de concebir al Ejército como el factor decisivo del poder. La similitud en la visión a largo plazo incluye la evolución hacia una democracia formal tutelada por los militares, a partir de una «pacificación» lograda mediante el genocidio y el terror de Estado.

Ríos Montt planificó, autorizó e hizo ejecutar los más sanguinarios actos de barbarie. En menos de año y medio, de marzo de 1982 a agosto de 1983, su política de «tierra arrasada» borró del mapa cientos de aldeas campesinas, en las que las tropas contra insurgentes masacraron a decenas de miles de indígenas. Los secuestros, las torturas y los asesinatos se multiplicaron por miles en la capital del país y las ciudades del interior. Más de un millón de personas se vieron obligadas a huir de sus tierras para salvarla vida. Está demostrado en múltiples informes e investigaciones que ése fue el periodo más agudo en la comisión de graves delitos de lesa humanidad. Dada la magnitud del genocidio, no cabe duda de que el general guatemalteco superó con creces a su maestro chileno.

A Ríos Montt le fallaron los cálculos y no pudo perdurar en el poder como Pinochet. Su propio ministro de Defensa, el general Mejía Víctores, lo derrocó en agosto de 1983 mediante un nuevo golpe de Estado. Sin embargo, el proyecto político de los militares que Ríos Montt concibió y echó a andar sí se consolidó y siguió su curso hasta el día de hoy.

A principios de la década de los 90, el obstinado general Ríos Montt volvió a hacer uso de la audacia para lanzarse a construir un partido político para recuperar el poder por la vía electoral, en el mismo periodo en el que Pinochet se aprestaba a transferir la Presidencia a un gobernante civil, dando inicio en Chile a una «democracia dirigida». El general creó, con bastante éxito, el Frente Republicano Guatemalteco (FRG) basando su caudal electoral en las ex Patrullas de Autodefensa Civil (PAC) que él mismo organizó, armó y entrenó durante su gobierno de facto. Las PAC, que fueron utilizadas para el control y la represión de las comunidades indígenas, llegaron a agrupar a cerca de un millón de campesinos, en su mayoría forzados, durante los peores años del genocidio. El síndrome del miedo continúa presente en la vida social y política de los guatemaltecos, incluidos los procesos electorales. En las últimas elecciones generales, el FRG se alzó con la Presidencia del país y la mayoría de diputados en el Congreso.

Pinochet dictó todas las leyes de amnistía que hizo falta y se hizo nombrar senador vitalicio. Ríos Montt no logró convertirse en presidente de la República, pues hasta la fecha no ha logrado modificar el veto constitucional que otros militares hicieron aprobar para obstaculizar sus ambiciones de poder. El artículo 186 de la Constitución vigente, prohíbe la candidatura y eventual elección presidencial de cualquier persona que haya encabezado golpes de Estado o gobiernos de facto. Sin embargo, ha logrado ser elegido diputado y hoy es el presidente del Parlamento guatemalteco. En los últimos meses ha aparecido el espectro de una ley de amnistía general en la agenda política y no es remoto que el FRG haga valer su mayoría en el Congreso para aprobarla dentro de poco tiempo.

Artículo de opinión copiado del diario EL MUNDO de 29 de Agosto del año 2000 por Amalio Venegas.

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