EL ECUADOR DE LAS MARAVILLAS POR AMALIO VENEGAS EN XERES EQVITVM, AÑO III La Muy Noble y Muy Leal Ciudad de San Francisco de Quito está rodeada de valle, montañas y volcanes nevados, que la convierten en la envidia americana. Cuando los españoles se instalaron allí en 1534 sobre las cenizas de una antigua ciudad inca, no les importaron sus 2.800 metros de altura. El volcán Guagua Pichincha, quizá por solidaridad, lleva bramando desde hace meses, justo tras la primera revuelta indígena. Sus nubes de ceniza salpican periódicamente la ciudad. La supervivencia de Quito está garantizada, pero sus pobladores han recuperado las antiguas costumbres. Por eso visitan la Basílica de la Merced. Allí rezan, entre pinturas que reflejan naufragios o terremotos. Ella es la virgen más nacionalista, siempre acompañada de la bandera amarilla, azul y roja ecuatoriana. Cuenta la leyenda que las tropas rebeldes utilizaron la imagen de la virgen en la decisiva Batalla de Pichincha. Por eso hoy es la patrona del Ejército y de Ecuador. En la otra parte de la ciudad, bohemios y turistas viven indiferentes a estas creencias. Algunos preparan sus viajes al resto del país. Otros deambulan por las terrazas y las tiendas de la famosa Avenida Amazonas. Los más atrevidos ultiman sus expediciones, ya sea en busca de nuevas tribus en el Amazonas o del misterioso tesoro de la sierra de los Llanganates. Los conquistadores españoles Lope de Aguirre y Francisco de Orellana partieron de Quito en marzo de 1541, con un Ejército compuesto por 350 españoles y 4.000 indios. Aún permanece empedrado el sendero que siguieron para salir de la ciudad como una de sus grandes reliquias. Ellos buscaban el mítico Eldorado, el árbol de la canela y la aventura en la tierra de la selva. Así alcanzaron la desembocadura del Amazonas el 26 de agosto de 1542. Han pasado cuatro siglos y medio. Y muchos cambios. Quizá demasiados. Pero el Amazonas ecuatoriano conserva su indómita belleza, pese a la lacerante amenaza de las compañías petrolíferas y el envite depredador del hombre. Descendemos el río Aguarico desde la aldea de Chiritza., Viajamos en la pequeña barcaza Matamoros el homenaje que nuestros guías mestizos dieron a su hermano mayores día que se enfrentó a una anaconda. Al frente de la expedición un canario, Juan Miguel González, machete en ristre, dispuesto a conjurar todos los peligros de la selva, que se abre impresionante a nuestropaso. La increíble paz que transmite este río en su búsqueda del Amazonas contrasta con el festival de sonidos, que nacen en las orillas. Este afluente de la cuenca del Amazonas circula en torno a la denominada región de las tres fronteras, a muy pocos kilómetros de las lindes de Ecuador con Perú y Colombia. Aventura para todos los gustos. Y no sólo porque los guerrilleros de las FAPC y del ELN, dirigidos hasta su muerte por el español cura Pérez, campen a sus anchas en los límites del país vecino. También porque la sorpresa aguarda tras cualquiera de los recodos del Aguarico. Los encargados de exorcizar a los demonios locales son los chamanes. A lo largo de la ribera del Aguarico, en su busca del rio Napo, uno de los afluentes del Amazonas, los indios secoyas y cofanes tienen a sus propios hechiceros. Gracias a la ayahuasca (también llamada yahé o la liana de los muertos), una raíz alucinógeno, los chamanes investigan el alma de sus enfermos. Así pueden descubrir los males que les afectan tras una ceremonia en la que chamán y paciente beben un combinado de ayahuasca y otras hierbas que les sumen en un viaje de varias horas. Mapa de Ecuador Un indígena vende la mítica ayahuasca junto a varios picos de aves selváticas y trozos de piel de tigre que los indígenas utilizan para hacer sus viejos rituales y conjuros. En el puesto contiguo hierve mientras tanto un puchero con quinua, la sopa de los incas. A 65 kilómetros de Riobamba divisamos Ambato, la 'ciudad de las frutas y las flores', tantas veces construida y destruida por culpa de la ira de volcanes y terremotos. A lo largo de su historia, Ambato se ha convertido en cuartel general de las expediciones que parten a los cercanos Llanganates, la inaccesible cordillera andina que esconde una de las últimas leyendas de América Latina. Todo empezó en la época de la conquista. El inca Rumiñahui, el general preferido de Atahualpa, enterró un inmenso tesoro, destinado en un principio a pagar el rescate del propio Atahualpa, capturado por Pizarro. Toneladas de oro y plata quedaron en un lugar recóndito de los Llanganates. La misma leyenda cuenta que el tesoro yacía en una cueva, junto a una laguna y una cascada. Durante estos siglos, decenas de expediciones se han aventurado en busca del oro. Nadie lo ha encontrado, pero muchos han perdido la vida. Hoy algunos persisten en el empeño, aunque otros prefieren hacer trekking en las zonas más apacibles de los Llanganates. El Amazonas, los Andes y... el Pacifico. Puerto López es una bahía escondida a dos horas de Guayaquil, la capital de la costa. El fenómeno de El Niño, aliado con la corrupción humana que absorbe sin sonrojo los fondos estatales, ha destrozado las carreteras. Pero el viaje vale la pena. Porque a una hora y media en barca aparece ante nuestros ojos una de esas perlas que América ha mimado por desconocida: la Isla de la Plata que, cómo no, también tiene su leyenda. La narran los pescadores. Listado en Yahoo! El corsario Drake convirtió la isla en su cuartel general. En uno de esos viajes, se vio atrapado por los españoles con dos galeones cargados de plata. No tuvo más remedio que regalar al océano las cien toneladas de metal precioso en su huida. Nadie jamás ha encontrado la plata. Pero muchos han tenido que frotarse los ojos ante el espectáculo de ver a las ballenas jorobadas, que a escasos metros de los viajeros nadan, bucean y saltan en sus distintos cortejos de apareamiento. La respiración se hiela al contemplar cómo los cetáceos se mueven majestuosos, indiferentes a la mirada humana. Algunas superan los 16 metros de longitud y las 16 toneladas. A su lado nadan los ballenatos. Y las manadas de delfines. Y las tortugas. Y las orcas, su mayor enemigo, su peor depredador. En estas aguas permanecen varios meses. Es su parada y fonda en el viaje que las llevará de nuevo hasta el Polo Sur. Pero el espectáculo no está sólo en el agua, prosigue al poner pie sobre la isla. Pelicanos, lobos marinos, albatros, cormoranes, piqueros enmascarados... Los acantilados los protegen a todos y ejercen de barrera climática para el bosque seco tropical del interior. «Con Drake esto era mucho más verde», rememora Diego, uno de los jóvenes guías del parque nacional. «Pero los cambios climáticos y las corrientes marinas de El Niño y de Humboldt la han secado bastante. Eso sí, los pescadores nos siguen contando lindas historias sobre un pozo de agua dulce que existía aquí hace muchos, muchos años. Leyendas, mitos, erupciones volcánicas y hwnanas. .. Así es el Ecuador de las Maravillas. Mapa Ecuador Historia Ecuador