Hijitos,
hijitas:
Estoy
intercediendo ante mi hijo por vosotros. Debéis entregaos más
a la oración. Acercad vuestra alma, vuestro cuerpo y vuestro
corazón a la luz de Cristo Jesús. Escuchad, hijitos, el tiempo
que vivís es tiempo de prueba y de escogencia.
Consolad
a estos Dos Corazones traspasados de dolor al ver la perdición
de tantas almas; dolor que entristece el rostro de mi Hijo
Jesús ante la perdición de mis almas consagradas... ¡Son
tantas...!
Hijitos,
os invito a orar. No olvidéis la oración; no os alejéis de
ella. Es ahora cuando Satanás desata toda su furia y quiere
apartaros de esta arma poderosa que os acerca al Sacratísimo
Corazón de mi Hijo Jesús y de vuestra Madre.
Dudáis
de que el infierno exista y que el demonio quiere ganar su
batalla. Decís: todo tiene su explicación...
¿Qué
os impide daros a plenitud? ¿Qué os obliga a callar? Y del
cambio en vuestros corazones ¿Por qué os resistís?
Mi
Corazón Inmaculado triunfará, llevando a mis almas pequeñas a
la reconciliación con mi Hijo Jesús, que está presente en
cada uno de mis sacerdotes y con una verdadera participación en
la santa misa que es el centro de vuestras vidas.
Hijitos:
no me olvido de vosotros. Por ello acudo a vuestro llamado
silencioso. Os dejo mis mensajes de luz y vida. Dejo en vuestros
corazones heridos un diluvio de amor y de esperanza. A través
de ellos la confianza nace y la duda muere.
Hijitos.
Orad para pedir la salvación del mundo. Personalmente me he
manifestado e intervenido de muchas maneras para invitaros a la
conversión; pero muchas almas se resisten a dar un cambio en
sus corazones.
Hijitos
míos: ¿Queréis atar las manos a Dios? Leed mis mensajes como
si fuera la primera vez. Ellos son un diluvio de amor sobre cada
uno de vosotros. Es una vía para los indecisos, para los que
sufren; es un consuelo para los corazones heridos, perdidos en
el desorden de este siglo.
Hijitos,
hijitas: proteged al débil con la oración y con la penitencia
de cada día, aceptando con fervor el grito de mi amor por los
pecadores. Hijitos, una madre no olvida a ninguno de sus hijos
por muy ingratos que sean. Mis palabras traen luz y vida.
Si
me amáis,
otros me amarán también, pues el amor es contagioso.
Purificadlo quitándole el exceso de humanidad que le estorba y
le impide alcanzar su plenitud.
Hijitos,
hijitas: acudid a mi llamado y así recibiréis las gracias que
estoy derramando sobre vosotros aquí, en este mi bosquecito,
que he escogido para refugio de todas mis almas consagradas.
Hijitos:
una madre conoce a todos sus hijos hasta lo más íntimo de sus
corazones. ¡Cuánto habéis dudado de mi presencia en este
lugar sagrado y cuánta inquietud permanece en vuestros
corazones!. Orad, hijitos, para que comprendáis lo que quiero
de vuestros corazones.
Purificad
vuestros corazones, afianzad vuestra fe, manteneos en oración y
penitencia, proteged a mis más pequeños.
Hijitos...
hijitas, acudid a mi llamado, recibid las gracias que estoy
derramando sobre vosotros, aquí en este mi bosquecito, lugar
sagrado de oración y de recogimiento, escogido por mi Hijo
Jesús para refugio de todas mis almas consagradas.
¡Os amo... os amo tanto!
Os
amo con todo mi corazón. Os doy mi bendición.
Os cubro con mi manto.
|