El Che. Vida y Obra de un Revolucionario
En junio se cumplieron 75 años del nacimiento de Ernesto Che
Guevara. La burguesía no puede ocultar su figura pero intenta presentar al Che
como una figura decorativa, sin ningún significado político en la sociedad
actual. Para los jóvenes y trabajadores debe ser una oportunidad de conocer
mejor y debatir las ideas de este revolucionario, sus aciertos y sus errores, y
sacar conclusiones con el fin de aplicarlas a la lucha por transformar la
sociedad hoy. Este artículo se propone contribuir a este objetivo.
El Che nació en 1928 en la ciudad argentina de Rosario. Su padre era
constructor y arquitecto y su madre poseía tierras. Varios viajes por América
y su actividad como médico lo pondrán en estrecho contacto con las tremendas
injusticias que vive el continente. Solamente un dato: sobre un conjunto de 19
países, un promedio del 1,74% de propietarios poseen el 64,9% de la propiedad
mientras el 72,6% poseen el 3,74%.
La revolución latinoamericana
Durante los años 50 y 60 serán muchos los jóvenes estudiantes e intelectuales
latinoamericanos de origen burgués y pequeñoburgués que, impresionados por la
miseria de las masas, radicalizados por el enorme atraso y dependencia del
imperialismo de sus países e influidos por las luchas obreras y campesinas en
ascenso buscan una salida revolucionaria a la situación.
La trayectoria política y personal del Che hay que situarla en su contexto histórico
y para ello es necesario analizar el papel que jugaron entonces las distintas
clases sociales y tendencias políticas, especialmente en América Latina.
Las burguesías latinoamericanas, debido a su desarrollo tardío, establecieron
desde el principio una relación de dependencia económica con los países
capitalistas avanzados. El imperialismo, primero con la ocupación militar
directa y luego con sus bancos y multinacionales moldearon en estos países una
economía poco desarrollada, especializada sobre todo en la exportación de
materias primas y mercancías poco elaboradas y de bajo precio, destinadas a las
industrias europeas y luego también norteamericanas.
Ese desarrollo peculiar se tradujo en que las burguesías nacionales fueron
incapaces de jugar el mismo papel revolucionario que las burguesías europeas en
su momento.
Por ejemplo, una de las tareas clásicas de la revolución burguesa es la
reforma agraria y la eliminación radical de las relaciones de tipo feudal en el
campo; medidas que favorecieron el desarrollo comercial e industrial. En los países
latinoamericanos, en cambio, una buena parte de los capitalistas y banqueros son
también grandes propietarios de latifundios o tienen su dinero invertido en la
ganadería, etc., y por tanto son enemigos acérrimos de la reforma agraria.
Eso no significa que, en determinados momentos, sobre todo en aquellos países
en los que la economía alcanza un cierto desarrollo, no puedan existir
fricciones entre la burguesía nacional y el imperialismo en la disputa por el
“pastel”.
Pero en todo caso estos enfrentamientos no cambian las relaciones de dependencia
ni el hecho de que, para hacer frente a un movimiento obrero cada vez más
poderoso, la burguesía nacional y el imperialismo actuaran en total sintonía,
mediante la represión y las dictaduras.
La burguesía nacional era incapaz de jugar un papel progresista. Unicamente el
proletariado urbano, ganándose como aliados a los campesinos y demás sectores
oprimidos —pequeña burguesía urbana y rural, semiproletarios, etc.— tenía
la fuerza, el interés y la capacidad suficiente para eliminar las
reminiscencias feudales y la opresión imperialista. Sólo rompiendo con el
sistema capitalista, nacionalizando todos los recursos del país bajo el control
de los trabajadores, y extendiendo la revolución a nivel internacional, es como
las tareas democráticas se podían realizar y mantener plenamente.
Con estas ideas habían dirigido Lenin y Trotsky la Revolución Rusa y eran la
base de la estrategia y programa de la Tercera Internacional, pero el desarrollo
del estalinismo supuso su abandono. En su lugar Stalin planteará la teoría según
la cual la única revolución posible en estos países es la democrática-nacional
y en ella el partido obrero debe apoyar a la llamada burguesía nacional
progresista, que en realidad no existía. Según esa teoría, sólo después de
que esta burguesía progresista, apoyada por los trabajadores, realice la
reforma agraria y la liberación del imperialismo, sólo tras una etapa de
desarrollo del capitalismo nacional, podría producirse una revolución
nacional.
Los efectos del estalinismo
Los partidos comunistas latinoamericanos, avalados por su vinculación a la
revolución rusa y el ejemplo de lucha y heroísmo de sus militantes en la fábricas
y en el campo, estaban ganando posiciones (especialmente en el movimiento
obrero) y habían logrado convertirse en un punto de referencia para la lucha
revolucionaria. Pero la estrategia impuesta por Moscú arrastrará a sus
dirigentes a apoyar y participar en gobiernos y movimientos burgueses en
diferentes países. Un dato poco conocido, y puede parecer sorprendente, es que
la dirección estalinista del PC cubano participó con dos ministros en el
gobierno burgués de Batista (el dictador que derrocarán Fidel y el Che) en
1942, e, incluso más tarde, cuando estos lanzan la guerrilla, serán atacados
con todo tipo de acusaciones; el propio Raúl Castro fue expulsado del Partido
por oponerse a esta política.
El resultado es que, a pesar de la honradez y combatividad innegables de los
militantes comunistas, los partidos se ven debilitados. Numerosas oportunidades
revolucionarias son desaprovechadas y en algunos casos los mismos gobiernos
burgueses apoyados por el PC responden con la ilegalización del partido y la
persecución brutal contra sus militantes.
La ausencia de una política genuinamente marxista empujará a los sectores más
radicalizados de los obreros, campesinos y jóvenes de América Latina a buscar
un atajo hacia la revolución en la lucha de guerrillas en el campo. El Che
desempeñará un papel fundamental en la elaboración de la estrategia
guerrillera.
Lucha de guerrillas
El debate sobre qué métodos emplear y qué estrategia seguir para llegar al
poder es uno de los más difíciles y que ha ocasionado más polémicas entre
todos los grandes revolucionarios.
Marx y Engels, frente a los anarquistas, habían insistido una y otra vez en
que, por su papel en la producción capitalista, la clase obrera es la única
que puede desarrollar unos métodos de lucha colectivos (huelgas,
manifestaciones de masas, asambleas, elegibilidad y revocabilidad de
representantes sometidos a ellas…) y una conciencia socialista.
Los soviets, o consejos obreros, surgen del carácter colectivo de la lucha
obrera contra la reacción burguesa, como comités de huelga amplios nacidos del
propio proletariado que coordinan y extienden la lucha revolucionaria y
garantizan que toda la clase participa conscientemente en ella, y acaban extendiéndose
al campo, a los cuarteles… Tras la toma del poder, de forma natural se
convierten en el nuevo Estado obrero. De esa manera los soviets, o los consejos
obreros, son el instrumento que garantiza que el poder central está sometido en
todo momento al control de las masas, son la esencia de la democracia obrera.
Sin duda, para la victoria de la revolución, es vital ganar el apoyo del
campesinado, fomentar la insurrección campesina y la lucha de guerrillas. Pero
en palabras de Lenin “el partido del proletariado no puede nunca considerar la
guerra de guerrillas como el único o incluso el principal método de lucha.
Este método debe subordinarse a otros”. Ese criterio fue aplicado por los
bolcheviques incluso en el caso de la revolución rusa, país en el que el
campesinado era la inmensa mayoría de la población y la clase obrera urbana
representaba tan sólo un 10%.
El estalinismo rompió completamente con la estrategia, los métodos y las ideas
Lenin y Trotsky.
El Movimiento 26 de Julio
Ante el vacío existente, por los errores de los dirigentes de los partidos y
sindicatos de clase, los revolucionarios latinoamericanos buscan, de un modo
instintivo, una salida. Muchos optan por la vía de un enfrentamiento directo de
una vanguardia armada de revolucionarios contra el Estado, que estimule a los
campesinos, y extienda el foco guerrillero hasta convertirlo en una insurrección
y la toma del poder.
En Cuba, la dictadura de Batista estaba en total descomposición. El apoyo al
movimiento guerrillero crecía y el gobierno tenía problemas incluso entre los
soldados y oficiales, que huían o se pasaban a la guerrilla. Pero ante la
posibilidad de un golpe de Estado de los altos oficiales tras la huida del
dictador, y debido a la debilidad del ejército guerrillero para garantizar por
sí mismo la victoria, Fidel se ve en la necesidad de hacer una llamada a la
huelga general. La respuesta de los trabajadores, que durante una semana
paralizan La Habana, muestra la enorme capacidad de lucha del proletariado
cubano y será el factor decisivo que hace caer al régimen.
La guerrilla en el poder
La guerrilla que tras dos años de heroica lucha contra el ejército de Batista
goza de una autoridad y apoyo enormes, toma el poder. Su primera propuesta es un
gobierno de coalición de todos los partidos democráticos para emprender la
democratización del régimen.
En realidad, las ideas iniciales del Movimiento 26 de Julio fundado, entre
otros, por Fidel y el Che no eran un programa socialista acabado. De hecho, el
objetivo inicial proclamado por el Movimiento es derrocar al dictador y volver a
la Constitución cubana de 1940. Esto significaba una democracia burguesa con
reformas democráticas y mejoras sociales amplias. Fidel, ya en el poder,
intenta tranquilizar a la asociación de banqueros pidiéndoles su colaboración
para modernizar la economía y prometiéndoles que no tenía “ninguna intención
de nacionalizar ninguna industria”. Sus ideas revolucionarias se irán
modificando y radicalizando sobre la marcha, bajo la presión de los
acontecimientos. Para poder cumplir su programa revolucionario deberán
enfrentarse al sabotaje de la burguesía y del imperialismo y profundizar la
revolución nacionalizando las palancas fundamentales de la economía.
Una vez la guerrilla ha tomado el poder, Fidel y Che, adoptan medidas de tipo
socialista como la nacionalización de los sectores básicos de la economía.
Empiezan por las azucareras, seguirán las empresas relacionadas con el petróleo
y finalmente todas las industrias básicas. Esas medidas no eran parte de un
plan preconcebido sino que venían dictadas por la necesidad de hacer frente al
colapso económico del débil capitalismo cubano, de hacer una realidad la
reforma agraria y las mejoras sociales.
Esto era una confirmación brillante de la teoría de la revolución permanente
de León Trotsky, según la cual el desarrollo específico del capitalismo en
los países atrasados hacía que la revolución democrática y la socialista se
fusionaran, con la peculiaridad de que en este caso no era la clase obrera
industrial quien dirigía el proceso sino la guerrilla campesina en su nombre.
El régimen de economía nacionalizada y planificada resultante ha supuesto,
desde todos los puntos de vista, una conquista enorme para el pueblo cubano. La
industria creció un 50% entre 1959 y 1965, el analfabetismo, el hambre y
numerosas enfermedades que asolaban a las masas han sido erradicadas. El número
de médicos por habitante en Cuba es de los más altos del mundo y la tasa de
mortalidad de niños sólo es menor en USA y Canadá en el hemisferio
occidental. Estos avances dan una idea de la magnitud de la conquista que han
supuesto la revolución cubana y la economía planificada y son los que explican
el mantenimiento hasta hoy del régimen revolucionario cubano a pesar del
criminal bloqueo y hostigamiento del imperialismo.
Para cualquier revolucionario que quiera merecer ese nombre defender estas
conquistas (tanto contra el bloqueo imperialista USA como frente al intento
restablecer el capitalismo en la isla) es un deber irrenunciable. Al mismo
tiempo es necesario comprender que el destino de la revolución cubana se
decidirá finalmente a escala internacional. Sólo la extensión de la revolución
a otros países puede garantizar, a largo plazo, el mantenimiento de las
conquistas revolucionarias y que éstas avancen hacia el socialismo.
El Che y la extensión de la revolución
De hecho, los primeros años de la revolución cubana estarán marcados por
tensiones muy importantes entre un sector de los dirigentes cubanos encabezados
por el Che, que defienden la extensión de la revolución al resto de Latinoamérica,
y la cada vez mas degenerada burocracia rusa que ve con temor esta posibilidad
ya que serviría de ejemplo a todo el mundo y podría dar lugar al surgimiento
de un Estado obrero sano, algo que podría impulsar la lucha de los trabajadores
rusos por recuperar el control del estado y amenazaría sus privilegios.
Los choques entre el Che y la burocracia rusa, por éste y otros motivos, irán
en aumento. Che Guevara, a cargo del Ministerio de Industria, denuncia en el
Segundo Seminario Económico Afroasiático (Argel, 1965) la falta de solidaridad
de la URSS y sus satélites europeos con los países subdesarrollados e incluso
habla de complicidad con el imperialismo: “¿Cómo se puede hablar de recíproca
utilidad cuando se venden al precio del mercado mundial las materias primas que
cuestan sudor y sangre y padecimientos a los países atrasados y se compran a
los precios del mercado mundial las máquinas (…). Los países socialistas
tienen el deber moral de poner fin a su tácita complicidad con los países
occidentales explotadores”.
En la Segunda Declaración de La Habana y otros documentos y discursos el Che
critica el freno a la extensión de la revolución. “La misión de los
partidos comunistas es estar a la vanguardia de la revolución pero
lamentablemente ocurre que, en casi toda Latinoamérica, están a la
retaguardia” (Entrevista con Eduardo Galeano en 1964, Entrevistas y artículos,
Ed. del Chanchito, 1988).
En Bolivia
Sus contactos con la miseria y explotación de las masas en África, Asia y América
lo reafirman en estos planteamientos y según denuncian varios colaboradores
suyos esto aumenta los choques con la URSS y otro sector de la dirección
cubana. Según el escritor Jorge Castañeda, Raúl Castro llega a acusarlo de
“trotskista” por su defensa de la extensión de la revolución. El Che, tras
apoyar al guerrillero venezolano Douglas Bravo enfrentado al PC oficial
controlado por Moscú, volverá a tomar las armas e intentará extender la
revolución reeditando el foco guerrillero en el Congo y Bolivia. El principal
problema con el que se encontrará para el éxito de este objetivo correcto es
que no se basará en el poderoso proletariado latinoamericano que ya había
protagonizado numerosas experiencias revolucionarias, luchando dentro del
movimiento obrero para arrancar a éste de la influencia de las paralizadoras
políticas reformistas. Piensa el Che que la voluntad y lucha heroica de la
vanguardia revolucionaria basada en el campo será suficiente para la victoria,
es más, consideraba este camino más factible, especialmente en situaciones de
represión: “Los movimientos obreros deben hacerse clandestinos, sin armas, en
la ilegalidad y arrostrando peligros enormes; no es tan difícil la situación
en campo abierto, apoyados los habitantes por la guerrilla armada y en lugares
donde las fuerzas represivas no pueden llegar” (E. Guevara, Principios
generales de la lucha guerrillera).
Su intento boliviano no será apoyado, en la práctica, por la URSS e incluso
encontrará su oposición y la de los dirigentes estalinistas del PC boliviano.
Su secretario general, Monge, por una ironía de la historia, es hoy uno de esos
antiguos burócratas de la URSS que se han convertido en florecientes
empresarios en la Rusia mafiosa de Yeltsin. El plan de extender el foco
guerrillero desde las montañas basándose en el campesinado impedirá al Che
ganar apoyo para sus ideas entre el importante movimiento obrero boliviano que,
reducido al papel de espectador, sigue bajo la dirección de los dirigentes
estalinistas y reformistas sin que nadie le ofrezca una alternativa
revolucionaria. La guerrilla guevarista queda practicamente abandonada a su
suerte y sufre un infierno. Sólo el heroismo de sus miembros permite resistir
por un tiempo, pero finalmente son aplastados. Años después la clase obrera
boliviana protagonizará un gigantesco movimiento revolucionario, demostrando así
su potencial, pero sin un partido que se halle enraizado y forjado en las fábricas
que le ofrezca una dirección revolucionaria, será derrotada.
En realidad, empujado por sus intenciones de extender la revolución y por su
coraje de revolucionario (y desesperado ante la falta de alternativas), el Che y
sus seguidores caían en el error voluntarista de intentar hacer con su
sacrificio y el de sus camaradas revolucionarios lo que sólo el proletariado
como clase podía realizar. En la situación desesperada de Bolivia, esto acabaría
costándole su propia vida.
Una de las consecuencias de la lucha de guerrillas, concebida como método
fundamental para tomar el poder y no subordinada a la lucha masiva del
movimiento obrero tal como lo concebían Marx, Lenin y Trotsky, es que, por muy
heroicas que sean sus acciones militares, renuncia a la lucha dentro del
movimiento obrero por arrancar a éste de la influencia de sus dirigentes
reformistas que lo siguen llevando a nuevas derrotas. Los obreros no pueden
participar en los ataques en la selva, ataques a posiciones militares, toma de
pueblos, etc. Podrán simpatizar durante un tiempo con la guerrilla, pero,
relegados a un papel secundario se convierten en espectadores pasivos o en el
mejor de los casos en un recurso auxiliar de la guerrilla. El resultado es una
guerra de desgaste entre los revolucionarios de la guerrilla y el ejército
regular burgués en la que ningún bando consigue imponerse pero que acaba
sangrando las filas de los revolucionarios e incluso sembrando el cansancio y la
desesperación entre sectores de las masas. Los procesos que hemos visto en
Guatemala, El Salvador, Perú…, son ejemplos de esto. En realidad, los casos
en los que la guerrilla consigue la victoria (Cuba, Vietnam, Nicaragua) son más
la excepción que la norma, su victoria se produce al coincidir con situaciones
de descomposición extrema del capitalismo y movilizaciones obreras que, aúnque
sin dirección, debilitan al estado burgués y allanan el camino a los
guerrilleros.
La revolución, aislada
Incluso en los casos en los que los guerrilleros llegan al poder la separación
de la clase obrera urbana a la que obliga la lucha militar permanente en la
selva o las montañas tendrá un efecto en el tipo de estado resultante de este
proceso.
Al no haber sido dirigida la revolución por la clase obrera sino realizada por
la guerrilla con el apoyo de ésta, los mecanismos del control obrero no han
surgido durante el propio proceso revolucionario de forma natural creados por
las masas. El estado burgués es destruido, pero cuando los guerrilleros llegan
al poder falta una alternativa revolucionaria, surgida de la propia clase obrera
y sometida a su control. El movimiento obrero juega el papel de fuerza auxiliar
de la guerrilla y no al revés. No existen soviets que garanticen que el
proletariado ejerce el poder. El aparato estatal burgués es sustituido por el
aparato militar-revolucionario de la guerrilla. El propio Che lo considera en un
escrito suyo contra el burocratismo (Extra de la revista Resumen
Latinoamericano, Documento Che Guevara): “El ‘guerrillerismo’ repetía la
experiencia de la lucha armada de las sierras y los campos de Cuba en las
distintas organizaciones administrativas y de masas (…)La forma de resolver
los problemas concretos estaba sujeta al libre arbitrio de cada uno de los
dirigentes (…)”.
Marx explicaba que el intento de edificar un estado obrero sólo puede ser
resultado de la conciencia y actuación unida como clase del proletariado, no
puede improvisarse por una vanguardia de revolucionarios, por muy abnegados y
militantes que sean. Las condiciones de comandos guerrilleros en lucha
permanente contra el Estado crean toda una serie de hábitos: sustitución del
debate en asambleas de masas por la toma de decisiones por cada jefe guerrillero
en su ámbito de actuación, órdenes de arriba a abajo —mucho mas operativas
en el combate militar—, las decisiones deben tomarse en círculos reducidos, rápidamente
y a menudo en secreto… Como explica Carlos Franqui, dirigente de la guerrilla
junto a Fidel y el Che: “Estudiábamos un libro del Che, Los fundamentos del
leninismo de Stalin. Nosotros tres habíamos tenido una discusión muy seria. El
Che lo defendía y yo lo atacaba. La opinión de Fidel fue lapidaria: ‘Una
revolución para no dividirse y ser derrotada necesita un jefe. Vale más un mal
jefe que veinte jefes buenos’” (Diario de la revolución cubana). El Che
explicaba que los dirigentes del Movimiento 26 de Julio antes de tomar el poder
sólo se habían reunido dos veces para debatir y unificar posturas.
Si la dirección de la revolución está en manos de la clase obrera, la
guerrilla es un método mas de lucha revolucionaria que, como explicaba Lenin,
se “subordina” a las asambleas en las fábricas, barrios obreros y pueblos,
y a los soviets de representantes elegibles y revocables elegidos por estas y
puede contribuir poderosamente al éxito de la revolución. Si estos mecanismos
de control creados por las propias masas no existen, los hábitos antes
mencionados pueden expresarse en la dirección del Estado.
Los Comités de Defensa de la Revolución, impulsados por el gobierno
revolucionario cubano, tienen una positiva participación en cuestiones locales
y parciales pero no es suficiente, no son soviets creados por las masas con
capacidad de control y decisión sobre el poder central. Frente a los congresos
anuales que bajo la insistencia de Lenin realizaban los bolcheviques, incluso
durante la guerra civil, la guerrilla cubana se transforma en el nuevo Partido
Comunista en 1965 pero durante 30 años sólo celebrará cuatro congresos. La
administración de todas las funciones de las empresas recae en directores
industriales que tampoco estarán bajo el control de los trabajadores sino que
son designados y controlados por los Ministerios directamente. No se contempla
ningún mecanismo de elegibilidad y revocabilidad de los cargos.
El factor decisivo para aplacar estas tendencias es el aislamiento o la extensión
de la revolución.
El Che intuye en parte este riesgo: “Como contra medida se empezaron a
organizar los fuertes aparatos burocráticos que caracterizan esta primera época
de construcción de nuestro estado socialista, pero el bandazo fue demasiado
grande y toda una serie de organismos entre los que se incluye el Ministerio de
Industria, iniciaron una política de centralización operativa, frenando
exageradamente la iniciativa de los administradores” (E. Guevara, Op. cit.).
Pero no saca las conclusiones necesarias de ello. En particular se resiste a
aceptar que el aislamiento de la revolución pueda tener efectos negativos sobre
el estado obrero. “El aislamiento puede provocar muchas cosas. Por ejemplo,
que nos equivoquemos en la forma de apreciar la situación política en Brasil,
pero distorsiones en la marcha de la revolución, no” (Entrevista con Galeano,
op.cit.). Él confía en que la voluntad revolucionaria de los ex guerrilleros,
la fuerza de las ideas (lo que llama “el motor ideológico”) evitarán
cualquier riesgo de burocratización.
Sin embargo, como explicaban Marx, Lenin y Trotsky, con todo lo importantes que
son las ideas, lo que acaba decidiendo, en última instancia, son las
condiciones materiales de vida de las masas. La victoria de la revolución era
el primer paso en la transición hacia el socialismo. La victoria de éste sólo
es posible si la economía se desarrolla a un nivel superior al del capitalismo
mas avanzado, eliminando la escasez, la lucha por la supervivencia y las
diferencias económicas y sociales que son engendradas por esa escasez. El
aislamiento de la revolución, máxime en un país atrasado, provoca la lucha
por la supervivencia, diferencias sociales, pérdida de confianza y
desmoralización de sectores de las masas, competencia del entorno capitalista,
mercado negro… Estas tendencias no podrán combatirse por la voluntad de ningún
jefe revolucionario por más honrado y revolucionario que sea y minarán la
participación de las masas. Lenin tras la toma del poder en Rusia explicaba que
“…pereceremos si no sabemos sostenernos hasta que encontremos el poderoso
apoyo de los obreros sublevados de otros países (…) la victoria definitiva
del socialismo en un sólo país es imposible” (Obras Completas, Vol. 36).
El legado del Che, hoy
El aplazamiento de la revolución en Latinoamérica y en los países avanzados y
el intento de construir el socialismo en un solo país llevará al agravamiento
de estas tendencias y a una aceptación cada vez mayor del gobierno cubano a las
políticas de Moscú. Tras la muerte del Che, Fidel apoyará la entrada de los
tanques rusos en Praga en 1968, la represión en Polonia (y más recientemente
contra el movimiento de Tiananmen en China) y compartirá la política de la
URSS en el Chile de Allende o la Nicaragua sandinista, que presionaba a estos
dirigentes contra el avance de la revolución hacia economías nacionalizadas y
planificadas, lo que hubiera sido un paso adelante enorme.
El resultado del aislamiento prolongado en medio del cerco capitalista con todas
estas tendencias desarrollándose es un Estado pero deformado burocráticamente.
Esto no es un pequeño detalle sino que puede tener consecuencias dramáticas y
minar la confianza y moral de las masas y su apoyo a la economía planificada.
La contrarrevolución capitalista en la URSS, Europa del Este y China son un
ejemplo de la catástrofe que sería una victoria del imperialismo y el
capitalismo en Cuba. Hoy, es más necesario que nunca seguir luchando por la
defensa de la Cuba revolucionaria, contra cualquier intento de restaurar el
capitalismo, por una revolución política con la que los trabajadores recuperen
el control del estado y la revolución mundial que rompa el cerco capitalista y
permita construir el socialismo internacionalmente.
Hoy, a 30 años de la caída en combate del Che Guevara, su legado
revolucionario está mas vivo que nunca. La revolución latinoamericana y
mundial siguen pendientes y la mejor manera de contribuir a ellas es aprender,
del ejemplo de lucha, heroísmo y honestidad revolucionarias de este gran
revolucionario, pero mas todavía de sus errores. Las huelgas y luchas masivas
en toda Latinoamérica, así como en el resto del mundo, muestran la necesidad
de dotar a los sindicatos y partidos obreros de masas de un programa y
estrategia marxistas que frente a la aceptación resignada del capitalismo,
levanten la bandera de la revolución mundial y dirijan a los jóvenes,
trabajadores y campesinos hacia la sociedad sin clases por la que el Che y
millones de hombres y mujeres han dado su vida.