El risco de Herguijuela
Por Plácido Jorge

Entre la cola de un pantano

y la cabecera de otro

donde hay caza y pesca

está el risco de Herguijuela.

 

Pedruscos, canchales

regatos y espigones,

arroyos, afluentes

manantiales y fuentes.

 

Escobas, tomillos

zarzas y carrascos,

mansiegas, espinos

alisos y fresnos.

 

Tejones, zorros

perdices y conejos,

grajillas, cuervos

alcotanes y milanos.

 

Bogas, barbos

truchas y galápagos,

ranas croando

y cantando los sapos.

 

Escorrentías, remansos

charcos profundos y vados,

areneros, meandros

recodos y escarpados.

 

Risco de Herguijuela:

atajos, puente y carretera

molino viejo, pesquera,

zona de baño y pesca.

 

Risco de Herguijuela,

desde el fondo a la borda,

gran ladera, gran pendiente

de todos y de nadie.

 

Y al final del todo,

el Castillo de los Moros

perdido y olvidado

por los suelos y quemado.

 

Donde no ve nuestro ojo:

los Pontones y el Piélago,

Gutiérrez y la Moronda

y un lugar famoso ahora.

Un nuevo pantano

Irueña por nombre,

del progreso resultado

y de las manos del hombre.

 

Entre estos abruptos parajes

inaccesibles y agrestes,

el río Águeda baja

vivo y sin pausa.

 

El Agadones por la derecha

en invierno lo alimenta

con agua limpia y clara

que llega desde la sierra.

 

¡Águeda, Águeda!

¿Qué fue de tus molinos

que durante años

movías con tu agua?

 

Molinos que hacían harina

de la mies de la labranza,

del trigo y algarrobas

para animales y personas.

 

Molinos de mucha historia,

donde se contaba la anécdota

del maestro y del cura

del gañán y la moza.

 

Donde se vendía la vaca

el buey o las cabras,

se bebía de la bota

entre risas y bromas.

 

A lomo de mulos y burros

por caminos tortuosos,

al molino llegaban los sacos

de un lado y del otro del charco.

 

Molinos parados y viejos

os cambiaron por eléctricos,

viendo pasar el tiempo

para la memoria y el recuerdo

ahí estáis ya muertos

olvidados y esqueléticos.

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