De Gregory Zambrano

Alfonso Rumazo González, entre la Historia y la Biografía

Palabras leídas en el Homenaje ´Alfonso Rumazo González, maestro de la América toda´, en el Paraninfo de la Universidad de Los Andes. Mérida, 27 de mayo de 2003.


Si en pocas palabras tuviéramos que definir los alcances de la obra intelectual de Alfonso Rumazo González, hablaríamos de la prolijidad de su prosa, la concreción de unos hallazgos acrisolados en muchos libros y una manera de decir, que lo convierten en un cultor del idioma.
Ecuador ha sido tierra de importantes biógrafos: sobre personajes anteriores a la conquista española, son reconocidos el Atahualpa, de Benjamín Carrión; el Atahualpa de Neptalí Zúñiga, el Rumiñahui, de Gonzalo Rubio Orbe, el Rumiñahui de Enrique Garcés. La obra biográfica nacional dedicada a personajes anteriores o precursores de la independencia, se ha centralizado en torno a la figura extraordinaria de Francisco Eugenio de Santa Cruz y Espejo. Sobre él hay también importantes trabajos biográficos, entre los cuales se haya el de Enrique Garcés. Otros, como el Juan Montalvo de Oscar Efrén Reyes, son reconocidos por su exhaustiva documentación, por los aciertos en el sentido interpretativo de un largo itinerario histórico.
Dos biografías singularmente valiosas se han escrito sobre la personalidad del jurisconsulto Luis Felipe Borja, por Alfredo Jácome y Gonzalo Rubio Orbe. El poeta y ensayista Augusto Arias, tiene en su haber biografías de Mariana de Jesús, de Pedro Fermín Cevallos y de Luis A. Martínez. Y Darío Guevara publicó una destacada biografía del autor de Cumandá, Juan León Mera.
Junto a todos ellos merece especial atención la obra biográfica de Alfonso Rumazo González, quien consagró años de vida a una esfuerzo por dotar de esencia, carnalidad y significación el itinerario vital de quienes contribuyeron a fundar naciones, y con la impronta de su acto heroico, decidieron el destino de nuestros pueblos. Todo ello cargado de un admirable interés por lo humano, pleno de fuerza comunicativa, de reconstrucción de época, y al mismo tiempo con una intensidad discursiva que abre sus textos al encantatorio acto del recuento, rigurosamente apegado al metarrelato histórico, a su reescritura.
Junto con la biografía, la gran tradición del ensayo histórico, ha tenido en Rumazo González un consecuente indagador. Inscrito en la disciplina apasionante de quien busca iluminar el camino juntando las huellas de los caminantes, construye la historia en los pliegues, en los intersticios que resignifican la vida y la obra. Así, en mucho se debe a su pluma más de media docena de las mejores biografías que se hayan escrito sobre personajes fundamentales en la historia de nuestro continente. Sin duda son las Grandes Biografías de Alfonso Rumazo González: ´Bolívar´; ´Manuela Sáenz, la Libertadora del Libertador´; ´Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho´, ´Miranda, Protolíder de la Independencia Americana´; ´José Martí´, ´Daniel Florencio O´ Leary´, ´José de San Martín´, ´Simón Rodríguez´ y ´Andrés Bello´. Libertadores, fundadores, guías de pueblos, pero más aún, forjadores de cultura y espíritu.
No es Rumazo González solamente una de las figuras intelectuales más sólidas del Ecuador, sino uno de sus escritores más reconocidos por su formación clásica. Bien ha escrito el Académico de la Lengua Jaime Dousdebés, en su artículo ´Alfonso Rumazo González y su vuelo de cóndor´:

Estudioso de clásica formación humanística fue luego maestro de sí mismo, abarcando con su erudición los límites de la sabiduría. Hombre fino y sensible, sintió la poesía como una riqueza del sentimiento y como un ser esencial de la vida que también se tradujo en su hogar. (http://www.dlh.lahora.com.ec/paginas/artesanteriores/20260722/cultura9.htm).

El escritor está en la búsqueda de la red de significaciones que orientan la existencia, pero aún más: está en la construcción histórica de nuestra utopía. Porque la literatura, como todas las expresiones de la cultura, no es sólo destilación simbólica de la realidad, no es sólo la interpretación esteticista de una ejercicio individual; sino que también está construyendo la realidad, y esto importa para entender su función así como su percepción del futuro. La literatura genera imágenes, corrientes de opinión, formas de aprehensión de lo real, agregando presencia simbólica a la realidad (Ana Pizarro, ´Cultura y prospectiva: el imaginario de futuro en la literatura latinoamericana´, en Gonzalo Martner (coord.), Diseños para el cambio, Caracas, Nueva Sociedad, 1986, p. 55.).

En todos los registros biográficos que ocuparon el interés histórico de Rumazo González, se teje también un mapa para mirar el continente; no escapan las razones integradoras que alentaron a Bolívar, a José de San Martín, a José Martí. Cada uno en su tiempo y situación específica, creyó en la unidad de Hispanoamérica, de Nuestra América. La unidad era y es un paso estratégico para avanzar con fuerzas más parejas a la interlocución con el Norte, con Europa y con el resto del mundo. Por ello son importantes las biografías, las historias de vida; Palabras vivas para enseñar y no simple excusa para disimular oscuras intenciones o limpiar errores del pasado.
Pareciera que por los momentos sólo fuera posible una natural unidad latinoamericana por razones de lengua y herencias culturales; la utopía bolivariana de la unidad de Nuestra América seguirá siendo una tarea pendiente, por lo pronto sólo se ve en el horizonte una integración subordinada, atada a los compromisos inmediatos de mercados y capitales, que a la larga se conflictuan y se convierten en frustración.

La historia y la cultura como valores

Alguien que conoció y apreció a Alfonso Rumazo González, fue nuestro Mariano Picón-Salas, quien junto a otro recordado y estimado ecuatoriano, Alfonso Cuesta y Cuesta le recibieron en nuestro país. Picón-Salas escribió en torno al sentido trascendente de lo histórico: ´La Historia no es sino el incalculable impacto de las circunstancias sobre las utopías y los sueños´ (Picón-Salas, Regreso de tres mundos, México, Fondo de Cultura Económica, 1959, p. 129). Y eso tiene que ver con una concepción procesual de la Historia, leída no sólo en lo fáctico sino en las relaciones de causa-efecto, sobre todo el impacto que esos hechos han producido en el hombre y su cultura. La lectura de la historia se produce como un proceso de develamiento de signos que yacen en el cuerpo inerte del pasado, asimilados de manera dialéctica. Ha escrito Michel de Certeau: ´la Historia es más que el Museo contemporáneo o futuro de obras de arte; es también combate y polémica, impureza de vida que nos nutre y defiende´ (Picón-Salas, ´Prólogo al Instituto Nacional de Cultura´, en Política, núm. 39, 1965, p. 88.).
La percepción de ese cuerpo como otredad convoca a un desciframiento que se torna también significación, es decir, cuerpo vivo donde se leen los signos del pasado para reanimarlos; luego ese acto se convierte en escritura; el pasado es cuerpo leído y escrito (Cf. Michel de Certeau, La escritura de la historia, 2ª ed., trad. Jorge López Moctezuma, México, Universidad Iberoamericana, 1993, p. p. 16. [1ª ed. en francés, 1978].). Esa idea vale no sólo para el tratamiento que Rumazo González le da a lo histórico en su obra biográfica, sino a su concepción global y amplia, que está desparramada en otros de sus muchos ensayos de tema histórico, principalmente, de la Historia de la América Hispana como conjunto y unidad, así como en su perspectiva procesual: ´los «procesos» no existen de antemano, no están dados de una vez por todas en la simple relación de los hechos, sino que necesitan una visión que los configure y una escritura que los teja´ (María Fernanda Palacios, ´Introducción´ en Mariano Picón-Salas, Formación y proceso de la literatura venezolana, Caracas, Monte Ávila Editores, 1984, p. II.).
Sin duda que el dedicarse durante toda su vida al estudio, a la investigación acerca de los pormenores de sus biografiados, estaba inmerso en una instancia donde lo privativo era, por un lado, la presencia no de cualquier figura que hubiera tenido una participación destacada en las ciencias y las artes, en la historia y las obras civiles, se trata nada más y nada menos de la historia de los fundadores y esto equivale a decir, figuras cuya presencia en el imaginario colectivo ocupa un lugar muchas veces deificado, que ha arrastrado pasiones, defensas y hasta condenas. Esto ha convertido el lenguaje biográfico en una interesante superficie de reconstrucción, lo cual equivale a hacer una resignificación a la luz de novedosas revisiones históricas y no menos que la nueva y no siempre renovada inquietud generacional de rescribir el mapa de la vida de dichos padres fundadores.
En ese sentido, el aporte de las biografías de Alfonso Rumazo González es el punto de partida, la piedra angular de estudios posteriores que han propiciado otras lecturas sobre la vida y obra de los personajes y que alimentan en el imaginario de los pueblos el signo donde se reverencia o se discute, donde se establecen principios de cercanía o distancia, que en buena medida han ayudado a conformar una imagen novedosa de esa historia, no ya de los procesos sino de los hombres y mujeres que fundaron la patria, entendida ésta de la manera más amplia, no sólo como territorialidad, lengua, tradición, arte y cultura sino también espiritualidad, esencia y pertenencia.

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