C. J.
 

Me encuentro en mi recamara, la verdad no tengo muchas ganas de ir a la gala, no me ha ido muy bien, pero no debo de faltar, uno nunca sabe que puede pasar. Eso si, no me afeitaré, el peinado no me importa, hace un tiempo que no le presto importancia, solo da una imagen hipócrita de mí.

¡Taxi! Diríjame al edificio del centro de exposiciones, creo que mi imagen no le agrada, pero igual no me importa, intenta despejarme la mente con una charla de seudo política,, la verdad no le presto atención.

Aquí bajo, por favor.

Me dirijo a la galería del catorceavo piso, estos creen que por portar un uniforme mal planchado y un tolete son los dueños del edificio.

Pero no son mas que yo, ni siquiera menos.

Que tarde es, seguramente ya habrán comenzado la presentación formal, y este ascensor que tarda en bajar, seguramente pocos saben de mi y muchos mas no me conocerán, menos con estas fachas.

Cuando uno quiere que el tiempo pase volando, este nada más arrastra los pies, pareciera que el ascensor no quiere que llegue, y me revuelve el estomago cada vez que se detiene, y eso que apenas vamos en el cuarto piso.

Por fin, en el lobby no hay nadie conocido, se alcanza a escuchar a una banda de jazz improvisando unas notas antes de su presentación, hay un tipo gordo con un puro y una boina, tiene cara de músico, cerca de la barra hay un tipo de cabello chino que ya comenzó su propia fiesta pues ya tiene sus copas encima, que curioso, el tipo calvo que venia conmigo en el ascensor es el contrabajista de la banda.

Hay un tipo de anteojos raros que se la pasa saludando a medio mundo.

Es un lugar medio oscuro, al menos así lo veo yo, eso sí, está plagado de varias gentes importantes, hay un grupo de seis o siete saludando a un mujer muy bella, de vestido rojo, se ve amigable, pero muy lejos de mis posibilidades, miró así de reojo mi facha, y me dedicó una sonrisa.

La banda de jazz sigue tocando, y la bella chica de rojo sigue saludando a la gente, el solitario del cabello chino es sacado por su estado inconveniente por la seguridad del lugar, ante los movimientos bruscos no hace mas que patalear. Entre esa grotesca escena la veo parada y la mampara da la ilusión de que luciera únicamente tacones,

Dios mío, necesito refrescarme, no me hallo aquí adentro.

Refresco mi cara y acomodo el cuello de mi camisa, veo el espejo y me veo a mi mismo, no me parezco ni un poco a mi mismo.

Me la he encontrado en mas de dos ocasiones, saludando a la gente y dedicando miradas hacia donde estoy, pareciera ser que este remedo de humano despeinado y sin afeitar ha logrado llamar su atención, a mi también me ha cautivado.

Pasan mas de treinta minutos y no la veo,

 s

¿Se habrá hartado de tanta gente?

 Yo estoy harto, y desesperado por verla.

Necesito aire y lo más cercano es la azotea. Tomare el ascensor.

Aquí estoy, un lugar lejos de todo, empiezo a respirar, cuando para mi sorpresa ella esta sentada con los pies balanceando hacia el vacío, se ve tan tierna, tan inocente, me acerco hasta ella, me siento al lado de ella, pero yo si lo hago apoyando los pies, me da demasiado vértigo,

El viento le mece el cabello, unos mechones parecen aferrarse a su lindo rostro, de cejas pobladas, ahora el mundo puede terminarse, no me importa más, no hay tiempo, ni prisa, ni fin, ella empieza a juguetear con su mano, a modo de que nuestros dedos se enlacen, nos miramos fijamente a los ojos. En ese mágico momento nuestros labios se vuelven el reflejo de un naciente affaire.


Después nos olvidamos todo y morimos de amor



 

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