COMENTARIOS DE ARQUEOLOG�A
MARZO 2001
1. Arqueolog�a en Galicia durante los �ltimos 10 a�os
2. Usurpaci�n de objetos arqueol�gicos
1. Arqueolog�a en Galicia durante los �ltimos 10 a�os
En la Revista de Arqueolog�a n� 239 del mes de marzo del a�o 2001 (pp.6-13) aparece un informe referente a la arqueolog�a gallega en los �ltimos a�os titulado "Galicia 1990-2000: una d�cada dram�tica para la arquelog�a gallega", de la autor�a de Fernando CARRERA RAM�REZ (Escuela Superior de Restauraci�n de Bienes Culturales de Galicia), Ram�n F�BREGAS VALCARCE (Universidade de Santiago de Compostela) y Antonio de la PE�A SANTOS (Museo de Pontevedra). Os presentamos aqu� una recensi�n sobre esta cuesti�n
Dejando de lado las cuestiones referentes a los problemas de la Arqueolog�a actual, tanto en sus vertientes de gesti�n, investigaci�n, o injerencia pol�tica, entre otras, que est�n en todos los lugares donde la Arqueolog�a est� presente, los autores prestan atenci�n a las caracter�sitcas espec�ficas del caso gallego. S� cr�tica apunta hacia la investigaci�n, la conservaci�n y la difusi�n del patrimonio cultural.
La actividad arqueol�gica en Galicia sufre un fuerte cambio a los cominzos de los a�os noventa. Si antes de 1990 estaban abiertos varios proyectos de investigaci�n que, mejor o peor, iban suministrando resultados que genraban conocimiento hist�rico y acrecentaban el patrimonio de la comunidad, a partir de ese a�o, con la llegada de la actual administraci�n, las cosas cambiaron de forma radical: �La situaci�n desde entonces -despreciada por "tradicional" en ciertos ambientes profesionales muy cercanos a la Administraci�n auton�mica- ni era la mejor posible ni se ve�a libre de numerosas carencias, pero lo cierto es que, contemplada desde la actualidad, se nos antoja como envidiable y hasta en cierto modo ut�pica� (p�gina 7). El mencionado cambio  se produce desde el momento en que la Administraci�n del Patrimonio Hist�rico de Galicia toma la decisi�n de no conceder m�s autorizaciones para la realizaci�n de proyectos de excavaciones sistem�ticas. Desde entonces los esfuerzos van encaminados hacia una determinada Arqueolog�a de Gesti�n, t�tulo pol�ticamente correcto tras el que se esconde la Arqueolog�a de Urgencia (t�tulo �ste alarmista en exceso, quiz�s). En el art�culo se denuncia la poca actividad arqueol�gica que hay desde entonces, salvo ciertos "favoritismos" conocidos por todos los que conocen, aunque sea un poco, la realidad arqueol�gica gallega, �...se ha producido una sustituci�n de los planes de investigaci�n de la Universidad, del Instituto P. Sarmiento de Estudos Galegos y de los Museos -tr�pode sobre el que pivotaba la investigaci�n arqueol�gica "tradicional"- por la voluntad de los promotores de obras, sean �stas p�blicas o privadas...� (p�xina 7). Esas tres instituciones parece que no son del agrado de la Adminisraci�n, que las "obvia",a pesar de que �ltimamente el Seminario de Estudos Galegos parece que est� empezando a "caer algo de lado" de la Administraci�n, seg�n han denunciado en meses pasados diversos arque�logos gallegos en diferentes medios de comunicaci�n, a causa de la creaci�n de una c�tedra de arqueolog�a.
Los autores indican que las intervenciones arqueol�gicas no se hacen motivadas por un proyecto de investigaci�n, sino que por presiones ajenas al mundo acad�mico. La verdad es que incluso se podr�an complementa las dos, pero eso parece que es ir a contracorriente de la modernidad y del progreso tal y como hoy se entienden: con prisa. De esta forma �...se hace dif�cil, y a menudo imposible, contextualizar y, consecuentemente, interpretar, "leer" el yacimiento cuando lo m�s probable es que s�lo lo podamos ver "por el ojo de la cerradura"� (p�gina 8). Todos estos hechos traen como consecuencia una situaci�n en la cual el trabajo arqueol�gico est� lleno de inconvenientes que repercuten en el resultado final, a causa de los fuertes condicionantes a los que se ve sometido. Pero eso parece non tener mucha importancia ya que lo principal parece ser el hecho de realizar la labor, de "limpiar el terreno", para llevar a cabo el objetivo de la construcci�n de turno. Da la impresi�n de que lo que m�s importa es el fin (la construcci�n, que motiv� la intervenci�n), y con esa mentalidad se aplicar�n los medios que se consideren necesarios, importando poco que se destruya un determinado patrimonio cultural (o esto es lo que llegamos a pensar en muchas ocasiones), por lo que la labor se llena de sospechas. Al final tendremos que dar gracias a que se realicen construcciones, pues si no tendr�amos que estar sin realizar ninguna actividad arqueol�gica. El colmo de estas pr�cticas ser�a que los arque�logos estemos deseosos de que se realicen ciertas construcciones en determinados lugares donde existen yacimientos que se quieren excavar. En la actualidad  se puede llegar a pensar de todo. Por lo tanto, no se debe investigar sin sentido, pero tampoco constru�r y gestionar del mismo modo.
Respecto de la conservaci�n, la pol�tica que se aplica parece ser inexistente. Tanto los castros (excepto el castro de Viladonga, debido a que perteneci� al Ministerio de Cultura hasta hace poco), como petroglifos y m�moas siguen sin ser correctamente exhibidos, seg�n la opini�n de los autores. Su argumentaci�n est� enriquecida con diversos ejemplos de la actualidadd, que en algunos casos nos pueden parecer surrealistas, pero no,, son reailes. Y mientras, los museos gallegos van perdiendo voz y voto en las estrategias de difusi�n de nuesttro patrimonio.
En cuanto a la difusi�n tambi�n parece presentarese un panorama desalentador: �La actual Administraci�n gallega no ha publicado ni la m�s m�nima informaci�n de resultados de la actividad arqueol�gica gallega desarrollada con posterioridad a la campa�a del a�o 1990� (p�gina 12).
Por �ltimo, el art�culo finaliza con la menci�n a la personalidad de los arque�logos referente a su voz en esta cuesti�n, que, como suele ser habitual, est� en consonancia con s� posici�n frente a la Administraci�n (y su estatus profesional, dir�a yo). Y mientras unos dejan llover, otros denuncian en algunos medios de comunicaci�n sin esperar a que la Administraci�n tenga en cuenta suas opiniones, y si la tienen, no resultar�a extra�o que fuera en forma de distanciamento.
La arqueolog�a gallega no escapa a la realidad actual, y muchhos de sus problemas vienen derivados, no s�lo por los diferentes enfoques con los que se realiza este labor, sino tambi�n por los iversos intereses personales que est�n en juego. Evidentemente, los intereses personales siempre existen y deben existir, pero no deben ser intereses que nos aparten de la cuesti�n que nos preocupa y nos lleve a un c�rculo de discusiones arqueol�gicas afincadas en cuestiones personales. Quiz�s todos nosotros debamos hacer un an�lisis personal, porque al fina resulta lo de siempre: la mayor�a de nosotros argumentamos en funci�n de la posici�n en la que estamos.
Desde luego, debemos facer un an�lisis cr�tico de la labor arqueol�gica actual, y tambi�n de nuestro papel como arque�logos. Pero, quiz�s antes que eso, deber�amos hacer una reflexi�n �tica de nuestra labor y de nuestra actitud personal. Pues, aunque se pueden tener perspectivas distintas en el modo de relaizar los trabajos arqueol�gicos, si debemos coincidir en unos m�nimos principios que rijan nuestra labor, entre nosotros y frente la sociedad. Es muy dif�cil lograr eso, pues nos influyen muchas variables, como el dienro, el prestigio, el poder, la posici�n... Estamos en una sociedad que est� muy afincada en la "consumici�n", y nuestros deseos por esa "consumici�n" pueden llegar a producir los resultados que estamos a comentar . Pero no por esto debemos de dejar de intentar una regulaci�n de nuestra actividad bajo unos m
inimos presupuestos �ticos. Si queremos que la arqueolog�a vaya por el camino que deseamos, por el camino que nosotros queremos, debemos empezar por educar a la sociedad. Si, educar. En este caso se suele recurrir al ejemplo del Medio Ambiente, que se empez� a introducir en la educaci�n hace ya muchos a�os: hoy podemos ver los resultados satisfactorios que se est�n a dar. Tampoco debemos caer en la trampa de defender nuestra posici�n a trav�s de la deslegitimiaci�n de las posiciones diferentes a la nuestra por el hecho de ser diferentes. Debemos dialogar, dar respuestas y plantear soluciones.
Desde luego, este es un art�culo donde los interesados en la arqueolog�a gallega pueden conocer su situacion actual, desde una perspectiva que contrasta con la imagen que, desde las instancias que controlan la arqueolog�a gallega, se presenta a la sociedad y a muchos investigadores.
2.  Usurpaci�n de objetos arqueol�gicos
El d�a 2 de marzo de 2001, apareci� una noticia relacionada con la detencion de un grupo de personas que se dedicaban a sustraer ilic�tamente objetos arqueol�gicos, de castros principalmente, a trav�s de la utilizaci�n de detectores de metales y remociones ilegales de tierra, con el �nico objeto de encontrar elementos preciados, de gran valor econ�mico, sobre todo .
Muchos de esos objetos fueron recuperdos, y a trav�s de ellos podemos observar la gran cantidad de informaci
on y conocimiento que dichas personas nos intentaban , y lograron en gran parte, pues con sus excavaciones incontroladas ya se nos priv� de una valios�sima informaci�n.. Este hecho no s�lo esconde los intereses de un determinado grupo de personas, sino tambi�n una actitud social hacia el patrimonio cultural . Siempre habr� personas que intenten recuperar il�citamente objetos de los yacimientos arqueol�gicos en beneficio propio, pero cada vez debemos de ponn�rselo m�s dif�cil. Para eso la sociedad debe estar concienciada del da�o que est�n haciendo esas persoas, e las Instituciones deben proteger todav�a m�s ese patrimonio. Todos conocemos muchos atentados contra el patrimonio que, desde nuestro punto de vista, no son debidamente sancionados. Eso en el mejor de los casos, pues muchas veces ese atentado contra el patrimonio se observa como un hecho normal, y para m�s inri no se hace nada para recuperar los desperfectos. Los castigos vendr�n para aquellas personas que intervienen en sus h�rreos o otros elementos de valor patrimonial (as� declarados por la Administraci�n), pero que para esas persoas no son m�s que un elemento cotidiano, que forma parte de su existencia y forma de vida. Tal vez habr�a que reflexionar sobre quien recaen los castigos, ena quellos que hacen un atentadocontra el patrimonio cultural con toso conocimiento o para aquellos que  simplemente act�an en elementos que para eles son cotidianos, ordinarios, funcionales, etc.
Quiz�s le habr�a que dar la raz�n a Mart�n Almagro-Gorbea (seg�n recuerdo de unos comentarios personaales), y los detectores de metales deber�an estar regulados como est�n las armas, para tener un control sobre elllos y saber que aquel que o posee no va a hacer un uso indiscriminado y malicioso del mismo: un atentado contra el patrimonio, por ejemplo. Esto puede parecer algo excesivo y sacado de contexto, pero desde el punto de vista de la arqueolog�a no lo ser�a tanto. En un pa�s como Espa�a, con tanto patrimonio espoliado, los detectores de metales est�n jugando un gran papel en esas expoliaciones. El caso de Galicia a�n ser�a peor, ya que debido a sus caraceter�sticas xeogr�ficas y edafologicas los obxectos arqueol�gicos no son f�ciles de encontrar en superficie, pero con un detector...
El detector de metales casi siempre suele acompa�ar al usurpador, que busca objetos de valor econ�mico, por lo tanto, quiz�s debamos controlar a aquellos que hacen uso de el. Y lo que pasa en tierra no debe hacernos olvidar lo que pasa en el mar, que tambi�n se debe controlar ante la actuaci�n de determinados buceadores con unos objetivos claros.
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Miguel A. Sartal Lorenzo
Poio, 2001
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