VOLVIENDO A CASA

Estación Aráoz

en medio del monte tucumano

calor, víboras,

algarrobo apretujado

un cortadero de ladrillos

tres hombres, algunos niños

un rancho.

 

Y él, el Cabezón Sotelo,

metido hasta las rodillas en el barro.

La cortada

de sol a sol

pala y carretilla

pala de punta y girando

para que el barro no chupe

y salga espesito

medio blando.

 

Paleaba y pensaba

mirá si te vieran los del quinto piso

el Rengo, Carita

el Pelado

seguro que te dirían

"¡Qué hacés, hampón!

se te enfrió el pecho, hermano".

 

Perop se te endureció el brazo

¡dale duro a la pala!

 

Ya no escuchás pitos ni órdenes

ya no se limpian las manos en vos

los del Servivio Penitenciario

levantá la vista

tenés techo

comida

y los chicos están jugando.

 

Y pasaron años

y salió adelante

alguna vez

sin tener dónde ir

sin trabajo

con los chicos a cuestas

desesperado

apretó los puños y siguió adelante

sin siquiera pensar en volver

a agarrar el caño.

 

Dios y algunos hombres

hombres que ni conocía

le dieron una mano

los chicos crecieron

llegaron los nietos

y ahora, recordando,

escribiendo estos versos

tiene apuro en terminarlos

porque una humedad traicionera

le está empañando la vista

y no quiere llorar, no quiere.

 

¡Largá esas lágrimas, hermano!

el Rengo, Carita

el Pelado

están muertos

y vos vas a cumplir cincuenta y cuatro años.

 

Soltá esas lágrimas

volviste

y te pusiste a limpiar la casa

digamos que...

te olvidaste de la vereda

y ahora la estás baldeando.

 

¡Largá esa lágrima Cabezón!

hace veintidos años

que se abrió el último candado

no le aflojaste a la vida

brindá con ellas

por el triunfo sobre tu pasado.

 

Horacio Cabezón Sotelo

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