Los
105 años del carabelero
MAGALLANES NO SE RINDE
El
primer cuadro que logró gran popularidad fue "Magallanes",
fundado en 1897 como "Atlético Escuela Normal" y
cambiado por su nombre definitivo en 1904. Fue Campeón de la
capital en 1908, 1913, 1916, 1920, 1921 y 1926, y Campeón Nacional
en 1933, 1934, 1935 y 1938.
En Abril de 1925 se produce un quiebre en "Magallanes",
que significó la expulsión de un grupo de jóvenes
jugadores, encabezados por los hermanos Arellano, los cuales fundaron
"Colo-Colo F.C".
La razón del quiebre fue la intención de los expulsados
de convertir al fútbol en un deporte organizado, con entrenamiento
obligatorio, con entrenador, táctica de juego, uniforme, etc.
Producto de esto, en 1925 gana todos los partidos que juega y la prensa
lo apoda "El Invencible".
El club albiceleste es la segunda reliquia viviente del fútbol
chileno después de Santiago Wanderers (1982). Tras su fachada
de institución respetable que le dan sus años y triunfos
pasados, siguen presentes los frágiles cimientos amateurs que
le dieron vida y que le han hecho pasar por todas. Porque si hay un
rasgo que define la azarosa existencia de Magallanes, es el de la
sobrevivencia.
Todo iba bien para
Magallanes en los días del amateurismo. Hasta sus primeros 28
años, la vida del club transcurría plácidamente
en sus laureles de líderes de los torneos santiaguinos. Además,
había sobradas razones para estar satisfechos con la adquisición
de los hermanos Arellano realizada algunos años atrás-
y gracias a la cual el equipo se mantuvo invicto dos temporadas seguidas
entre 1920 y 1921.
Lo que vendría después con la salida del capitán
David Arellano y sus hermanos con parte del team en abril
de 1925 quedó en la nebulosa de la historia. Nunca hubo una explicación
clara de esa ruptura y los cronistas coinciden en recurrir a la hipótesis
de la rebeldía de los jóvenes contra los viejos
como el origen de Colo-Colo. Con este abandono, Magallanes nunca más
recuperaría su tranquilidad y en adelante, debería recorrer
un camino de constantes quiebres y reacomodos forzados a los nuevos
tiempos del fútbol.
La pelea entre padre e hijo como identifica Eduardo Santa
Cruz a magallánicos y albos debió ser muy fuerte porque
ambos clubes estuvieron ocho años sin verse las caras salvo cuando
tenían que jugar partidos oficiales obligatorios. Por intermedio
de la prensa, el inicio de la reconciliación quedó sellado
en un primer amistoso en los Campos de Sports, donde ganaron los albicelestes
3-0. A partir de esos encuentros, Magallanes y Colo-Colo empezaron otra
disputa: la de ser el club más popular. Hasta los años
50, la rivalidad se habría de mantener pareja tanto en resultados
competitivos como en arrastre de público, porque el turno de
las universidades llegaría con la década del 60.
De
Más a Menos
Sumado a las filas del profesionalismo y que anteriormente habría
rechazado con la expulsión o salida de los nacientes colocolinos-,
Magallanes se hizo de tres títulos consecutivos en 1933, 34,
y 35, más el de 1938. Las exigencias no tan arduas del
campeonato aún le permitieron a la tienda carabelera arreglárselas
con jugadores veteranos de por aquí y refuerzos provincianos
de por allá. Pero a medida que los títulos comenzaron
a alejarse, Magallanes empezó a comprar jugadores extranjeros
tal como lo hacían sus rivales. Así en 1940 contrató
a Passache, Lobatón y Castillo, delanteros del seleccionado peruano,
y en 1942, a los argentinos De Blassi, Contreras y Orlandelli.
A la larga, el puro afán de campeonar y las malas administraciones
impidieron que el club al igual que tantos otros- lograra fortalecerse
como institución. El descenso de 1960 fue el primer golpe: Magallanes
ya era un club chico que empezó a sufrir el éxodo
de sus figuras a partir de la ida de Guillermo Yávar.
Con el retorno a la Primera División en 1962 no pasó de
honrosas mitades de tabla en esa década. La rivalidad con Colo-Colo
que todavía seguía en pie con los clásicos
de la chilenidad pudo haber sido una posibilidad de recuperación,
especialmente aquel pésimo año 69 que tuvieron los
albos comenta el ex presidente Ramón Fernández.
Hijos del Rigor
El fantasma del descenso reapareció en 1975 y gracias a la acción
de un mecenas de San Bernardo, el empresario Hugo Vidal, en 1980 Magallanes
recuperó con sacrificio su puesto en medio de los grandes.
Al alero del Estadio Vulco y en los faldeos del cerro Chena, se constituyó
el famoso plantel de Los Comandos. De ese equipo, que peleaba
a muerte todos sus partidos, como recuerda el DT Eugenio Jara,
surgieron los hoy ya consagrados Ivo Basay, Luis Pérez y Eduardo
Vilches, entre otros. Ellos ganaron el cupo de la liguilla que logró
la mejor hazaña internacional del club con la llegada a la Copa
Libertadores 85.
Hugo Vidal no alcanzó a ver los resultados de la última
buena época de Magallanes porque murió en 1984. Con su
desaparición, el club nuevamente perdió el paso y en 1986
descendió por tercera vez. Los 90, con sede en San Miguel,
transcurrieron oscuros entre las presidencias de Ernesto Esquivel y
Gonzalo Townsed Pinochet, hasta rematar con la triste caída a
Tercera División en 1993.
En el año 2000,
un grupo de inversionistas liderados por Alfonso Sweett y Fernando Carlìn,
ex directivos de la U. Catòlica, convirtieron al Club en la primera
S.A. del fùtbol chileno. El proyecto està a la espera
de concretarse.
LOS SÍMBOLOS DE SIEMPRE
Más que los equipos, nombres y goles de toda una vida, son los
símbolos que le han dado a Magallanes su inconfundible identidad.
El nombre Club Deportivo Magallanes, no fue el original. El primero
se llamó Atlético Normal FC y le dio nacimiento a la entidad
el 27 de octubre de 1897, al interior de la Escuela Normal de Preceptores
(profesores).
Posteriormente, adquirió el nombre de Baquedano FC y en 1904,
con motivo de los acuerdos limítrofes celebrados entre Chile
y Argentina en los Pactos de Mayo de 1902, el club decidió honrar
la región austral de ambos países rebautizándose
como Magallanes.
En 1908 se formalizó el uniforme albiceleste en homenaje a la
República Argentina. Esta camiseta sería anterior a la
de equipos trasandinos.
Hasta comienzos de los 30, las oncenas magallánicas recibían
el apodo de Los Aguerridos. Posterior a los tres títulos profesionales
de 1933, 1934 y 1935, vino la denominación La Academia, a imitación
de Racing de Argentina.
Se desconocen los orígenes del Himno Oficial del club y del Manojito
de Claveles. Este último es la característica de La Bandita,
que acompaña interrumpidamente a la barra del club desde su creación
en 1961, a raíz de una bochornosa goleada recibida en el Estadio
Santa Laura. Nissim Sadías no fue el fundador de La Bandita,
pero sí un ex presidente de Magallanes que perdió su acomodada
situación económica por causa del club. En 1966, Sadías
reapareció como jefe de barra, la que presidió hasta su
muerte 18 años después.
LA PRIMERA CASA
Fernando Polilla Espinoza: El goleador de los torneos de 1971 y 1972
se inició en Magallanes el 69. Fue compañero de
Mario Soto, Roberto Hernández, Juan Machuca, Roberto Marambio
y Carlos Ortega, entre otros. La estadía de Espinoza duró
hasta 1973, retornando momentáneamente en la temporada 75.
A excepción de los inconvenientes económicos, el Polilla
asegura guardar muy buenos recuerdos, en especial, el cariño
de la gente que lo hace sentir como en su casa.
Luis Pérez: Arribó a las divisiones inferiores albicelestes
en 1981. Dos años después debutó en el primer equipo,
que lograría en la campaña liguillera en la temporada
1983 la clasificación para la Copa Libertadores. Tras la caída
a Segunda en 1986, Pérez ingresó por primera vez a Universidad
Católica. De esa etapa magallánica, el volante cruzado
señala fueron años muy lindos, donde se formó
un grupo extraordinario de jugadores y personas. Reconoce que
Magallanes fue decisivo en su formación profesional porque
fue mi gran vitrina y el incentivo para llegar a equipos grandes después
de haber entrenado en condiciones bastante extremas.
Franz Arancibia: En 1984, a los 17 años de edad, el actual delantero
de Deportes Temuco hizo su entrada profesional en el Estadio Vulco de
San Bernardo frente a Universidad Católica. Aquel partido, ganado
por los locales 2-1, el Otto aún lo tiene grabado: Justamente
me tocó debutar contra e equipo que me había echado, donde
estuve tres años en cadetes, porque me hallaron muy chico y muy
delgado. Cumplí mi sueño de hacerle un gol a Católica,
ya fuera perdiendo o ganando, demostrarles que el fútbol se juega
con la pelota y no con la estatura.
A pesar de la penurias económicas del club ya descendido
a Segunda División- donde no teníamos cancha, parecíamos
nómades, el 89 en San Miguel fue el mejor para Arancibia.
El equipo a cargo de Guillermo Páez estuvo a punto de subir y
a partir de la venta de su atacante a La Serena, comenzaron a aumentar
sus bonos profesionales. Porque de no ser por Magallanes, yo hubiera
sido nadie.