Los sepulcros blanqueados: la comisión "ecclesia dei" y la Fraternidad San Pedro.

Miguel Amado.

El 14 de julio del año 1833, John Keble iniciaba el denominado “Movimiento de Oxford”, contando con la estrecha colaboración de John Henry Newman y Edward Bouverie Pusey. ¿Qué buscaban estos hombres? Ellos postulaban la tesis de que la Iglesia Anglicana era parte de la Única Iglesia Católica (nótese que luego los veterocatólicos utilizarían el mismo argumento) y que los “obispos anglicanos”, a través de la sucesión apostólica eran verdaderos obispos católicos, sucesores de los apóstoles; para ellos, el anglicanismo era una síntesis entre el catolicismo romano y el protestantismo... poco a poco estos tractarianos (por la publicación “Tractos para los tiempos”) iban tomando posiciones cada vez mas cercanas a las católicas, ganando adherentes, no solo entre los intelectuales, sino en el pueblo, razón por la cual la jerarquía anglicana acabó por condenar estas posturas el 15 de marzo del año 1841 y prohibió la publicación de los Tractos.

Celebración Anglo-Católica

Así fue como el Movimiento de Oxford se fracturó en dos mitades: unos decidieron unirse a la Verdad, abandonando los errores, por lo que se integraron a la Iglesia Católica Apostólica Romana. Otros permanecieron dentro del anglicanismo y se los denominó “anglocatólicos”. Es interesante ver como las autoridades anglicanas fueron moviendo el interes desde los aspectos dogmáticos hacia las cuestiones ritualísticas.

Los habiles prelados anglicanos tenían, hacia 1860 la cuestión solucionada: había dentro de la misma Iglesia Anglicana una Iglesia Alta, con una elaborada liturgia católica, con grandes himnos y musica sacra, templos con “altares” iguales a los católicos... que a la vez coexistía con una Iglesia baja, de carácter evangélico. La Iglesia Alta aportaba la dignidad, pero la Iglesia Baja el espíritu herético de la reforma; la Iglesia Alta era la preferida por la aristocracia británica, la baja por el proletariado y los desposeídos... los intelectuales, los profesores y los nobles que se habían inclinado al movimiento tractariano vieron en la Iglesia Alta su salvación: podían tener el culto católico sin abandonar sus cómodas posiciones dentro de la sociedad británica y, naturalmente, de la religión del estado.

 

El escandalozo "Monseñor Fernando"... Clemente Dominguez y Gomez del Palmar de Troya.Cuando se inició la revolución litúrgica y dogmática a raíz del Conciliábulo “Vaticano II” (en adelante V2), muchos católicos se opusieron a la desacralización que la jerarquía en masa trataba de imponer, so color del “espíritu del concilio”. En algunos lugares del mundo, valientes sacerdotes y obispos resistieron, algunos lo hicieron de manera mejor que otros, algunos fueron al extremismo de creer que ellos estaban investidos de una suerte de jurisdicción extraordinaria y que eran los únicos capaces de salvar a la Iglesia: tales fueron los casos escandalosos del Palmar de Troya (que acabaron dándose un Papa) o de Francis Schuckardt en los Estados Unidos, que hizo una secta centrada en su persona y engaño a miles de personas que creyeron en él de buena fe. 

 

Sin embargo, la mayoría delos católicos volvieron sus ojos a un arzobispo francés: Marcel Lefebvre quien pronto alzó su voz contra la Revolución Conciliar, fundó un seminario en las montañas suizas y se puso a trabajar para dar sacerdotes que celebraran la Santa Misa de San Pio V. Nacía la Fraternidad San Pio X...

Arzobispo Marcel Lefebvre: el San Atanasio del Siglo XX

La Fraternidad Sacerdotal San Pío X era una molestia para la Iglesia Conciliar, y desde la década del ’70 hasta 1988, no solo por la cuestión teológica, sino porque quienes se sentían ligados con la inmemorial Misa Católica de siempre se negaban a asistir a las misas parroquiales, donde se daba únicamente el Novus Ordo de Montini/Paulo VI. Los sacerdotes de la FSSPX celebraban la misa que esa gente quería oír a la vez que denunciaban los abusos y los errores del modernismo que abrazaba la jerarquía de la Iglesia Conciliar, se denunciaba a la “Roma neo-modernista y neo-protestante”, mientras se adhería a la “Roma Católica” de siempre.

En 1988, Monseñor Marcel Lefebvre, viendo el estado de necesidad en el que se encontraba la Iglesia Católica, en razón de los cada vez mas graves escándalos de la Iglesia Conciliar y sus autoridades, y escuchando el clamor de aquellos que querían obispos que administraran sacramentos validamente en caso de que Dios le llamara a su lado, ordenó a cuatro de los sacerdotes de la Fraternidad (usted puede leer más haciendo clic aquí). Fue entonces cuando el Papa Woljtila (Juan Pablo II) decidió emitir un decreto de excomunión a Monseñor Lefebvre y los cuatro obispos por el ordenados. Esta excomunión, como ha sido profusamente demostrado es inválida, pero en ella estaba clara la ruptura de la Iglesia Conciliar con la Iglesia Católica y le dio a la primera un excelente arma para enfrentarse a la Verdadera Iglesia de Cristo: una “Iglesia Alta” con la Misa en latín, con los sacramentos pre-conciliares... pero con el espíritu herético del CV2. Era el fiat para que surgieran los fariseos del CV2.

Desde que Montini promulgara el Novus Ordo la Santa Misa había sido perseguida, se había prohibido su celebración... pero ahora JP2 encontraba una solución:

 “[...] es necesario que todos los Pastores y los demás fieles cristianos tomen nuevamente conciencia, no sólo de la legitimidad sino también de la riqueza que representa para la Iglesia la diversidad de carismas y tradiciones de espiritualidad y de apostolado, la cual constituye también la belleza de la unidad en la diversidad: esa "sintonía" que, bajo el impulso del Espíritu Santo, eleva la Iglesia terrestre al cielo.

 [...] A todos esos fieles católicos que se sienten vinculados a algunas precedentes formas litúrgicas y disciplinares de la tradición latina, deseo también manifestar mi voluntad - a la que pido que se asocie la voluntad de los obispos y de todos los que desarrollan el ministerio pastoral en la Iglesia - de facilitar su vuelta a la comunión eclesial a través de las medidas necesarias para garantizar el respeto de sus justas aspiraciones.

 [...] Se constituye una Comisión, con la tarea de colaborar con los obispos, con los dicasterios de la Curia Romana y con los ambientes interesados, para facilitar la plena comunión eclesial de los sacerdotes, seminaristas, comunidades, religiosos o religiosas, que hasta ahora estaban ligados de distintas formas a la Fraternidad fundada por le arzobispo Lefebvre”.

 

¡Evidente! “diversidad de carismas”, “unidad en la diversidad”, etc., se ofrecía la constitución de una “comisión” en la que tendrían lugar aquellos clérigos y laicos ligados FSSPX que “habrá de respetar en todas partes, la sensibilidad de todos aquellos que se sienten unidos a la tradición litúrgica latina [...] para el uso del Misal Romano según la edición típica de 1962”. Esta comisión sería la encargada de llevar adelante la construcción de una Iglesia Alta para la Iglesia Conciliar, de modo similar a la existente dentro del anglicanismo: no se habla de la ruptura teológica, no se hablará de los escándalos, no se hablará del nuevo catecismo plagado de errores y herejías, al igual que el sacrílego Código de Derecho Canónico... eso se discutirá a futuro a fin de interpretar “el concilio a la luz de la tradición”.

Así nacía la criatura: la “Comisión Ecclesia Dei” y su primer fruto era el aborto conocido como Fraternidad Sacerdotal San Pedro integrada por pusilánimes modernistas ritualistas.

¿Qué hace la Fraternidad San Pedro? Se encargan de “formar” sacerdotes que mantengan la liturgia católica tradicional y son enviados a cualquier parte del mundo donde opere la Fraternidad Sacerdotal San Pio X. El objetivo es sencillo: ofrecen a los fieles católicos la misa latina, sin el estigma de la inválida excomunión, y desde el pulpito tratan de tranquilizar la conciencia de los asistentes, de demostrar que el Vaticano II no es incompatible con la Tradición, de la misma manera que un anglocatólico puede argumentar que los 39 Artículos Anglicanos no son incompatibles con el dogma católico.

La FSSP está completamente de acuerdo con todas las herejías del CV2, eso sí “a la luz de la tradición” (como esto se puede hacer, solo lo consigue un modernista). Así el sacerdote de dicha fraternidad aprobará el ecumenismo apostata, el modernismo, la libertad religiosa, la comunión en la mano, el nuevo catecismo, el laxismo y todo lo que la Iglesia Conciliar acepta y predica... porque es una herramienta de la Iglesia Conciliar, no de la Iglesia Católica. Sus miembros obedecen ciegamente a lo obispos herejes, apostatas y cismáticos de la Nueva Iglesia Conciliar del Vaticano II. Su tradicionalismo es falso, sus respeto al latín y a la liturgia es igual a la de los fariseos, cuya versión “pseudo-católica” son, a ellos se refiere Nuestro Señor cuando dice: “os parecéis a los sepulcros blanqueados, hermosos por fuera, más por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad” (Mt XXIII, 28).

El laico puede preguntarse ¿es valido asistir a la misa de la FSSP? No, no lo es porque dicha fraternidad (al igual que los demás cuerpos eclesiales de la Ecclesia Dei) no son católicos, sino una “high-church”, una “Iglesia Alta” de otra religión diferente a la religión Católica Apostólica Romana, que es la Iglesia Conciliar. Asistir a una misa en latín indultada es aceptar:

1)      que hace falta un permiso para oír la misa católica.

2)      que la Iglesia Conciliar es la Iglesia Católica.

3)      que la Misa Católica de siempre es una elección libre, hoy asisto a ella porque me gusta el canto gregoriano, pero entre semana voy a la parroquia donde dan el Novus Ordo...

Pero por sobre todas las cosas:

4)      que el catolicismo puede conciliarse con la herejía modernista.

 

Si alguien asistie a las misas de la Fraternidad San Pedro o cualquiera de la Comisión Ecclesia Dei apostata, es decir, abandona la Iglesia Católica para ir tras otra religión, con sus propios dogmas, con su propio catecismo... con su propia misa... eso sí, eta religión, al igual que el anglicanismo otorga a los que “prefieren” un “sabor tradicional” una pequeña y escueta capilla con misa en latín, todo ello “sin abandonar sus cómodas posiciones...”

Queda en usted ser católico o sumarse a los fariseos, a los que Nuestro Señor Jesucristo increpó tal como se enseña en el Evangelio Según San Mateo:

 “¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo: «este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; en vano me rinden culto, enseñando doctrinas que nos preceptos humanos» [...] Dejadlos, son guías ciegos: si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en la hoya” (Mt XV, 7-14).

 

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