DECLRACIÓN
en
razón delos acontecimientos
LA
VISITA DE JUAN PABLO II A LA SINAGOGA Y AL CONGRESO DE LAS
RELIGIONES EN ASÍS.
En la imagen
se puede ver al Papa Woljtila en representación de la Iglesia
Conciliar junto con lo lideres de las otras falsas
religiones adorando al Diablo.
El destacado
en el texto de Mons. Lefebvre y Mons. Castro Meyer es nuestro y no
aparece en el original.
Roma nos
ha hecho preguntar si teníamos la intención de proclamar nuestra
ruptura con el Vaticano, en ocasión del Congreso de Asís.
Nos
parece que la pregunta tendría mas bien que ser la siguiente: ¿Cree
Ud. y tiene la intención de proclamar que el Congreso de Asís
consuma la ruptura de las autoridades romanas con la Iglesia Católica?
Pues, por
cierto, es esto lo que preocupa a aquellos que aun permanecen católicos.
Es bien
evidente, en efecto, que desde el Concilio Vaticano II el Papa
y los episcopados se alejan cada vez más netamente de sus
predecesores.
Todo
aquello que fue realizado por la Iglesia para defender la fe en
los siglos pasados, y todo lo que fue realizado por los misioneros
para difundirla, hasta el martirio inclusive, es considerado de
ahora en más como una falta de la cual la Iglesia debería
acusarse y hacerse perdonar.
La
actitud de los once Papas que, desde 1789 hasta 1958, en sus
documentos oficiales, han condenado la Revolución liberal, es
considerado [hoy] como una falta de comprensión del espíritu
cristiano que ha inspirado la Revolución.
De allí
el giro completo de Roma a partir del Concilio Vaticano II, que
nos hace repetir las palabras de Nuestro Señor a aquellos que venían
a arrestarle: "Haex est hora vestra et potestad
tenebrarum", Luc. 22:52-531.
Adoptando
la religión liberal, del protestantismo y de la Revolución, los
principios naturalistas de J. J. Rousseau, las libertades ateas de
la Constitución de los Derechos del Hombre, el principio de la
dignidad humana carente de relación con la verdad y la dignidad
moral, las autoridades romanas vuelven la espalda a sus
predecesores y rompen con la Iglesia Católica, poniéndose al
servicio de los destructores de la Cristiandad y del Reinado
universal de Nuestro Señor Jesucristo.
Los
recientes actos de Juan Pablo II y de los episcopados nacionales
ilustran este cambio radical de la concepción de la fe, de la
Iglesia, del sacerdocio, del mundo, de la salvación por la
gracia.
El
colmo de esta ruptura con el magisterio anterior de la Iglesia se
realizó en Asís, luego de la visita a la Sinagoga. El pecado público
contra la unicidad de Dios, contra el Verbo encarnado y Su
Iglesia, hace estremecer de horror: Juan Pablo II alentando a las
falsas religiones a rezar a sus falsos dioses: escándalo sin
medida y sin precedente.
Podríamos
retomar aquí nuestra Declaración del 21 de noviembre de 1974,
que permanece más actual que nunca.
Para
nosotros, permaneciendo indefectiblemente adheridos a la Iglesia
Católica y Romana de siempre, estamos obligados a constatar que esta
religión modernista y liberal de la Roma moderna y conciliar, se
aleja cada vez más de nosotros, que profesamos la fe católica de
los once Papas que han condenado esta falsa religión.
Por lo
tanto, la ruptura no viene de nosotros, sino de Pablo VI y de
Juan Pablo II, que rompen con sus predecesores.
Este
renegar de todo el pasado de la Iglesia por éstos dos Papas y los
Obispos que los imitan, es una impiedad inconcebible y una
humillación insoportable para aquellos que permanecen católicos,
en la fidelidad a veinte siglos de profesión de la misma fe.
POR LO
TANTO, CONSIDERAMOS COMO NULO TODO AQUELLO QUE HA SIDO INSPIRADO
POR ESTE ESPÍRlTU DE NEGACIÓN: TODAS LAS REFORMAS
POST-CONCILIARES y TODOS LOS ACTOS DE ROMA QUE SE HAN REALIZADO
SEGÚN ESTA IMPIEDAD
Contemos con la
gracia de Dios y el sufragio de la Virgen Fiel, de todos los mártires,
de todos los Papas hasta el Concilio, de todos los Santos y santas
fundadores de Ordenes contemplativas y misioneras, para que vengan
en nuestra ayuda para la renovación de la Iglesia por la
fidelidad integral a la Tradición.
Su Exc. MONS. MARCEL LEFEBVRE
Arzobispo-Obispo emérito de Tulle
Su Exc. MONS. ANTONIO DE CASTRO MAYER
Obispo emérito de Campos
en perfecto acuerdo con la presente Declaración
Buenos
Aires, 2 de diciembre de 1986.
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