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"Si quieres estar siempre alegre, pon en armonía lo que piensas, lo que dices y lo que haces"

Gandhi

BIENVENIDOS A AFANEPAL

(ASOCIACION DE FAMILIAS ADOPTANTES EN NEPAL)

"Piensa, cree, sueña y atrévete."

Walt Disney

Érase una vez dos mujeres

que nunca se conocieron.

A una, no la recuerdas,

a la otra la llamas madre.

Dos vidas diferentes

con unión en una: la tuya.

Una fue tu estrella,

la otra, tu sol.

La primera te dio la vida,

la segunda te enseñó a vivirla.

La primera te dio necesidad de amor

y la segunda estaba allí para dártelo.

Una te dio unas raíces,

la otra te ofreció su nombre.

Una te transmitió la semilla de sus dones,

la otra, la estela de sus afanes.

Una hizo nacer en ti la emoción,

la otra calmó tus angustias.

Una recibió tu primera sonrisa,

la otra secó tus lágrimas.

Una te dio a otros padres,

fue todo lo que pudo hacer por ti.

La otra oraba por un hijo

y Dios la condujo a ti.

Y ahora, con lágrimas,

me haces la eterna pregunta:

¿De quién soy yo fruto,

de ella o de ti?

De las dos, cariño:

las dos somos amor.

El Amor y la Locura
La fuerte amapola
AUDIOCUENTOS
AUDIOCUENTOS CLÁSICOS INFANTILES
“Los cuentos nos enseñan a reflexionar y a vivir la vida.

Es en el presente donde está el secreto; si prestas atención al presente podrás mejorarlo.

Y si mejoras el presente, lo que sucederá después también será mejor”

Paolo Coelho


Érase una vez un árbol grande, muy alto y fornido, lleno de ramas, unas fuertes, otras débiles, unas viejas, otras jóvenes que se entremezclaban para permitir que numerosas familias de animales tuvieran allí su morada; tal vez era un majestuoso Tibar.

En todo su centro, una pareja de pájaros había construido un nido y esperaba allí con gran ilusión, día a día, amanecer en medio de los huevos que más tarde serían sus hijos a quienes educar, cuidar y guiar. Todas las mañanas, Celeste se levantaba a mirar si ese día había huevos, pero al no encontrarlos, regresaba muy triste a contarle a su esposo que el nido seguía vacío.

En ese mismo árbol vivía una pájara amiga de Celeste. Ella, su esposo e hijos, formaban una familia de pájaros carpinteros, quienes con la habilidad innata de su especie ayudaban a construír los nidos de los habitantes del árbol.

Un día, al ver llorar a Celeste, le dijo: "No estés triste, ¿acaso tú no sabes que hay otra manera de formar familias? Te voy a llevar al Nidal, en el Árbol de la Vida, es un bello lugar donde tal vez te puedan ayudar".

A la mañana siguiente, el esposo le dijo: "Corre, alístate y ve a ese lugar especial..."

Interrumpiendo la lectura, la niña preguntó:

- Mamá, ¿por qué lloraba Celeste?

- Hija, tal vez porque creía que sólo poniendo huevos se podía tener una familia y no sabía que había otra forma de lograrlo. ¿Sabes? Hay unos pájaros llamados Chamones, que al no poder construir su nido, ni cuidar su prole, ponen los huevos en los nidos de otros pájaros y dejan que otros padres adoptivos sean los encargados de incubar los huevos y alimentar los polluelos - respondió la mamá y continuó su relato:

"Celeste y su amiga acudieron presurosas al Nidal. Éste era un precioso lugar en el Árbol de la Vida; allí estaban algunos pequeños pájaros que habían nacido en otros nidos, aguardando anhelantes la llegada de parejas, como Celeste y su esposo, para iniciar con ellos una nueva vida..."En éste momento de la lectura, la mamá explicó:

- ¿Saben hijos míos?, no es suficiente poner huevos para ser papás, hay muchos pájaros que asumen esa tarea sin estar preparados para ello. Para ser papás se requiere conocer el significado de la palabra Amor: enseñarlos a lavar todos los días sus plumas y a volar, cuidarlos cuando se enferman, darles buen ejemplo, acompañarlos de noche cuando se desvelan, llevarlos el primer día al colegio, respetar sus bolsillos llenos de piedras, sapos y pedazos de colores, compartir sus sueños e ilusiones.

- Mamá, mamá, continúa - dijeron los niños."

...Celeste, muy emocionada, regresó a su esquina en el árbol, rodeada de bellos toritos, de musgo y de enredaderas, e inició la más linda de las tareas: construyó junto con su esposo el nido para sus hijos. Durante varios días traían en u pico una rama, una pajita, un bejuco y también muchas flores para preparar la llegada...

Al poco tiempo, todos los animales del Árbol de la Vida se enteraron del próximo acontecimiento y presurosos corrieron a ayudar. Llegó el turpial, un inteligente y grácil pájaro, quien trajo un trocito de lana de oveja, que le había servido para calentar antes a sus pequeños. Después vinieron el jilguero, el pájaro carpintero, el canario, el toche, la mirla, el loro, la lechuza, el conejo, las ardillas, las abejas y también los micos. Todos aportaron algo para fabricar el nuevo nido.

Luego de una larga espera, Celeste y su esposo fueron llamados al Nidal, allí aguardaban ansiosos un par de pequeños polluelos. Para todos fue el más maravillosos de los encuentros, realmente allí empezó La Vida.
Celeste y su esposo, felices con sus polluelos, invitaron a todos los animales del Árbol de la Vida, a sus amigos, a los abuelos pájaros y a toda la familia, a una gran fiesta, para presentarlos. Una vez reunidos, buscaron la rama más fuerte para inscribirlos y registrar allí los nombres y apellidos de los nuevos habitantes.

"Entredormida, la niña preguntó:

- Mamá, ¿de la barriguita de Celeste no nacieron los bebés?

La mamá contestó:

- Hija, los pájaros nacen de los huevos, los niños de las barrigas. Celeste y su esposo fueron padres gracias a los pájaros que les dieron la vida a los polluelos, al Nidal que los acogió y a todos los amigos y familiares que ayudaron a construír el nuevo hogar. Recuerda, para ser padres sólo se necesita Amar. Y ahora, cierra tus ojos y duerme, tu hermano que es más pequeño ya lo hizo, mañana le contarás.

Fuente.: Maravillo Foro Hilo Rojo(Elxa)

El conejito elegido

 

"Pues yo te quiero todo lo alto que pueda saltar", sonrió la gran liebre. Y dió tal brinco que sus olrejas rozaron las ramas de un árbol.

"¡Qué salto!", pensó la liebre pequeña. "¡Cómo me gustaría saltar así!" "¡Te quiero de aquí hasta el final de aquel camino, hasta aquel río a lo lejos!", gritó la pequeña liebre.

"¡Yo te quiero más allá del río y de las lejanas colinas!", dijo la liebre grande.

"¡Qué lejos"!, pensó la liebre pequeña color avellana. Tenía tanto sueño que no podía pensar más. Entonces miró por encima de los arbustos, hacia la enorme oscuridad de la noche. Nada podía estar más lejos que el cielo. "Te quiero de aquí a la LUNA", dijo, y cerró los ojos.

"Eso está muy lejos", dijo la liebre grande. "Eso está lejísimos".

La gran liebre color de avellana acostó a la liebre pequeña en una cama de hojas. Se quedó a su lado y le dió un beso de buenas noches.

Luego se acercó aún más y le susurró con una sonrisa: "Yo te quiero de aquí a la luna ... Y VUELTA."

Del libro "Adivina cuánto te quiero" de Sam Mcbratney

“Algunas veces las cosas son distintas a como se nos presentan… o uno quiere que sean. En esos momentos solo el corazón es lo que cuenta”

Walt Disney

La Mariquita y la Luna

La mariquita Aurelia se pasaba el día de flor en flor, disfrutando del sol o recorriendo los dedos de algún niño hasta que, cuando ya había pasado por todos , echaba a volar.

Por la noche la simpática mariquita se pasaba las horas contemplando la luna desde su trébol de cuatro hojas preferido y soñando con verla de cerca algún día. Este era su sueño y su mayor deseo.

Una noche de luna llena se armo de valor y comenzó a volar con todas sus fuerzas hacia lo que tantas veces había soñado. El viento húmedo de la noche la zarandeaba y hacia que se desviase de su trayectoria, pero su determinación era mas grande que la fuerza del viento.

Estuvo volando durante toda la noche. Las horas pasaban pero la luna parecía estar cada vez mas lejos. La noche llegaba a su fin y sus energías también.

Al alba, sus alas dejaron de moverse por el cansancio y, con lágrimas en los ojos y el corazón herido, comenzó a caer.

En su descenso, una trepadora de campanillas amortiguo su caída. Cada pequeño choque con las flores hacia que estas fueran dejando caer sus gotas de rocío.

Al final de su caída sobre una hoja de nenufar, al abrir los ojos, nuestra mariquita pudo ver una gran gota de agua sobre la que se reflejaba la luna como nunca antes la había visto.

La vieja lechuza, que había visto todo desde su atalaya nocturna, no pudo dejar de sonreír y pensar que no hay sueños imposibles ni demasiado lejos.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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