pero yo no hablo del principio ni del fin.
Nunca hubo otro principio que el de ahora,
ni más juventud o vejez que las de ahora,
y jamás habrá más perfección que la de ahora,
ni más cielo o infierno que el de ahora.
Instinto, instinto, instinto,
siempre el instinto procreador que hay en el mundo.
De la sombra surgen los iguales, los opuestos; siempre la sustancia
y el multiplicarse, siempre el sexo,
siempre tejiendo identidades, haciendo diferencias, siempre el parto
de la vida.
De nada sirve el esmero al trabajar; cultos e ignorantes bien lo saben.
Seguros e inamovibles; firmes, íntegros y estables;
vigoroso como un caballo, afectuoso, altivo, eléctrico,
yo y este misterio aquí estamos frente a frente.
Clara y pura es mi alma, y claro y puro es todo lo que no es mi alma.
Si falta uno faltan ambos, y lo visible es prueba de lo invisible,
hasta que se vuelva invisible y necesite ser probado a su vez.
Mostrando lo mejor y desechando lo peor, cada época ha humillado
a las otras,
y yo, como conozco la perfecta armonía y la eterna constancia de
las cosas, no discuto, guardo silencio, y me voy a bañar para
admirar mi cuerpo.
Bienvenidos sean cada uno de mis órganos y de mis atributos, y los
de cualquier hombre puro y vigoroso;
ni una pulgada, ninguna partícula de mi cuerpo es despreciable, y
ni una debe ser menos conocida que las otras.
Me siento satisfecho: veo, bailo, río, canto.
Cuando mi amante compañero que ha compartido mi lecho y ha
dormido abrazado a mí toda la noche, se va furtivamente al
despuntar el alba,
dejándome cestas cubiertas con lienzos blancos que llenan mi casa
de su abundancia,
yo las acepto con naturalidad, ¿pues cómo le gritaré a mis ojos
para que dejen de escrutar el camino y me muestren el valor
exacto de uno o el valor de dos, y saber el valor exacto de su
regalo?
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