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Me celebro y me canto,
y de aquello que me apropie te debes de apropiar,
pues cada átomo que me pertenece también será tuyo.
Me entrego a la quietud e invito a mi alma a que también lo haga,
mientras me recuesto a mis anchas a mirar un tallo de hierba estival.
Mi lengua y cada átomo de mi sangre, se formaron de esta tierra,
de este aire,
y he nacido aquí, de padres cuyos padres aquí también nacieron,
lo mismo que sus padres.
A mis treinta y siete años y con una salud perfecta,
he empezado a vivir, y espero no dejar de hacerlo hasta que muera.
Me he retirado de las escuelas y los credos,
me sirvieron y nunca he de olvidarlo.
Recibo el bien o el mal, permito que todo me hable sin cuidarme
del peligro,
hasta la naturaleza desenfrenada con su energía original.
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