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¿QUE HACEN LOS DIRECTIVOS Y QUE
HACEN LOS LIDERES SEGUN KOTTER?. Resumen y Comentarios
Autor: |
Alexis Codina |
e-mail: |
[email protected] |
Organización: |
Universidad
de La Habana |
País: |
Cuba | |
¿QUÉ HACEN LOS
DIRECTIVOS Y QUE HACEN LOS LIDERES SEGÚN KOTTER? RESUMEN Y
COMENTARIOS.
Por: Dr. Alexis Codina
Jiménez Director del CETED (Centro de Estudios de Técnicas
de Dirección) y Profesor Titular de la Facultad de
Contabilidad y Finanzas de la Universidad de La
Habana.
Nota introductoria. La Escuela de Altos
Estudios de Hotelería y Turismo puso a disposición de los
participantes del Diplomado en Alta Gerencia y de otros cursos
que desarrolla para directivos, el libro Qué hacen los
líderes, de John P. Kotter, editado en el año 2000. Se trata
de uno de los especialistas más reconocidos internacionalmente
en el tema de liderazgo y, en los últimos años, en el de
gestión del cambio, con diversidad de investigaciones, libros
y artículos publicados, y alrededor de treinta años trabajando
como profesor universitario y consultor de algunas de las
principales empresas a nivel mundial. Por la amplitud y
significación de su obra, resulta conveniente conocer aspectos
importantes de trabajos anteriores de este autor. El presente
artículo presenta un resumen y comentarios de los temas que
hemos considerado de mayor interés y actualidad en trabajos de
Kotter publicados en diferentes momentos, complementándolo con
referencias de otros autores, con el propósito de que esto
pueda servir como material de estudio complementario en las
actividades de capacitación gerencial en los que se trabajen
estos temas.
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El
estudio de lo que hacen los directivos y la identificación de
los comportamientos y prácticas más exitosos han sido objeto
de investigación por diferentes especialistas. (1) De todo
esto y de lo que se refiere al "sistema de habilidades
directivas", se han publicado en los últimos años muchos
trabajos con propuestas de enfoques y "modelos" para lograr
resultados superiores en las tareas de dirección.
En
esta línea se pueden identificar, los 7 Hábitos de la Gente
Altamente Efectiva, y otros trabajos de S. Covey; los libros
de D. Goleman y otros autores sobre La Inteligencia Emocional
en la Empresa; La Quinta Disciplina y el enfoque de las
"Organizaciones que Aprenden" (Learning Organizations) de P.
Senge, entre otros.
Dentro del conjunto de temas que
se incluyen en el “sistema de habilidades directivas”, uno de
los que ha recibido mayor atención en los últimos años ha sido
el desarrollo de capacidades para un liderazgo efectivo. Algo
novedoso en el tratamiento de este tema en los últimos años es
su estudio en una interrelación estrecha con el tema de cambio
organizacional. En unos casos, el enfoque parte de que el
cambio demanda liderazgo (“cuanto mas cambio hay, mas
liderazgo se necesita”, plantea Kooter; “hace falta más
liderazgo y menos dirección”, afirma Bennis); en otros, el
enfoque es a la inversa, un liderazgo efectivo debe propiciar
los cambios organizacionales necesarios.
Entre los
especialistas que durante más tiempo ha estudiado este tema,
con numerosos trabajos publicados en los que analiza
resultados de diferentes investigaciones, tanto propias como
de otros especialistas, así como sus experiencias personales
como consultor se encuentra John P. Kotter (2) que, en el
prólogo de su libro más reciente, plantea:
“Durante
treinta años he venido estudiando los actos de los que dirigen
organizaciones, tratando de memorizar y explicarme lo que
hacen, por qué actúan así, y los efectos de sus decisiones en
otras organizaciones. No empecé este trabajo con la mente
enfocada explícitamente en “liderazgo”; de hecho esa palabra
casi no se encuentra en mis primeros escritos. No obstante, es
hacia el liderazgo adonde finalmente se han dirigido mis
últimos esfuerzos, un hecho que llama la atención acerca de lo
mucho que cambia eso que llamamos trabajo “directivo o de
gestión”... (3).
En el caso de Kotter, resulta
conveniente analizar dos libros en los que presenta los
resultados e interpretación de sus numerosas investigaciones
en dos momentos distintos entre los que media una década. Con
esto es posible conocer, no sólo sus resultados más recientes
sino también la evolución y tendencias principales en los
últimos diez años. También se incluyen comentarios sobre otros
trabajos de Kotter y otros autores que hemos considerado de
interés.
¿Qué es el liderazgo y en qué se diferencia
de la dirección o la administración?.
Para comprender
mejor a lo que se refiere, es conveniente recordar la
definición de liderazgo que plantea Kotter en su libro de
fines de los años ochenta:
"No existe una definición
generalmente aceptada del liderazgo....En el presente libro lo
definimos como el proceso de llevar a un grupo (grupos) en una
determinada dirección, fundamentalmente por medios no
coercitivos. Un liderazgo eficiente lo definimos como aquel
que produce un movimiento hacia el logro de lo que es mejor, a
largo plazo, para el grupo..." (4)
Una década después,
en su libro más reciente sobre el tema, precisa más esto
estableciendo la diferencia entre liderazgo y dirección
(administración, gestión) de la siguiente forma:
“Cada
vez puede resultar más útil pensar que quienes ocupan cargos
directivos son personas que crean agendas con planes (la parte
de gestión) y visiones (la parte de liderazgo); personas que
establecen, a través de una jerarquía bien organizada, redes
susceptibles de aplicación práctica (parte de gestión) y
conjuntos de relaciones alineadas (liderazgo); y personas que
ejecutan tanto a través de controles (gestión) como de
inspiración (liderazgo). (5)
Kotter resume esto
planteando que los ejecutivos que no lideran están
prácticamente programados, solamente formulan planes o
presupuestos, no visiones ni estrategias para hacerla
realidad, concluyendo, “No se trata de que lo que llamamos
liderazgo sea bueno y lo que llamamos gestión sea malo.
Simplemente son cosas distintas que sirven para cosas
distintas”.
Warren Bennis, precisa más esta diferencia
resumiéndola en la siguiente forma: (6)
- el directivo
(manager) administra, el líder innova; - el directivo
mantiene, el líder desarrolla; - el directivo acepta la
realidad, el líder la investiga; - el directivo se focaliza
en sistemas y estructuras, el líder en las personas: - el
directivo depende del control, el líder inspira
confianza; - el directivo pregunta cómo y cuándo, el líder
qué y por qué; - el directivo hace correctamente las cosas,
el líder hace las cosas correctas.
Una definición más
novedosa sobre liderazgo la aporta Peter Senge en su libro La
Quinta Disciplina, cuando plantea:
“En una organización
inteligente (es decir, en la que todos sus integrantes y la
organización como un todo son capaces de aprender
constantemente) los líderes son diseñadores, guías y maestros.
Son responsables de construir organizaciones donde la gente
expande continuamente su aptitud para comprender la
complejidad, clarificar la visión y mejorar los modelos
mentales compartidos, es decir, son responsables de aprender.
Son asimismo, responsables de diseñar mejores procesos de
aprendizaje por medio de los cuales la gente pueda enfrentar
de manera productiva las cuestiones o situaciones a las que se
enfrenta y desarrollar su maestría...Adoptar esa postura
constituye el primer acto de liderazgo, el principio de
inspirar (literalmente, “insuflar vida”) a la visión de las
organizaciones inteligentes....”. (7)
El primero de
los trabajos de Kotter que analizaremos fue publicado, en su
versión original en inglés en 1988, dos años después en
español. (8). Para esto se apoyó en una amplia investigación
de campo, que incluyó entrevistas a 150 gerentes de 40
empresas, estudio de las mejores prácticas de 15 empresas con
elevados rendimientos, y los esfuerzos de cinco sociedades
anónimas por mejorar su capacidad de atraer, desarrollar y
retener a personas dotadas de capacidad de liderazgo. Entre
otras cosas, desarrolló un “Cuestionario sobre recursos
ejecutivos” de 10 páginas que hizo llegar a 1000 ejecutivos de
primera línea. (9)
Tendencias que demandan nuevos
comportamientos en los que dirigen.
A fines de los años
ochenta Kotter identifica dos grandes tendencias que afectan
el mundo gerencial y que demandan nuevos enfoques en el
comportamiento de los que dirigen que son:
- Cambios en
la intensidad competitiva, que considera el más espectacular
de los últimos tiempos, lo que está motivado por: la
desregulación de los mercados en algunos sectores y la
aparición de nuevas tecnologías como el microprocesador. En
otros casos, la nueva intensidad es consecuencia de que el
mercado ha llegado a su madurez o padece de un exceso de
capacidad productiva que hace que las empresas que compiten en
el mismo se vean forzadas a eliminar competidores para evitar
verse paralizadas. Esta situación, analiza Kotter, está
haciendo que cada vez mas organizaciones presten creciente
atención a los cambios que se producen en las preferencias de
los consumidores así como a las nuevas tecnologías y que,
luego, se vean obligadas a adaptarse, a realizar innovaciones
e incluso corran el riesgo de ser presa de algún cazador de
empresas. “En general, y por encima de todo, se está
creando un nivel de turbulencia que a veces resulta
extraordinario, especialmente si se compara la actual
situación con la de las décadas de 1950 y 1960”, concluye
Kotter. (10)
- Un segundo conjunto de fuerzas que
demandan un nuevo tipo de liderazgo, es la creciente
complejidad de las empresas, que según Kotter está motivada
por: el crecimiento, la diversificación, la expansión
internacional y el desarrollo tecnológico.
Como hacen
otros especialistas con cierta frecuencia, Kotter utiliza el
símil del ejército para fundamentar el impacto que tienen
estas tendencias y cambios en los enfoques sobre el liderazgo,
(11) planteando que, un ejército puede ejercer sus funciones
en tiempo de paz de forma adecuada, con una buena
administración y una buena dirección, siempre que disponga de
un verdadero liderazgo en su cúspide.
Pero, en tiempos
de guerra, aunque un ejército sigue necesitando una
administración y una dirección competente a todo lo largo de
su escala jerárquica, no puede funcionar sin enormes
cantidades de liderazgo en virtualmente todos sus niveles. "De
forma parecida, miles de empresas de todo el mundo están
descubriendo que necesitan más gerentes que puedan ayudarles a
enfrentarse al conflicto creado por una intensidad competitiva
cada vez mayor", concluye Kotter.
Ambas tendencias y
cambios en el entorno- la creciente intensidad competitiva y
el aumento de la complejidad de las empresas- demandan
comportamientos directivos nuevos. La primera aumenta la
necesidad de disponer de liderazgo en un número cada vez mayor
de puestos de trabajo. La segunda ha hecho que los retos a que
el liderazgo debe enfrentarse en dichos puestos de trabajo
sean cada vez más difíciles de superar.
El liderazgo
efectivo.
Identificadas estas tendencias y las demandas
de liderazgo que generan, Kotter pasa a trabajar sobre
preguntas como: ¿Qué es exactamente ese "liderazgo" que
adquiere cada vez más importancia en los tiempos actuales?. La
gente que demuestra poseer un liderazgo efectivo ¿qué hace en
realidad?.
Para encontrar respuestas a estas preguntas
analizó experiencias exitosas de aquellos años en las que se
incluyeron: Lee Iaccoca, en la Chrysler; Thomas Watson, en la
IBM; un estudio que realizó del trabajo de 20 alcaldes
exitosos de ciudades importantes de EEUU; gerentes exitosos de
nueve empresas; resultados de investigaciones de Bennis,
Levinson y del Centro de Liderazgo Creativo, entre
otras.
Los hallazgos principales que encontró, ya sea
en el sector público o privado, entre presidentes ejecutivos o
mandos intermedios, como características de un liderazgo
efectivo los resumió en lo siguiente: (12)
1- Crear un
programa para el cambio. a) Que incluya una visión de lo
que puede y debe ser. b) Una visión que tenga en cuenta los
legítimos intereses a largo plazo de las partes
involucradas. c) Que incluya una estrategia para llegar a
dicha visión. d) Una estrategia que tenga en cuenta todas
las fuerzas organizativas y del entorno
involucradas.
2- Establecer una fuerte red de
implementación. a) Que incluya relaciones de apoyo con las
fuentes clave de poder, necesarias para llevar la estrategia a
la práctica. b) Relaciones dotadas de fuerza suficiente
como para lograr colaboración, cumplimiento y (cuando sea
necesario) trabajo de equipo. c) Que incluya un grupo
central de personas fuertemente motivadas. d) Un grupo
central que se comprometa a convertir tal visión en
realidad.
Estas son las cuestiones que considera
fundamentales, planteando que los detalles "superficiales"
(exactamente cómo se desarrolla la "visión", cómo se crea la
motivación, etc.) varían enormemente. Sin embargo, si uno se
centra sólo en el estilo y en el comportamiento visible de
dichos casos, sería difícil llegar a conclusiones de carácter
general sobre el liderazgo efectivo.
Resumiendo, Kotter
se centra en "lo que hacen" los líderes efectivos, no en
"cómo" lo hacen, que puede variar significativamente. Con este
enfoque, se lamenta de que:
"Desgraciadamente, gran
parte de las investigaciones sobre liderazgo se centran
también en dichos índices y, por no tomar en cuenta
sistemáticamente las diferencias de contexto o de lugar, ello
da lugar a una interminable serie de conclusiones
aparentemente contradictorias... A veces requiere años el
poder afirmar si una persona que consiguió movilizar a un
grupo de personas, realmente lo hizo en la dirección que más
convenía... (menciona el caso de Adolfo Hittler que, en
algunas ocasiones, hizo gala de un fuerte liderazgo, pero
conduciendo a la gente en una dirección que no le convenía a
largo plazo y que por tanto, está claro que no se trató de un
liderazgo efectivo).
Es decir, para que un liderazgo
se considere efectivo, no es suficiente concebir una visión
poderosa y atrayente, movilizar a la gente para alcanzarla,
establecer los sistemas de relaciones y adoptar las medidas
que aseguren su cumplimiento; es imprescindible que la visión
conduzca a largo plazo, a un mejoramiento de la gente. Un
liderazgo que conduzca a la autodestrucción, que deje a la
gente extenuada y que no propicie y estimule su crecimiento y
desarrollo, tanto material como espiritualmente, no puede
considerarse efectivo.
Aunque enfatiza sus análisis y
planteamientos en el liderazgo, Kotter no olvida la necesidad
de garantizar lo que denomina procesos básicos de la
dirección, entre los que señala:
- la planificación,
que permite precisar los medios para llegar a ciertos
fines; - la elaboración de presupuestos, donde se precisan
los recursos financieros necesarios, como parte del proceso de
planificación; - la organización, que significa crear una
estructura formal que pueda llevar a cabo los planes, dotarla
del personal calificado requerido y la definición del rol que
debe cumplir cada cual, así como de los incentivos necesarios,
para delegar en ellos la autoridad requerida; -
finalmente, el control, que supone la búsqueda constante de
las desviaciones con relación al plan y realizar las acciones
necesarias para corregirlas.
Al comparar estas
funciones con los hallazgos principales a los que había
arribado sobre el liderazgo necesario llega a dos
conclusiones:
- Primero, que no existe ninguna razón
lógica que impida que una persona con los antecedentes y
conocimientos adecuados no pueda desenvolverse bien en ambas
situaciones. Incluso, podría afirmarse que ambos conceptos son
complementarios. La creación de programas, por ejemplo, que
incluyan estrategias correctas suele exigir cierta
planificación y elaboración de presupuestos.
-
Segundo, al mismo tiempo, dirección y liderazgo pueden ser
algo muy diferente. Los planes no tienen por qué incluir una
visión (o al revés); los presupuestos no tienen por qué
incluir estrategias (y viceversa).
Características
personales que se requieren para un liderazgo y una dirección
efectivos.
Proporcionar un liderazgo efectivo no es
tarea fácil, al menos en puestos importantes, señala Kotter. A
continuación pasa a diferenciar estas demandas precisando que,
una cosa es aportar liderazgo a un problema suscitado por la
intensidad competitiva, cuando el grupo es pequeño y
homogéneo, la tecnología es simple, la línea de productos
limitada y el mercado homogéneo; y otra cosa muy distinta es
cuando las tecnologías y los productos son muchos y complejos.
En condiciones de gran escala y complejidad, las
mejores pruebas de carácter empírico de que disponemos, apunta
Kotter, indican que crear un programa inteligente suele exigir
el conocimiento de cantidades ingentes de información sobre
productos específicos, tecnologías, mercados y personas. Sin
estos conocimientos ocurre que, sencillamente, es imposible
lograr buenas visiones y estrategias inteligentes o juzgar si
las visiones y estrategias sugeridas por otras personas tienen
algún sentido. Además, es necesario tener una mente perspicaz,
una capacidad de análisis razonable, posibilidades de pensar
estratégica y multidimensionalmente y un buen criterio
empresarial para sintetizar toda esa información en un
programa correcto, concluye.
Sobre esto, alerta de que
"...con excesiva frecuencia caemos en la romántica trampa de
creer que las grandes visiones se producen de forma mágica o
por gracia divina.... Las grandes visiones se producen cuando
una mente poderosa, que trabaja duro y dedica mucho tiempo a
estudiar enormes cantidades de información, es capaz de
descubrir (o reconocer en las sugerencias de otras personas)
pautas de interés y nuevas posibilidades...".
(13)
Algunos de los requisitos para un liderazgo
efectivo en puestos de alta dirección en organizaciones
empresariales complejas identificados por Kotter son: (14)
I- Conocimientos del sector industrial y de la
organización. - Vasto conocimiento del sector industrial
(mercado, competencia, productos, tecnologías). - Vasto
conocimiento de la empresa (personas importantes y por qué lo
son, cultura, historia, sistemas). II- Relaciones en la
empresa y en el sector industrial. - Amplio conjunto de
sólidas relaciones en la empresa y en el sector
industrial. III- Reputación e historial. - Excelente
reputación y sólido historial en una vasta gama de
actividades. IV- Potencial y habilidad. - Agudeza mental
(capacidad económica moderadamente sólida, buen criterio,
capacidad de pensar de forma estratégica y
multidimensional). - Sólida habilidad para relacionarse con
otras personas (capacidad para desarrollar rápidamente buenas
relaciones de trabajo, compatibilidad, capacidad de venta,
sensibilidad ante las personas y la naturaleza humana). V-
Valores personales. - Alto grado de honestidad (en general
valora a todo tipo de personas y grupos). VI-
Motivación. - Alto nivel de energía. - Fuerte impulso
rector (necesidad de poder y de realización basadas en la
confianza en sí mismo).
Para los mandos intermedios e
inferiores las exigencias de liderazgo son otras y entre las
principales pueden resumirse:
- Comprender el contexto,
entender que es mucho más que lo que exige su trabajo
concreto. - Mantener buenas relaciones que vayan más allá
de las que marca la propia jerarquía formal. - Buen
historial y buena reputación de credibilidad. - Se requiere
un mínimo de capacidad intelectual y personal. - La
honestidad es importante, por las mismas razones que en los
puestos de mayor importancia. - Disponer de un mínimo de
energía y de deseos de actuar como líder.
En contrate,
las características necesarias para una “dirección” efectiva
en los cargos más importantes de organizaciones complejas las
resume en lo siguiente:
- Los requisitos de
conocimientos son bastante diferentes a los señalados en el
Punto I para el liderazgo, exige un grado considerable de
conocimientos de las disciplinas que configuran la
administración de empresas como son: técnicas de
planificación, elaboración de presupuestos, control,
contratación de personal, etc. - A diferencia de lo que
sucede con el liderazgo, no exige necesariamente amplios
conocimientos de la situación administrada. La idea de que un
administrador, un director profesional, puede dirigir o
administrar cualquier tipo de empresa se basa en este punto.
- Los requisitos en cuanto a relaciones también son
diferentes y, en cierto sentido, más sencillos. Se entiende
que los puestos de dirección, (si sus titulares se nombran
correctamente, aclara Kotter) están dotados de la suficiente
autoridad formal sobre las personas cuya colaboración
necesitan. - No está absolutamente claro si una dirección
efectiva de la empresa, como si ocurre con el liderazgo, exige
determinados antecedentes (Punto III). La experiencia en la
administración de empresas es útil, lo mismo que ocurre con la
experiencia en cualquier puesto de trabajo o profesión, pero
es posible imaginar a una persona desempeñando un excelente
trabajo de planificación, organización y control, sin gozar de
la reputación y el historial que dota a los lideres de la
credibilidad que es básica para ellos. - Se requiere un
mínimo de capacidad de análisis, memoria y buen juicio, al
igual que valores y motivación. - En ambos casos, liderazgo
y dirección, necesitan aplicar un alto grado de energía, así
como la honestidad.
Precisados estos requisitos o
características, pasa a analizar los orígenes posibles de los
mismos preguntándose: ¿De dónde proceden todas esas
características personales?. ¿Cuántas (en el supuesto de que
haya alguna) nacen con el futuro líder?. ¿Cuáles (si hay
alguna) se desarrollan a edad temprana, o en el colegio o como
parte de una carrera profesional? llegando a lo que llama las
“respuestas tentativas” siguientes: (15)
- Sólo
contados atributos del liderazgo parecen nacer con el futuro
líder: una cierta capacidad mental y personal (Parte del Punto
IV) y quizá el potencial físico necesario para desarrollar el
nivel de energía que precisa el liderazgo (Parte del Punto
VI). También otros atributos proceden de ese potencial
existente al nacer (por ejemplo, cierta habilidad intelectual
no llegaría a desarrollarse sin un mínimo de capacidad
innata). Pese a ello, el viejo proverbio de que “los líderes
nacen, no se hacen”, no parece resultar muy cierto después de
este análisis, dado que la mayoría de los requisitos aparecen
después del nacimiento y no son, necesariamente, una función
de ciertas posibilidades congénitas. - Algunas de las
características del liderazgo se desarrollan, sin duda alguna,
en los primeros años de vida del futuro líder, como gran parte
de los relativos a valores y motivación (Puntos V y VI) al
igual que algunos de los del Punto IV (potencial y
habilidad). - Pocos de dichos atributos parecen haber sido
desarrollados por nuestro sistema educativo. Aparte de
algunas, de alcance limitado, de tipo intelectual, ninguno de
los atributos relacionados anteriormente es desarrollado de
forma significativa en la mayoría de las escuelas actuales,
incluyendo los centros universitarios dedicados a estudios de
posgrado. - Un número sorprendentemente elevado de dichos
atributos se desarrollan en el trabajo, como parte de la
carrera profesional iniciada después de los estudios. Casi
todos los requisitos que figuran en los Puntos I, II y III
relativos a conocimientos, relaciones y antecedentes, encajan
en esta generalización, al igual que los Puntos V (capacidad y
habilidad) y VI (motivación).
Después de analizar el
caso de un joven líder empresarial llega a la conclusión
siguiente:
“..ni la visión, ni la estrategia, ni la
coalición, ni la motivación hubieran sido posibles sin ciertos
conocimientos, relaciones, historial, reputación, capacidad,
motivación y energía que, a su vez, representaban el producto
culminante de la combinación de dotes congénitas, experiencias
infantiles, educación y toda una serie de pasos de gran
importancia a lo largo de toda su carrera profesional..”.
(16)
Políticas y prácticas negativas para el desarrollo
de habilidades de liderazgo en las empresas.
Un
síndrome histórico asociado con un liderazgo inadecuado Kotter
lo ejemplifica con el siguiente comportamiento empresarial, en
su evolución en diferentes épocas:
Primera época: -
La empresa está en una posición sólida. - Existe escasa
intensidad competitiva en sus mercados. - Por ello, la
empresa elabora unas prácticas y una cultura adecuadas para
atraer, desarrollar y retener sólo a unos cuantos líderes
capaces.
Segunda época: - La firma crece y se hace
más compleja. - La intensidad competitiva de sus mercados
empieza a crecer significativamente. - Aumenta, más allá de
las posibilidades de la firma de proporcionarlo, la necesidad
de un fuerte liderazgo en muchos puestos de trabajo. -
Pero, como el rendimiento económico de la empresa no se
deteriora de forma inmediata, se hace poco en relación con el
problema de la falta de liderazgo.
Tercera época: -
En un momento dado, el rendimiento económico decreciente de la
empresa lleva a centrarse cada vez más en los resultados
económicos a corto plazo y en los conflictos de carácter
interno que resultan politizados. - Aumentan las presiones
económicas que se experimentan, a corto plazo, dentro de la
empresa y las presiones producidas por la estrechez de miras
reinante, y comienzan a surgir un número cada vez mayor de
políticas y prácticas que, a la larga, resultan ineficaces.
(Ver comportamientos A, B, y C mas adelante). - Las
políticas y prácticas a que dan lugar dichas fuerzas producen
ejecutivos incapaces de proporcionar a la firma el necesario
liderazgo.
Cuarta época: - Crece el vacío entre el
liderazgo que necesita la empresa y aquel del que
dispone. - Esto, a su vez, lleva a un peor rendimiento
económico, que hace que crezcan las presiones económicas a
corto plazo dentro de la empresa y que se recrudezca la
estrechez de miras dentro de la misma. - Esto, a su vez,
afecta negativamente los esfuerzos que se realizan para
mejorar la calidad de los ejecutivos de la empresa.
A
continuación, un resumen de tres tipos de comportamientos
negativos para el desarrollo de habilidades de liderazgo que
presenta Kotter. En todos los casos se parte de analizar cómo
las presiones a corto plazo y la estrechez de miras de la
empresa determinan la calidad de su población ejecutiva. En
cada comportamiento, lo que se plantea en una pleca conduce a
la situación que se presenta en la próxima.
Comportamiento A. - Los ejecutivos encargados de la
contratación buscan personas que no necesitan mucho
entrenamiento. No dedican ni tiempo ni energías a buscar
personas que puedan, a largo plazo, convertirse en líderes.
- La base laboral de la empresa de la que salen las
personas seleccionadas para los ascensos, es muy débil en
candidatos con posibilidades de llegar a ser líderes: mentes
despiertas, habilidad para las relaciones interpersonales y
alto grado de honradez. - A la dirección, formada
fundamentalmente por personas que proceden de la base laboral
de la firma, le falta gente con algunas de las cualidades
necesarias para actuar como verdaderos líderes.
Comportamiento B. - Los jefes se oponen a que
empleados suyos pasen a otras plazas dentro de la empresa, que
puedan contribuir al desarrollo de sus capacidades de
liderazgo. Los jóvenes, impacientes y sin visión de futuro,
sienten que el camino más rápido hacia la cima es la línea
recta. - Las carreras profesionales tienden a ser
verticales y muy limitadas en cuanto a su amplitud. - La
mayoría de los ejecutivos son personas limitadas, que sólo
conocen a otras personas de la parte de la organización en que
se desarrollaron y cuyas carreras sólo tienen credibilidad
para dichas personas. - La dirección no sabe crear amplios
programas, implícitos en un liderazgo efectivo, y tiene
problemas para obtener colaboración del vasto número de
personas que se necesitan para que el liderazgo sea
efectivo.
Comportamiento C. - La estructura de la
organización es funcional y centralizada, (lo que supone, al
mismo tiempo, una gran eficiencia en cuanto a productividad a
corto plazo y una gran dificultad para cambiar, porque quienes
tienen el poder funcional en sus manos no quieren renunciar al
mismo). Excesiva burocracia, porque dicha estructura
centralizada tiende, con el paso del tiempo, a convertirse en
burocracia. - Las personas con capacidad para convertirse
en ejecutivos y en líderes dedican sus primeros años en la
empresa a trabajos de tipo táctico. No reciben encargos de
amplio contenido que se ocupen de situaciones ambiguas ni de
estrategias a aplicar. Ni se les pide, ni se les permite, que
actúen como líderes. - Los altos ejecutivos se sienten más
cómodos en operaciones y tácticas que cuando elaboran
estrategias. Sus programas tienden a ser a corto plazo y
suelen carecer de visión de futuro.
Las Mejores
Prácticas para el desarrollo de capacidades de liderazgo en
las organizaciones.
El desarrollo de una amplia
investigación que incluyó: encuestas y entrevistas con cientos
de ejecutivos de empresas con resultados exitosos, grupos de
expertos y otras fuentes le permitió a Kotter identificar las
prácticas que resultaron más efectivas para el desarrollo de
las capacidades de liderazgo de sus equipos directivos.
Para la presentación de sus conclusiones, Kotter
separó el análisis de las mejores prácticas en cinco
secciones, que tituló de la siguiente forma:
- Refinado
esfuerzo para conseguir candidatos. - Atractivo ambiente
laboral. - Oportunidades que constituyen un reto
personal. - Identificación temprana de quiénes tienen el
potencial para convertirse en líderes. - Desarrollo
planificado.
A continuación un resumen de las
cuestiones que consideramos de mayor interés.
Refinado
esfuerzo para conseguir candidatos.
Las empresas con
mejores resultados utilizan media docena de prácticas que
difieren de las que aplican otras empresas, entre las que se
encuentran las siguientes:
- Asignar este trabajo a los
ejecutivos de planta. En estas empresas, los profesionales de
recursos humanos colaboran en este proceso, pero no parecen
estar a cargo del mismo como los ejecutivos, que dedican gran
cantidad de tiempo y trabajo personal a la búsqueda de
candidatos que pueden proporcionar un liderazgo de carácter
técnico a la empresa. La explicación de esto es que los
ejecutivos son los que saben cuántas personas y de qué tipo
necesitan para dirigir la empresa en el futuro. - Para
reclutar candidatos, muchas de estas empresas se centran en un
número limitado de universidades que piensan son una buena
fuente de futuro liderazgo y las tratan como si fueran
clientes importantes, para lo cual establecen relaciones con
su profesorado y donan equipos informáticos, entre otras
cosas. - Establecen niveles y exigencias para la
contratación de nuevo personal en todas sus unidades, reúne a
los candidatos con sus ejecutivos, evalúan los resultados del
proceso de selección, entre otras medidas. - Prestan
atención al potencial de liderazgo a la hora de buscar
candidatos. Un ejecutivo entrevistado planteó “Si nos
centramos sólo en las personas instruidas y de talento y no
valoramos su potencial de liderazgo, terminaremos con un
montón de técnicos muy inteligentes pero carentes, en muchos
casos, de sentido común y de la capacidad básica de relación
interpersonal . (17) - Cuando encuentran alguien que les
interesa, “cierran” la contratación de forma segura, lo
invitan a la empresa con su familia, los llaman, etc. -
Evalúan, al menos una vez al año, los resultados de su
esfuerzo de contratación, analizando ofertas realizadas y
aceptadas, los que logró la competencia, los resultados del
trabajo de los reclutados.
Atractivo ambiente laboral.
Las mejores prácticas en esta esfera no son iguales en
distintas empresas. En unos casos, el ambiente atractivo
comprende las posibilidades de desarrollo del reclutado, en
otros, buen trato, ausencia de confrontaciones, ayuda mutua,
ambiente agradable, presencia de valores como honestidad,
honradez, dedicación a la calidad; ausencia de burocracia o
formalismos, valor estético del entorno laboral, circulación
de información sobre plazas vacantes, entre otras
cosas.
Oportunidades que constituyen un reto
personal.
Si el primer trabajo entraña un reto
personal, ello ayuda a atraer a personas capacitadas, así como
oportunidades de ascenso que entrañan un reto, porque la gente
con potencial de líderes prefieren nuevos retos y odian la
rutina. Además, dichos retos desarrollan las capacidades de
liderazgo de la gente.
Para crear estas situaciones se
utilizan diferentes formas. En muchas empresas la clave está
en la descentralización hacia niveles más bajos de muchas
decisiones, creación de pequeñas unidades empresariales de
forma que existan muchos puestos de dirección general,
establecimiento de metas que estimulen el liderazgo,
estructuras más flexibles que demanden enfoques más integrales
y mayor intercambio de gente de diferentes especialidades y
funciones.
Identificación temprana de quiénes tienen
el potencial para convertirse en líderes.
Dotar a las
personas de lo que necesitan para convertirse en líderes a
menudo requiere mucho tiempo. Por eso, las empresas mejores
hacen un trabajo superior para detectar a las personas que
tienen cierto potencial como futuros líderes, identificando lo
que necesitarán para mejorar y desarrollar dicho
potencial.
Para esto, hacen que sus altos ejecutivos se
fijen en los jóvenes y en personas en los niveles bajos de la
empresa, valoren quiénes son los que tienen potencial y cuáles
son sus necesidades de desarrollo. Seguidamente, los
ejecutivos discuten entre sí sus primeras conclusiones de
forma abierta y sincera, tratando de llegar a juicios más
precisos. La clave está en mirar, hablar y pensar, apunta
Kotter.
Entre las técnicas que aplican para este
propósito se encuentran: asignarle proyectos especiales a
jóvenes identificados con determinado potencial, que concluyen
con presentaciones a la alta dirección, los altos ejecutivos
almuerzan con algunos empleados que identificaron, los
ejecutivos se relacionaran directamente con los jóvenes, sin
pasar por las estructuras jerárquicas, incluyen el análisis de
este punto en agendas de sus consejos, entre otras prácticas.
Desarrollo planificado.
Identificados los
potenciales, su desarrollo se incluye en la planificación
formal de la sucesión o del proceso de desarrollo de personas
de gran potencial. Otras veces se hace de modo informal. En
cualquier caso, lo fundamental parece ser una evaluación
inteligente de las oportunidades de desarrollo factibles que
se adaptan a las necesidades de cada candidato.
Entre
las “oportunidades de desarrollo” se incluyen: asignación a
nuevos puestos de trabajo, capacitación formal (dentro o fuera
de la empresa), trabajos en equipo o participación en algún
comité, asesoramiento o apoyo de algún alto ejecutivo,
asistencia a reuniones que exceden sus responsabilidades,
proyectos especiales, trabajos como ayudante ejecutivo, entre
otras.
Enfoques y tendencias en vísperas del Siglo
XXI.
Una década después del trabajo que se comentó
anteriormente, Kotter publicó un libro con el sugestivo título
“Qué hacen los líderes” (18) en el que presenta resultados de
nuevas investigaciones realizadas en los años 90, muchas de
las cuales se habían publicado antes en forma de artículos.
También incluye trabajos inéditos hasta ese momento, así como
nuevos enfoques o informaciones sobre materiales que había
publicado.
Un análisis de una selección de sus
contenidos puede ofrecer una información interesante sobre la
evolución que ha tenido el tratamiento de este tema y algunas
tendencias para los próximos años.
Para explicar el
propósito de este trabajo y la estructura de su contenido
Kotter plantea en su introducción lo siguiente:
El
material recogido aquí versa sobre los desafíos inherentes a
lo que llamamos trabajo directivo y sobre lo que distingue a
las respuestas eficaces para esos desafíos de las que no lo
son. En la primera parte del libro, los artículos están
enfocados explícitamente en el liderazgo y el cambio, el
aspecto de la actividad empresarial que más importancia ha
cobrado en los últimos decenios, creo yo. En la segunda parte,
se muestra que hoy la dirección consiste menos en ejercer el
poder que en manejar la dependencia; que los directivos se ven
obligados a interactuar con otras personas influyentes en una
forma más compleja de lo que cualquier organigrama puede
sugerir; y que de esas observaciones hay que deducir
implicaciones importantes. Las dos partes están conectadas
a través de la noción, mucho más clara para mí ahora que
cuando escribí los artículos, de que cuanto más cambio hay,
más liderazgo se requiere, y esto obliga a los directivos a
actuar dentro de redes interactivas más complejas.
(19)
Aunque plantea que en estos momentos hay menos
confusión acerca de la diferencia entre gestión y liderazgo
que la que existía cuando escribió sobre esto por primera vez
en 1987 señala que el problema sigue siendo "monumental” que
todavía, muchas veces, cuando se habla de liderazgo, queremos
decir gestión.
La importancia de identificar bien de
qué se trata el liderazgo y su diferencia con la gestión tiene
impactos significativos en la actividad de las empresa. Pero
también en los programas de las universidades y centros de
capacitación y consultoría que se dedican al trabajo gerencial
y a la formación y desarrollo de directivos.
Si no se
tiene claro lo que significa el liderazgo, no se pueden
desarrollar las destrezas necesarias y el entrenamiento se
enfoca mal. Además, se promueve a la persona que no debía
serlo, personas con talento no hacen lo que podrían y se
dedican a la gestión, se maneja y gestiona el personal sin
motivarlo a formarse para enfrentar circunstancias difíciles.
En fin, los directivos logran mantener funcionando la empresa,
pero no saben aprovechar nuevas oportunidades o eludir nuevos
riesgos.
Liderazgo y cambio.
La importancia
creciente que tiene el desarrollo de capacidades de liderazgo
en los que ocupan cargos de dirección la fundamenta Kotter,
con más fuerza que en la década anterior, en la velocidad que
han adquirido los cambios que se producen en el entorno de las
organizaciones. El impacto de las nuevas tecnologías de
producción y comercialización, el desarrollo de las
telecomunicaciones y de los medios y técnicas de procesamiento
de la información, el surgimiento del comercio electrónico, la
globalización de los mercados y de los sistemas financieros,
la agudización de la competencia en los mercados, las mayores
exigencias de los clientes, entre otros factores, han creado
un entorno muy diferente.
Todo esto tiene impactos
significativos hacia “adentro de la empresa”: la disminución
del ciclo de vida de los productos demanda cambios frecuentes
en lo que se oferta al mercado. En estas condiciones, la
“producción flexible” y las tecnologías que la garanticen
sustituye al paradigma de las economías de escala. Con mayor
amplitud en las ofertas que puede encontrar en los mercados,
los clientes se hacen más exigentes y, por esto, las formas de
“marketizar” los productos se modifican, tienen que ser mas
individualizadas. Para esto, en los últimos años han surgido
el “business to business”, (B2B), el one to one, entre otros
enfoques.
Sobre el impacto que tiene la celeridad de
los cambios contemporáneos en los enfoques gerenciales, Peter
Drucker alertaba, a mediados de los años 80, planteando que
“los directivos debían aprender a olvidar las cosas que saben
sobre cómo administrar, tan rápido como aprenden las cosas
nuevas que deben aprender”. Hammer y Champy, los creadores de
la reingeniería, fueron más dramáticos cuando en su primer
libro “Reingeniería” pusieron como subtítulo Olvide todo lo
que usted sabe sobre como dirigir una empresa. Casi todo está
errado.
Dejando a un lado el carácter espectacular de
esta expresión y su intencionalidad de “vender” la
reingeniería como “fórmula mágica para los nuevos tiempos”, la
realidad es que los fenómenos que tienen que enfrentar los
directivos de las empresas para subsistir y elevar su
posicionamiento en los mercados ha adquirido un nivel de
complejidad y debe desarrollarse con tanta incertidumbre, que
no tienen precedentes en épocas anteriores.
En estas
condiciones, las capacidades de liderazgo, pasan a un primer
plano en el sistema de habilidades que debe poseer y
desarrollar un directivo. Considerando esto, Kotter titula la
Primera Parte del libro que estamos comentando “Liderazgo y
Cambio”.
Algunas de las experiencias y criterios que
plantea sobre lo que debe caracterizar “una organización del
siglo XXI lista para el cambio” que nos parecen más
interesantes son las siguientes:
- La organización y
sus directivos deben sentirse más presionados y menos
complacientes todo el tiempo, no sólo en el momento de
intentar un cambio. - Dicha organización se cuidaría de
fortalecer el trabajo en equipo para poder crear, tan pronto
como fuera necesario, una coalición con ese propósito. (mas
adelante se precisará el significado de esto). - Tendría
permanentemente visiones apropiadas para todos los niveles,
que actualizaría conforme a las circunstancias y comunicaría
esas ideas amplia y constantemente. - Delegaría
constantemente funciones en sus trabajadores para que pudieran
marchar en nuevas direcciones. Las mejores organizaciones han
venido delegando más y más responsabilidades de dirección en
los niveles inferiores. - También es necesario “limpiar la
casa”, eliminando actividades que pueden hacer mejor otros.
(esta es la base del “outsourcing”, subcontratación, o
terciarización, como se denomina en diferentes trabajos) .
- Las firmas que no logran delegar más, ni suprimir
actividades innecesarias, confrontan un creciente agotamiento
entre sus directivos, los cuales trabajan en semanas de 50
horas, que se estiran a 60 y luego a 70. (20)
Con
estas características, el cambio que hoy requiere cinco años
podría lograrse en uno o dos, lo que ayudaría a la empresa a
mantenerse al día dentro del entorno tan rápidamente cambiante
en el que tiene que competir, concluye Kotter.
La
resistencia al cambio. Razones más comunes. (21)
Para
ilustrar sobre el problema de la resistencia, como reacción
natural ante cualquier cambio, Kotter inicia este artículo con
la conocida expresión de Maquiavelo en El Príncipe:
“No
hay nada más difícil de llevar a cabo, ni cuyo éxito sea más
dudoso ni más peligroso de gestionar, que iniciar un nuevo
orden de cosas, porque el que lo intente tendrá como enemigos
a los que les ha ido bien en el orden anterior y, como tibios
defensores, a los que podría irle mejor en el nuevo
orden...”
Aunque, generalmente, los directivos
experimentados son conscientes de que encontrarán resistencia
ante cualquier cambio que intenten producir, según Kotter,
pocos se toman el tiempo necesario para calcular
sistemáticamente, antes de intentar el cambio, quiénes podrían
resistir la iniciativa del cambio y por qué motivos.
Por esto, antes de proponer sus seis estrategias para
manejar los cambios, se detiene en identificar las cuatro
razones más comunes por las que la gente se resiste al cambio,
con algunos comentarios que se resumen a
continuación.
Estrechez de perspectivas.
Una de
las principales razones por las que se resiste el cambio es
creer que se perderá algo valioso como consecuencia del mismo.
En tales casos, debido a que cada cual se concentra en
defender sus propios intereses y no los de la organización
como un todo, la resistencia se traduce en lo que Kotter
denomina “conducta política”, que se refiere a la búsqueda de
influencias y de poder en otros miembros de la organización de
manera que los intereses individuales del resistente se
“representen” en los intereses comunes de otros.
Aunque
este tipo de conductas se manifiesta a veces en dos o más
campos que pelean públicamente por sus intereses, generalmente
se trata de algo más sutil. En muchos casos se manifiesta en
público. Y, aunque a veces son individuos sinuosos y sin
escrúpulos, más a menudo lo hacen aquellos que ven, en la
pérdida que pueda causarles el cambio, una injusta violación
del contrato que implícita o psicológicamente tienen con la
organización.
Un consultor norteamericano que ha
impartido seminarios en Cuba sobre Gestión del Cambio dice que
la gente, ante un cambio, se hace tres preguntas: “¿cómo me
afecta esto a mi? ¿cómo me afecta esto a mí? y ¿cómo me afecta
esto a mi?”.
Malentendidos y falta de
confianza.
La gente también se resiste al cambio cuando
no comprende lo que éste implica o cree que puede costarle
mucho más de lo que puede ganar. Esto ocurre cuando quien
introduce el cambio no inspira suficiente confianza, no maneja
adecuadamente la información necesaria, o no sabe inspirar la
motivación de la gente hacia el cambio.
Pocas
organizaciones se caracterizan por un buen nivel de confianza
entre subordinados y directivos, destaca Kotter. Por tanto, es
fácil que surjan malentendidos cada vez que se introduce un
cambio. Si los directivos no sacan a la superficie tales
malentendidos y los discuten y aclaran rápidamente,
encontrarán resistencia que puede fácilmente tomarlos por
sorpresa, sobre todo si suponen que la gente se resiste al
cambio únicamente cuando éste no le conviene.
Apreciaciones diferentes.
Otro motivo común de
resistencia al cambio es que los empleados no ven las cosas
como la ven los directivos o los que introducen el cambio, y
piensan que éste representa más costos que beneficios, no sólo
para ellos mismos sino para toda la empresa.
Los
directivos que introducen cambios a menudo presumen de
disponer de toda la información requerida para llevar a cabo
un adecuado análisis de la organización y de que todos los que
se verán afectados por el cambio disponen de la misma
información, cuando ninguna de las dos suposiciones es
correcta. La diferente información de que dispone cada grupo
puede ocasionar diferencias en los respectivos análisis, lo
cual puede generar resistencia.
Si el análisis hecho
por quienes no están introduciendo el cambio es más preciso
que el realizado por los que lo están introduciendo, la
resistencia puede convertirse en una oportunidad. Pero esta
posibilidad no siempre parece las más obvia para los que
dirigen.
Poca tolerancia al cambio.
La gente
también se resiste al cambio porque teme no ser capaz de
desarrollar las nuevas habilidades requeridas por él. Todos
los seres humanos tienen una limitada capacidad de cambio,
reconoce Kotter, y en algunos esa capacidad está más limitada
que en otros. Sin proponérselo, el cambio en la organización
puede pedir que la gente cambie demasiado, y demasiado pronto,
lo que puede generar tensiones fuertes que se expresan en la
resistencia.
Peter Drucker ha planteado que lo que más
obstaculiza el crecimiento de las organizaciones es la
inhabilidad de los directivos para cambiar de actitud y de
conducta con la rapidez que la organización requiere. Incluso
cuando son intelectualmente capaces de aceptar la necesidad de
cambiar su manera de actuar, resultan emocionalmente incapaces
de hacer la transición. Esta limitada tolerancia al cambio
explica por qué la gente se resiste a él, incluso cuando
entienden que es necesario.
En otros casos, algunos se
resisten al cambio por tratar de quedar bien ante los demás.
Piensan que aceptar el cambio equivale a reconocer que
previamente estaban equivocados. O pueden resistirse por
presión de sus compañeros, o a causa de alguna actitud de sus
superiores. De hecho, probablemente existen una infinidad de
razones, para resistirse al cambio, concluye Kotter.
¿Por qué discrepa la gente?.
Para analizar
factores que limitan la creatividad, es decir un marco
diferente al que analiza Kotter, Edward de Bono, reconocido
especialista creador de la teoría del Pensamiento Lateral,
plantea cuatro razones por las cuales considera que la gente
discrepa- que en definitiva es una forma de expresar la
resistencia- algunas de las cuales coinciden con lo que
plantea Kotter. A continuación, las razones que plantea De
Bono sobre ¿por qué discrepa la gente?. (22)
Porque ve
las cosas de forma diferente.
La “primera ley de De
Bono” plantea que “Todos tienen siempre razón, pero nadie
tiene la razón siempre”. Esto significa que, según su propia
perspectiva, una persona puede tener razón, pero según una
perspectiva más amplia no es así siempre y, según una
perspectiva absoluta, nunca sucede así.
Entre las
razones por las cuales las personas ven las cosas desde
diferentes prismas De Bono señala: el estado de ánimo – el
optimista, considera que el vaso está medio lleno; el
pesimista, que está medio vacío-; el contexto, que no es el
mismo para el que es “sujeto” del cambio, que para el que se
siente “objeto”; puntos de vista limitados, significa
simplemente que mucha gente no puede ver más allá de cierta
distancia; niveles de información, que no son iguales en los
diferentes estratos de la organización; la experiencia, que
puede permitir “anticipar” algunos resultados de situaciones
anteriores.
Porque quieren cosas
diferentes.
Puede surgir un conflicto, o la resistencia
a algo, porque la gente ve las cosas de forma diferente,
porque quiere cosas diferentes, o una combinación de ambas,
plantea De Bono.
La gente tiene valores y objetivos
diferentes y quiere tener opciones distintas. La mejor forma
para abordar estas realidades, que son potenciales generadoras
de conflictos y de resistencia, puede ser el establecimiento
previo de una visión, de objetivos y de un sistema de valores
que sean compartidos por todos y que, a partir de esto, puedan
constituir el “termómetro” porque el todos puedan medir el
valor y utilidad de los cambios.
Porque su estilo de
pensamiento le estimula a ello.
Existen diferentes
estilos de pensamiento, según De Bono y lo que demuestran
muchas investigaciones. Un tipo determinado de pensamiento
puede ser muy eficaz para ciertos objetivos y nada práctico
para otros. Algunos le conceden determinado valor a ciertos
detalles, otros son mas generalistas o integrales.
Esto
requiere que, para el manejo de un conflicto, en el análisis
de De Bono; o en la introducción de un cambio, en el de
Kotter; los directivos deben tener en cuenta que la manera en
que analizan y valoran las cosas las personas no son
necesariamente iguales. En unos casos, tendrán que enfatizar
conceptos y procesos; en otros, en resultados previsibles; en
otros, en factores emocionales o de relaciones.
Porque
supone que debe estarlo.
En un conflicto, generalmente
pensamos que el culpable es “el otro”. Cualquier propuesta que
venga de “allá” se recibirá con reticencia. En un cambio pasa
algo parecido, generalmente, la iniciativa, orientación, o
directivas no se han generado en los niveles que pudieran ser
afectados, o implicados, en el cambio.
Ante sugerencias
que no se generan en la persona que las recibe, la reacción
inicial es rechazarla, o al menos no aceptarla, hasta que
tengamos determinado convencimiento de que no nos afectará. Un
especialista, ante discrepancias que pueden surgir en
cualquier negociación, o en un simple proceso de intercambio
plantea “no es que estén en contra tuya, sino que están a
favor de ellos”.
La discrepancia y la resistencia, en
última instancia, constituyen formas de protegerse ante lo
desconocido o ante algo que no ha sido concebido o generado
por nosotros.
Cómo gestionar la
resistencia.
Después de analizar las razones por las
cuales puede presentarse la resistencia al cambio, Kotter y
Shlesinger proponen seis estrategias para manejarla. En cada
caso, plantean en qué consiste, cuándo puede resultar mas
efectivo utilizarla, así como sus ventajas y desventajas. A
continuación, un resumen de su propuesta.
Formar y
comunicar.
Una de las maneras más comunes de vencer la
resistencia al cambio es la de impartir previamente una
formación acerca del mismo. La transmisión de ideas ayuda a la
gente a comprender la necesidad y la lógica del cambio. El
proceso formativo puede darse a través de conversaciones
individuales, presentaciones en grupo o informes.
Puede
ser la estrategia adecuada cuando la resistencia se basa en
una inadecuada información o análisis incorrecto,
especialmente si los que introducen el cambio necesitan que
quienes se resisten les ayuden a ponerlo en práctica.
Esto requiere una buena relación entre los
introductores del cambio y los que se resisten. También
requiere tiempo y esfuerzo, sobre todo cuando está involucrada
mucha gente.
Participar e involucrar.
Si los
que introducen el cambio involucran a quienes podrían
resistirse en algunos aspectos del diseño e implementación del
mismo, podrían evitar que se resistan. En un esfuerzo de este
tipo, los introductores del cambio deben estar dispuestos a
escuchar a los involucrados y aprovechar sus
consejos.
Involucrar a los demás tiene sentido cuando
quienes introducen el cambio creen que no disponen de toda la
información requerida para diseñarlo y ponerlo en práctica, o
cuando necesitan el compromiso sincero de los demás para
llevarlo a cabo. Según investigaciones que refiere Kotter, la
participación genera compromiso, no simplemente
aceptación.
Esta estrategia tienes sus desventajas. No
sólo puede producir una solución inadecuada, sino que puede
ser muy frustrante en algunas ocasiones. Además, cuando el
cambio es urgente, puede precisar mucho tiempo para involucrar
a otros.
Facilitar y apoyar.
Se puede facilitar
o apoyar, formando a la gente para nuevos oficios, dándole
tiempo libre después de un período difícil, o meramente
escuchándola y apoyándola emocionalmente. En algunos casos, se
sitúan consejeros, se libera a la gente para recibir cursos
externos, entre otros estímulos.
Puede ser de utilidad
cuando los motivos principales de la resistencia son el temor
y la ansiedad. Según Kotter, los directivos experimentados
frecuentemente pasan por alto o ignoran este tipo de
resistencia, lo mismo que la eficacia que tienen la
facilitación y apoyo.
Su desventaja es que puede
fracasar, a pesar de ser dispendiosa y cara. Si no se dispone
de tiempo, dinero, y paciencia, utilizar estos métodos no es
muy práctico.
Negociar y acordar.
Consiste en
ofrecer estímulos de diferente tipo a los que resisten
activamente y a los que podrían resistirse, proponerles un
“intercambio” de beneficios a cambio de su apoyo.
Negociar es apropiado especialmente cuando es evidente
que alguien va a perder algo a consecuencia del cambio y tiene
suficiente poder para resistirlo. Los acuerdos negociados
pueden ser una manera relativamente fácil de evitar una gran
resistencia pero, como sucede con otros procesos, pueden
resultar caros.
Manipulación.
En algunas
situaciones, los directivos utilizan el recurso de intentar
disimuladamente influir sobre los demás. La manipulación puede
involucrar el uso selectivo de información y la deliberada
estructuración de ciertos hechos.
Una de las formas más
comunes de manipulación es la cooptación, que se produce
cuando a un individuo se le otorga un papel importante en el
diseño o puesta en práctica del cambio. En el caso de un
grupo, dando a uno de sus líderes, o alguien que el grupo
respete, un papel clave en el diseño o implementación del
cambio. Esta no es una forma de participación, porque quienes
están introduciendo el cambio no quieren consejos, sino
simplemente su respaldo.
En ciertas circunstancias,
puede ser una manera relativamente barata y fácil de ganar el
apoyo de un individuo o de un grupo (más barata, por ejemplo,
que la negociación y más rápida que la participación).
No obstante, tiene sus desventajas. Si la gente siente
que la están engañando para que no oponga resistencia, o que
no la están tratando equitativamente, o que le están
mintiendo, puede reaccionar negativamente. Además, puede
ocasionar otro tipo de problemas, si los cooptados se las
arreglan para influir en el diseño y puesta en práctica de
cambios que no coinciden con los mejores intereses de la
organización.
Coacción explícita o
implícita.
Cuando los introductores del cambio obligan
a la gente a aceptarlos mediante amenazas implícitas o
explícitas. (pérdida de empleo o ascensos, traslados, etc.).
Como sucede con la manipulación, la coacción tiene sus riesgos
porque es inevitable que la gente se resienta cuando la
obligan a aceptar el cambio.
Pero, cuando es
indispensable actuar con rapidez y cuando los cambios no gozan
del visto bueno general, puede ser la única opción que les
quede a los directivos, reconoce Kotter.
Elección de
la estrategia y algunas sugerencias.
Para tener éxito
al hacer cambios en las organizaciones es preciso aplicar con
habilidad varios de estos enfoques, a menudo en muy diferentes
combinaciones. En cualquier caso, los directivos deben:
primero, percibir con claridad cuáles son sus fortalezas y
debilidades; segundo, analizar la situación con
realismo.
Dos errores que cometen los directivos, según
las experiencias de Kotter y Shlesinger, son: utilizar sólo un
enfoque o conjunto limitado de ellos sea cual sea la situación
o; intentar el cambio en una forma incoherente, que no tiene
nada que ver con una estrategia claramente definida.
Entre los factores circunstanciales que deben tener en
cuenta los directivos al manejar procesos de cambio Kotter
cita los siguientes:
- La cantidad y clase de
resistencia que se anticipa. - La posición del que
introduce el cambio respecto de la de los que oponen
resistencia. - La persona que tiene la información
pertinente para diseñar el cambio y la energía para ponerlo en
práctica. - Lo que está en juego. Cuando mayor sea el
potencial de riesgos a corto plazo para la eficacia y
supervivencia de la organización si no se cambia la situación,
hay que utilizar estrategias que aceleren la introducción del
cambio.
Finalmente Kotter plantea, a manera de
sugerencias, que la posibilidad de que un cambio en la
organización tenga éxito aumentará si el directivo:
-
Hace previamente un análisis de la organización para
identificar la situación, los problemas existentes y las
fuerzas que posiblemente los estén causando debiendo precisar:
la gravedad de los mismos, la rapidez con que deben ser
resueltos y el tipo de cambios que, en términos generales, se
requieren. - Hace un análisis de los factores
indispensables para producir el cambio deseado, precisando
cuestiones como: quiénes podrían resistirse al cambio, por qué
razones y cuánto, quién posee la información necesaria para
poder diseñar el cambio, cuya cooperación es esencial para
ponerlo en práctica, y cuál es la posición de quien introduce
el cambio respecto a otros, en cuanto a poder, confianza,
modos normales de interacción, etc. - Elige una estrategia
de cambio, basada en estos análisis, que especifica la rapidez
del cambio, cuánta preparación previa se necesita y hasta qué
punto se va a involucrar a otros, una estrategia que
selecciona tácticas específicas para utilizar con diversos
individuos y grupos. - Verifica la puesta en marcha del
proceso. No importa cómo se escojan la estrategia y las
tácticas de cambio, siempre ocurre algo inesperado durante la
implementación del mismo. Sólo si se inspecciona
cuidadosamente el proceso se puede identificar a tiempo lo
imprevisto y reaccionar frente a ello con
inteligencia.
La habilidad en la gestión de las
relaciones interpersonales es, por supuesto, la clave para
servirse de este análisis. Pero, ni siquiera la más
sobresaliente habilidad en las relaciones con los demás puede
compensar el perjuicio de no saber elegir la estrategia y las
tácticas. Y, en un mundo empresarial cada vez más dinámico,
las consecuencias de no elegir bien serán más graves, concluye
Kotter.
La verdadera labor de un líder. (23)
En su libro más reciente, Kotter retoma el análisis de
la diferencia entre gestión y liderazgo, que ya había tratado
en su trabajo anterior que comentamos. A continuación, una
selección de los aspectos que nos han parecido de más interés.
Una precisión inicial que plantea:
“El
liderazgo es diferente de la dirección, pero no por las
razones que generalmente se suponen. El liderazgo no es ni
místico ni misterioso. No tiene nada que ver con tener
“carisma” u otras exóticas cualidades personales. No es un
privilegio de unos pocos escogidos. Ni es necesariamente mejor
que la dirección, o un sustituto de ella. Más bien, el
liderazgo y la dirección son dos sistemas de actuación
distintos y complementarios. Cada uno cumple una función
distinta y realiza unas actividades peculiares. Ambos son
necesarios para tener éxito en un ambiente empresarial cada
vez más complejo y volátil... Casi todas las empresas están
hoy sobredirigidas y sublideradas...”. (24)
A
continuación, un resumen de las actividades principales que
caracterizan el liderazgo, a diferencia de la gestión, según
Kotter.
Señalar un rumbo frente a planificar y
presupuestar.
Dado que la función principal del
liderazgo es la de producir cambio, señalar el rumbo de ese
cambio es fundamental para liderar.
Establecer el rumbo
no es lo mismo que planificar, o incluso que planificar a
largo plazo, aunque frecuentemente la gente los confunda. La
planificación es un proceso de gestión, deductivo por
naturaleza, destinado a producir resultados en un orden
determinado, no cambio. Señalar un rumbo es algo más
inductivo. Los líderes reúnen una amplia serie de datos y
buscan en ellos modelos, vínculos y eslabones que puedan
explicar las cosas. Sus resultados no se traducen en planes
sino en visión y estrategias, que describen lo que un negocio,
una tecnología o una cultura corporativa deberían llegar a ser
a largo plazo, articulando una manera factible de alcanzar esa
meta.
Concebir un rumbo empresarial no es magia. Es un
proceso arduo, agotador a veces, de reunir y analizar
información. Quienes articulan tales visiones no son magos
sino estrategas bien documentados, que están dispuestos a
correr riesgos.
Visiones y estrategias no tienen que
ser brillantemente novedosas, de hecho, las mejores no lo son.
Las más eficaces visiones de negocios parecen cosas comunes y
corrientes, lo decisivo no es su originalidad, sino qué tanto
sirven a los intereses de los integrantes importantes de la
empresa –clientes, accionistas, empleados- y qué tan
fácilmente puede traducirse en una estrategia
competitiva.
Uno de los errores más comunes que se
cometen en empresas superdirigidas y sublideradas es adoptar
“la planificación a largo plazo” como una panacea que remedie
su falta de rumbo y su incapacidad de adaptarse a un ambiente
empresarial cada vez más competitivo y dinámico. Tal enfoque
implica una mala interpretación de lo que constituye señalar
un rumbo y, por tanto, no puede funcionar
jamás.
Planificar a largo plazo consume siempre mucho
tiempo. Cada vez que ocurre algo inesperado hay que rehacer
los planes. En un ambiente de negocios dinámico, lo inesperado
es frecuentemente lo normal, y planificar a largo plazo puede
convertirse en una actividad extraordinariamente
costosa.
Cuando no hay una visión ni una estrategia que
encarrilen o guíen el proceso de planificación, toda
eventualidad exige un plan. La planificación es útil cuando no
sustituye el señalamiento de rumbo sino que lo complementa. Un
adecuado proceso de planificación sirve precisamente para
darle realismo a la fijación del rumbo. De igual forma, un
adecuado proceso de fijación del rumbo suministra un foco para
que la planificación sea realista.
Alinear gente frente
a organizar y nombrar personal.
Cuando los directivos
“organizan”, lo hacen para establecer sistemas para poner en
práctica un plan tan precisa y eficazmente como sea posible.
Esto requiere tomar una serie de decisiones complejas como:
decidir cuál ha de ser la estructura, cómo se relacionarán y
reportarán entre sí los diferentes cargos, colocar en estos a
individuos idóneos para desempeñarlos, formar a los que
necesitan, comunicarles a todos los planes de los directivos y
decidir cuánta autoridad ha de delegarse en cada cuál. También
hace falta crear incentivos económicos para obtener lo
planeado, y establecer sistemas para verificar y
controlar.
Alinear gente es diferente. Es más un
desafío comunicativo, que un problema de diseño. Primero,
implica, siempre, hablar con muchos más individuos que
organizar, no sólo subordinados de un directivo, sino también
a jefes, compañeros, personal de otras partes de la
organización, lo mismo que a proveedores, funcionarios del
gobierno, o incluso clientes. Todo el que pueda ayudar a
implementar la visión y las estrategias o que pueda oponerse a
ello, está incluido.
Tratar de lograr que la gente
entienda la visión de un futuro diferente es también un
desafío comunicativo, totalmente distinto de lo que significa
organizarla para llevar a cabo un plan. Otro reto es lograr
credibilidad, conseguir que la gente crea en el mensaje, en lo
que influye la trayectoria de quien emite el mensaje, su
reputación como persona íntegra en quien se puede confiar, el
contenido mismo del mensaje, y la consecuencia entre palabras
y hechos.
Finalmente, alinear a la gente conlleva una
delegación de poder, que raramente se da cuando solamente se
la organiza. Una de las razones por las cuales es tan difícil
para las organizaciones ajustarse a los cambios de mercados o
de tecnología es que muchos de sus empleados se sienten
relativamente impotentes. Los han “enseñado” a cumplir tareas
y directivas y, cuando perciben cambios externos de alguna
importancia y actúan en consecuencia, se exponen a reprimendas
por parte de algún superior.
Motivar a la gente contra
controlar y decidir problemas.
Conforme a la lógica de
la gestión, los mecanismos de control comparan el rendimiento
con el plan y actúan al detectarse una desviación. Todo el
propósito de los sistemas y estructuras es el de ayudar a la
gente normal, que actúa de forma normal, a llevar a cabo con
éxito trabajos de rutina, día tras día. No es emocionante, ni
atractivo, pero ésa es la gestión.
El liderazgo es
diferente. Alcanzar grandes visiones siempre requiere una
explosión ocasional de energía. La motivación y la inspiración
impulsan a la gente, no por directivas, sino satisfaciendo esa
necesidad humana de alcanzar objetivos, una sensación de
pertenencia, reconocimiento, auto-estima, de controlar la
propia vida y de poder vivirla conforme a sus propios
ideales.
Los buenos líderes estimulan a la gente de
diversas maneras. Primera, siempre articulan la visión de la
organización de manera que destaca los valores de la audiencia
a la que se dirigen, le conceden importancia al trabajo de las
personas. También hacen que su gente ayude a decir cómo
alcanzar la visión de la organización (o de la parte que sea
más importante para cada individuo). Esto le da a la gente una
sensación de control.
Otra importante técnica de
motivación es apoyar los esfuerzos del empleado por alcanzar
la visión, mediante entrenamiento, retroalimentación y la
encarnación de modelos, ayudándolo así a desarrollarse
profesionalmente y a mejorar su autoestima. Finalmente, los
buenos líderes reconocen y recompensan el éxito, lo que no
sólo produce en las personas una sensación de triunfo, sino
que las hace sentirse miembros de una organización que las
aprecia.
Cuando más necesario resulte el cambio mas
deben los líderes estimular a otros a que también actúen como
líderes. Con esto, el liderazgo tiende a reproducirse a través
de toda la organización, y mucha gente actúa como líder a lo
largo de la jerarquía. Esto resulta muy valioso, porque en
cualquier negocio complejo la gestión del cambio requiere la
iniciativa de muchas personas.
Cómo crear una cultura
de liderazgo.
A pesar de la creciente importancia del
liderazgo para tener éxito en los negocios, parece que la
rutina laboral cotidiana debilita en la mayoría de la gente el
desarrollo de los atributos necesarios para el liderazgo. No
obstante, algunas empresas demuestran su habilidad para
desarrollar individuos hasta convertirlos en
líderes-directivos. Contratar a personas con potencial de
líderes es sólo el primer paso. Igualmente importante es
gestionar sus perfiles profesionales. Los que demuestran
eficacia como grandes líderes frecuentemente han tenido
experiencias profesionales comunes.
Tal vez la
experiencia más típica e importante sea la de haber afrontado
un reto significativo al comienzo de su carrera. Casi siempre
tuvieron la oportunidad de dirigir, de correr un riesgo y de
aprender, tanto de los triunfos como de los fracasos. Ese
aprendizaje parece indispensable para que el líder adquiera
una serie de habilidades y perspectivas, y para que aprenda
algo respecto a la dificultad del liderazgo y de su potencial
para producir cambios.
Más tarde les ocurre algo
igualmente importante, que tiene que ver con la ampliación de
sus perspectivas. Entre otras cosas, transferencias a otras
posiciones del mismo nivel, tempranas promociones a cargos de
mayor alcance. A veces ayudan otros factores, como que les
hayan asignado ciertas tareas en equipos de trabajo o el haber
hecho una larga carrera en diferentes cargos de dirección.
Sea lo que fuere, el amplio conocimiento obtenido
parece ayudar en todos los aspectos del liderazgo, al igual
que las relaciones adquiridas tanto dentro como fuera de la
empresa. Cuando suficientes personas logran oportunidades como
esta, se establecen unas relaciones que sirven también para
crear sólidas redes informales en las que encuentran apoyo las
iniciativas de liderazgo múltiple.
En las empresas que,
en materia de formación de lideres, hacen un trabajo mejor que
el promedio, se pone énfasis en la creación de oportunidades
que constituyan retos para los empleados relativamente
jóvenes. Para estimular a los directivos a participar en estas
actividades las empresas bien lideradas procuran darles el
reconocimiento que merecen y compensar como es debido a
quienes obtienen buenos resultados formando líderes.
Tales estrategias ayudan a engendrar una cultura
corporativa en la que la gente valore la importancia y
necesidad del liderazgo y se esfuerce por crearlo. El supremo
acto de un líder es institucionalizar una cultura centrada en
el liderazgo, concluye.
Liderar el cambio. Por qué
fracasan los intentos de transformación. (25)
Kotter
plantea que, en el decenio pasado, ha visto cómo mas de cien
empresas han procurado rehacerse a sí mismas para poder
competir mejor. Todos esos intentos se llevaron a cabo bajo
diferentes nombres: gestión de la calidad total, reingeniería,
reducción del tamaño (resizing), reestructuración
(redisening), cambio cultural, entre otros. Casi todos
tuvieron el mismo objetivo básico: introducir cambios
fundamentales en la forma de manejar el negocio, para poder
hacerle frente a un nuevo y más desafiante entorno
competitivo.
Algunos de estos intentos han tenido mucho
éxito mientras otros han sido fracasos totales. De todos
ellos, apunta Kotter, pueden deducirse interesantes lecciones
que pueden ser útiles a muchas otras organizaciones.
La principal lección que se desprende de los casos más
exitosos es que todo proceso de cambio pasa por una serie de
fases que, en su conjunto, requieren mucho tiempo. Saltarse
los pasos sólo crea una ilusión de rapidez y nunca da
resultados satisfactorios. Una segunda lección es que los
errores que se cometan en cualquiera de las fases pueden tener
efectos desastrosos, aminorar el ímpetu y anular avances
logrados duramente.
En sus investigaciones, Kotter
identificó los ocho errores principales que se comenten al
enfrentar un proceso de cambio organizacional, que caracteriza
de la siguiente forma:
Error No. 1- No despertar una
suficiente sensación de urgencia.
Casi todos los
esfuerzos de cambio que tienen éxito comienzan cuando algunos
individuos o grupos empiezan a considerar seriamente la
situación de la empresa dentro de la competencia, su posición
en el mercado, rendimiento financiero y tendencias
tecnológicas. Concentran su atención en la eventual pérdida de
ingresos, disminución de los márgenes de ganancia, o en
mercados emergentes que todos parecen ignorar.
Luego,
buscan la manera de transmitir esta información de forma
amplia y dramática, especialmente con respecto a las crisis, y
las oportunidades o amenazas que pueden presentarse. Este
primer paso es esencial, porque la mera puesta en marcha de un
programa de transformación requiere la cooperación de muchos
individuos. Si no se la motiva, la gente no ayuda y el
esfuerzo no conduce a ninguna parte.
Más del 50% de
las empresas que analizó fallaron en esta primera fase.
¿Cuáles son los motivos de tal fracaso?. A veces, los
directivos subestiman lo difícil que resulta sacar a los demás
de donde se sienten cómodos. Otras veces, creen que lograron
transmitir una suficiente sensación de urgencia. Otras, no
tienen la suficiente paciencia: “Basta de preparativos,
avancemos ya”, En otros casos, los paraliza la posibilidad de
fracasar. Les preocupa que los empleados más antiguos se
pongan a la defensiva, que decaiga la motivación, que se
pierda el control, que a corto plazo se arriesguen negocios,
que caigan las acciones y que los acusen de desencadenar una
crisis.
Según Kotter, la paralización de los altos
directivos es, frecuentemente, la consecuencia de tener
demasiados directivos y no suficientes líderes. La obligación
de los directivos es minimizar los riesgos y mantener
funcionando el sistema. El cambio, por definición, requiere
crear un sistema nuevo, lo que demanda
liderazgo.
Cuando el porcentaje de urgencia no se
incrementa lo necesario el proceso de transformación puede
fracasar y arriesgarse el futuro de la organización a largo
plazo. ¿Cuándo es suficientemente alto el porcentaje de
urgencia?, según Kotter, cuando más o menos el 75% de los
directivos de la empresa está convencido sinceramente de que
es inadmisible seguir como van. Con un porcentaje menor, el
proceso seguramente presentará serios problemas más tarde.
(26)
Error No. 2- No crear una coalición conductora
suficientemente fuerte.
Es frecuente que los grandes
programas de renovación los inicien solamente una o dos
personas. En los casos que han tenido éxito, la coalición que
lidera el cambio crece a lo largo del tiempo. Se dice que un
gran cambio es imposible a menos que la cabeza de la
organización lo apoye activamente.
Pero, los cambios
requieren mucho mas que eso, además del jefe principal es
necesario que participen varios miembros de la dirección. En
la experiencia de Kotter, este grupo jamás incluye a todos los
ejecutivos más altos de la empresa porque algunas personas
simplemente no creen en el cambio, por lo menos al principio.
Como la coalición conductora incluye miembros que no forman
parte de la alta dirección, tiende, por definición, a operar
por fuera de la jerarquía.
Algo sumamente útil cuando
se trata de organizar una coalición conductora es que los
altos mandos experimenten una sensación de urgencia, pero
generalmente hace falta algo más. Alguien debe reunir a esas
personas, ayudarles a formarse una idea común de los problemas
y oportunidades de la empresa, y a que se dé un nivel mínimo
de confianza y comunicación. Una de las maneras más comunes de
hacerlo es concentrarlas, durante dos o tres días, fuera de
las instalaciones de la empresa.
Las empresas que
fracasan en esta segunda fase generalmente subestiman las
dificultades de producir el cambio y de ahí la importancia de
una colación conductora poderosa. Algunas veces no han tenido
suficiente experiencia de trabajo en equipo, otras veces
suponen que el equipo puede ser liderado por un empleado del
área de recursos humanos, de calidad, de planificación, en
lugar de confiar esta tarea a un ejecutivo clave de la cadena
de mando.
Cuando no se dispone de una coalición
conductora suficientemente fuerte, el esfuerzo de cambio puede
progresar por un tiempo. Pero, tarde o temprano, quienes
oponen resistencia se unen y detienen el cambio.
Error
No. 3- Carecer de una visión.
En todo esfuerzo de
transformación exitosa, la coalición conductora desarrolla una
imagen del futuro relativamente fácil de comunicar y
suficientemente atractiva para clientes, accionistas y
empleados. Una visión va siempre más allá de las cifras
típicas de los planes quinquenales, es algo que sirve para
tener una idea clara de la dirección en que debe moverse la
organización.
Sin una visión sensata, un esfuerzo de
transformación puede diluirse fácilmente en una lista de
proyectos confusos e incompatibles, que pueden llevar a la
organización por una ruta equivocada, a ninguna
parte.
En transformaciones fallidas, se encuentran
frecuentemente muchos planes, muchas directivas y muchos
programas, pero nada de visión. Otras veces esta formulada de
forma confusa o complicada que resulta difícil que la gente la
entienda y la asuma. Kotter propone una fórmula práctica “si
usted no puede transmitir la visión a otra persona, en cinco
minutos o menos, y obtener una reacción que signifique al
mismo tiempo comprensión e interés, usted no ha concluido esta
fase del esfuerzo transformador”.
Error No. 4- No
transmitir la visión ni siquiera superficialmente.
Kotter comenta tres esquemas de comunicación que ha
conocido. En el primero, un grupo de personas acierta a
formular una visión bastante buena de transformación y luego
procede a transmitirla, pero lo hace en una sola reunión o
mediante una sola comunicación. En el segundo, el jefe emplea
una enorme cantidad de tiempo arengando a grupos de empleados,
pero casi nadie capta el mensaje pues la visión captura un
porcentaje ínfimo del volumen anual de comunicación. En el
tercer esquema, se dedica mucho más esfuerzo a boletines y
discursos, pero algunos de los altos ejecutivos contradicen la
visión por la forma como siguen comportándose.
El
cambio es imposible a menos que muchas personas de la
organización estén dispuestas a ayudar a producirlo. Pero
ningún empleado estará dispuesto a sacrificarse, a menos que
crea en la posibilidad de un cambio útil. Sin una gran
cantidad de comunicaciones que inspiren confianza, el corazón
y la mente de las tropas no se capturan jamás, plantea Kotter.
Los ejecutivos que saben comunicar incorporan mensajes
en sus actividades cotidianas. Por ejemplo, aprovechan una
discusión rutinaria sobre un problema empresarial cualquiera
para preguntar si la solución que se propone encaja (o no) en
la visión de conjunto. En una evaluación regular de eficacia,
analizan la forma en que la conducta de los empleados
contribuye a la consolidación de la visión o a su deterioro.
En un análisis trimestral, hablan no sólo de cifras sino de la
forma en que los ejecutivos están contribuyendo a la
transformación.
En los esfuerzos más exitosos de
transformación, los ejecutivos emplean todos los canales de
comunicación existentes, para transmitir ampliamente la
visión. Convierten los aburridos boletines internos de la
empresa, que generalmente nadie lee, en vehículos para
describir vívidamente la visión. Transforman los rituales
consejos de dirección trimestrales en excitantes debates sobre
la renovación. Abandonan muchos de los cursos de formación en
dirección y los reemplazan con otros, enfocados en los
problemas reales de sus negocios. Mas importante todavía,
aprenden a “predicar con el ejemplo”, tratando de convertirse
en un símbolo viviente de la nueva cultura empresarial.
Error No. 5- No quitarle obstáculos a la nueva
visión.
Para poder hacer cambios hay que remover
obstáculos. Muy frecuentemente, un empleado capta muy bien la
nueva visión y quiere ayudar a realizarla. Pero un elefante
parece estar bloqueando el camino, apunta Kotter. A veces, el
elefante sólo está dentro de la cabeza de la persona, y el
problema es convencerla de que no existe tal obstáculo
externo. Pero en la mayoría de los casos, los factores que
bloquean son muy reales.
A veces el obstáculo está en
la estructura de la organización, en las categorías laborales,
en los sistemas de compensación o de evaluación del
rendimiento. Pero tal vez lo peor de todo son los jefes que
rehusan cambiar y hacen exigencias que no concuerdan con el
esfuerzo conjunto; unas veces, porque aunque declaran su
aprobación no están convencidos de la necesidad del cambio;
otras veces, porque se sienten amenazados por el
mismo.
Error 6- No planificar ni producir avances
intermedios de forma sistemática.
El cambio de verdad
requiere tiempo, y el esfuerzo de renovación corre el riesgo
de perder ímpetu si no existen metas a corto plazo cuyo
alcance pueda celebrarse. La mayoría de la gente dejará de
incorporarse a la larga marcha si no ve suficientes evidencias
dentro de los primeros doce o veinticuatro meses, plantea
Kotter. Sin avances positivos intermedios, mucha gente desiste
o se pasa a las filas de los que han venido resistiéndose al
cambio.
A uno o dos años de estar adelantando un
proceso exitoso de transformación se puede ver la mejora en
ciertos índices. Se ve cómo se introducen nuevos productos o
se incrementa la participación en el mercado, se nota aumento
en la productividad, o un mejor índice de satisfacción entre
los clientes.
Obtener determinados logros a corto
plazo es distinto de esperarlos. Lo último es algo pasivo, lo
primero es activo. En una transformación exitosa, los
directivos tratan de encontrar la forma de mejorar el
rendimiento, establecer objetivos en el sistema de
planificación anual, lograr esos objetivos y recompensar a la
gente involucrada en su consecución, con reconocimientos,
promociones, y otros medios.
Error 7- Cantar victoria
antes de tiempo.
Después de algún tiempo de iniciado el
proceso de cambio los directivos pueden sentirse tentados a
cantar victoria. Aunque esté bien celebrar un triunfo,
declarar ganada la guerra puede ser catastrófico. Hasta que
los cambios no penetren profundamente en la cultura de la
organización, lo cual es un proceso que puede durar entre
cinco y diez años, según Kotter, todo enfoque nuevo sigue
siendo frágil y sujeto a retroceso.
En su entusiasmo al
advertir una clara señal de progreso, los introductores del
cambio se apoltronan. Entonces, se les unen los que oponen
resistencia, motivados a detectar cualquier oportunidad de
detener el cambio. Pasada la celebración, éstos proclaman la
victoria como señal de que ya se ha ganado la guerra y que se
pueden licenciar las tropas. Estas, cansadas por el esfuerzo,
se dejan convencer.
En lugar de cantar victoria, los
líderes eficaces aprovechan la credibilidad provista por los
triunfos intermedios para abordar problemas todavía más
grandes. Encaran sistemas y estructuras incoherentes con la
visión transformadora, que no habían cuestionados antes.
Prestan más atención a los ascensos, nombramientos y, en
general, al desarrollo del personal. Acometen nuevos proyectos
de reingeniería de más envergadura que los
iniciales.
Error No. 8- No anclar los cambios en la
cultura empresarial.
Puede decirse que el cambio es
permanente cuando llega a ser “la manera como aquí hacemos las
cosas”. Mientras los nuevos tipos de conducta no se traduzcan
en normas sociales y valores compartidos, son susceptibles de
degradación tan pronto como desaparece la presión de cambiar.
Al institucionalizar el cambio en la cultura
empresarial deben tenerse en cuenta dos factores especialmente
importantes. El primero es tratar de mostrar a la gente la
forma en que los nuevos enfoques, conductas y actitudes han
ayudado a mejorar el rendimiento. La gente no acierta siempre
a establecer relaciones entre una cosa y otra. Para esto es
importante comunicar, por las diferentes vías posibles, cómo
los cambios han propiciado el aumento de los
beneficios.
El segundo factor es darse el tiempo
suficiente para estar seguros de que la generación de altos
directivos que sigue a la actual personifique el nuevo
enfoque. Un mal reemplazo en el nivel superior puede arruinar
el arduo trabajo de varios años.
Ocho pasos para
transformar la organización. (27)
Consecuente con los
principales errores identificados, y del análisis de
experiencias exitosas de cambio Kotter propone los siguientes
pasos para conducir cambios organizacionales:
Paso 1-
Despertar una sensación de urgencia. - Analizar el mercado
y las realidades de la competencia. - Identificar y
analizar las crisis y las posibles amenazas y oportunidades.
Paso 2- Crear un poderoso equipo (coalición)
conductor. - Integrar un grupo con el poder suficiente para
dirigir el cambio. - Lograr que el grupo trabaje como un
equipo.
Paso 3- Desarrollar una visión y una
estrategia. - Formular una visión que ayude a dirigir el
esfuerzo de cambio. - Desarrollar estrategias para alcanzar
la visión.
Paso 4- Comunicar la visión. - Utilizar
todas las vías posibles para comunicar constantemente la nueva
visión y las estrategias. - Hacer que la coalición
conductora sirva de modelo del comportamiento que se espera de
los empleados, (enseñar nuevas conductas mediante el
ejemplo).
Paso 5- Facultar a una base amplia para la
acción (formar a otros para que actúen conforme a la
visión). - Eliminar los obstáculos para el cambio. -
Modificar los sistemas y estructuras que no se correspondan
con la visión. - Estimular la toma de riesgos y las ideas,
actos y actividades que se salgan de lo
tradicional.
Paso 6- Generar logros intermedios, a
corto plazo. - Planear mejoras visibles en el desempeño,
“triunfos” parciales. - Obtener esas mejoras. - Otorgar
reconocimientos y recompensas visibles a las personas que
hayan hecho posible estas mejoras.
Paso 7- Consolidar
las mejoras y generar más cambios. - Utilizar el aumento de
la credibilidad para cambiar estructuras, sistemas y políticas
que no se correspondan con la visión y estrategias. -
Contratar, promover y desarrollar a personas capaces de poner
en práctica la visión y estrategias. - Fortalecer el
proceso con nuevos proyectos, temas y agentes de
cambio.
Paso 8- Institucionalizar y arraigar los nuevos
enfoques en la cultura de la organización. - Propiciar un
mejor desempeño a través de un comportamiento orientado al
cliente, hacia la productividad, un liderazgo más efectivo y
una administración más eficaz. - Articular las conexiones
entre los nuevos comportamientos y los éxitos de la
organización. - Desarrollar los medios para asegurar el
desarrollo del liderazgo y la sucesión de los mandos
actuales.
Poder, dependencia y dirección
eficaz.
Sobre la palabra “poder” existen muchos
prejuicios. Una de las consecuencias de esto es que el poder,
como tema de estudio, no ha recibido suficiente atención, en
los propios círculos directivos. Esta falta de interés por
este tema no hace sino aumentar las ya enormes confusiones e
incomprensiones que rodean los tópicos del poder y la
dirección, plantea Kotter.
Este criterio no coincide
con el de otros especialistas, ni con las percepciones que se
pueden tener después de conocer otros materiales sobre el
tema. El ejemplo más evidente es el sustancioso trabajo de
Henry Minztberg de cerca de 800 págs. El Poder en la
Organización (28) en el que expresa “Actualmente todo el mundo
parece estar investigando cuestiones relacionadas con el poder
en el seno de las organizaciones y en su entorno..” (29).
Minztberg plantea una definición interesante sobre el poder en
las organizaciones que puede ayudar a comprender mejor a
Kotter:
“...El poder se define en este libro
simplemente como la capacidad de afectar (causar efecto en) el
comportamiento de las organizaciones.....Tener poder es tener
la capacidad de conseguir que determinadas cosas se hagan, de
causar efecto sobre las acciones y decisiones que se toman...
Como una decisión es un compromiso a tomar alguna acción, el
poder se puede ejercer entre las decisiones y las acciones.
Esto significa que controlar las decisiones no siempre es
suficiente, y que controlar las acciones es lo que
verdaderamente importa.... (30)
La necesidad de
ocuparse de este tema, cuando se trata de habilidades que
deben desarrollar los directivos, está clara. A diferencia de
los médicos, matemáticos, u otro tipo de profesionales, cuyo
rendimiento depende más directamente de su propio talento y
esfuerzo, un directivo, para tener resultados, puede depender
en distinta medida de superiores, subordinados, o de personas
del mismo nivel que trabajan en otras unidades de la
organización.
Estas relaciones de dependencia son algo
inherente a las funciones directivas por dos características:
la división del trabajo y la limitación de recursos. Como el
trabajo en las organizaciones está repartido en dependencias
especializadas, los directivos dependen directa o
indirectamente de muchas otras personas, bien sea para obtener
información, servicios personales o cooperación en general.
Como los recursos de sus organizaciones son limitados, también
dependen del apoyo que puedan recibir.
Manejar ese
tipo de dependencias y la vulnerabilidad consiguiente es un
aspecto importante y difícil del trabajo directivo porque,
aunque teóricamente es posible que todas las personas y
organizaciones se comporten exactamente como el directivo lo
requiera, eso, en la realidad, no ocurre casi nunca, señala
Kotter. Todas las personas de quienes puede depender un
directivo tienen, tiempo, energía y talento limitados, que son
objeto de diferentes demandas que compiten entre
sí.
Algunos pueden no cooperar lo suficiente porque
estén muy ocupados en otras cosas, porque son incapaces de
ayudar, o por tener metas, valores y creencias diferentes a
las del directivo. En la práctica, los directivos se
encuentran a menudo dependiendo de muchas otras personas y
cosas que no pueden controlar directamente.
Tratar de
controlar y obtener colaboración de otros a través de la
autoridad que otorga el cargo es insuficiente; primero, porque
los directivos siempre dependen de otras personas sobre las
que no tienen ninguna autoridad formal y; segundo, porque todo
el mundo no acepta obedecer pasivamente un flujo continuo de
órdenes sólo porque las da el “jefe”.
La persuasión es
el más potente y quizás el más importante método de
influencia, pero tiene sus limitaciones; primero, para que dé
resultado se requiere tiempo, destreza e información por parte
del que persuade; segundo, puede fracasar porque el otro
sencillamente prefiere no escuchar. “El hecho de que la
dependencia sea inherente a los cargos de dirección explica
por qué la dinámica del poder constituye necesariamente una
parte importante de los procesos directivos..”.
(31)
Según sus investigaciones, para gestionar
adecuadamente las relaciones de dependencia inherentes a sus
cargos, los directivos eficaces establecen, incrementan o
mantienen cuatro tipos diferentes de poder sobre los demás, en
el marco de lo que denomina “el poder en las relaciones”,
cuyas características se resumen a
continuación.
Sensación de estar
obligado.
Consiste en generar en otros un sentimiento
de obligación o compromiso, con acciones que los demás sientan
que deben permitirle que influya sobre ellos, hasta cierto
punto. Los directivos exitosos son hábiles para encontrar
oportunidades de hacer favores que les cuestan poco, pero que
los demás aprecian mucho. Además, tratan de establecer
verdaderas relaciones de amistad con las persones de quienes
dependen. También se las arreglan para crear circunstancias en
las cuales renuncian a algo, a cambio de crear alguna
obligación futura.
Fe en la habilidad de un
directivo.
Otra manera que utilizan los directivos
eficaces de ganar poder es hacerse de una reputación de
“expertos” en ciertas materias. Cuando los demás creen en la
habilidad del directivo, casi siempre le dan la razón en lo
que lo consideran hábil. Generalmente, este tipo de poder se
establece mostrando algún logro que, cuanto más grande y
visible sea, más poder tiende a otorgarle al directivo.
Identificación con un directivo.
Se logra
cuando el comportamiento, acciones y resultados de un
directivo logra convertirse, en forma consciente o
inconsciente, en un “modelo” para la gente. Para esto, los
directivos eficaces tratan de verse y conducirse de forma
respetable, hacen lo que resulte conveniente para que sus
empleados lo noten, se identifican con las necesidades de la
gente, comunican metas, valores e ideales de la organización,
tratan de ser un ejemplo de lo que propugnan.
Advertir
que se depende del directivo.
Los directivos eficaces
alimentan en otros la noción de que dependen de él, bien sea
para recibir ayuda o para no ser perjudicados. Para suscitar
esta noción de dependencia, suelen utilizar dos
métodos:
Identificar y adquirir recursos. El directivo
identifica y procura (si es necesario) los recursos que otra
persona requiere para hacer su trabajo, recursos que esta
persona no posee y que no están disponibles en otra parte.
Esto incluye cosas muy diversas como pueden ser: la autoridad
para tomar decisiones, equipos y espacio de oficina, acceso a
personas importantes, canales de información, entre otros.
Afectar la percepción de recursos. Consiste en influir
en la percepción que los demás tienen de los recursos que
están a disposición del directivo. En esto se incluyen:
asociación y relaciones con personas u organizaciones que
otros consideran poderosos, decoración y organización de sus
oficinas, entre otras.
Los directivos eficaces también
se valen de otros dos “métodos indirectos” para influir en
aquellos de los que dependen. Uno es lo que Kotter denomina
“manipulación del entorno de los demás”, que se refiere a la
utilización de personas o situaciones que pueden tener más
influencia que el directivo sobre determinadas personas.
El segundo método indirecto que plantea es “hacer
cambios permanentes en el entorno de individuos o grupos”, que
se refiere a actividades como: modificar las descripciones de
los cargos, los sistemas formales de medir el rendimiento, los
incentivos disponibles, los instrumentos, medio físico y otros
recursos con los que trabajan personas o grupos, así como la
conformación de nuevos valores y normas de los grupos de
trabajo.
Los directivos eficaces saben que un cambio
en las circunstancias que rodean a una persona puede tener un
impacto importante en su conducta. A diferencia de muchos
otros métodos de influencia, generalmente, esto no requiere
muchos recursos limitados, o que el directivo tenga que
alterar su rutina.
Originar y utilizar exitosamente el
poder.
Los directivos que logran adquirir un poder
considerable para gestionar su dependencia de los demás
generalmente comparten una serie de características entre las
que Kotter menciona las siguientes: (32)
1- Tienen en
cuenta lo que otros consideran legítimo en la adquisición y
uso del poder. Saben que los cuatro tipos de poder acarrean
ciertas “obligaciones”, en cuanto a su adquisición y uso. De
una persona que adquiere una cantidad considerable de poder
basado en sus habilidades, se espera, generalmente, que sea
experta en ciertas áreas.
2- Tienen una buena
comprensión intuitiva de los diferentes tipos de poder y
métodos de influencia. Intuyen qué tipos de poder pueden
desarrollar más fácilmente con cierto tipo de personas.
Distinguen los diferentes métodos de influencia y lo que se
puede conseguir con cada uno a qué costo y con qué riesgos.
Saben identificar las condiciones específicas de una
determinada situación y escoger el método de influencia más
compatible con esas condiciones y personas.
3- Tienden
a desarrollar, en cierta medida, todos los tipos de poder, y
utilizan todos los métodos de influencia mencionados. A
diferencia de los que no saben influir sobre las personas, los
directivos eficaces no piensan, en general, que únicamente
algunos métodos sean útiles o que sólo algunos son moralmente
aceptables.
4- Establecen metas de carrera y buscan
aquellas posiciones directivas que les permiten desarrollar y
usar el poder con eficacia. Buscan aquellos cargos, por
ejemplo, para los que sus trayectorias los han formado y en
los que sus habilidades puedan ser más útiles y efectivas.
5- Utilizan todos sus recursos, su autoridad formal y
su poder para incrementar su influencia. Lo que en realidad
hacen es buscar maneras de “invertir” su poder donde pueden
lograr mayor rendimiento. Los directivos eficaces no tratan de
evitar riesgos, más bien buscan riesgos prudentes.
6-
Los directivos eficaces despliegan una conducta orientada
hacia el poder, pero moderada por la madurez y el
auto-control. Rara vez utilizan el poder impulsivamente o para
su propio engrandecimiento.
7- Finalmente, también
reconocen y aceptan como legítimo que, al usar esos métodos,
obviamente están influyendo en la conducta y la vida de los
demás. Reconocen, a menudo sólo intuitivamente, que sus
intentos para generar y utilizar el poder son algo
absolutamente necesario si quieren desempeñar eficientemente
su difícil papel de directivo.
Gestionando a su
jefe.
Generalmente, en la bibliografía especializada,
el tratamiento del tema de liderazgo se refiere a situaciones
y comportamientos del jefe, en su función de líder, con sus
subordinados. Por eso, resulta interesante y novedoso que
Kotter presente el tema de liderazgo incluyendo las relaciones
del directivo con sus superiores, lo que fundamenta en lo
siguiente:
“En estudios recientes se sugiere que los
directivos eficaces dedican tiempo y esfuerzo a gestionar no
sólo las relaciones con sus subordinados sino también con sus
jefes. Dichos estudios también muestran que este aspecto
esencial de la gestión es ocasionalmente ignorado por
directivos que en otros campos parecen talentosos...
(33).
Otros especialistas también han identificado la
necesidad de ocuparse de este asunto. Roger Fisher, reconocido
especialista en el tema de negociaciones, (34) lo desarrolla
en uno de sus libros más recientes que tiene el sugestivo
título de “El Liderazgo Lateral. Cómo dirigir si usted no es
el jefe”. (35)
Las razones que fundamentan esto pueden
ser las mismas que las que se expusieron en el tema de poder e
influencia. Se trata de que los directivos, para lograr
resultados, no sólo necesitan la colaboración de sus
subordinados sino también la de sus jefes, colegas y muchos
otros que no están bajo su mando. Kotter relata experiencias
en las cuales directivos que habían sido eficaces liderando a
sus subordinados fracasaron porque no fueron capaces de
manejar adecuadamente las relaciones con sus jefes. En
experiencias obtenidas en consultorías realizadas en
instituciones cubanas también hemos conocido situaciones de
este tipo.
Malinterpretando la relación
jefe-subordinado.
Muchas veces se fundamentan los
problemas surgidos entre los directivos y sus superiores como
casos de conflictos entre personalidades. Independientemente
de que estos problemas siempre están presentes en las
relaciones humanas, “más a menudo, un conflicto de
personalidades es solamente una parte del problema, a veces
una parte muy pequeña”, afirma Kotter.
Algunos
directivos se comportan como si sus jefes no dependieran tanto
de ellos. Son incapaces de ver cuán necesaria es su ayuda y
cooperación para que el jefe pueda hacer eficazmente su
trabajo. No comprenden que el jefe puede resultar severamente
perjudicado por sus actos y que necesita contar con la
colaboración, honestidad y confianza de ellos.
Otros
creen que no dependen mucho de sus jefes, pasan por alto mucha
de la información y ayuda que el jefe podría brindarles para
desempeñar bien su trabajo. No toman en cuenta que su jefe
inmediato puede desempeñar un papel decisivo en relacionarlo
con el resto de la organización, cerciorándose de que sus
prioridades coincidan con las necesidades de la organización y
consiguiendo los recursos que necesite para desempeñarse bien.
Muchos directivos suponen que el jefe sabrá, como por arte de
magia, qué información o ayuda necesitan sus subordinados,
para darla.
A la luz de lo anterior, plantea que
manejar una situación de dependencia mutua entre seres humanos
que, por serlo no son infalibles, requiere lo
siguiente:
1- Que usted entienda e interprete bien a la
otra persona y se conozca bien a usted mismo, especialmente en
cuanto a fortalezas, debilidades, necesidades y modos de
trabajar. 2- Que usted utilice esa información para
desarrollar y llevar una sana y eficaz relación laboral, que
sea compatible con los modos de trabajar y habilidades de
ambos, en la que cada quién pueda esperar algo del otro y que
satisfaga las más críticas necesidades de cada cual.
Un extracto de sus recomendaciones en esta esfera se
presenta en la “Lista de verificación para Gestionando con su
jefe” que sugiere los siguientes comportamientos y
tácticas:
Estar seguro de que usted comprende al jefe y
su entorno, lo que incluye identificar: - Sus metas y
objetivos - Las presiones de que es objeto - Cuáles son
sus puntos fuertes y sus debilidades - Cuál es su estilo de
trabajo preferido - Cómo prefiere ser informado, a través
de informes por escrito, reuniones formales, o llamadas
telefónicas.
Evaluarse usted mismo y sus necesidades y
posibilidades, lo cual incluye: - Identificar cuáles son
fortalezas y debilidades. - Su estilo personal de trabajo y
de relaciones con los demás. - Cómo es su predisposición a
depender de quienes tienen autoridad.
Desarrollar y
mantener una relación con su jefe que se caracterice por lo
siguiente: - Sea la adecuada para las necesidades y estilos
de usted y de su jefe. - Expectativas mutuas claramente
identificadas por ambos. - Mantiene bien informado a su
jefe de las cuestiones fundamentales que son de su
interés. - Se basa en la honestidad y confianza
mutuas. - Usted utiliza selectivamente el tiempo y los
recursos de su jefe.
Kotter no lo menciona, pero
experiencias personales y otras conocidas sugieren que, ante
un nuevo jefe, es conveniente sostener una entrevista inicial
dedicada exclusivamente a preguntarle cuáles son sus
preferencias, en nuestras relaciones de trabajo, qué cosas
deben priorizarse, cómo prefiere recibir las informaciones, es
decir, todo lo que pueda contribuir a que nuestro
comportamiento se ajuste en la mayor medida posible a sus
necesidades y, de entenderlo conveniente, sugerirle cosas que
pudieran hacer mas efectivas nuestras relaciones.
Recuerde siempre que su habilidad principal, en esta
esfera, es su capacidad para ajustar su estilo personal de
trabajo a las características y necesidades de su jefe, y no
al revés. Si usted entiende que hay mejores formas de hacer
las cosas actúe con la inteligencia y habilidad suficientes
para que sea su jefe el que se percate de la necesidad de
cambiar y no pretender tratar de “mejorarlo”.
Por otra
parte, usted debe tener en cuenta que en las relaciones con su
jefe como con cualquier otra persona, su jefe o la “otra
parte” son sólo la mitad de la relación, la otra mitad es
usted mismo que puede tener, al igual que su jefe y “los
demás”, debilidades y cometer errores que tiene que ser capaz
de identificar, tratar de superar y reconocer autocríticamente
su impacto negativo en los demás, cuando resulte
necesario.
La verdadera labor de los directivos
eficaces.
El último material que incluye Kotter en el
libro que estamos comentando es un artículo publicado
originalmente en 1982, que es una referencia obligada en los
capítulos de los textos de Administración que tratan el tema
del trabajo directivo.
Se trata de una amplia
investigación que realizó durante cinco años de un grupo de
directivos generales exitosos de un espectro amplio de
diferentes tipos de organizaciones, que incluyó análisis de
documentos, observaciones de sesiones de trabajo, entrevistas
con los directivos y de personas con las que trabajaba cada
uno de ellos, entre otros elementos, con el objetivo de
identificar lo que realmente hacen los directivos exitosos.
Las principales conclusiones a las que arribó Kotter
sobre lo que hacen los DG (Directores Generales) eficaces y
cómo lo hacen fueron las siguientes:
1- Gastan la mayor
parte de su tiempo con otros. El DG (Director General)
promedio emplea sólo un 25% de su tiempo trabajando a solas y
esto, casi siempre en la casa, durante viajes y en otros
momentos. 2- La gente con la que emplean su tiempo incluye
muchas personas, además de subordinados y su jefe. Recorren
rutinariamente toda la línea de mando y se ven con gente de
fuera de la organización que aparentemente no son
importantes. 3- Los asuntos tratados en esas entrevistas
son muy amplios. Los DG no limitan su enfoque a planificar,
fijar una estrategia empresarial, atender asuntos de personal
y otras “altas preocupaciones de dirección”. 4- En esas
conversaciones, hacen un montón de preguntas. En una
conversación de media hora, algunos formulan literalmente
centenares. 5- Durante esas conversaciones, casi nunca
toman “grandes” decisiones. 6- Estas discusiones contienen,
por lo general, una buena cantidad de chistes y temas no
relacionados con el trabajo. Cuando no se relacionan con el
trabajo son, generalmente, acerca de sus familias, sus
aficiones, o sus actividades extralaborales. 7- En no pocos
de estos encuentros, el asunto principal de la conversación no
es tan importante para los negocios de la organización. O sea
que los DG se ven envueltos rutinariamente en actividades que
pueden considerarse una pérdida de tiempo. 8- En estos
encuentros, rara vez dan órdenes, en el sentido tradicional.
Esto es, pocas veces “les dicen” a los demás lo que hay que
hacer. 9- No obstante, los utilizan con frecuencia para
tratar de influir en otros. Sólo que, en vez de decirles lo
que tienen que hacer, preguntan, solicitan, halagan, persuaden
o intimidan. 10- Al distribuir su tiempo con otros,
reaccionan con frecuencia frente a las iniciativas de los
demás. Su día normal no ha sido planificado en gran parte.
Incluso los que tienen una agenda llena de citas previamente
acordadas terminan dedicando a menudo un montón de tiempo en
asuntos que no estaban incluidos en la agenda. 11- Gran
parte del tiempo que pasan con otros se les va en breves e
incoherentes conversaciones. Un asunto cualquiera no les toma,
por lo general, más de diez minutos. Y no es raro que en un
intercambio de cinco minutos cubran diez o más temas, no
relacionados entre sí. 12- Su jornada de trabajo es larga.
El promedio de las personas estudiadas trabaja casi 60 horas
semanales. Y, aunque parte de su trabajo lo hacen en casa,
mientras van y vuelven del trabajo, la mayor parte de su
tiempo lo emplean en sus lugares de trabajo.
A unas
conclusiones parecidas llegó Minztberg en su investigación
sobre lo que hacen realmente los directivos, aspecto que
destaca Kotter. (36)
Para entender por qué los
Directores Generales se comportan como lo hacen, es esencial
reconocer primero los desafíos y dilemas característicos de
casi todas sus funciones, en las que considera que las dos
básicas son:
1- Imaginarse lo que hay que hacer, no
obstante la incertidumbre, gran diversidad y enorme cantidad
de datos que posiblemente resulten necesarios. 2- Hacer las
cosas, con la ayuda de muchas y variadas personas, a pesar de
no tener ningún control directo sobre la mayoría.
La
naturaleza misma de los cargos ejecutivos requiere un enfoque
sutil y complejo de lo que es planificar, organizar, gestionar
personal, etc. Este modo de ver las cosas ha de tener en
cuenta la incertidumbre implícita, lo mismo que la diversidad
y volumen de información posiblemente útil. También tiene que
abordar el problema del difícil entorno humano; y de alguna
manera servir para que los ejecutivos logren que se hagan las
cosas, no obstante depender de un gran número de personas,
muchas de las cuales no son sus subordinados.
Del
examen de los ejecutivos eficaces se deduce que ellos han dado
precisamente con ese enfoque, y que podemos pensar que una
parte esencial de este es lo que Kotter identifica como: -
la "elaboración de la agenda", y - la "construcción de
redes
La "elaboración de la agenda" y la "construcción
de redes".
Según Kotter, durante los primeros seis
meses en un nuevo cargo, los DG gastan mucho tiempo
organizando su agenda. Más tarde, continúan actualizándola,
pero ya el proceso les lleva menos tiempo.
Las agendas
de los ejecutivos eficaces contienen objetivos y planes
vagamente relacionados, que tienen que ver con sus
responsabilidades a largo, mediano y corto plazo. Por lo
general, contemplan una amplia gama de cuestiones financieras,
de producción y marketing, o de organización, tanto imprecisas
como concretas.
Aunque en la mayoría de las empresas
se adelantan procesos formales de planificación que se
traducen en planes formulados por escrito, las agendas de los
DG comprenden siempre metas, prioridades, estrategias y planes
que no figuran en esos documentos. Esto no quiere decir que
los planes formales y las agendas de los DG sean
incompatibles. Por lo general son muy coherentes entre sí,
pero difieren por los menos en tres aspectos
importantes:
- Primero, en general los planes formales
tienden a formularse en cifras financieras detalladas. Las
agendas de los DG tienden a ser menos detalladas en cuanto a
objetivos financieros y más en cuanto a estrategias y planes
para el negocio o la organización. - Segundo, en general
los planes formales se concentran enteramente en el corto y
medio plazo (tres meses a cinco años), mientras que las
agendas de los DG tienden a abordar un lapso de tiempo más
amplio, que incluye el futuro inmediato (uno a treinta días),
y el más largo plazo (cinco a veinte años). - Finalmente,
los planes formales tienden a ser más explícitos, rigurosos y
lógicos, especialmente en cuanto a cuadrar entre sí los
diversos aspectos financieros. Las agendas de los DG contienen
a menudo listas de metas o planes no tan explícitamente
relacionados.
Para preparar sus agendas, los
ejecutivos utilizan los conocimientos que tienen de los
respectivos negocios y organizaciones, y los nuevos datos que
reciben diariamente, para elaborar rápidamente un borrador de
agenda, que por lo general no es sino una lista incompleta e
inconexa de objetivos, junto con unos cuantos planes y
estrategias más específicos. Después, con el tiempo y a medida
que recogen más y más información, van modificando la agenda,
paso a paso, interrelacionándola y completándola más.
Para obtener la información que requieren en la
elaboración de sus agendas, los DG eficaces dependen más de
conversaciones con otros que de informes, libros o revistas.
Estas personas son casi siempre individuos con los que ya se
conocen, pero que no necesariamente desempeñan la función o el
cargo "apropiado" (por ejemplo, una función de planificación).
De este modo, obtienen información continuamente, día tras
día, no sólo en reuniones de planificación.
La
preferencia de los directivos por la información "blanda", es
decir la obtenida por conversaciones y contactos "informales"
también la identificó Minztberg en sus investigaciones, lo que
fundamenta en lo que llama las "deficiencias de la información
formal", entre las que señala: (37)
- A menudo, la
información formal es demasiado limitada (excluye cosas que no
son cuantitativas como: personalidades, intereses, políticas,
etc.). - La información formal, al resumir los datos, es a
menudo demasiado general para el directivo. (Lo que importa no
es tanto los datos sobre el descenso de las ventas, como la
razón por la cual un determinado cliente no compró el
producto. Una conversación informal puede ser, a veces, más
reveladora que montones de estadísticas, afirma
Minztberg). - Mucha de la información formal llega
demasiado tarde. (Hace falta tiempo para que los
acontecimientos se conviertan en datos, se registren y se
combinen para que aparezcan informes). - Algunas
informaciones formales no son fiables. (¿De qué estadísticas
puede uno estar confiado?), se cuestiona
Minztberg).
Otra coincidencia con esto la planteó Peter
Drucker en conferencia impartida en Buenos Aires a fines de
1999. Cuando le preguntaron “¿qué habilidades Ud. considera
importantes para los líderes empresariales en la era de la
informática?”, respondió “Una de las grandes habilidades que
deben adquirir es la de recibir información del exterior (de
la empresa), que no entra por su computadora, porque lo único
que sale de una computadora es lo que Ud. le puso...No tenemos
información, tenemos muchos datos y estadísticas, pero todos
sabemos que no son poco confiables..”. (38)
Según
Kotter, al seleccionar actividades específicas para incluirlas
en sus agendas, los DG eligen aquellas que pueden alcanzar
varios objetivos a la vez, que coinciden con otros objetivos y
planes y que están dentro de las que ellos mismos pueden
implementar.
Además de elaborar agendas, los DG
eficaces asignan bastante tiempo y esfuerzo a organizar una
red de relaciones de cooperación entre quienes pueden
servirles para cumplir su agenda.
La construcción de
redes, tal como observó Kotter este proceso, es una actividad
que contempla mucha gente, no sólo subordinados inmediatos,
sino también sus compañeros, gente de fuera de la
organización, el jefe de su jefe y los subordinados de sus
subordinados, entre otros.
Los DG arman estas redes de
relaciones de cooperación utilizando una gran diversidad de
métodos. Hacen sentir a otros que están legítimamente
obligados con ellos, haciéndoles favores o acentuando sus
relaciones formales. Alimentan cuidadosamente su reputación
profesional a los ojos de los demás, los hacen creer que
dependen de ellos para obtener recursos, o para cualquier otro
apoyo. También desarrollan sus redes contratando, o
transfiriendo subordinados, cambian de proveedores o
banqueros, reestructuran los consejos de administración para
mejorar su relación con alguien indispensable, entre otros
métodos.
Para implementar sus agendas, es frecuente que
los DG pidan ayuda, virtualmente, a toda su red de relaciones.
Para esto, influyen en la gente sugiriéndolos que hagan algo,
en otros casos, disponen de ciertos recursos para negociar un
trueque, utilizan sus redes para influir indirectamente sobre
personas que no forman parte de su red, organizan reuniones y
actividades con objetivos específicos.
Resumiendo, los
DG eficaces que investigó Kotter:
- mantienen
relaciones constantes con mucha gente; - aprovechan el
conocimiento que tienen del negocio y de la gente que se mueve
en el mismo, para preparar sus "agendas" con las prioridades
que considere pertinente; - establecen redes de relaciones
de las que obtienen informaciones que le permiten actualizar
su "agenda" y, al mismo tiempo, las utiliza para la
implementación de las acciones que le resulte
conveniente.
Consideraciones finales.
Los
trabajos de Kotter y de otros autores que han sido comentados
se han basado en investigaciones realizadas en empresas,
grupos de directivos y situaciones muy diferentes de las que
caracterizan el medio empresarial, la cultura organizacional y
la idiosincracia de los cuadros que realizan actividades de
dirección, en Cuba, o en otros países latinoamericanos.
Se trata, fundamentalmente de organizaciones y
directivos de EEUU y, circunstancialmente, de otros países
desarrollados en los que estos especialistas han realizado
trabajos, como consultores o en programas de capacitación. Por
tanto, sus conclusiones no son necesariamente válidas para
contextos muy diferentes.
No obstante, el conocimiento
de estos trabajos permite a los que realizan funciones
directivas relacionarse con experiencias que contribuyen al
desarrollo de su cultura profesional y, con esto, a enriquecer
sus enfoques y habilidades en tareas de dirección.
La
Habana, septiembre de 2001.
Notas
y referencias bibliográficas:
1. Un análisis de la
evolución que ha tenido esto hasta mediados de los años 90 se
presenta en el trabajo ¿Qué hacen los directivos y qué
habilidades necesitan para un trabajo efectivo? del que se
publicó una versión resumida en el Suplemento de la Revista
Apuntes No. 4 (abril-mayo.junio 2000). Una versión más amplia
se publicó en Internet y puede consultarse en
www.calidad.org/public/articles/962913184_alexis.htm. Sobre
esta última versión, un portal en Internet dirigido a
directivos expresa "Si quiere una completa revisión de la
historia de las funciones directivas, le recomendamos el
trabajo del Dr. Alexis Codina de la Habana, seguramente le
interesará". (Puede consultarse en:
www.ambientum.com/montaner/lista/newsletter5.htm.). 2.
Titular de la Cátedra Konosuke Matsushita de Liderazgo de la
Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard. En 1981, a
la edad 34 años, fue nombrado profesor titular siendo una de
las personas más jóvenes en recibir ese reconocimiento en la
historia de la Harvard. Desde 1968 ha trabajado como consultor
y conferencista para más de 400 corporaciones y entidades
públicas de diferentes países. Es autor de numerosos libros y
artículos publicados en las principales revistas
especializadas y en más de cuarenta idiomas. 3. Kotter,
J.P.; (2000). Qué hacen los líderes. Gestión 2000, Barcelona,
p. 7-8. 4. Kotter, J.P.; (1990). El Factor Liderazgo.
Ediciones Díaz de Santos S.A. Madrid, pág. 3. 5. Kotter,
J.P.; (2000). Qué hacen los líderes. Gestión 2000, Barcelona,
p. 20-22. 6. Bennis, W.; Goldsmith, J.; (1994). Learning To
Lead. A Workbook On Becoming A Leader. Addison-Wesley,
Reading, Massachusetts, p. 51. 7. Senge, P.(1990): La
Qiunta Disciplina. El arte y la práctica de la organización
abierta al aprendizaje. Editorial Granica, Barcelona, pág.
419. 8. Kotter, J.P.; (1990). El Factor Liderazgo.
Ediciones Díaz de Santos S.A. Madrid. (214 págs.) 9. Este
Cuestionario aparece como Apéndice en las páginas 153-160 del
libro citado y constituye una herramienta muy útil para
consultores y ejecutivos que deseen realizar un análisis y
diagnóstico de sus “recursos de ejecutivos”. 10. Kotter, J.
P. (1990). Obra citada, p. 4. 11. La utilización del símil
con el ejército la fundamenta Makridakis en que la Ciencia de
la Administración es una ciencia joven, que surgió a inicios
del siglo XX y que, por tanto, es necesario acudir a ciencias
más maduras como las Ciencias Militares, para utilizar sus
experiencias (Makridakis, L. Pronósticos. Estrategias y
Planificación para el Siglo XXI, Díaz de Santos S.A., Madrid,
1993). A. Ries y J. Trout hacen una aplicación muy exhaustiva
de este enfoque en La Guerra de la Mercadotecnia (Mc Graw
Hill, México, 1986) que inician con el análisis de “2500 años
de guerra”, donde plantean que “los especialistas en
mercadotecnia tienen mucho que aprender de las mayores
batallas mundiales”. 12. Kotter, J.P.; (1990). Obra
citada, pág. 21. 13. Idem. pág. 32. 14. Idem pág.
34. 15. Idem págs. 37-38. 16. Idem pág. 43. 17. Idem
pág. 97. 18. Kotter, J.P.; (2000). Qué hacen los líderes.
Gestión 2000, Barcelona. 19. Idem, pág. 11. 20. Idem,
págs. 31-32. 21. Primer epígrafe del capítulo 2 Escogiendo
las estrategias del cambio, del libro citado. Se trata de un
artículo que preparó con L.A. Schlesinger publicado
anteriormente que es citado frecuentemente en los principales
textos de Administración y de Comportamiento Organizacional,
cuando se trata el tema de Cambio. La exposición que se
presenta se ha seleccionado y resumido de lo planteado en las
págs. 41 a la 65 del libro que se comenta. 22. De Bono, E.
(1990). CONFLICTOS. Cómo resolverlos de la mejor manera.
Editores Plaza y Janes S.A. Barcelona, págs. 63-106. 23.
Capitulo 3 del libro de Kotter (2000), págs. 67-94 del que se
han seleccionado los conceptos que se han considerado de mayor
interés. 24. Idem, pág. 67. 25. Se trata de un artículo
publicado en 1995 Harvard Business Review basado en las
investigaciones que había estado realizando durante quince
años y que resultó el más solicitado de los miles de
reimpresos vendidos por la revista. A partir de su éxito,
según confiesa en su prefacio, publicó el libro El Líder del
Cambio (McGraw-Hill, México, 1997, 207 págs.) en el que amplía
la explicación de los “ocho errores” y desarrolla con amplitud
“El Proceso de Ocho Etapas”. 26. Kotter, J.P.; (2000),
pág. 99. 27. En el artículo que Kotter incluyó en el libro
que se está comentando, los “ocho pasos” sólo se mencionan,
con unas breves indicaciones, que son las que se resumen en
este artículo. Una explicación detallada de cada paso, con
ejemplos de casos reales y sugerencias, puede consultarse en
Kotter (1997) El Líder del Cambio, McGraw-Hill, México, 1997,
págs. 35-166. 28. Minztberg, H. (1992). El Poder en la
Organización. Editorial Ariel S.A. Barcelona. 29. Idem,
pág. 4. 30. Idem pág. 5. 31. Kotter, J.P.; (2000), pág,.
125. 32. Idem, extractado de las págs. 145-148. 33. Idem
págs. 151-152. 34. Roger Fisher es Director del Proyecto de
Negociación de la Universidad Harvard, que es un programa de
investigación que estudia los problemas de la negociación y
desarrolla y difunde métodos para mejorar estos procesos. Su
primer libro, en colaboración con William Ury, Sí....de
Acuerdo. Como negociar con Ceder (publicado por primera vez en
1985 con numerosas reimpresiones y traducciones a diferentes
idiomas), es un “clásico” sobre el tema y presenta el enfoque
de la “negociación según principios” que estos especialistas
crearon y que constituye una referencia obligada en cualquier
programa de estudios sobre el tema. 35. Fisher, R.; Sharp,
A., (1999). El Liderazgo Lateral. Cómo dirigir si usted no es
el jefe. Grupo Editorial Norma. Barcelona. (239 págs.).
36. La investigación de Minztberg aparece en El trabajo
del Directivo. Folklore y hechos, incluído en el libro
Minztberg y la Dirección, Ediciones Díaz de Santos, Madrid,
1991. Un resumen y comentarios puede verse en el artículo
referido en la cita 1 del presente trabajo. 37. Minztberg,
H.; Acoplamiento del análisis y la intuición en la dirección.
Incluído en Minztberg y la Dirección, (1991) obra citada,
págs. 65-90. 38. Notas tomadas del Video “Peter Drucker.
Más allá del comercio electrónico”. Video 1999. Editado por
encargo de la Revista Gestión de Argentina.
Publicado: 4/9/2001 |
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