En el cual se
presenciaban características sádicas en una
antigua y enorme mansión de la Avenida
Oceánica Nº 112 de esta pequeña localidad
llamada Amityville en Long Island en el
estado de Nueva York.
A esa hora un
joven de 23 años, Roland De-Feo masacró a
toda su familia (compuesta por su padre, su
madre, dos hermanos y dos hermanas).
Para llevar a
cabo su macabra tarea, los narcotizó
durante la cena, lo que le permitió trabajar
tranquilo en la preparación de su obra.
A todas sus
víctimas las acostó boca abajo , con la
cabeza apoyada en los brazos cruzados;
luego con un arma de grueso calibre los
fusiló uno por uno.
A la mañana
siguiente fue al bar y contó a los lugareños
el hecho con lujo de detalles, por lo que
fue encarcelado, luego juzgado y condenado a
la pena máxima por lo que Ronald De-Feo fue
a la cárcel con cadena perpetua.
Pero lo más
increíble fue que a modo de explicación del
aberrante hecho, el asesino contó que tanto
la hora del hecho (3,15 de la madrugada)
como el crimen en sí le fue indicado por una
entidad que lo dominaba y lo obligaba a
actuar; él solo era un instrumento de quien
llamaba “el verdadero amo de la mansión”.
Hasta aquí el primer capítulo del horror.
La historia
continúa un año después cuando el matrimonio
de George y Kathy Lutz compra la mansión en
apenas u$s 80.000, una cifra irrisoria
teniendo en cuenta que la mansión consta de
tres pisos, un gran balcón, un extenso
parque y con fondos al río con un excelente
muelle propio para embarcaciones, todo
enclavado en un terreno de más de 1.100 m2.
El 18 de
diciembre de 1975 el matrimonio, junto a sus
tres hijos y su perro se mudan al nuevo
hogar, ignorantes de los terribles hechos
sucedidos allí.
A poco de
llegar recibieron la visita de un sacerdote
amigo, el padre Mancuso, quien llegó para
bendecir la casa de los Lutz.
Cuando el
sacerdote se aprestaba a rociar con agua
bendita el living, escuchó una potente voz
que claramente le dijo ¡¡¡ salga !!! y
recibió un fuerte empujón.
A pesar de
todo culminó su tarea y se fue, no
comentando nada a sus amigos para no
alarmarlos, pero lo que lo hizo cambiar de
parecer fue el incidente que sufrió mientras
manejaba rumbo a su parroquia.
En una
pendiente el auto fue “empujado” por algo no
visible, le era imposible frenarlo, el capot
se levantó golpeando contra el parabrisas y
la puerta se le abrió violentamente, el
vehículo sin control, se detuvo solo,
también en forma inexplicable. Al llegar a
la iglesia, el padre Mancuso quiso llamar a
George pero era imposible acercarse al
teléfono, como si una mano invisible lo
detuviera.
Un repentino
ataque de fiebre lo llevó a la cama, donde
estuvo delirando por varias horas.
En los días
sucesivos la familia cambió radicalmente su
forma de ser: Los chicos peleaban
constantemente, George dejó de afeitarse y
bañarse, dejó de ir a la oficina y adquirió
una obsesión que fue alimentar
permanentemente la estufa a leña, hecho que
lo tenía prácticamente todo el día cortando
leña y arrojándola en el hogar, aún cuando
de día la temperatura alcanzaba los 25º.
Por su parte
la mujer castigaba duramente a los chicos
con un cinturón y hasta con una madera, cosa
que nunca había ocurrido.
Los hechos
extraños fueron muchos, pero para
resumirlos, les diré que tuvieron una
invasión de moscas (en pleno invierno); los
inodoros de los tres baños aparecieron
cubiertos de una sustancia negra, desde
abajo hacia el exterior, se sucedían los
ruidos y golpes y la antigua puerta de
entrada (de más de cien kilos de peso) fue
arrancada una noche, quedando sostenida
solamente por una bisagra. También percibían
un extraño perfume en toda la casa y Kathy
encontró un crucifijo que había colgado al
llegar en posición invertida.
Uno de los
hechos más sorprendentes que le ocurrió a
George fue una noche en que a las 3,15
sintió la necesidad de recorrer el muelle y
mientras caminaba por la costa vio a su hija
más pequeña (Myssy de solo cinco años)
asomada a su ventana y detrás de ella la
cabeza de un cerdo con los ojos
inquietantemente rojos. George subió
corriendo, pero encontró a sus tres hijos
durmiendo, los tres en la misma posición:
boca abajo y con la cabeza apoyada en los
brazos cruzados. Al llegar a su habitación
encontró que su mujer dormía de la misma
forma (esta posición concuerda con la de las
víctimas de De-Feo, al igual que la hora del
suceso).
Al día
siguiente Kathy encontró a su hija hablando
con alguien invisible que era -según la
niña- un cerdo llamado Jodie, al que solo
ella veía y que le había enseñado una
antigua canción de la región que la madre
hasta ese momento no conocía y que
supuestamente la pequeña nunca había
escuchado. George nada había comentado a su
esposa de su visión del cerdo en la noche
anterior.
Otro día, a
las 3,15 de la madrugada, el padre de la
familia sintió extraños golpes en la pared
de su habitación que parecían provenir de
adentro de los mismos ladrillos; entretanto,
el perro ladraba enloquecido en el muelle.
Al asomarse a la ventana para saber que
inquietaba tanto al animal, vio una entidad
humanoide flotando en el lugar y al perro
que -pese a sus bravos ladridos- no se
acercaba a esa figura espectral.
Pero hubo un
momento en que todo se magnifico, se tornó
más agresivo y fue tomando cuerpo en los
esposos la idea de vender la casa e irse
lejos del horror.
El hecho que
desencadeno el desenfreno fue abrir una
pequeña habitación que descubrieron al final
de un oscuro pasadizo. Esa pieza estaba
pintada toda de rojo (incluso el techo) y
del lugar se desprendía un olor nauseabundo.
De allí en más
se incrementaron sensiblemente los hechos
extraños, se intensificaron los ruidos, los
golpes, las puertas y ventanas se habrían
violentamente a pesar de estar cerradas con
trabas y el olor se hizo más fuerte e
intolerante en toda la casa.
Una noche
Kathy estuvo en serio riesgo de muerte
cuando levitó (siempre boca abajo y con los
brazos cruzados) dirigiéndose a la ventana,
salvándose de caer al vacío gracias a que su
esposo corrió rápidamente para evitar la
caída.
La noche de
Navidad encontró a la familia reunida, con
mucho miedo y con la decisión tomada de
irse; cuando salieron para ir a misa, por
más que lo intentaron su camioneta no
arrancó pese a que no sufría desperfecto
alguno.
Llamaron a una
médium, quien les aconsejó alejarse
inmediatamente del lugar, ya que -según su
opinión- las fuerzas malignas que habitaban
la casa eran muy fuertes y no podían ser
combatidas.
Así llegaron a
las 3,15 de la madrugada del 14 de enero de
1976. George se despertó sobresaltado al
sentir que “algo” o “alguien” estaba parado
sobre su estómago, los chicos asustados
gritaban enloquecidos, los muebles y las
cosas de la casa se movían en frenética
danza, el olor nauseabundo inundaba toda la
casa, las ventanas se trabaron todas y el
aire parecía faltar. En toda esa locura una
vez más, la pesada puerta de entrada fue
arrancada, lo que permitió que toda la
familia, en loca carrera, escapara hacia su
automóvil.
Como había
ocurrido anteriormente, la camioneta se
negaba a arrancar. En ese momento Kathy
comenzó a rezar una plegaria, seguida por
sus hijos y entonces sucedió el milagro:
cuando toda la familia rezaba en voz alta,
la camioneta se puso en marcha y pudieron
escapar del lugar; huir para nunca más
volver, ni siquiera para buscar sus
pertenencias; empezando una nueva vida sin
nada, pero con la convicción de haber vivido
veintiocho días en el infierno y haber
podido escapar de él.
Después de su presurosa
huida de la casa maldita, la familia Lutz se
radicó en Arizona. Prácticamente quebrados,
ya que perdieron lo invertido en la mansión
y solo rescataron unos pocos dólares de la
venta-remate de todos sus muebles,
intentaron iniciar una nueva vida que no les
resultó para nada fácil.
Según comentarios hechos por
los propios Lutz a amigos, la entidad los
siguió molestando por algún tiempo, lo que
sin dudas reavivó el terror en la familia.
Después de
algún tiempo, los problemas económicos y la
continuación de los hechos paranormales,
resquebrajaron el núcleo familiar, sobre
todo la relación matrimonial, lo que llevó a
la separación de la pareja.
Nunca se pudo
conocer que terrible hecho había ocurrido en
el pasado.
Si tiene la
oportunidad de visitar Amityville, no deje
de caminar por la Avenida Oceánica, allí en
el número 112 verá una antigua mansión que
el tiempo va destruyendo, ya que quedo
abandonada y nunca más nadie volvió a vivir
en ella, salvo esa fuerza incontrolable y
misteriosa que alguna vez definieron como
“el verdadero amo de la mansión”.