La pregunta es
el pensamiento de quién? Obviamente, del
Creador de todas las cosas. La
misma palabra ángel nos llega de la
traducción griega del original hebreo
mal´akh, que significa la cara oculta
de Dios, luego devenida en mensajero.
Representa un espíritu celestial considerado
precisamente como mensajero, o
intermediario, entre Dios o los dioses y la
humanidad. Todas las religiones están
relacionadas con el vínculo que los seres
humanos tienen o deben tener con el reino
sobrenatural. En la religión griega antigua,
en el judaísmo y cristianismo, y en el Islam
se piensa que esta relación incluye a los
ángeles, enviados como mensajeros divinos a
la humanidad para instruirlos, informarlos o
dirigirlos. Un ángel puede actuar también
como guardián protector, como guerrero
celestial, e incluso como poder cósmico. Más
aún, la línea divisoria entre un ángel bueno
y un ángel malo, o demonio, está a veces
poco clara. Por lo tanto, los ángeles pueden
describirse en general como poderes
personificados mediadores entre lo divino y
lo humano.
Incluso a pesar de su absoluto monoteísmo,
adoración a un solo dios, el antiguo Israel
fue capaz de asumir la imagen de un concilio
de dioses convirtiendo a todos ellos en
ángeles que sirven a un solo dios, lo mismo
que los cortesanos terrenales sirven sólo a
su rey. Esta aceptación de una creencia en
la existencia de ángeles se desarrolló de
forma relativamente fácil porque tanto los
dioses menores como los ángeles podían ser
llamados hijos de Dios. En el pensamiento
hebreo tradicional, se asumía que los
ángeles tenían la forma de varones humanos,
por lo que podían ser confundidos con
hombres.
Después del periodo del exilio babilónico de
Israel (597-538 a.C.), el pensamiento judío
con respecto a los ángeles fue
considerablemente alterado y enriquecido.
Basándose en el arte mesopotámico, los
artistas y escritores comenzaron a dotar de
alas incluso a los serafines
antropomórficos, y se desarrolló un interés
por las prendas de los ángeles, sus nombres
y sus categorías. Además de la influencia
mesopotámica, la tradición dualista persa
añadió otra dimensión a la angeolología
hebrea postulando ángeles hostiles y
destructivos que se rebelaban contra Dios.
La secta judía Qumran, o de los Esenios, por
ejemplo, veía el mundo como un campo de
batalla, la escena de un combate entre el
espíritu de la Verdad y el espíritu del Mal,
este último, un poder demoníaco opuesto a
Dios llamado Belial. Posteriores
desarrollos, tanto en el judaísmo como en la
cristiandad, mostraron un importante
crecimiento del mundo angélico, no menor al
hecho de la continuidad de la antigua
práctica de aceptar a los dioses de
religiones politeísticas convirtiéndolos en
querubines. Aunque la creencia en los
ángeles es ampliamente testificada en la
Biblia, muchos teólogos, a pesar de todo,
sugieren que el concepto fue adoptado por
los escritores bíblicos tanto como mecanismo
literario para personificar la presencia
divina, como un medio para degradar a los
dioses de religiones politeístas.
Basándose en las tradiciones del judaísmo y
el cristianismo, que eran consideradas como
auténticas revelaciones anteriores a la
revelación final de Mahoma, el Islam
desarrolló su propia jerarquía angélica.
Muchos de ellos, tales como los arcángeles
Miguel y Gabriel o los portadores del trono
de Alá (un león, un águila, un toro y un
hombre), muestran su clara inspiración judeo-cristiana.
La religión preislámica árabe era
politeísta, lo que explica el desarrollo en
el Islam de una jerarquía de tales espíritus
celestes.
Que los ángeles son
enviados a la Tierra para cumplir misiones
defensivas contra el mal lo indican los
textos religiosos. Así el ángel iraní Vophu
Manah o espíritu del bien le llevo la
palabra divina a Zoroastro hace más de 2500
años, y el arcángel Gabriel le dictó el
Corán al profeta Mahoma un milenio después,
corporizándose ante el como lo había hecho
siglos atrás ante la Virgen María, para
anunciarle que Dios la había elegido para
ser madre de Jesús.
Pero antes de todo esto
Dios le asignó a cada mortal, por infiel o
pecador que fuera, un custodio celestial
especifico: el ángel de la guarda, sin duda
el más popular entre las miríadas de ángeles
destinados a cuidar desde las órbitas
planetarias hasta el crecimiento de las
plantas, pasando por la salud, las artes y
el estado de ánimo. Esto sin incluirlas
legiones de ángeles desterrados que Lucifer
envía a boicotear cuando les sea posible, la
obra del Creador.
En los
antiguos ritos indoeuropeos, los ángeles
nacían de cinco años y en un repollo. En los
primeros relatos del Antiguo Testamento, los
ángeles seducían a las mujeres hermosas.
Esta circunstancia desapareció en tiempos de
Jesús: por entonces las criaturas
celestiales estaban instaladas en esferas
celestiales muy elevadas y de ningún modo
podían tener contacto con los humanos.
Lo cierto es que los
ángeles no aparecen en el arte cristiano
antes del siglo IV d. C., tal vez porque los
antiguos judíos tenían prohibida su
representación figurativa y en términos
sintéticos, sus rasgos físicos parecen
provenir del arte asirio a través del legado
griego y romano. No obstante las Crónicas de
Enoc, inmensa recopilación de textos
primitivos hecha en el siglo II a, C.,
detallaban el aspecto y el hábito de los
ángeles y demonios. Crónicas a las que San
Jerónimo declaró apócrifas precisamente unos
400 años después de Cristo, condenando su
visión maniqueísta del bien y del mal
enfrentados a muerte, pero sin poder impedir
su definitivo ingreso al Antiguo Testamento.
Si bien ese santo logró minimizar los
sórdidos poderes de los ángeles malos y
destacar las luminosas virtudes de los
buenos, luego ya en tiempos del Nuevo
Testamento, su doble esfuerzo pasó al
olvido: ahí apareció claramente como un
tercio de todos los ángeles del cielo se
reveló contra Dios bajo la influencia de
Lucifer, y tras su derrota en el combate, lo
siguieron al infierno.
En la historia de la
humanidad, ningún dilema suscitó tantas y
tan largas controversias como la existencia
del Bien y el Mal, representados desde
siempre por ángeles y demonios ya presentes
en el año 4241 a.c en Egipto, y en Asiría y
Babilonia en el siglo XXIX a.C.
Por ese entonces,
Marduk era la única deidad alada y los
babilonios difundían su creencia en seres
bondadosos y etéreos que protegían uno por
uno a cada simple mortal: los ángeles
custodios, defensores del hombre contra toda
influencia maligna.
Para Zoroastro, el
Mesías persa del siglo VII a.C., la vida era
regida por dos principios: la luz y las
tinieblas, en un eterno antagonismo. Con
estos antecedentes, el relato bíblico da
cuenta de un Dios omnisciente que creó a los
ángeles sólo para cumplir un rol de
emisarios cósmico, y también de cómo
nacieron los ángeles caídos o demonios. El
ángel más amado por Dios, quiso ser tan
perfecto como su creador y, en abierto
desafio a su poder supremo, organizó
ejércitos de ángeles rebeldes que condujo
hasta las mismas puertas del cielo. En el
Apocalipsis, San Juan narra dramáticamente
la batalla entre los ángeles leales guiados
por San Miguel Arcángel, lo que también
figura en una parte del Corán, incluyendo
las denominaciones Ibis y Shaitan, que en
occidente significan Diablo y Satán.