EL COMBATE NAVAL DE ANGAMOS
El Epico Duelo Naval Del Pac�fico

ANTECEDENTES

En abril de 1879, las rep�blicas sudamericanas del Pac�fico; Bolivia y Per�, por un lado, y Chile, por el otro, iniciaron una guerra larga, cruenta y muy costosa, cuyas causas se encuentran en la agresiva pol�tica expansionista emprendida por el gobierno chileno sobre el territorio de Atacama, entonces bajo soberan�a de Bolivia. Apenas 30 a�os atr�s los tres pa�ses ya se hab�an enfrentado en la llamada Guerra de la Confederaci�n, provocada por el gobierno de Chile que pretend�a la hegemon�a y el predominio comercial en las costas del Pac�fico Occidental.

Poco despu�s de emerger como naciones independientes, Chile y Bolivia mantuvieron diferencias en cuanto a los l�mites que los divid�an en la franja costera. La equivocada interpretaci�n chilena establec�a que su territorio alcanzaba hasta el paralelo 23 de latitud sur, mientras para Bolivia el limite se fijaba en el paralelo 26. La situaci�n se complic� cuando en las tierras bolivianas se descubrieron importantes yacimientos de salitre, que era un codiciado nitrato utilizado como fertilizante y para la fabricaci�n de p�lvora, despertando la desaforada ambici�n chilena por esos territorios ajenos.

En 1866 los gobiernos de La Paz y Santiago zanjaron sus diferencias territoriales mediante la suscripci�n de un tratado que estableci� el paralelo 24 como limite, pero que acord� la divisi�n por partes iguales de las ganancias por el salitre explotado por empresas de capital chileno y brit�nico entre los paralelos 23 y 25.

Sin embargo el tratado no resultar�a satisfactorio para las nuevas autoridades bolivianas, pues fue suscrito por un gobierno liderado por un caudillo (Mariano Melgarejo) influenciado por intereses chilenos. En consecuencia, en 1872 se realiz� una revisi�n, y en 1874 se firm� un nuevo tratado, mediante el cual Chile renunci� a los beneficios econ�micos de la explotaci�n salitrera en la zona comprendida en los paralelos 24 y 25. A cambio el gobierno de Bolivia se comprometi� a no incrementar los impuestos sobre el salitre durante los pr�ximos 25 a�os, es decir, hasta 1899.

En la pr�ctica sin embargo, la jurisdicci�n boliviana se mantuvo como un elemento nominal. La presencia chilena era abrumadora; su poblaci�n superaba ampliamente a la boliviana y sus empresas dominaban la econom�a del lugar. La autoridad pol�tica boliviana pas� as� a ser ficticia habida cuenta de la enorme distancia que separaba a esa provincia de la sede de gobierno en La Paz.

En febrero de 1878, la Asamblea Constituyente de Bolivia, confiada en el ejercicio de su soberan�a sobre Atacama, luego de aprobar una transacci�n celebrada en 1873 entre el gobierno boliviano y la compa��a "Salitres y Ferrocarril de Antofagasta", decret� un impuesto de diez centavos de Pesos sobre cada quintal de salitre exportado por dicha empresa chilena. Esta rechaz� tal imposici�n, consider�ndola una violaci�n al tratado de 1874, y en vez de recurrir a un tribunal de derecho civil, reclam� a trav�s de su gobierno. De este modo la canciller�a chilena solicit� al gobierno de Bolivia derogar el tributo o recurrir a un arbitraje. Bolivia se neg� bajo el l�gico argumento que se trataba de un asunto interno entre el Estado y una empresa privada.

Chile no acept� ni esa ni las explicaciones subsecuentes e insisti� en sus ambiciosas pretensiones y como La Paz se manten�a firme en su decisi�n, a inicios de 1879 el gobierno de Santiago despach� al puerto de Antofagasta, a modo de amenaza, al blindado Blanco Encalada. El primero de febrero de ese a�o Bolivia, en protesta por la presencia prepotente de aquella nave de guerra en sus aguas territoriales, anunci� que proceder�a a la confiscaci�n de las salitreras y que las rematar�a el 14 de febrero.

La reacci�n prepotente chilena no se hizo esperar. El doce de ese mes el ministro de asuntos exteriores de Chile despach� a su c�nsul general en Antofagasta la siguiente comunicaci�n:

"En pocas horas m�s el litoral que nos pertenec�a antes de 1866 (sic) ser� ocupado por fuerzas de mar y tierra de la rep�blica y V.S. asumir� el cargo de gobernador pol�tico y civil de ese territorio.

En la fecha prevista para la subasta, por orden del presidente chileno An�bal Pinto, una fuerza de 700 soldados al mando del coronel Emilio Sotomayor desembarc� en Antofagasta. Las tropas chilenas no encontraron resistencia organizada, extendieron pronto su control a las localidades costeras adyacentes y reivindicaron dichos territorios para Chile (1).

El primero de marzo, el gobierno boliviano del general Hilari�n Daza denunci� la ocupaci�n y orden� el cese de relaciones diplom�ticas y comerciales con Chile. La guerra estall�. La diferencia entre ambos contrincantes era abismal, raz�n por la cual Bolivia solicit� de inmediato la ayuda de la rep�blica del Per� en concordancia con un tratado defensivo que ambos pa�ses hab�an suscrito secretamente en 1873 (2).

Es dif�cil evaluar si en las condiciones prevalecientes en aquel entonces, el Per� procedi� adecuadamente al involucrarse en un conflicto que le era ajeno por cumplir con un compromiso internacional. Moralmente su actuaci�n fue impecable. Pero si bien un tratado deb�a honrarse, no deb�a ser a costa de poner en riesgo la supervivencia nacional. Quiz�s hubiera servido mejor al inter�s peruano aplicar una pol�tica realista que implicara denunciar el tratado y mantenerse al margen del contencioso. Las razones resultaban evidentes si se consideraba que el Per� no estaba preparado para encarar un conflicto de proporciones y si se ten�a en cuenta que el aliado era d�bil y el eventual contrincante muy fuerte, hecho que imped�a mantener un equilibrio en la relaci�n de fuerzas.

La capacidad militar peruana no hab�a logrado mantener una relaci�n con la creciente prosperidad econ�mica experimentada en el pa�s en la d�cada de 1870. El gobierno civilista del Presidente Manuel Pardo hab�a reduc�do fuertemente los gastos militares, como parte de la pol�tica de su partido de intentar neutralizar el rol dominante de las fuerzas armadas. Su sucesor, el presidente constitucional Mariano Ignacio Prado (1876-79), encontr� sus opciones limitadas y no pudo hacer las correcciones del caso pese a que se trataba de un militar de profesi�n.

El Per� no declar� la guerra. Chile lo hizo. Pero la ambig�edad del accionar peruano, que por un lado quiso ser un mediador sincero a fin de hallar una soluci�n pac�fica al diferendo y que por otro se mantuvo estoicamente fiel a su honor y a su compromiso con una de las partes involucradas, termin� por generar sospechas equivocadas, resentimientos y hostilidades y la colisi�n se hizo inevitable.

Chile se hab�a alistado para la guerra con anticipaci�n, esto es indiscutible, (Leer art�culo: "Preparaci�n para "la guerra" o para "una guerra"") aquel pa�s hab�a recurrido a un acto de agresi�n armada y respaldaba su accionar en un ej�rcito invasor cuidadosamente preparado durante 10 a�os y muy bien organizado y disciplinado, basado en la estructura militar francesa y en una fuerza naval respetable, a�n para est�ndares europeos, organizada sobre la base de los par�metros de la Real Marina Brit�nica.

Es necesario se�alar que entre 1877 y 1878, por efecto de la crisis econ�mica de esa �poca, y como ocurri� antes en el Per�, los gastos chilenos en defensa se hab�an reducido, no obstante la calamitosa situaci�n econ�mica en que se encontraba Chile en 1878, al extremo de declarar la inconvertibilidad del billete de banco, hizo cuantiosos gastos y sacrificios para adquirir los blindados, los ca�ones Krupp e ingentes cantidades de armas y municiones y para movilizar un poderoso ej�rcito con el cual gan� la guerra del guano y del salitre de 1879. En efecto Chile a pesar de lo exiguo de su presupuesto hab�a atendido con regularidad a su escuadra y debido a esto, mucho antes de declarar la guerra ya las naves chilenas estaban listas para actuar. Sobre esto es elocuente el testimonio del historiador chileno Benjamin Vicu�a Mackena: "....Llev�vamos nosotros la ventaja a los peruanos de un largo tiempo de aprestos. Incubada la guerra el primero de enero, lista la escuadra chilena desde noviembre de 1878, y cuando el "Hu�scar" estaba desarmado, la "Independencia" con sus calderas en la playa, la "Uni�n" en Iquique, y la "Pilcomayo" en el muelle del Callao". Un a�o antes de la guerra de 1879, el "Cochrane" hab�a sido enviado a Inglaterra para recibir algunas reparaciones y limpiar sus fondos.

Algunas fuentes se�alan que a fines de 1878, el ej�rcito chileno apenas pose�a 3,000 hombres, la mayor�a de los cuales se encontraba concentrado en el sur del pa�s, en la frontera de la Araucan�a. Sin embargo al estallar el conflicto, la fuerza militar chilena pas� r�pidamente a convertirse en una m�quina de guerra compuesta por miles de soldados, al extremo que en poco m�s de seis meses organiz� tres ej�rcitos: El Ej�rcito del Sur, que operaba en la Araucan�a, el Ej�rcito del Centro que operaba como reserva, y el Ej�rcito en Campa�a, que enfrent� al Per� y Bolivia. Este �ltimo ej�rcito lleg� a alcanzar los 25 mil hombres. Adem�s, a partir de 1872 Misiones militares chilenas adquirieron de Gran Breta�a, Francia y Prusia armas de �ltima generaci�n, como ametralladoras Gatling, ca�ones Krupp y fusiles Comblain, material que moderniz� su obsoleto arsenal, por todo lo anteriormente expuesto era evidente e indiscutible que Chile prepar� cuidadosamente su ej�rcito invasor durante 10 a�os.

Cuando estall� la guerra, el Per� ten�a un ej�rcito compuesto por unos 5,500 hombres. La infanter�a consist�a en ocho batallones integrados cada uno por 450 oficiales y soldados. Estos batallones eran el Pichincha, Zepita, Ayacucho, Callao, Cusco, Puno, Cazadores y Lima. La caballer�a era m�s modesta a�n: 1,350 hombres divididos en tres regimientos: El legendario H�sares de Junin, los Gu�as y los Lanceros de Torata. La artiller�a estaba compuesta por los regimientos Dos de Mayo y Artilleria de Campa�a, con un total de 1,000 hombres y apenas treinta ca�ones. Recurriendo a las reservas, para julio de 1879 el Per� logro conformar una peque�a fuerza militar de 12,000 soldados, que fueron diseminados entre las vastas costas de Tacna y Tarapac�.

Resultaba evidente que en sus inicios la contienda se iba a focalizar en el mar, pues el dominio mar�timo era fundamental para garantizar el �xito de las operaciones terrestres de los contrincantes, incluyendo comunicaciones, desplazamiento de tropas, desembarcos y aprovisionamiento a lo largo de las extensas costas del Pac�fico Sur. No se requer�a ser estratega para entender que aquel pa�s que asegurara el dominio del mar ser�a el que ganar�a el conflicto. La primera fase de lo que pasar�a a denominarse la Guerra del Pac�fico iba a ser pues, mar�tima.

LA ESCUADRA CHILENA EN 1879

La escuadra chilena -quiz�s la mejor de Am�rica Latina despu�s de Brasil- estaba compuesta por dos enormes acorazados gemelos: El Almirante Cochrane y el Almirante Blanco Encalada, ambos, dise�ados por Sir Eduardo Reed y construidos en los astilleros Earle Ship Building Company de Yorkshire (3).

Cada uno ten�a un desplazamiento de 3,560 toneladas, una potencia de 4,300 caballos de fuerza y un blindaje de nueve pulgadas. Alcanzaban una velocidad de 12.75 nudos y pose�an cada cual seis ca�ones de 9 pulgadas, cuatro de 4.7 pulgadas, cuatro de 2.2 pulgadas, un ca��n de 20 libras, uno de 7 libras, cuatro de una libra, tres ametralladoras Norfendelt y cuatro tubos lanza-torpedos de 14 pulgadas.

El primero, bautizado inicialmente como Valpara�so, ingres� al servicio de la flota chilena el 24 de enero de 1876. El Cochrane por su parte, lleg� a Chile en diciembre de 1874 pero retorn� a Gran Breta�a a terminar su alistamiento en enero de 1877.

La escuadra chilena contaba adem�s con una ca�onera relativamente nueva, la Magallanes, construida en los astilleros brit�nicos Raenhill & Company y en servicio desde 1874. Ten�a un desplazamiento de 950 toneladas, 1,040 caballos de fuerza y un andar de 11 nudos. Su armamento consist�a en un ca��n de 7 pulgadas, un ca��n de 64 libras y dos ca�ones de 4 pulgadas (4).

La armada chilena igualmente dispon�a de dos antiguas corbetas de madera: la Esmeralda, construida en Northfleet, Gran Breta�a, en 1855, desplazaba 854 toneladas, con 200 caballos de fuerza y una velocidad de 8 nudos. Estaba armada con diecis�is ca�ones de 32 libras de 6.5 pies de largo, cuatro ca�ones de 32 libras de 9.5 pies de largo y dos ca�ones de 12 libras (5); y la Abtao, construida en 1865 para los confederados norteamericanos durante la guerra civil, en los astilleros escoceses de Dennis Brothers, desplazaba 1,600 toneladas, ten�a reforzamiento de acero en el casco y estaba armada con un ca��n de 5.8 pulgadas y cuatro ca�ones de 4.7 pulgadas. Su potencia era de 800 caballos de fuerza y alcanzaba una velocidad de 10 nudos (6).

Chile pose�a adem�s dos cruceros desprotegidos de la clase Alabama, el O�Higgins y la Chacabuco, construidos en 1866 en los astilleros Ravenhill de Londres Gran Breta�a. Cada uno desplazaba 1,101 toneladas, ten�a 1,200 caballos de fuerza y alcanzaba una velocidad m�xima de 12.5 nudos. Su armamento consist�a en tres ca�ones de 115 libras, dos de 70 libras, cuatro de 40 libras y cuatro ametralladoras Hochtkiss (7 y 8).

Adicionalmente Chile pose�a una vieja goleta, la Covadonga, ex nave de la armada espa�ola, construida en El Ferrol en 1858. Protegida con casco de fierro, desplazaba 412 toneladas, ten�a una potencia de 140 caballos de fuerza y un andar de 7 nudos. Estaba provista de dos ca�ones de 70 libras, tres ca�ones de 40 libras y dos ca�ones de 9 libras (9).

Chile contaba adem�s con dos escampav�as, el Lautaro y el Toro. El primero, construido en 1870, desplazaba 120 toneladas, mientras que el segundo, construido en 1874, ten�a un peso de 150 toneladas. Ambos estaban armados con un ca��n de 40 libras y uno de 6 pulgadas.

La escuadra chilena pose�a asimismo diversas lanchas torpederas, adquiridas entre 1878 y 1881, que desplazaban entre 10 y 35 toneladas y que estaban armadas con una ametralladora Hotchkiss y dos tubos lanzatorpedos. Estos eran el Janaqueo, Colo Colo, Tucapel, Fresia, Tegualda, Recumilla, Glaura, Guale, Janaqueo 3, Vedette y el Quidoro.

La marina chilena contaba con varios transportes propios o alquilados de navieras privadas, entre los que debe mencionarse al Loa (1873-1,675 toneladas); Lamar (1870-1,400 tons); Copiapo (1870-1,337 tons), Amazonas (1874-2,019 tons) Mat�as Cousi�o (1,859-923 tons), Itata (1873-2,232 tons), Tolten (1872-317 tons), Valdivia (1865-900 tons), Chile (1863-1,672 tons), Carlos Roberto 1872-643 tons) y el Rimac (1872-1,805 toneladas). El Loa, el Rimac, el Copiapo, el Amazonas, el Valdivia y el Carlos Roberto, estaban artilllados con ca�ones y ametralladoras (10).

Los oficiales de la escuadra eran de primer nivel. La mariner�a estaba igualmente bien entrenada y sus unidades se encontraban armadas con el fusil Kropatschek modelo 1877 de tiro r�pido.

La flota estaba comandada por el contralmirante Juan Williams, qui�n se distingui� durante la guerra contra Espa�a de 1865-66. Como aquel, era notable la profusi�n de oficiales de ancestros brit�nicos, tales como Condell, Rogers, Simpson, Thomson y el comandante Lynch, este �ltimo inclusive, adscrito en su juventud a la Real Marina Brit�nica y como tal veterano de la segunda guerra del opio entre China y Gran Breta�a.

Bolivia pr�cticamente no contaba con escuadra, salvo por tres peque�os barcos, entre ellos el bergant�n Sucre, todos ellos capturados durante la ocupaci�n de Antofagasta, y aquel era un factor que quiz�s el Per� debi� considerar al mantener la alianza militar con el pa�s del altiplano, cuyos gobernantes de esa �poca cometieron el error de no cuidar adecuadamente su regi�n costera al no desarrollar una marina mercante y una fuerza naval disuasiva (11).

LA ESCUADRA PERUANA EN 1879

La escuadra del Per�, salvo una excepci�n, no se hab�a renovado en los �ltimos once a�os (12). Estaba integrada por dos blindados, dos monitores de hierro, dos corbetas de madera, una ca�onera, algunas lanchas torpederas y seis transportes.

Sin duda la principal nave del Per�, aunque no la m�s grande ni vel�z, era el Hu�scar, blindado de mar con espol�n modelo Ericsson, dise�ado por el capit�n Cowper Coles de la Real Marina, en base a sus experiencias en la guerra de Crimea. Su construcci�n se inici� a fines de 1864 como el Proyecto 321 de los astilleros Laird Brothers de Birkenhead, a orillas del r�o Mersey, en Liverpool. Desplazaba 1,130 toneladas, ten�a 67 metros de largo,11 metros de ancho y 1,500 caballos de fuerza. Su casco de hierro, pintado de gris, estaba protegido por un blindaje de cuatro pulgadas y media en el centro, reducido a dos pulgadas y media en la popa y la proa. Entre el casco y el blindaje pose�a una separaci�n de madera de teca de catorce pulgadas para reducir el impacto de los proyectiles. Contaba con una torre giratoria, operada manualmente, llamada Torre Coles en honor a su dise�ador, con un blindaje de cinco pulgadas y media en la que se desplegaban dos ca�ones Armstrong de 300 libras. Detr�s se ubicaba una torre hexagonal desde donde se gobernaba la nave. Tambi�n pose�a dos ca�ones Armstrong de cuarenta libras ubicado cada cual en las partes laterales y un Armstrong de doce libras en la popa. Con una sola h�lice propulsada por dos m�quinas alternativas horizontales, alcanzaba una velocidad de once nudos y ten�a una capacidad de 300 toneladas de carb�n repartidas en cuatro calderas rectangulares, lo que le permit�a largos viajes en alta mar. El blindado era tan maniobrable que pod�a dar un giro de 180 grados en apenas dos minutos. Para los est�ndares de esos tiempos, el Hu�scar era una nave de guerra formidable, adquirida a un precio bastante razonable.

La fragata blindada Independencia, la mayor de las naves peruanas, hab�a sido construida en Inglaterra en 1865 por la casa J.A. Samuda, en sus astilleros del r�o T�mesis. Desplazaba 2004 toneladas y pose�a un blindaje de cuatro pulgadas y media. Con 550 caballos de fuerza, alcanzaba una velocidad de 12,5 nudos. Estaba armada con dos ca�ones de 150 libras, doce de 70 libras, cuatro de 32 libras y cuatro de 9 libras.

Los viejos monitores de costa clase Canonicus, el Manco C�pac y el Atahualpa, bautizados as� en honor del primer y el ultimo Inca del Tahuantinsuyo, respectivamente, fueron adquiridos en abril de 1868. Hab�an sido construidos para la marina federalista de los Estados Unidos por Alex Swift and Company en los astilleros Niles & Rivers Works de Cincinnati, Ohio, y completados el 10 junio de 1865, el primero bajo el nombre de USS Oneota y el segundo como el USS Catawaba. Desplazaban 2,100 toneladas, con un motor de 350 caballos de fuerza y una velocidad te�rica de 8 nudos. Estaban protegidos por una coraza de 3 pulgadas, que aumentaba a 5 pulgadas en las partes vitales de la nave y estaban armados cada cual con dos potentes ca�ones Dahlgreen de 15 pulgadas, montados sobre un torre�n blindado con 10 pulgadas de coraza. En la pr�ctica sin embargo, por su lentitud y mal estado, eran bater�as flotantes; el Atahualpa pr�cticamente no se pod�a mover y el Manco C�pac apenas alcanzaba los 3.5 nudos de velocidad (13).

Las dos corbetas, estas s� muy r�pidas, eran la Uni�n, inicialmente mandada a construir por el gobierno rebelde de los Estados Confederados de America en la casa Verns Hermanos de Nantes, Francia, y adquirida por el Per� en 1864 (se comision� en 1865), de 1,600 toneladas y 500 caballos de fuerza, estaba provista de rotaci�n a h�lice, ten�a un andar de 12.5 nudos y estaba armada con dos ca�ones de cien libras, dos de sesenta y ocho libras y doce de cuarenta libras (14); y la Pilcomayo nave de menor poder�o, pero la m�s nueva de todas, construida en 1874 por orden del gobierno peruano en Money Wigram & Sons en Blackwood, Gran Breta�a, con maquinaria de J.Penn & Company de Geenwich. Desplazaba 800 toneladas, alcanzaba los 11 nudos de velocidad y estaba armada con dos ca�ones de 70 libras, cuatro ca�ones de 40 libras y cuatro ca�ones de 12 libras (15).

Completaban la flota la ca�onera Arno, armada con un ca��n de 40 libras, uno de 32 libras y ametralladoras, y las lanchas torpederas Alianza, Independencia, Alay, el Urcos, Capitan�a, Resguardo y Rep�blica, cuyas caracter�sticas eran similares a las chilenas.

La marina peruana dispon�a al momento del conflicto de los transportes Lime�a, Chalaco, Talism�n, Oroya y Mara��n.

Casi todas las naves de la escuadra se encontraban inmovilizadas y en pleno proceso de reparaci�n.

La marina chilena, incluyendo a los escampav�as, desplazaba un total de 13,408 toneladas, mientras que los barcos de guerra peruanos apenas alcanzaban las 9,500 toneladas. La diferencia se acentuaba a�n m�s si se inclu�a en el tonelaje total a los transportes, pues los chilenos superaban las 20,000 toneladas, contra unas 7,000 toneladas de las naves auxiliares peruanas.

En lo referente a artiller�a, la escuadra chilena pose�a un total de 114 ca�ones y 10 ametralladoras Hotchkiss, mientras que la marina peruana dispon�a de 55 ca�ones y cuatro ametralladoras Gatling.

La escuadra chilena pues aventajaba a la peruana en modernidad, cantidad, desplazamiento, blindaje, poder de artiller�a, y n�mero de transportes. Los peruanos sin embargo supl�an esta desventaja con oficiales navales muy capaces y preparados, aunque los marineros y grumetes fueran en su mayor�a novatos y los artilleros carecieran de pr�ctica en ejercicios de fuego real. (16).

A diferencia del resto de la flota s�lo el Hu�scar se encontraba medianamente operativo, pero al contrario de sus oficiales, la tripulaci�n carec�a de la disciplina y la pr�ctica de guerra. Ante los halagos triunfalistas sobre la capacidad b�lica del blindado, su comandante formul� al gabinete del presidente Prado la siguiente advertencia: "Se�ores, es preciso que no nos formemos ilusiones; el Hu�scar es sin duda un buque muy fuerte, pero nunca podr� contrarrestar el poder de uno s�lo de los blindados chilenos, pues estos tienen una coraza uniforme de nueve pulgadas y seis ca�ones de igual calibre que los del Hu�scar, a lo cual debe agregarse, que, por el momento, no tiene el monitor balas aceradas �nicas capaces de perforar su blindaje, ni mariner�a siquiera medianamente expedita, en cambio de lo bien previstos que se hallan los buques enemigos, as� de los pertrechos como de la gente apropiada para tal caso; no siendo de poca importancia la ventaja de estos de tener una doble h�lice que les permite ejecutar sus movimientos sin perder posici�n y con suma rapidez. A pesar de todo el Hu�scar cumplir� con su deber, a�n cuando tenga la seguridad de su sacrificio" (18).

La opini�n p�blica ten�a sobradas razones para confiar en el poder del Hu�scar, una nave peque�a pero marcada por el destino para convertirse en uno de los barcos m�s celebres de la historia naval contempor�nea.

El blindado ten�a antecedentes que demostraban que se trataba de un barco excepcional: A inicios de 1866 captur� y destruy� en las costas del Brasil a tres mercantes de bandera espa�ola, pa�s que entonces se encontraba en guerra con el Per�. A fines de ese a�o iba a liderar la expedici�n naval peruano-chilena a las Filipinas, cuyo objetivo era destruir a la escuadra espa�ola del Pac�fico con base en la bah�a de Manila, que no lleg� a concretarse. En mayo de 1877 fue capturado en puerto por partidarios del caudillo Nicol�s de Pi�rola, quien pretend�a derrocar al presidente Prado, y se hizo a la mar para emprender operativos de sabotaje contra fuerzas gubernamentales. En una de esas acciones, calificada por el propio gobierno peruano como un acto de pirater�a, el Hu�scar captur� al mercante brit�nico John Elder para inspeccionar su correspondencia. El presidente Prado descart� toda responsabilidad por parte del Per� y este hecho motivar�a la intervenci�n de la Real Marina Brit�nica: El comandante de la escuadra brit�nica en Sudam�rica, vicealmirante Algernon de Horsey decidi� capturar al blindado con objeto de entregarlo a las autoridades. El 28 de mayo, frente a la bah�a de Pacocha, el escuadr�n de de Horsey, consistente en la fragata HMS Shah, de 6,250 toneladas y 16 nudos de velocidad, armada con dos ca�ones de 12 libras, diecis�is bater�as de 6 libras, 8 ca�ones de 64 libras y cuatro tubos lanza-torpedos Whitehead; y la corbeta de madera HMS Amethyst, de 1,970 toneladas armada con catorce ca�ones de 64 libras, interceptaron al Hu�scar. El almirante brit�nico demand� la inmediata rendici�n del blindado y anunci� que de lo contrario proceder�a a capturararlo por la fuerza. Pi�rola rechaz� el ultim�tum al considerarlo un acto de intromisi�n en un asunto dom�stico. En consecuencia de Horsey, miembro de una generaci�n de oficiales victorianos acostumbrados a imponerse por la fuerza sobre primitivos adversarios de la �poca en �frica y Asia, orden� ca�onear al Hu�scar y se di� inicio a un singular combate que enfrentar�a al buque peruano con dos barcos de la entonces m�s poderosa marina del mundo. El almirante ingl�s ignoraba estar frente a una nave destinada a adquirir una aureola de leyenda. El Hu�scar, bi�n dirigido por el capit�n Germ�n Astete, respondi� los fuegos, evadi� un torpedo mecanizado y mostr� un manejo admirable que dej� perplejos a los brit�nicos, al extremo que las dos naves de Su Majestad hubieran podido ser f�cilmente hundidas si la precisi�n de los ca�oneros peruanos hubiese sido tan diestra como el manejo de la nave. Luego de unas horas de lucha, el Shah y el Amethyst debieron replegarse. Pacocha fue una acci�n humillante para la Royal Navy, al extremo de motivar debates en el parlamento brit�nico que casi ocasionaron la censura del almirante de Horsey. El Hu�scar por su parte pas� a la celebridad al convertirse en el primer barco en la historia naval en enfrentar un ataque de torpedos autopropulsados y por ser el �ltimo blindado al que se enfrentar�an naves de madera brit�nicas.

Iniciada la guerra, el Per� organiz� su escuadra en dos divisiones. La primera, la mas poderosa, integrada por el Hu�scar, la Independencia y los transportes Chalaco, Lime�a y Oroya fue puesta bajo el mando del capit�n de nav�o Miguel Grau, uno de los m�s experimentados y prestigiosos marinos peruanos, comandante del Hu�scar. La segunda, integrada por la corbetas Uni�n y Pilcomayo, los monitores Atahualpa y Manco C�pac y el transporte Talism�n, qued� a �rdenes del h�bil capit�n de nav�o Aurelio Garc�a y Garc�a, quien durante el transcurso del conflicto se convertir�a en comandante de la Uni�n. Los capitanes de nav�o Juan Guillermo Moore y Nicol�s del Portal ejerc�an el mando de la Independencia y de la Uni�n respectivamente, mientras que los capitanes de fragata Jos� S�nchez Lagomarsino, Antonio de la Guerra y Carlos Ferreyros quedaron al frente del Manco C�pac, el Atahualpa y la Pilcomayo respectivamente. En ese entonces a los capitanes Grau, Garc�a y Garc�a y Ferreyros, conjuntamente con el contralmirante Lizardo Montero, se les conoc�a como los cuatro ases de la marina peruana (19).

Miguel Grau, quien naci� en 1836, ingres� a la marina de guerra del Per� en 1854. Su carrera fue r�pida y brillante, e intercalar�a sus funciones en la escuadra con la marina mercante. Como grumete sirvi� en las naves R�mac, Vigilante y Ucayali. Ascendido a alf�rez de fragata en 1856, se le destac� al mejor barco peruano de la �poca, el Apur�mac, bajo �rdenes del capit�n de nav�o Jos� Mar�a Salcedo, quien diez a�os despu�s supervisar�a en Liverpool la construcci�n del Hu�scar. Despu�s de unos a�os en la marina mercante, Grau se reincorpor� al servicio activo en 1863 y pas� a servir en el vapor de guerra Lerzundi como teniente segundo (20). A fines de 1864 viaj� a Nantes, Francia, para recibir la corbeta Uni�n, nave cuyo mando asumi� en su capacidad de teniente primero en diciembre de ese a�o. Iniciado el conflicto que enfrent� a Espa�a contra el Per� y Chile (el estado de guerra se declar� el 13 de enero de 1866) particip� en el combate naval de Abtao como flamante capit�n de corbeta, al mando de la Uni�n. El 4 de febrero de 1868,con el rango de capit�n de fragata, asumi� el comando del Hu�scar el mismo que mantendr�a durante los pr�ximos ocho a�os. En julio de 1868, a los 34 a�os de edad, fue ascendido a capit�n de nav�o. Despu�s de un breve intervalo (1876-79) en que fue diputado al congreso peruano, se reintegr� al servicio, recobrando el mando del blindado. El 25 de abril de 1879, veinte d�as despu�s de declarada la guerra, y casi dos semanas despu�s del combate naval de Chipana entre la Pilcomayo y la Magallanes, el Hu�scar se hizo a la mar con una tripulaci�n de 200 hombres. La oficialidad naval, encabezada por Grau, estaba integrada por un capit�n de fragata, un capit�n de corbeta, tres tenientes primeros, tres tenientes segundos y un alf�rez de fragata. En calidad de oficiales mayores contaba con cuatro cirujanos y ocho aspirantes de marina. Pose�a ocho maquinistas, en su mayor�a brit�nicos contratados y veinticinco oficiales de mar. Asimismo ten�a 42 artilleros y dos destacamentos del ej�rcito: La columna Constituci�n y la guarnici�n del Batall�n Ayacucho N� 3, integrados por 45 soldados al mando de dos capitanes. Dispon�a igualmente de una dotaci�n de marineros, grumetes, cabos de fogoneros y carboneros. Las primeras acciones navales no tardar�an en producirse.

EL COMBATE NAVAL DE IQUIQUE

El comando naval chileno, en lugar de aprovechar su superioridad y atacar en primera instancia a la flota peruana a�n surta en el Callao, dispuso bloquear el puerto de Iquique, ubicado al extremo sur del Per�, con toda su escuadra, lo que se efectu� el 5 de abril, el mismo d�a de la declaratoria de guerra. El error del almirante Williams le iba a costar caro, pues cuando se decidi� finalmente a incursionar en el Callao, ya era tarde: La primera divisi�n naval, es decir el Hu�scar, la Independencia y los transportes Chalaco, Lime�a y Oroya, acompa�ados por el Manco C�pac, de la segunda divisi�n, hab�an zarpado el 16 de mayo rumbo a Arica, escoltando al presidente Prado y a su Estado Mayor, lugar donde arribaron cuatro d�as despu�s. Ah� recibieron la noticia de que el grueso de la flota chilena navegaba hacia al Callao y que tres barcos enemigos, la corbeta Esmeralda, la goleta Covadonga y el transporte Lamar permanec�an bloqueando Iquique. Tambi�n supieron que un convoy enemigo transportaba a 2,500 soldados desde Valparaiso hacia Antofagasta.

Esta situaci�n requer�a una acci�n inmediata, raz�n por la cual el presidente peruano dispuso que el Hu�scar y la Independencia avanzaran hacia Iquique con �rdenes de romper el bloqueo y capturar o destruir las naves enemigas; que luego atacaran el convoy de Valpara�so; y, finalmente, que sabotearan la maquina de filtraci�n de agua de Antofagasta para evitar que pueda ser utilizada por las tropas adversarias.

A las ocho de la ma�ana del 21 de mayo los blindados alcanzaron su objetivo y de inmediato se aproximaron para rendir a los buques chilenos que se encontraban en entrada de la bah�a. Sorpresivamente y no obstante su inferioridad, estos temerariamente rehusaron rendirse y se dispusieron a dar combate. Al comprender que no quedaba m�s remedio que resolver la situaci�n por la v�a de las armas, el comandante Grau areng� entonces a su tripulaci�n: �Tripulantes del Hu�scar! �Estamos a la vista de Iquique! �All� no solo est�n nuestros afligidos compatriotas de Tarapac�! �All� est� el enemigo de la patria todav�a impune! �Ha llegado la hora de castigarlo! �Espero que lo sabr�is hacer cosechando nuevos laureles y nuevas glorias dignas de brillar al lado de Jun�n, Ayacucho, Abtao y el 2 de Mayo!. �Viva el Per�!. -�Viva!- bram� la tripulaci�n. El blindado rompi� entonces los fuegos y durante los primeros treinta minutos se enfrent� s�lo contra los dos buques de guerra enemigos. Cuando la Independencia se aproxim� para entrar en acci�n, la Covadonga, al mando del teniente Carlos Condell, empez� a alejarse del escenario rumbo al sur, por lo que Grau orden� al comandante Juan Guillermo Moore darle caza. La Esmeralda estaba dirigida por el temerario capit�n de fragata Arturo Prat y dispon�a de una tripulaci�n de 200 hombres, n�mero similar a la dotaci�n del Hu�scar. El combate entre ambas naves se prolongar�a m�s de tres horas. Los proyectiles de la corbeta fueron incapaces de atravesar la coraza del Hu�scar, el que a su vez limitaba prudentemente el uso de su artiller�a para que los proyectiles no alcanzaran a la poblaci�n de Iquique (21). Grau decidi� terminar el dram�tico encuentro recurriendo al espol�n, pero los dos primeros intentos fueron vanos. El primero impact� a babor y el segundo en el estribor de la nave adversaria, la que pese al castigo recibido parec�a no rendirse. En esos momentos, el temerario capit�n Prat, en un pretendido acto de heroismo, "intent� abordar" el Hu�scar y acompa�ado s�lo de un sargento, espada y pistola en mano se "arroj�" sobre el blindado. Una vez a bordo, avanz� hacia la torre de mando. El temerario capitan sin embargo, result� muerto junto con su no menos temerario acompa�ante, el Sargento Juan Aldea, cuando estuvo pr�ximo a la torre Coles (22). Un "segundo intento" de abordaje por otros doce tripulantes chilenos result� tambi�n infructuoso y estos sucumbieron, "cumpliendo con su deber".

La historia ha registrado para la posteridad que el noble capitan Grau intent� impedir la muerte de Prat, pero el fragor de la lucha, que no conoce ni de heroes ni condiciones, impedi� consumar este gesto. �Tiempos aquellos en que un gran capit�n como Grau leg� a los peruanos y a los marinos del mundo una lecci�n de nobleza y heroismo!. S�lo reci�n al tercer impacto con espol�n la Esmeralda se parti� y se hundi� con el m�stil al tope.

El dram�tico combate concluy� a las 12:10 de la tarde. En total el Hu�scar dispar� cuarenta ca�onazos. Los chilenos acusaron 135 muertos. Los peruanos perdieron un oficial y siete marineros resultaron heridos. De inmediato Grau, antes de avanzar hacia la Covadonga, dispuso el salvamento de los 62 sobrevivientes, cuyo �ltimo comandante, el teniente Ur�be, agradeci� el humanitario gesto del Capit�n del Hu�scar exclamando �Viva el Per� generoso!.

El triunfo peruano se vio opacado cuando la Independencia encall� en un arrecife, por defecto del comando, frente a Punta Gruesa mientras intentaba espolonear por tercera vez a la Covadonga, y se hundi�, perdiendo as� el Per� 26 marinos, entre muertos y heridos y un blindado de dos mil toneladas, por intentar capturar una vieja nave de madera de 412 toneladas (23). Figurara o no el arrecife en las cartas de navegaci�n, el comandante Moore cometi� un error imperdonable que s�lo reivindicar�a con su valiente inmolaci�n ocho meses despu�s al frente de las bater�as de Arica en la batalla del mismo nombre, donde rindi� la vida. A partir de ese momento Grau y el Hu�scar quedaron pr�cticamente solos para enfrentar a la casi intacta flota chilena. Ambos se convertir�an en el �ltimo escollo que impedir�a al ej�rcito de aquel pa�s controlar el mar e iniciar la campa�a terrestre.

CORRERIAS DEL HUASCAR

El 24 de mayo el Hu�scar retorn� a Iquique. Poco despu�s inici� sus solitarias correr�as e incursion� en los puertos bolivianos ocupados de Cobija, Tocopilla y Mejillones y en la caleta peruana de Patillos. Ah� destruy� siete lanchas y recobr� la goleta peruana Clorinda antes capturada por los chilenos. Dos d�as despu�s entabl� un combate de dos horas contra las bater�as del puerto de Antofagasta, destruy�ndolas. El 27 destruy� el cable mar�timo que conectaba a Antofagasta y Valpara�so. Poco despu�s, en Cobija, destruy� otras seis lanchas. El d�a 28 recobr� la tambi�n capturada goleta peruana Caquet� y apres� a su vez al velero chileno Emilia que navegaba con una importante carga de cobre. De regreso, el 29 de agosto, fue perseguido infructuosamente por el blindado Blanco Encalada, entonces buque insignia del contralmirante Juan Williams Rebolledo. El 2 de junio, el Hu�scar marcho desde Arica hacia el puerto de Pisagua, continu� por Iquique y enrumb� en misi�n de reconocimiento hacia el litoral del sur. Al d�a siguiente, entre Huanillos y Punta Lobos, volvi� a encontrarse con el Blanco Encalada y la corbeta Magallanes. En cumplimiento a las ordenes recibidas, Grau eludi� al blindado, que march� en su persecuci�n. A las 13:10 horas, siempre en retirada, el Hu�scar rompi� los fuegos. Luego de un breve intercambio de disparos, continu� el repliegue y despu�s de 18 horas de persecuci�n evadi� a su perseguidor. Posteriormente retorn� al Callao para reparar las aver�as sufridas durante esos operativos (24).

El seis de julio, bajo �rdenes expresas de no arriesgar con los acorazados, el Hu�scar parti� desde el Callao nuevamente hacia sur y el d�a nueve, frente a las costas de Antofagasta, se enfrent� por primera vez en combate con las corbetas Abtao y Magallanes, -a la que caus� diversas aver�as- y estuvo a punto de hundir el transporte artillado Mat�as Cousi�o, pero ante la aparici�n del Cochrane, debi� suspender las acciones y retorn� a Arica (25). Durante dicho encuentro el Hu�scar sufri� algunos da�os leves en su coraza, pero no bajas. El 17 de julio se inici� la cuarta campa�a naval cuyo objeto era hostilizar el litoral enemigo en represalia por el ca�oneo que un d�a antes hab�an efectuado buques chilenos contra Iquique, puerto que no contaba con defensas. Entre el 19 y 20 captur� a las naves chilenas Adelaida Rojas y E. Saucy Jack, despach�ndolas al Callao. El mismo 20 destruy� todas las lanchas surtas en la bah�a de Cha�aral. El 21 destruy� las lanchas fondeadas en Huasco. Luego, el 22, apres� al barco carguero Adriana Luc�a. Al d�a siguiente, en operaci�n conjunta con la corbeta Uni�n, ahora bajo el mando de Aurelio Garc�a y Garc�a, captur� en alta mar una valiosa presa: El transporte R�mac, cuya proa atraves� previamente con un proyectil de a 300. El R�mac era uno de los mejores barcos chilenos y transportaba a un escuadr�n completo de caballer�a perteneciente al regimiento Carabineros de Yungay. La captura de esa nave y la p�rdida del escuadr�n al mando del teniente coronel Manuel Bulnes -alrededor de 260 hombres armados con rifles, municiones, sables, 215 caballos y equipo-, fue un duro golpe para los chilenos. Este hecho produjo una revuelta en Chile y las manifestaciones contra el gobierno ocasionaron varios muertos y heridos.

El primero de agosto Grau emprendi� una nueva campa�a en la que incursion� en los puertos de Caldera, Coquimbo, Taltal y Tocopilla. Posteriormente, el 24 de ese mes, al enterarse que en Antofagasta fondeaban las corbetas Magallanes y Abtao, el transporte Limari y un vapor peque�o, Grau decidi� atacarlos en la rada del puerto. A la madrugada siguiente el blindado, mediante una h�bil maniobra, logr� internarse por entre los buques chilenos y los catorce barcos mercantes neutrales surtos en el puerto, se coloc� en posici�n de ataque y lanz� un torpedo contra la Magallanes. Sin embargo �ste se desvi� y el Hu�scar debi� ir en su b�squeda para evitar que caiga en poder del enemigo, abortando as� la intr�pida acci�n. Un d�a despu�s, en Taltal destruy� tres lanchas enemigas y captur� otras seis. Para entonces Grau ya era un h�roe nacional y el pueblo, con mucha raz�n, ve�a en su persona la figura de un guerrero invencible cuyas habilidades quedaban demostradas al enfrentar el s�lo a toda una marina. Ese mismo d�a, el congreso, en decisi�n un�nime, lo ascendi� a contralmirante, el rango m�s alto al que entonces pod�a acceder un oficial naval peruano.

El 28 de agosto el Hu�scar retorn� a Antofagasta y se enfrent� en combate simult�neamente y una vez m�s contra la Abtao y la Magallanes, as� como con las bater�as de tierra, una de las cuales estaba provista de cinco ca�ones de 300 y de 150 libras. El encuentro se prolong� por cuatro horas, habiendo disparado las bater�as y buques chilenos un total de 110 proyectiles contra 28 del Hu�scar. Concluido el encuentro el blindado peruano s�lo result� impactado por un proyectil de a 300, perdi� un oficial y acus� un marinero herido, pero a su vez caus� ser�as aver�as y numerosas bajas en las corbetas, en particular en la Abtao, y destruy� quince de las bater�as terrestres. El corresponsal del diario El Mercurio en Antofagasta escribi� al respecto: "Los estragos producidos en la Abtao por aquellos tiros del Hu�scar fueron terribles".

Grau, quien tras ser promovido, renunci� a sus haberes e insignia de almirante para mantenerse al mando del Hu�scar y solicit� el ascenso de todos sus subordinados al grado inmediato, continu� su extraordinaria labor, bombardeando puertos fortificados, capturando transportes, destruyendo lanchas, manteniendo abiertas las comunicaciones entre el Callao y los dem�s puertos del litoral peruano y consecuentemente paralizando al ej�rcito enemigo. En Chile, las impunes incursiones del blindado peruano, protagonista indiscutido de esta particular guerra de curso, continuaban exasperando al pueblo y al gobierno. Las violentas manifestaciones del mes de julio frente al palacio presidencial en protesta por el estado de inercia de la guerra y las humillaciones sufridas motivaron interpelaciones en el congreso y la censura del gabinete ministerial. Se produjeron renuncias de ministros y se efectuaron inevitables cambios en las jefaturas del ej�rcito y la escuadra. Los conductores de la guerra, imposibilitados de iniciar la campa�a terrestre, coincidieron en que hundir al Hu�scar era, definitivamente, la primera prioridad militar. En ese momento, Chile y su marina no estaban en guerra contra el Per�; lo estaban contra Grau y el Hu�scar. La escuadra chilena, en su totalidad, consecuentemente se concentr� en un s�lo objetivo: Cercar y aniquilar al escurridizo barco. No pod�a aceptarse que una sola nave mantuviera en raya a todo un pa�s. Como primera medida el contralmirante Williams Rebolledo fue reemplazado como jefe de la escuadra por el capit�n de nav�o Galvarino Riveros C�rdenas. El primer acto del flamante comandante general fue levantar el bloqueo de los puertos peruanos y retornar los barcos a sus bases para reacondicionarlos y limpiar sus fondos. El 30 de septiembre Riveros reuni� a su escuadra en el puerto de Mejillones. Tras intensas deliberaciones con su Estado Mayor, se acord� dar caza al Hu�scar mediante un plan que contemplaba la conformaci�n de dos divisiones navales, la primera, bajo el mando del propio Riveros, integrada por el Blanco Encalada, la Covadonga y el Mat�as Cousi�o. La segunda, denominada Divisi�n Ligera, por ser m�s r�pida, a ordenes del Capit�n de Fragata Juan Jos� Latorre, compuesta por el Cochrane, el Loa y la O'Higgins. La idea era avanzar hacia el �rea de acci�n del Hu�scar, entre Arica y Antofagasta, y cercarlo. Como primer paso se decidi� marchar rumbo a Arica, donde se esperaba hallar al blindado y bombardear el puerto, a�n a costa del peligro que representaban los ca�ones de tierra, para forzar al Hu�scar a dar combate. Ese mismo d�a 30 de septiembre, Grau, que efectivamente se encontraba en la rada de Arica, remiti� al comandante general de la marina el que ser�a su �ltimo parte de guerra, en el cual reiter� la necesidad de recibir las potentes granadas Palliser para los ca�ones de la Torre Coles, por ser las �nicas capaces de atravesar el blindaje del Blanco Encalada y el Cochrane en caso de combate. Simult�neamente, Grau recibi� �rdenes de partir en convoy con la Uni�n y el transporte Rimac rumbo al sur, en una s�ptima expedici�n dirigida a sabotear los puertos chilenos entre Tocopilla y Coquimbo. Nuevamente se le reiter� la orden de rehuir combate con los acorazados enemigos para no comprometer la integridad del �nico blindado que le quedaba al pa�s.

Cuando la fuerza de Riveros lleg� a Arica en la ma�ana del cinco de octubre, se encontr� con la sorpresa que, una vez m�s, el Hu�scar se les hab�a escapado de las manos. Pero el comodoro chileno esta vez no se dio por vencido, abandon� el puerto, dividi� a su naves conforme lo establecido en los planes y continu� la b�squeda de la dif�cil presa. El Hu�scar mientras tanto, luego de dejar al R�mac en Iquique, arrib� en compa��a de la Uni�n a la caleta de Sarco. Ah� capturaron a la goleta Coquimbo. Posteriormente llegaron al puerto de ese mismo nombre y al no encontrar objetivos militares, continuaron m�s hacia el sur, hasta la caleta de Tongoy, localidad cercana al importante puerto de Valpara�so. Cumplido el objetivo de la expedici�n, Grau y Garc�a y Garc�a dirigieron sus naves rumbo al Per�.

EL COMBATE NAVAL DE ANGAMOS

Mientras los barcos peruanos navegaban de regreso, ignoraban que, silenciosamente, el cerco tan rigurosamente planeado se iba estrechando sobre ellos. Las dos divisiones chilenas avanzaban desde diferentes direcciones, en posici�n abierta, dispuestas a cercar a su objetivo. El Hu�scar deb�a estar en alguna parte y esta vez no estaban dispuestos a perderlo.

Al amanecer del 8 de octubre, frente a las costas de Antofagasta, siempre rumbo al norte, los peruanos divisaron tres humos que se desplazaban desde esa direcci�n hacia ellos. Eran el Blanco Encalada, la Covadonga y el Mat�as Cousi�o, que, finalmente, hab�a avistado a los peruanos. De inmediato Grau dispuso una maniobra evasiva en zigzag hacia el sur-oeste y orden� a toda m�quina. Haciendo proa sucesivamente al oeste y al norte, en tres horas el Hu�scar logr� evadirse y mantuvo una distancia de ocho millas sobre sus perseguidores.

A las 07:15 horas, sin embargo la nave peruana divis� otros tres barcos que avanzaban desde el nor-oeste, aquellos pertenecientes a la segunda divisi�n chilena, precisamente al sector hacia donde un momento antes hab�a puesto proa el blindado. De inmediato Grau orden� virar hacia el este y aumentar a�n m�s la velocidad. Sin embargo, en menos de una hora el Cochrane, cuyo andar superaba al del Hu�scar en casi dos nudos, acort� distancia hasta ponerse a escasos kil�metros de su enemigo. El Blanco Encalada y la Covadonga por su parte, iban acerc�ndose amenazante en direcci�n a la popa, al tiempo que la O'Higgins y el Loa se dirigieron a cortar el paso a la Uni�n. El contralmirante Grau dispuso virar al norte sin resultados. Pronto comprendi� que su nave, menos r�pida, no podr�a eludir lo que evidentemente era una trampa cuidadosamente preparada. De inmediato orden� a la Uni�n -de mayor velocidad- continuar por ese rumbo hacia Arica. Garc�a y Garc�a cumpli� las �rdenes de Grau sabiendo que su buque de madera ser�a destrozado f�cilmente si compromet�a combate con los blindados y seguro de que el repliegue era el �nico modo de salvar el barco para el pa�s, lo que el h�bil marino finalmente lograr�a, sin que la O'Higgins y el Loa pudieran impedirlo.

Siendo inevitable el encuentro, Grau orden� zafarrancho de combate, iz� el pabell�n de guerra y con gran coraje se dispuso a dar batalla contra fuerzas ampliamente superiores (26). Pronto, aquel barco de 1,130 toneladas y cinco ca�ones de diverso calibre se enfrascar�a en un desigual duelo contra dos potentes acorazados y una goleta, que en conjunto superaban las 7,500 toneladas, que pose�an un total de 47 ca�ones, seis ametralladoras y ocho tubos lanza-torpedos, y que estaban protegidos, los acorazados, por el doble de blindaje. Y quiz�s, mientras se efectuaban las maniobras precederas a la batalla, algunos tripulantes se detuvieron a ver, por �ltima vez, la inscripci�n que destacaba sobre el tim�n de popa de la nave: "El hombre honrado, leal y valiente inspira honor y orgullo a sus compatriotas. El traidor y cobarde es el bald�n y deshonra de su patria.

A las 9:25 de la ma�ana el Hu�scar inici� majestuosamente la contienda y a mil metros de distancia dispar� una andanada de proyectiles contra el Cochrane, algunos de los cuales alcanzaron la galera del blindado, pero sin da�arlo. El Blanco Encalada y la Covadonga, mientras tanto, continuaban acerc�ndose. El Cochrane por su parte no respondi� los tiros y fue acortando distancia.

A las 9:40 horas, cuando se encontraba a 200 metros a babor del Hu�scar, Latorre orden� ca�onear a su adversario. La diestra conducci�n de Grau sin embargo permiti� al blindado realizar h�biles y temerarias maniobras, al extremo que intent� atacar con el espol�n al Cochrane, pero la mayor velocidad de la nave, provista de doble h�lice permiti� esquivar lo que quiz�s hubiera sido una embestida mortal. La acci�n entonces se hizo general y los ca�ones chilenos se trabaron en feroz intercambio con los Armstrong peruanos. Pronto las granadas Palliser y Sharpnell del Cochrane impactaron en el barco peruano y causaron efectos demoledores. Una de estas perfor� el blindaje del casco de la torre de artiller�a e hiri� a los doce marineros que serv�an la ronza de los ca�ones. Otra descarga cort� el guardin de babor de la rueda de combate, lo que ocasion� varias bajas, un incendio y trab� el mecanismo de maniobras en raz�n que los cuerpos de los ca�dos quedaron api�ados alrededor de la torre. El Hu�scar sin embargo respondi� y uno de sus proyectiles de 300 libras entr� en la casamata del Cochrane a trav�s de una abertura, explot�, la da�o, y mat� a todos sus operarios.

Por unos instantes el sorprendente Hu�scar pareci� recuperar ventaja. Pero el Blanco Encalada y la Covadonga, ahora a s�lo 200 metros de distancia de la aleta de estribor del blindado peruano, entraron en acci�n. El Hu�scar qued� as� encerrado entre los dos blindados chilenos, con el paso cortado por la corbeta. Entonces dirigi� sus ca�ones contra el Blanco Encalada y tambi�n busc� embestirlo con el espol�n, pero �ste, al igual que el Cochrane, logr� esquivar el ataque.

Otra maniobra del Hu�scar lo coloc� en el centro de los dos acorazados, gir� su torre y dispar� hacia uno y otro. Sin embargo, los proyectiles rebotaban sin poder atravesar sus fuertes corazas. Dicha posici�n, no obstante, impidi� por unos instantes que el Blanco y el Cochrane dispararan por temor a da�arse mutuamente. En cierto momento del combate, una mala maniobra del Blanco Encalada estuvo a punto de provocar una colisi�n con el Cochrane, lo que se evit� gracias a la pericia del comandante de esta �ltima nave. Esta situaci�n no dur� mucho. Las dificultades de manejo no permit�an al Hu�scar mantener una direcci�n constante. Los acorazados entonces cambiaron de posici�n y continuaron el fuego. Aproximadamente a los veinticinco minutos de combate, un proyectil del Cochrane cay� a boca de jarro sobre la torre de mando, atraves� su blindaje, caus� una horrenda explosi�n y mat� al gallardo almirante Grau y a su ayudante, el teniente Diego Ferr�. El proyectil inutiliz� adem�s completamente la rueda de gobierno y los tel�grafos de las m�quinas. Muerto el almirante, asumi� el mando el segundo de a bordo, el capit�n de corbeta El�as Aguirre, bajo cuyas �rdenes se continu� un combate tenaz y sostenido. Sin embargo, en pocos minutos el comandante Aguirre corri� igual suerte que Grau y fue destrozado por un proyectil. Asumi� entonces el mando el tercer oficial, el capit�n Melit�n Carvajal, quien pronto cay� herido v�ctima de una cerrada descarga, y debi� ser reemplazado por el siguiente oficial en jerarqu�a, el teniente primero Melit�n Rodr�guez, que al igual que sus predecesores result� muerto en su puesto de mando. Para entonces el combate se hab�a vuelto una carnicer�a y el Hu�scar, casi sin control debido a los impactos en su l�nea de flotaci�n, qued� a merced de los ca�ones del enemigo. Dentro del blindado, el cirujano de la nave, Santiago T�vara, hac�a esfuerzos sobrehumanos por salvar la vida de los tripulantes heridos cuyo numero se multiplicaba conforme prosegu�a la tit�nica lucha. A�n en tales condiciones el Hu�scar continu� el combate sin dar ni pedir cuartel, no obstante ya no pod�a maniobrar, ni girar y se hallaba pr�cticamente ingobernable debido a la destrucci�n de los aparejos y c�ncamos de la ca�a y cadena del tim�n. El n�mero de proyectiles que lo impactaron era interminable, pues apenas hab�a secci�n que no hubiera sido destruida. Dos de estos ocasionaron incendios en las c�maras del comandante y de los oficiales, destruy�ndolos completamente. Otra granada penetr� en la secci�n de la m�quina -que en total fue remecida por cuatro ca�onazos-, produciendo un nuevo incendio. El teniente primero Diego Garez�n ahora comandaba el barco, cuya cubierta destrozada por los proyectiles estaba regada de sangre, cad�veres y heridos.

A las 10:10 de la ma�ana la bandera peruana cay� del m�stil, hecho que fue interpretado err�neamente por los chilenos como s�mbolo de rendici�n, pero el teniente Enrique Palacios, entre una lluvia de balas -siete de las cuales lo atravesaron en el momento- la iz� nuevamente sobre el maltrecho m�stil y continu� el combate (27). Garez�n, en gesto in�til, intent� por �ltima vez recurrir al espol�n, pero el Hu�scar no respond�a m�s, convertido en un cementerio de acero flotante, cuya �nica se�al de vida eran los sobrevivientes que a duras penas hac�an sentir el rugir de sus maltrechos ca�ones y metrallas. Otros dos incendios se desataron, uno bajo la torre del comandante y el otro a la altura de la proa. Pronto el �ltimo ca��n de la torre Coles fue destruido, uno de los calderos revent� y termin� por cubrir la nave de humo, mientras el fuego y los gritos de los heridos se convirtieron en los �ltimos alientos del moribundo blindado.

Hab�an transcurrido noventa minutos de �pico combate y ya sin posibilidades de continuar la resistencia, Garez�n y los tres oficiales de guerra que quedaban en pie, acordaron hundir la nave. En consecuencia se dio la orden al primer maquinista para que abriera las v�lvulas, lo que este hizo de inmediato, luego de detener la m�quina por completo (28).

A las 10:55 el Cochrane y el Blanco suspendieron el ca�oneo y comprendiendo que el Hu�scar pronto se ir�a a pique, enviaron una dotaci�n armada en lanchas para abordarlo. Cuando los marinos chilenos rindieron a los sobrevivientes peruanos, impedidos de resistir el abordaje, el Hu�scar ya ten�a 1.20 M. de agua y estaba a punto de hundirse por la popa. Revolver en mano, los oficiales chilenos ordenaron a los maquinistas cerrar las v�lvulas y posteriormente obligaron a los prisioneros a apagar los fuegos que consum�an diversos sectores de la nave. La lucha hab�a conclu�do y la extraordinaria presa de guerra hab�a sido capturada. Durante el combate los acorazados chilenos lanzaron 150 ca�onazos contra el Hu�scar, y le impactaron 76, de los cuales 20 eran granadas Palliser de 250 libras, que penetraron f�cilmente su coraza. El resto fueron proyectiles de diverso calibre, m�s un n�mero indeterminado de balas de metralla, que no dejaron ninguna secci�n del blindado intacta. De sus 200 tripulantes, alrededor de 40 murieron, -entre ellos cuatro de los doce oficiales que integraban el Estado Mayor y de Guerra- y el resto tuvo heridas de diversa consideraci�n. Los sobrevivientes fueron llevados al puerto de Mejillones para enterrar a los muertos y efectuar reparaciones temporales al Hu�scar, el que luego fue conducido con los prisioneros a Valpara�so.

EPILOGO

La primera comunicaci�n sobre el combate, dirigida por el comodoro Riveros al ministro de marina se�alaba: "Hu�scar hecho pedazos. Miguel Grau muri� en combate. La tripulaci�n del blindado peruano resisti� heroicamente". El parte oficial del comandante La Torre a�adi�: "La muerte del contralmirante peruano, don Miguel Grau, ha sido, se�or comandante general, muy sentida en esta escuadra, cuyos jefes y oficiales hac�an amplia justicia al patriotismo y valor de aquel notable marino".

A su vez el gobierno chileno env�o a Riveros el siguiente mensaje: "Seg�n la relaci�n de usted, el almirante Grau ha muerto valientemente en el combate. Cuide usted que su cad�ver sea dignamente sepultado de manera que jam�s se dude de su autenticidad. Ser� devuelto al Per� cuando lo reclame. El pueblo obedeciendo a sus tradiciones se hace un deber en prestar homenaje al valor y la honradez".

Al d�a siguiente del combate se realizaron las honras f�nebres en honor a los muertos del Hu�scar, en presencia del ministro de guerra en campa�a, Rafael Sotomayor, el comandante en jefe de la escuadra, Galvarino Riveros y los comandantes de las naves. Los batallones Chacabuco y Zapadores formaron para la ocasi�n y las tropas del primero rindieron honores al almirante Grau y a cada uno de los oficiales y tripulantes muertos en combate.

La captura del Hu�scar otorg� finalmente a Chile el dominio absoluto del mar, despu�s de que su flota entera se batiera por casi seis meses contra aquel extraordinario barco y le di� campo libre para iniciar las operaciones terrestres, cuyo primer paso ser�a el desembarco en Pisagua.

Al Per� s�lo le quedaban los vetustos monitores Canonicus, la corbetas Uni�n y Pilcomayo, la ca�onera Arno y las torpederas. Ninguno de estos barcos estaba en capacidad de enfrentar a los fuertes acorazados chilenos -a los que pronto se unir�a el capturado Hu�scar- aunque si prestaron invalorable apoyo en llevar necesarios pertrechos a las guarniciones peruanas en el sur, rompiendo diestramente los bloqueos impuestos por el adversario. Si bien ya no habr�an acciones navales de envergadura se produjeron dos enfrentamientos que dejaron en claro la determinaci�n de los marinos peruanos pese a su desventaja. El 24 de mayo de 1880 la moderna torpedera chilena Janequeo fue destruida durante el denominado primer combate de torpederas por la lancha peruana Independencia, al mando del teniente Jos� Galvez. No obstante haber sido impactada por un proyectil, la Independencia embisti� contra el adversario y G�lvez, a mano, le lanz� una granada que la hundi�. Posteriormente, el 6 de diciembre de ese a�o, en el segundo combate de torpederas, la ca�onera Arno hundi� a la torpedera Fresia. Los peruanos asimismo hundieron la goleta chilena Covadonga y el transporte Loa.

Al margen de esos hechos sin embargo, para todo efecto la guerra en el mar hab�a conclu�do, lo que di� paso a la campa�a terrestre con un desembarco en el puerto de Pisagua y el inicio de cruentas batallas. En noviembre de 1879 la Pilcomayo result� capturada en combate; el 22 de diciembre la torpedera Alay result� igualmente capturada; en julio de 1880 el Manco C�pac fue hundido por su tripulaci�n luego de la batalla de Arica; y, en 1881, para evitar que cayeran en poder del enemigo, el gobierno orden� incendiar y hundir las restantes naves de la armada: la corbeta Uni�n, el monitor Atahualpa, la ca�onera Arno, las torpederas y todos los transportes.

Con aquella acci�n, la marina peruana dejar�a de existir temporalmente, hasta que se produjo su renacimiento, a fines del siglo XIX (29).

Miguel Grau y el Hu�scar hab�an realizado una campa�a extraordinaria, hab�an luchado contra la adversidad y contra una gran escuadra y dentro de las limitaciones hab�an logrado resultados que pocos han podido igualar en la historia naval moderna. El Per� gan� en Grau un h�roe de envergadura reconocida por el propio pueblo chileno y de otros pa�ses (30).

En cuanto al Hu�scar, luego de las reparaciones a las que fue sometido, se le integr� a la escuadra chilena con el mismo nombre. Particip� sin gloria en el bloqueo naval de Arica y en febrero de 1880 fue impactado por un proyectil del Manco C�pac, pereciendo en la acci�n el capit�n chileno Manuel Thomson. En 1882, sufri� algunas modificaciones en los astilleros chilenos, donde se le agregaron dos ca�ones Elswick de 10 pulgadas, mientras que a la Torre Coles se le incorpor� un sistema de rotaci�n a vapor. Sin embargo, el legendario barco no tuvo m�s acci�n durante la guerra. Particip�, si, en la guerra civil chilena que enfrent� al presidente Balmaceda con el congreso en la �ltima d�cada del siglo XIX. En 1901, tras el estallido de una ca�er�a a vapor que caus� la muerte de catorce tripulantes, la nave qued� inutilizada. Reparada parcialmente sirvi� est�tica, en puerto, al servicio de la fuerza chilena de submarinos. A partir de 1930 el blindado permaneci� anclado en el arsenal de Talcahuano. Veintid�s a�os despu�s, fue convertido en museo y junto con el legendario Victoria de Nelson, es uno de los pocos barcos del mundo que habiendo servido en distinguidas acciones navales, a�n se preserva intacto. Aquel barco-museo hoy es un monumento a la memoria de los heroicos marinos peruanos que lo tripularon. Una placa de bronce colocada por la marina chilena en el camarote que perteneci� al almirante Grau se�ala: "Comandante peruano Miguel Grau. H�roe y caballero que muri� en el combate de Angamos".

NOTAS

(1) Una notable excepci�n fue sin duda la del h�roe boliviano Avaroa, quien en inferioridad de condiciones enfrent� valientemente a las bien organizadas fuerzas invasoras. Avaroa pereci� en defensa de su pa�s, luego de rechazar la rendici�n con un elocuente que se rinda su abuela, carajo.

(2) Aquella situaci�n fue muy similar a la ocurrida con los colonos anglosajones en el territorio mexicano de Texas en 1836. Adem�s, el gobierno de Santiago, como en su oportunidad lo fue el de Washington frente a Texas, tenia intenciones de anexarse el territorio del Atacama, bajo soberan�a de un pa�s cuya debilidad radicaba precisamente en su anarqu�a interna, su gran extensi�n territorial y su escasa poblaci�n.

(3) El final de ambos blindados gemelos fue totalmente distinto. El 23 de abril de 1891, durante la cruenta guerra civil chilena, el Blanco Encalada, al servicio de las fuerzas del congreso, fue torpedeado en Caldera por los cazatorpederos Lynch y Condell a �rdenes del presidente Balmaceda, convirti�ndose en el primer buque en el mundo hundido por un torpedo autopropulsado. El Cochrane por su parte, fue dado de baja en 1933.

(4) Despu�s de la guerra, la Magallanes pas� a integrar la marina mercante de su pa�s y se hundi� durante un temporal en 1906.

(5) La Esmeralda fue bautizada as� en recuerdo a la fragata del mismo nombre capturada por el almirante Thomas Alexander Cochrane en el Callao, en noviembre de 1820. Llevaba por lema Gloria y Victoria, el mismo que sirvi� de santo y sena a la divisi�n de abordaje de Cochrane. En la guerra contra Espa�a de 1865-66, captur� a la entonces nave espa�ola Covadonga.

(6) Terminada la guerra, la Abtao se convirti� en buque de instrucci�n de la escuadra chilena. Particip� en la guerra civil de 1891 del lado del congreso. Entre 1905 y 1921 permaneci� como pont�n en Coquimbo. Fue subastada en 1922.

(7) La O'Higgins bautizada as� en honor al pr�cer de la independencia chilena y peruana, Bernardo O'Higgins, se mantuvo en servicio activo hasta el a�o 1895. Posteriormente se le transform� en pont�n y se le di� de baja en 1909.

(8) La Chacabuco, comandada durante la guerra por el comandante Fabi�n Viel, quien estaba casado con la hermana de la esposa de Miguel Grau, y a quien lo un�a una relaci�n muy afectiva, se mantuvo en servicio hasta 1890 y fue declarada pont�n. Se le di� definitivamente de baja en 1909.

(9) En abril de 1864, la goleta espa�ola Virgen de Covadonga, conjuntamente con las fragatas Resoluci�n y Triunfo hab�a ocupado las islas peruanas de Chincha, episodio que ser�a una de los causales de la I Guerra del Pacifico entre Espa�a contra el Per� y Chile. El 26 de noviembre de 1865, la Covadonga fue capturada con astucia y alevos�a por los chilenos durante la acci�n naval de Papudo, hecho que motivo el suicidio del almirante Pareja, comandante de la escuadra espa�ola y su reemplazo por el almirante Casto M�ndez N��ez. El 7 de febrero de 1866, la Covadonga, al mando del entonces capit�n de corbeta Manuel Thomson, particip� en el combate naval de Abtao integrando la escuadra aliada peruano-chilena que se enfrent� a los espa�oles. Durante aquel combate, favorable a los aliados, se intercambiaron 1,500 disparos de ca�on. La Covadonga fue destruida el 13 de septiembre de 1880 frente a las costas peruanas de Chancay luego de recoger una lancha cargada con explosivos. De sus 109 tripulantes, 32 perecieron en la explosi�n, 29 lograron huir en lanchas y 48 cayeron prisioneros de los peruanos.

(10) El Loa, otro de los barcos que participaron en el cerco del Hu�scar en Angamos corri� id�ntica suerte que la Covadonga, pues fue destruido frente al Callao en julio de 1880 por una carga explosiva colocada por los peruanos en una lancha que el transporte recogi� imprudentemente de alta mar. Perecieron su comandante y 119 tripulantes. En cuanto al Mat�as Cousi�o, este fue devuelto a sus propietarios, que lo prestaron al gobierno durante el conflicto. Vendido en dos oportunidades, se le rebautiz� primero como Valpara�so, luego como Orompello y finalmente como Quinteros. Naufrago frente a Pisagua, debido a una colisi�n, el 6 de diciembre de 1928.

(11) El personaje mas pintoresco de los caudillos militares que irresponsablemente gobernaron Bolivia, sin proyecciones de estadistas y carentes de visi�n, fue sin duda el general Mariano Melgarejo, quien sucumbi� a los halagos chilenos y termin� entregando a Santiago parte de la regi�n costera de su patria. Destitu�do en 1871, el nuevo gobierno anul� el tratado de limites que aquel suscribiera con Chile en 1866 y se vi� obligado a negociar un nuevo acuerdo, conocido como el Protocolo Lindsay-Corral de 1872. El desafortunado dictador, a quien el gobierno de Chile le confiri� en una oportunidad el t�tulo de general de sus ej�rcitos, termino sus d�as en el Per� y muri� tal como vivi�, en una situaci�n de opereta, cuando pretend�a escapar de las balas de un marido enfurecido que lo encontr� in fraganti en brazos de su esposa.

(12) Durante el gobierno del mariscal Ram�n Castilla el Per� mantuvo la supremac�a naval en el Pacifico Sur, lo que se vio reforzado por la compra de la Uni�n, la Am�rica, el Hu�scar y la Independencia durante la gesti�n del presidente Antonio Pezet. Sin embargo, en los siguientes gobiernos de Mariano Ignacio Prado y Jos� Balta se truncaron las posibilidades de adquirir barcos blindados y con la administraci�n civilista de Manuel Pardo la marina peruana termin� reduci�ndose a su m�nima expresi�n.

(13) Los monitores de la clase Canonicus fueron dise�ados por el ingeniero norteamericano Ericsson en 1862 y pretendieron ser una versi�n mejorada de los monitores clase Passaic. Su dise�o inclu�a un mejor blindaje, bater�as uniformes y mayor protecci�n en la torre de comando. Como en los modelos anteriores, los Canonicus eran muy vulnerables a las minas. Inicialmente se pretendi� dotarlos de una velocidad de 8 nudos, meta que no fue alcanzada. En total se construyeron nueve monitores de esta clase: el Canonicus, Saugus, Tecumesh, Manhattan, Mahopac, Wyandotte, Ajax, Catawaba y Oneota. Estos dos �ltimos, quiz�s porque la guerra civil norteamericana lleg� a su fin, nunca llegaron a ser comisionados y fueron puestos en la reserva. A principios de 1868 fueron vendidos por la marina norteamericana a la empresa que los construy�, Alex Swift & Company, la cual de inmediato los revendi� al gobierno del Per� el 2 de abril de ese a�o. Las naves partieron al Callao desde el puerto de Nueva Orle�ns, rebautizadas como Atahualpa y Manco C�pac. Era evidente que no fueron adquiridas en muy buenas condiciones o se deterioraron muy r�pidamente. Ambas naves de 2,100 toneladas, ten�an 68.5 metros de largo por 13.2 de ancho. Estaban propulsadas por un motor Ericsson VL de dos calderos con 320 caballos de fuerza y un andar inicial de 8 nudos que despu�s de un lustro, ya no pudieron alcanzar. Pod�an albergar en alta mar una tripulaci�n de 100 hombres.

(14) Originalmente, la corbeta Uni�n fue mandada a construir en astilleros franceses durante la guerra civil norteamericana (1861-65) por el gobierno confederado de Jefferson Davis. Posteriormente fue puesta a la venta a terceras potencias interesadas. Miguel Grau la condujo al Per� desde Saint Nazaire y fue su comandante en el combate naval de Abtao de 1866.

(15) Bautizada como Putumayo. Se dice que una equivocaci�n del pintor brit�nico responsable de grabar el nombre en la proa determin� que fuera llamada Pilcomayo. Entre otras acciones, particip� en compa��a de la Uni�n en el combate naval de Chipana el 12 de abril de 1879 contra la ca�onera chilena Magallanes. El cuatro de julio efectu� una brillante acci�n: En Tocopilla incendi� trece lanchas enemigas y hundi� al barco Matilde, sin que las fuerzas de puerto opusieran resistencia. Tras dicha acci�n, fue perseguida durante 20 horas por el Blanco Encalada, pero eludi� al blindado sin sufrir da�os ni bajas. El 17 de noviembre de 1879 el presidente Prado orden� que la Pilcomayo, conjuntamente con la Uni�n y el transporte Chalaco, se dirigieran desde Arica hacia el Callao con objeto de evitar que fueran destruidas o que cayeran en manos de los chilenos. El contralmirante Riveros estuvo al tanto de la maniobra y orden� capturar a las naves peruanas. El 18 de noviembre, los tres barcos se encontraron con la escuadra chilena. La Pilcomayo se trab� en duelo de artiller�a con el blindado Blanco Encalada mientras que la Uni�n y el Chalaco lograron evadirse. En una acci�n de abordaje, la ca�onera peruana fue ocupada por los tripulantes del blindado, lo que termin� de mermar la escasa potencialidad de la diezmada marina de guerra peruana. Despu�s del conflicto se le destin� a trabajos hidrogr�ficos de la marina chilena. Tambi�n se le utiliz� como buque escuela para guardiamarinas. No intervino durante la guerra civil chilena de 1891, periodo durante el cual permaneci� anclada en aguas argentinas. Se le di� de baja en 1905 y pas� a servir como pont�n en el puerto de Talcahuano.

(16) Cuando se inicio el conflicto, el Per� era uno de los pocos pa�ses de Am�rica que gozaba de tradici�n naval. El primer barco de guerra peruano fue el Sacramento, capturado a los espa�oles en marzo de 1821. Ese mismo a�o se incorporaron a la escuadra el bergant�n Pezuela, la goleta Macedonia, la ca�onera Guerrero y la corbeta Lime�a. Diecis�is a�os despu�s, en 1847, el Per� adquiri� su primer buque de guerra a vapor: el R�mac. Cuando Grau ingres� a la marina, en 1854, el Per� contaba con una escuadra formidable: Las fragatas Amazonas y Apur�mac; las goletas Libertad, Jes�s, H�ctor, Peruana, Loa y Tumbes; la corbeta Yungay; los bergantines Guise y Gamarra; el pailebote Vigilante, y el vapor de guerra R�mac. En 1856, la fragata Amazonas se convirti� en el primer barco de guerra latinoamericano en dar la vuelta al mundo, lo cual acentu� el prestigio de la escuadra peruana. Diez a�os despu�s, el siete de febrero de 1866, tres naves peruanas, la fragata Apur�mac y las corbetas Am�rica y Uni�n (la fragata Amazonas hab�a naufragado tres semanas antes) se enfrentaron a las fragatas espa�olas Villa de Madrid y Blanca en el combate de Abtao. El dos de Mayo de ese mismo a�o, los barcos peruanos Col�n, Loa, Sachaca, Tumbes y Victoria, surtos en el Callao, participaron en el combate del mismo nombre contra la poderosa escuadra espa�ola del Pac�fico. Sin embargo, al declararse la guerra con Chile, la escuadra peruana se encontraba en una situaci�n lamentable. La Independencia tenia sus calderas en tierra, la Uni�n yac�a repar�ndose en Iquique, el Manco C�pac y el Atahualpa estaban pr�cticamente inmovilizados y los transportes requer�an urgente reparaci�n.

(17) El Hu�scar, clasificado al momento de su construcci�n como un buque torre�n blindado para defensa de costa, fue bautizado con ese nombre por Orden General refrendada por el presidente Pezet el 13 de septiembre de 1865, en honor �?...al �ltimo monarca leg�timo que ocup� el trono de los Incas, que encierra en si grandes recuerdos hist�ricos �?. De el escribi� la revista brit�nica Engineering en su edici�n de julio de 1879 ... El Hu�scar es en un buque de hierro y en el tiempo en que fue construido fue el mas perfecto en todos sus elementos de defensa y en su disposici�n interna. Su precio fue de poco mas de 81 mil Libras Esterlinas.

(18) Esta intervenci�n fue citada en la Narraci�n Hist�rica de la Guerra Contra el Per� y Bolivia, del historiador peruano Mariano Felipe Paz Sold�n. Las balas aceradas a que se refer�a Grau eran los temibles proyectiles Palliser. Por una cruel paradoja el Hu�scar ser�a el primer barco blindado en la historia en sucumbir en combate ante aquellos proyectiles, que la marina chilena utiliz� en Angamos. Despu�s del combate, marinos norteamericanos del barco USS Pensacola abordaron la nave para evaluar los mort�feros efectos de los Palliser. Aquellos proyectiles tan insistentemente solicitados con gran previsi�n por Grau reci�n llegaron al Per� despu�s de la captura del Hu�scar y fueron por tanto, inservibles.

(19) En la pr�ctica, el grado mas alto en la marina del Per� era el de capit�n de nav�o. El �nico contralmirante en actividad al inicio de la guerra era Lizardo Montero, a quien se asign� responsabilidad en operaciones terrestres en el sur con el ejercito regular.

(20) El General Lerzundi era una nave de guerra de 850 toneladas, armada con seis ca�ones, construida en los Estados Unidos en 1853 e incorporada a la marina peruana en 1857. Grau ejerci� el cargo de segundo de a bordo, siendo el comandante Aurelio Garc�a y Garc�a. Ambos oficiales permanecieron adscritos a dicha nave hasta enero de 1864.

(21) Cuando se inici� la guerra la Esmeralda sufri� algunas modificaciones en astilleros chilenos, donde se le cambi� su antigua artiller�a por 12 ca�ones nuevos de 40 libras. En tal estado se enfrent� contra el Hu�scar en Iquique.

(22) Sobre este incidente Grau escribir�a siete d�as despu�s del combate a su hermana pol�tica, Manuela Cavero, esposa del comandante de la Chacabuco, Fabi�n Viel, la siguiente nota.- "El valiente comandante de la Esmeralda muri� como un h�roe en la cubierta de este buque, en momentos en que emprendi� un abordaje temerario. Yo hice un esfuerzo supremo por salvarlo, pero desgraciadamente ya fue tarde. Su muerte me amarg� la peque�a victoria que hab�a obtenido y pas� un dia muy afligido. Conservo de Prat, su espada con los tiros, algunas frioleritas, que har� llegar a su pobre viuda, que las estimar� como un triste recuerdo de su infortunado esposo. El galante Grau cumplir�a lo expresado y envi� a Carmela Carvajal Vda. de Prat, las pertenencias de su esposo, acompa�ada de una emotiva carta donde destacaba la arrojada acci�n del valiente oficial chileno.

(23) Grau sin embargo, personalmente consideraba a la Independencia como un barco de tercera categor�a.

(24) Durante el encuentro el Hu�scar hizo siete disparos y el Blanco Encalada nueve.

(25) El diez de julio, frente a la bah�a de Iquique, Grau captur� al Mat�as Cousi�o y bien pudo destruirlo de inmediato. Sin embargo su sentido humanitario de la guerra, que caus� asombro y admiraci�n en sus contrincantes, lo hizo suspender el hundimiento de la nave hasta que el �ltimo de sus tripulantes la hubiera evacuado. Fue durante este largo proceso que apareci� la corbeta Magallanes. Grau intento perseguirla, pero repentinamente tambi�n incursion� en escena el acorazado Cochrane, lo que forz� el retiro del Hu�scar. El comandante del Mat�as Cousi�o, en su parte elevado a la comandancia de marina, se�al�: "El comandante Grau ha tenido mucha consideraci�n con nosotros, porque nada le habr�a sido mas f�cil que sacrificarnos y echar el buque a pique sin decirnos antes que lo abandon�ramos en los botes". Ir�nicamente, unos meses despu�s, el Mat�as Cousi�o ser�a uno de los seis barcos chilenos que contribuir�a al cerco del Hu�scar en Angamos, aunque no particip� directamente en el combate.

(26) Las damas de Trujillo hab�an bordado este pabell�n y hab�an solicitado al almirante que fuera izado en caso de combate. Grau se comprometi� a hacerlo y cumpli� su promesa.

(27) Enrique Palacios combati� con extraordinaria bravura. Capturado moribundo, los chilenos, admirados de su valor, le prestaron todas las atenciones, pero falleci� pocos d�as despu�s, v�ctima de las siete heridas de bala.

(28) Samuel Mac Mahon, primer ingeniero del Hu�scar, de nacionalidad brit�nica, recibi� la orden del alf�rez Ricardo Herrera.

(29) De todos estos barcos destruidos, el �nico que logr� ser reflotado fue el monitor Atahualpa, que fue utilizado como pont�n chileno y dado de baja en 1910.

(30) Luego del combate de Angamos, dos diarios extranjeros publicaron los siguientes despachos fechados 10 de octubre de 1879: El Times de Londres: "El Hu�scar es un barco hist�rico, figurando en todos los combates navales en el curso de la guerra; ha bombardeado las poblaciones de los chilenos (solo las fortificadas), perseguido y capturado los buques transportes y ha sido por varios meses el terror de la costa chilena. Al mando de un h�bil y valiente oficial y tripulado por hombres excelentes, el Huascar ha sido siempre un formidable adversario". El Heraldo de Nueva York: "No se necesita haber estado del lado del Per� en la desgraciada guerra de Sudam�rica, para lamentar que el gallardo Hu�scar haya sido capturado por los chilenos. Algo que parec�a buena suerte, pero que probablemente no era sino competencia en su manejo, ha colocado repentinamente a este buque entre los mas famosos que han surcado aguas americanas. Ninguna empresa era demasiado grande ni demasiado peque�a para el. Que mantenga su antigua reputaci�n ahora que se halla en otras manos es muy dudoso, porque comandantes tan h�biles como Grau no hay muchos".

El 14 de octubre, el representante del gobierno de los Estados Unidos en el Per�, Isaac Christiancy, emiti� al Secretario de Estado norteamericano un informe sobre el combate de Angamos en los siguientes t�rminos: "Esta peque�a nave bajo la inteligente direcci�n del almirante Grau tuvo por cerca de cinco meses no solamente estorbada sino completamente paralizada a toda la flota chilena, incluyendo dos enormes acorazados, y mantuvo abierta la comunicaci�n por mar para los transportes peruanos desde el norte del Per� hacia Arica... La desaparici�n de ese buque cambia por completo el aspecto de la guerra y da a los chilenos el control del mar ... El gobierno peruano esta haciendo m�ximos esfuerzos para compensar la perdida del Huascar y procura adquirir otras eficientes naves, pero ser� dif�cil encontrar al hombre que ocupe el puesto de Grau, hombres tales no son a menudo hallados en ninguna parte ..."

 
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