Los adolescentes no se merecen esto


Los adolescentes son ruidosos, impulsivos, desordenados, desafiantes, inestables... ¿y qué? Ninguna de estas características justifica que deban cargar con el peso de culpas que no son suyas. Su condición evolutiva los hace, muchas veces, objeto de acusaciones abusivas, cargadas de injusticia y útiles para evitar el esfuerzo de análisis más profundos y de mayores implicancias.

La cuestión del aumento del consumo de drogas ilegales y alcohol, por ejemplo, suele mostrar a comunicadores, padres, docentes y otros adultos dispensando juicios acerca de la responsabilidad que tienen "los adolescentes de hoy en día" en un fenómeno que parece desbordar toda previsión. Con mayor o menor franqueza, se acostumbra atribuir esta problemática a una suerte de desenfreno actual en los adolescentes, a algo nuevo que los torna ingobernables y desconcierta a los mayores.

Muchas veces este deslizamiento es sutil, y se oculta tras declaraciones de interés por "la problemática de los jóvenes", en la implementación de programas preventivos dirigidos a los jóvenes, en publicaciones especialmente destinadas al público adolescente, en campañas de prevención en las que parece que únicamente los jóvenes se drogan. Hay un estereotipo que coloca al joven en el centro del problema de las drogas y no siempre para designar un sector de riesgo, sino para cargar sobre ellos responsabilidades que los exceden largamente. Porque ¿es este un mundo organizado por los jóvenes? ¿son ellos quienes manejan el narcotráfico, la política, las comunicaciones, la propaganda, las pautas del consumo, los negocios? ¿O, antes bien, son las víctimas propiciatorias de una sociedad que ya no los entiende y apenas los usa para fines mercantiles?

Muchas veces se escucha a padres o docentes, decir solemnemente la remanida frase los jóvenes deben aprender a decir que no cuando les ofrecen drogas. Sin embargo, sin ningún pudor padres y maestros aceptamos que el principal espacio de recreación de adolescentes y jóvenes sean los boliches. Pero seamos francos: en medio del aturdimiento de la música, con las luces ametrallando sus pupilas, con dos latas de cerveza encima...¿cuántas chances tienen esos adolescentes de decir no si les ofrecen un porro?

Estas incoherencias son típicas del mundo de nuestros días. Son similares a la que acepta que las casacas de los clubes de fútbol más importantes del país luzcan en su frente propaganda de cerveza o vino. Cerveza o vino para la más temprana identificación posible, para la asociación más fuerte entre deporte, ídolo y alcohol. ¿Puede imaginarse algo más efectivo en términos de márketing? Y seguramente no hay jóvenes diseñando estas políticas de propaganda y comunicación, cerrando estos jugosos negocios entre los clubes y las productoras de vino y cerveza. Si, en cambio, son jóvenes los que componen el segmento de consumidores más duramente disputado por las marcas de alcohol en boga, en particular la cerveza. ¿Habrá habido algún socio de esos equipos, Independiente, River, Boca, etc., que se haya quejado a las comisiones directivas por inducir el uso del alcohol desde algo que debería estar volcado a fomentar la vida sana y el crecimiento libre de drogas? Pregunta estúpida, desde luego.

Sin embargo, creemos tener derecho a horrorizarnos si los medios revelan que en los viajes de fin de curso el consumo de alcohol comienza en Buenos Aires, sigue durante todo el viaje y estalla en Bariloche, por ejemplo, en escenas de lamentables consecuencias. Probablemente se podrá identificar entre las marcas consumidas a aquellas de las camisetas de los equipos más famosos.

Es poco lo que sabemos acerca de estos adolescentes de la globalización a los que, no obstante, atribuimos características nefastas. Son incomprensibles, irrespetuosos, promiscuos, se destetan más tarde que los de hace dos generaciones, son violentos y proclives a caer en conductas desviadas, desde la bulimia-anorexia hasta el consumo de marihuana o cocaína. El alcohol, desde luego, ya se toma como algo incorporado a la cultura contemporánea y es notable lo fácil que resulta desviar la mirada cuando nos encontramos con grupos de pibes tomando vino o cerveza en cualquier plaza de la ciudad y a cualquier hora. Seguramente las marcas que consumen son también las de las camisetas.

En función de estos rasgos fuertes de la sociedad en que vivimos, resultan invalorables los estudios que permitan vislumbrar el mundo de los adolescentes y nos hablen de sus búsquedas, de sus imaginarios, de sus gustos y de sus anhelos. Esta es la virtud de los datos obtenidos por la labor de los Centros de Estudios Locales entre chicos de escuelas primarias y secundarias de todo el país, aplicando el programa de Ventanas Epidemiológicas (1).

Trabajando con los indicadores arrojados por la investigación de conductas de riesgo entre alumnos del último año de la secundaria de Salta capital, Orán, Formosa capital, Clorinda, Puerto Iguazú y Monte Caseros, realizada en diciembre de 1998, por ejemplo, es posible apoyar algunas de las hipótesis que acerca de los estereotipos adultos en relación a los jóvenes se manejaron más arriba. Son casi mil seiscientos casos, mitad varones y mitad mujeres, a los que se les entregó una encuesta para ser autoadministrada con preguntas acerca de sus preferencias, sus valores, sus hábitos y sus esperanzas.

Una de las preguntas iniciales intenta saber a qué actividad dedican más tiempo habitualmente estos chicos y chicas cuyas edades se ubican mayoritariamente de entre los 17 y 18 años. El perfil de adolescente que muestran las respuestas no difiere mucho de lo que cualquiera supone: un 18% prefiere oír música o radio, mientras que casi en partes iguales de entre 12 y 13% están los que salen con sus novios o novias, los que hacen deportes, los que pasan su tiempo por ahí con amigos o amigas o ven televisión. Esto hace un 70%, quedando muy atrás el resto de las elecciones que agrupan temas como ir a reuniones religiosas, leer, quedarse en casa sin hacer nada, o salir con la familia. Son, puede decirse, típicos adolescentes del fin de siglo.

Más adelante la encuesta indaga acerca de, si tuviera que preparar el clericó en una fiesta de su curso, cuánto vino calcularía por cada uno de los invitados. Las respuestas empiezan a sorprender: un 19% cree que estaría bien con más de una botella de litro por persona; un 12% opina que con un litro estaría bien y un 11% pondría medio litro por persona. Sumando estos porcentajes, el 42% de estos chicos y chicas cree que de medio litro de vino para arriba y hasta más de un litro por cabeza serían buenas medidas para tomarse en una fiesta.

Luego la encuesta ensaya una variante: "Imaginate que en lugar de clericó deciden hacer la fiesta con tragos de vodka, ¿qué cantidad calcularías para tomar en la fiesta? Pensá un promedio general". El 12% de los chicos dijo que habría que pensar en una botella por persona. Un 15% calculó media botella por persona y otro 11% afirmó que estaría bien con un cuarto litro por cabeza. Sumando: el 40% piensa que una buena fiesta se hace con cantidades de vodka que van de un cuarto a un litro por persona.

Por último en lo que hace a esta indagación, se le propone que piense en esa misma fiesta pero ahora con cerveza. El 20%, uno de cada cinco chicos, afirmó que habría que calcular cuatro litros de cerveza por persona. El 12% dijo que pensaba que con tres litros estaría bien y el 18% calculó dos botellas de litro por persona. Es decir, el 50% de estos chicos no baja de dos botellas y llega hasta cuatro botellas de litro de cerveza por persona.

Son cifras pesadas, sin dudas. Y a esta altura importa poco si esos chicos llegan a tomarse esas cantidades de alcohol en sus fiestas. Lo más probable es que la mayoría de ellos se pusiera a vomitar mucho antes de llegar a las marcas que imaginaron. Pero se imaginaron esas cantidades y esto establece claramente conductas de riesgo que no es posible disimular. En el imaginario de estos adolescentes, las cantidades de alcohol que beberían son mucho mayores que las de chicos de veinte años atrás, y posiblemente mayores aun que las que beberían sus propios padres.

Hasta aquí los acusadores parecerían tener razón: estos adolescentes muestran tendencias a la ruptura de normas, ensayan conductas riesgosas y desafiantes. Se impone la implementación, podrían decir, de amplios programas para reencauzar estas tendencias, para orientar a estos chicos y ayudarlos a convertirse en... ¿miembros plenos de nuestra sociedad? Ya lo son, mal que nos pese, su imaginario se construye en la misma fragua que entroniza a lo económico como valor más importante, que establece la satisfacción por medio de los objetos, que impone hábitos ingobernables de consumo, que borra el pasado y torna inimaginable el futuro.

Sin embargo, estos mismos chicos de los cuatro litros de cerveza y el litro de vodka, cuando tienen que responder acerca de cómo creen que podrían mejorar las condiciones de vida de los jóvenes de su barrio, dan un rotundo ejemplo de compromiso y evitan caer en las facilitaciones que les proponen algunas preguntas. Con sus respuestas muestran un insospechado deseo de participación que debe ser tenido en cuenta a la hora de trazar el perfil de nuestros adolescentes.

Veamos el cuadro completo de respuestas:

 

¿Cómo crees que podrían mejorar las condiciones de vida de los jóvenes que viven en tu barrio? De la lista no marques más de una, la que consideres más importante.

Cantidad

Porcentaje

Se pueden mejorar si el gobierno hace algo

172

10.9

Se pueden mejorar si la gente le pide al gobierno lo que necesita

44

2.8

Se pueden mejorar si la gente se organiza para mejorarlas

348

22.0

Se pueden mejorar si la gente y el gobierno se lo proponen en conjunto

900

57.0

No pueden mejorarse

45

2.8

No sabe

70

4.4

TOTAL

1579

100.0

 

Tan fuerte como las respuestas sobre las cantidades de alcohol pero en sentido inverso, estas elecciones muestran que el 80% de los adolescentes encuestados cree en la participación y el compromiso como fuerzas de cambio, que resulta ínfima la cantidad de los que "esperan todo de arriba", igual que los desesperanzados. Estas respuestas son, también, un alerta para los adultos a cargo de las decisiones: los adolescentes de la encuesta esperan ser protagonistas, alguien debe tomar en cuenta este deseo. No hacerlo puede ser, además de torpe, suicida en términos sociales.

 

(1) Programa patrocinado por la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico y coordinado por el Lic. Hugo Míguez.


Buenos Aires, noviembre de 1999

© Lic. Francisco Ferrara.

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