Articulo de MÓNICA GONZÁLEZ INÉS ( EL GLOBAL )  publicado: Domingo, 4 de Febrero de 2007


"Las mujeres con cargos relevantes tienen dos rasgos en común: han luchado mucho y se lo creen"
     

Discípula del Premio Nobel Severo Ochoa, hija de un reconocido psiquiatra asturiano y viuda del científico Eladio Viñuela —tres hombres grabados a fuego en su biografía—, Margarita Salas Falgueras (Canero, Asturias, 1938) ha dedicado toda su vida a impulsar la investigación española en el campo de la bioquímica y de la biología molecular.

Desde su modesto despacho en el Centro de Biología Molecular "Severo Ochoa" (CSIC-UAM) —donde la primera mujer de ciencia en la historia española lleva más de 30 años investigando los mecanismos genéticos del fago Phi-29—, Margarita Salas recuerda para EL GLOBAL sus comienzos, cuando, en la década de los sesenta, decidió dedicarse a la ciencia en cuerpo y alma.

Tras licenciarse en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense de Madrid con la calificación de sobresaliente, la investigadora comenzó su tesis doctoral con el profesor Alberto Sols. "Un maestro que no sólo dirigió mi tesis, sino también la de mis hermanos y la de mi propio marido", explica. Sin embargo, para Margarita Salas aquella primera etapa fue "bastante frustrante" desde el punto de vista personal. "Cuando hablábamos de ciencia y de los problemas de las tesis que llevábamos entre manos, Sols hablaba y se dirigía únicamente a mi marido, una y otra vez, como si yo fuera invisible... ¡Me llevaban los demonios!", recuerda.

Sin embargo, años más tarde, Alberto Sols tendría "un gesto magnífico de honradez". Poco después de regresar de Nueva York, Margarita Salas fue galardonada con el Premio Severo Ochoa de Investigación de la Fundación Ferrer. Entonces, durante la entrega del premio, el que había sido su director de tesis se levantó para rememorar que, cuando Margarita se acercó a pedirle que le dirigiera su tesis doctoral —algo que aceptó a regañadientes por recomendación de Severo Ochoa—, había pensado: "Bah, una chica. Le daré algo que no tenga importancia". Era la mentalidad de aquella época, cuando la bioquímica iniciaba su trabajo científico en el año 1961. "Entonces se creía que la mujer no valía para hacer investigación o al menos para tomárselo en serio", observa Margarita.

En la vida de la investigadora asturiana también ocupa un lugar destacado el premio Nobel Severo Ochoa, un hombre adelantado a su tiempo que, durante la estancia de Margarita y su marido en Nueva York, decidió separarles del grupo con la excusa de que, si no aprendían nada con él, al menos aprenderían inglés. "Estaba claro que le preocupaba algo que a mí me preocupaba, y es que la carrera de Eladio no anulase la mía", señala.

Años más tarde, cuando ambos regresaron a España —donde ella seguía siendo "la mujer de Eladio" y "no tenía personalidad propia"—, Viñuela hizo un "movimiento crucial": decidió abandonar el trabajo conjunto que estaba desarrollando con su esposa y dedicarse al virus de la peste porcina africana.

Pionera en el campo de la enzimología y en el conocimiento de los mecanismos de transmisión de la información genética, Margarita Salas comparte dos rasgos con las mujeres que, como ella, ocupan cargos relevantes en la sociedad. "Estas mujeres, desde luego, han luchado mucho y también se lo creen, es decir, son mujeres que creen en sus posibilidades y que quieren llegar a lo más alto que puedan llegar", afirma.

No obstante, la bioquímica se muestra partidaria de que las mujeres ocupen puestos de responsabilidad de acuerdo con sus capacidades. "Si tú vales, que te den el puesto, independientemente de que seas hombre o mujer", asevera. "No creo en las cuotas ni defiendo la discriminación positiva —explica—, lo que defiendo es que no haya discriminación negativa, es decir, que por el hecho de ser mujer no te dejen de dar algo, pero que tampoco te den algo por el hecho de ser mujer".

Además de ser 'la primera mujer' en muchos aspectos de su trayectoria profesional, Margarita Salas se considera también "un poco pionera" en el terreno familiar". Aunque se casó a los 24 años con el científico Eladio Viñuela, no tuvo a su única hija hasta los 37. "Aunque hoy día es bastante normal —aclara—, en aquella época era algo impensable, yo era un bicho raro. Pero lo cierto es que al año de casarnos nos fuimos a Nueva York y no consideré aquel momento como el más adecuado para tener hijos".

Compartir amor y ciencia con su marido facilitó que ambos supieran conciliar su vida familiar y profesional. "Teníamos los mismos intereses, los mismos horarios, las mismas ideas sobre cómo llevar nuestra vida familiar y profesional", recuerda.

Académica de la Lengua y presidenta del Instituto de España, entre otros cargos y múltiples reconocimientos, la única aspiración de Margarita Salas Falgueras es seguir trabajando en el laboratorio y continuar desarrollando su labor en la Real Academia de Ciencias. "Ésta es mi vida, el trabajo y la investigación. Si me quitasen el trabajo creo que me moriría. De modo que no me voy a jubilar, continuaré todo lo que el cuerpo aguante. Creo que moriré con la bata puesta", sonríe.

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