Sangharákshita
Cuando
un budista piensa en el Dharma, o lo que en Occidente se conoce como budismo,
generalmente, lo primero que le viene a la mente es la figura del
"Buda", es decir "el Iluminado". Resulta interesante que aún
los que no son budistas se imaginan la figura del Buda, al pensar en el budismo.
Puede que no sepamos nada de las enseñanzas budistas, pero al menos habremos
visto una estatua o una imagen del Buda. Quizás esta estatua o imagen ya nos
sea bastante familiar, y tal vez hasta experimentamos cierta emoción al
contemplarla. Entonces nos preguntamos, ¿qué es lo que representa esta imagen
o figura? Nos muestra un hombre en la plenitud de su vida, bien formado, bien
parecido, sentado en la posición de flor de loto, debajo de un árbol, con sus
ojos cerrados y una suave sonrisa en los labios. La figura nos deja la impresión
de solidez, estabilidad y fortaleza, y al mismo tiempo muestra una calma
absoluta. Sin embargo, lo más encantador de toda la figura es su cara. Esta
refleja algo muy difícil de expresar con palabras. Al detenernos a observar la
faz de esta figura, concentrando en ella toda nuestra atención, notamos que
parece tener vida, parece estar iluminada, y en su luz se refleja una compasión
y sabiduría infinitas, así como una felicidad inefable. Esta es, pues, la
estatua o imagen del "Buda", "el Iluminado". Por lo general
las estatuas o imágenes del Buda, representan a Sidarta Gautama, el Buda histórico
fundador del budismo. Aquel gran maestro hindú que vivió alrededor de los años
500 antes de Cristo. Sin embargo, la figura o imagen del Buda tiene además un
significado más profundo, más amplio y más simbólico: representa el Ideal
de la Iluminación Humana, tema que vamos a tratar en este capítulo.
La
Iluminación Humana es el objetivo principal del budismo, de hecho su preocupación
central; es el aspecto más básico y fundamental, tanto en la teoría como en
la práctica. En este capítulo trataremos de explicar lo que es la Iluminación,
y más específicamente, lo que significa la Iluminación Humana.
Antes
de adentrarme en la materia, quiero dedicar unos momentos a explorar los
diferentes significados de la palabra Ideal. ¿Qué queremos decir cuando
hablamos del Ideal de la Iluminación Humana? ¿Qué significado tiene aquí la
palabra Ideal? Sin querer repetir definiciones del diccionario, menos aún
entrar en cuestiones metafísicas, lo que nos concierne para el propósito de la
presente discusión, es mas que nada el significado de la palabra
"Ideal" en su uso coloquial y ordinario.
En
primer lugar, el término ideal se usa para denotar el mejor ejemplar imaginable
de una clase determinada. Por ejemplo, en Londres, cada verano hay una exhibición
conocida como la "Exhibición del hogar ideal". Miles, quizás cientos
de miles de personas visitan esta exhibición y se pasean por los diferentes
departamentos donde se exhiben: "cocinas ideales", "baños
ideales", "garajes ideales", "afeitadoras ideales",
"espejos ideales", "neveras ideales", "sillas
ideales",... Así pues, en esta exhibición se pueden encontrar cientos de
artículos diferentes, que se dice son "ideales"; es decir que son los
mejores imaginables en su clase respectiva. Aunque sin duda alguna, los
diferentes promotores tienen ideas diferentes con respecto a cual es el mejor
ejemplar. Se dice que cada uno de estos artículos lleva a cabo una función
para la cual fue diseñado, de la mejor manera posible; y todos estos artículos
juntos, llegan a formar "el hogar ideal", es decir el mejor hogar
imaginable: el hogar donde todo funciona perfectamente, el hogar en el que todos
desearían vivir si tuviesen el dinero suficiente para comprarlo.
De
la misma manera se habla de la esposa ideal, aquella que es una buena cocinera,
buena administradora, que mantiene el hogar ideal en perfecto orden, que lleva a
su esposo al trabajo y que se ríe de sus chistes. También se habla del esposo
ideal, las vacaciones ideales, el clima ideal, el empleo ideal, el jefe ideal,
etcétera. En otras palabras, hablamos de algo que es lo mejor imaginable en su
clase, de algo que lleva a cabo su función perfectamente. Este es el primer uso
de la palabra ideal.
En
segundo lugar, el término "ideal" significa "modelo" o
"patrón", es decir algo que puede tomarse como ejemplo, que se puede
imitar, emular o copiar. Actualmente el uso de la palabra ideal como patrón, es
menos común que el anterior, aunque ambos significados sean parecidos. Se puede
notar claramente que el hogar ideal no es solo el mejor hogar imaginable, sino
que también es el hogar modelo, el patrón a seguir para todos los hogares.
Este segundo significado de la palabra ideal nos da a entender que lo ideal
también implica una especie de comparación entre "lo real" y
"lo ideal". En el ejemplo del hogar ideal, la comparación existe
entre el hogar que tenemos, lo real, y el hogar que desearíamos tener, lo
ideal, si estuviese a nuestro alcance.
Existe
además un tercer uso de la palabra ideal, que distinguiremos con un ejemplo. Si
preguntamos a un amigo qué desearía hacer después de jubilarse, tal vez nos
dirá que desearía irse a una isla tropical, con un clima maravilloso, con
hermosas playas y que desearía permanecer allí el resto de su vida, olvidándose
de todo. Y luego él nos dirá: "Pero en fin, esto es solo un ideal, así
que no lo lograré nunca". En este caso la palabra ideal denota un estado
que es considerado altamente deseable, ciertamente imaginable, que incluso,
puede conocerse muy claramente, pero que al mismo tiempo se le considera, por
alguna razón, imposible de lograr. Estos son pues los tres usos coloquiales de
la palabra ideal.
Al
haber discernido un poco los diferentes significados de la palabra ideal,
pasemos ahora a considerar un punto de suma importancia, y con esto empezaremos
a tocar el tema central de este capítulo. Hemos hablado del hogar ideal y ya
todos sabemos lo que esto significa. Hemos hablado también de la esposa ideal,
del esposo ideal, del empleo ideal... incluso hemos hablado hasta de la batidora
ideal, y sin embargo nos hemos olvidado de lo más importante, nos hemos
olvidado del ser humano, nos hemos olvidado de la persona que usa todos estos
artefactos, de la persona que entra en todas estas relaciones. Cabe preguntar
ahora: ¿qué ha sido del ser humano? Nos hemos olvidado de él, lo que ocurre
muy frecuentemente en medio de las complejidades de la vida moderna. Deberíamos
poder responder a la pregunta de cuál es el ser humano ideal. Todos creemos
saber cual es el tipo de hogar ideal, el tipo de mujer o marido ideal; pero tal
vez nunca hemos llegado a considerar la pregunta ¿cuál es el mejor tipo de ser
humano imaginable? No sólo el mejor miembro de un grupo determinado, el mejor
tipo de ser humano per se, el mejor tipo de persona como persona. Esta pregunta
es de suma importancia, y a nosotros como humanos nos conciernen directamente.
Debemos tratar de responder la pregunta ¿cuál es el ideal de nuestra vida?
Para el budista la respuesta es muy clara, muy sencilla, e incluso categórica:
el hombre ideal es el hombre iluminado, el Buda. Podemos decir que el ideal para
todo el ser humano es la Iluminación, la Budeidad.
Ahora
bien, esta respuesta crea, a su vez, tres preguntas más a las cuales debemos
responder. Primero ¿qué es la Iluminación? Segundo ¿cómo sabemos que este
estado que llamamos Iluminación es el estado ideal para el hombre? Tercero ¿de
dónde proviene este Ideal, dónde se originó? Responderemos una a una estas
preguntas y luego, quizás, tendremos una buena idea, o por lo menos una idea
original de lo que quiere decir el título de este capítulo: "El Ideal de
la Iluminación Humana".
¿Qué
es la Iluminación?
En
todas las tradiciones budistas se afirma que la Iluminación comprende
esencialmente tres cosas. En primer lugar se habla de la Iluminación como un
estado de conciencia clara, pura y radiante. Algunas escuelas afirman que en el
estado de conciencia Iluminada no existe separación entre sujeto y objeto, que
no hay "mundo interior" ni "mundo exterior". Al trascender
totalmente "la dualidad sujeto-objeto", como suele llamarse, la
experiencia es un continuo de conciencia clara, pura y homogénea, que se
extiende en todas direcciones. Además, en este estado de conciencia, se
aprehende la Realidad de las cosas tal y como son, no como objetos percibidos a
través de los sentidos sino penetrando su esencia Trascendental. Por esta razón,
se dice que la Iluminación es la "Conciencia de la Realidad", un
estado de Conocimiento Superior. Pero ese "Conocimiento" no debe
confundirse con el saber ordinario que está dentro del marco dualístico
sujeto-objeto, derivado de la percepción a través de los sentidos y de la razón.
La Iluminación es un estado de visión espiritual directa, intuitiva, sin
intermediarios, sin intelectualización; en el cual todo se concibe clara,
directa e intensamente. Es un estado de visión Trascendental, libre de toda
ignorancia y puntos de vista erróneos; libre de todas esas formas habituales de
pensamientos parcializados, negativos, distorsionados y oscuros, libre de todo
prejuicio y de todo tipo de condicionamiento mental. Así, podemos decir, a
manera de resumen, que en primer lugar la Iluminación es un estado de
conciencia clara y pura, un estado de Visión Espiritual directa, un estado de
Conocimiento Superior. En segundo lugar, pero no menos importante, se encuentra
el hecho de que se dice que la Iluminación es un estado de "Amor-Compasión"
intenso profundo y desbordado, a veces comparado con el amor de una madre por su
único hijo. Por ejemplo, en el Mettasutta (Sutta sobre el Amor
Universal), un texto muy conocido y apreciado, el Buda nos dice: "Así como
una madre protege a su único hijo, aún a costa de su propia vida, así,
debemos desarrollar en nuestro corazón un amor que incluya a todo ser
viviente". Este es el sentimiento, esta es la actitud que debemos cultivar.
Cabe notar que el Buda no habla solo de seres humanos, sino de todo ser
viviente, de todo ser sensitivo, todo ser que se mueve. El corazón de la
persona Iluminada está lleno de ese tipo de "Compasión" infinita.
Además, las tradiciones budistas nos dicen que esta compasión consiste en un
deseo urgente y muy profundo por el bienestar, la felicidad y el desarrollo de
todos los seres; un deseo de que todo crezca y se desarrolle, y que finalmente
logre alcanzar la Iluminación. Es, pues, esta Compasión infinita, desbordada y
que se extiende a todos los seres, el segundo aspecto del estado de Iluminación.
En tercer lugar, se dice que la Iluminación es un estado de energía mental y
espiritual inagotable e inconmensurable. Una ilustración muy concreta de esto
podemos encontrarla en la vida de Sidarta Gautama, el Buda. Como se sabe,
Sidarta Gautama alcanzó la Iluminación a los 35 años, dedicándose luego a
enseñar y comunicar su sabiduría hasta los 80 años, a pesar de que su cuerpo
físico se debilitó mucho con la vejez. En una ocasión oímos al Buda decir:
"mi cuerpo es como una carreta vieja, toda rota y que ha sido remendada
muchas veces; que a duras penas se mantiene andando, sujetada con pedazos de
alambre. Pero a pesar de todo, mi mente es tan vigorosa como siempre. Aunque mi
cuerpo esté decrépito y tengan que llevarme en hombros de un lugar a otro,
todavía puedo enseñar a todo aquel que acuda a mí, todavía puedo responder
vuestras preguntas. Mi vigor intelectual y espiritual no ha disminuido a pesar
del estado tan débil de mi cuerpo". Aquí podemos ver que el estado de
Iluminación se caracteriza, además, por un dinamismo inagotable. Se dice
entonces, que la Iluminación es un estado de energía inagotable y de
espontaneidad absoluta, que se vuelcan continuamente en una acción creativa
ininterrumpida. La Iluminación es, pues, un estado de perfecta libertad,
ausente de toda clase de limitación subjetiva.
Esto
es lo que se entiende por Iluminación en las tradiciones budistas. Ahora bien,
cabe preguntar ¿hasta qué punto puede describirse de esta manera el estado de
la Iluminación? ¿Hasta que punto pueden enumerarse sus diferentes aspectos? El
estado de Iluminación en realidad puede describirse con mayor exactitud de una
manera dinámica; así podemos decir que su aspecto de conocimiento superior
pasa a ser Amor y Compasión que se transforman en Energía espontánea y
creativa; esta a su vez se transforma en conocimiento superior, y así
sucesivamente. En realidad no podemos aislar un aspecto del otro. Sin embargo en
las tradiciones budistas encontramos estas descripciones ordenadas debido a que
resultan muy útiles para enseñar; y aunque aparezcan bajo conceptos, nos
ayudan a apreciar, por lo menos un poco, lo que es la Iluminación. Si después
de este contacto inicial queremos profundizar nuestro conocimiento acerca de la
Iluminación, tendremos que leer las descripciones más poéticas y extensas,
que provienen preferentemente de las escrituras budistas, y tendremos, además,
que comenzar a practicar la meditación, para así tratar de vislumbrar ese
estado sublime en nuestra propia experiencia meditativa. Así, cuando en el
budismo hablamos de la Iluminación, nos referimos a este estado de Conocimiento
Superior, Amor, Compasión y Energía.
¿Cómo
sabemos que la iluminación es el ideal para el ser humano?
Antes
de intentar responder a esta pregunta debemos distinguir dos tipos de
"ideal". Puesto que no hay términos precisos que les correspondan,
nosotros les llamaremos "Ideales naturales" e "Ideales
artificiales". Un ideal natural es aquel que corresponde a la naturaleza
del ser, mientras que el ideal artificial se impone desde fuera, de una manera
artificial. Así, volviendo a lo dicho sobre "el hogar ideal" notamos
que por más lujoso, conveniente y hermoso que éste sea, no resultaría ideal
para un inválido en silla de ruedas si tuviera escaleras en su interior. Tanto
como la vida de Henry Ford no sería ideal para alguien con temperamento de
artista. Estos dos son ejemplos de ideales artificiales.
De
acuerdo con esta distinción podemos decir que el Ideal de la Iluminación no es
un ideal artificial, porque para el humano éste no es una imposición
arbitraria externa, sino que corresponde con su propia naturaleza. Aún más,
podemos afirmar que el ideal de la Iluminación es "El Ideal" natural
para el ser humano, porque éste corresponde tanto a su naturaleza intrínseca
como a sus necesidades más profundas. Esto lo podemos explicar de dos maneras;
hemos hablado de la Iluminación, la que aún al ser entendida de un modo
intelectual, puede parecernos un estado bastante remoto y algo muy lejano a
nuestra experiencia. Sin embargo, al fijarnos un poco podemos encontrar esas
cualidades que constituyen el estado de la Iluminación en el ser humano. Así
que estas cualidades no son completamente ajenas al hombre, sino más bien
naturales, es decir, intrínsecas a su naturaleza humana. En cada hombre, mujer
y aún en cada niño hay elementos del conocimiento de la Realidad por muy
remoto y lejano que éste sea; experimentamos esos sentimientos de Amor y
Compasión, por limitados y exclusivos que sean, así como cierta energía por
poca y vulgar que sea. Todas estas cualidades se encuentran en el ser humano en
cierto grado; y de hecho, son las cualidades que lo distinguen de los animales.
En el estado de Iluminación estas cualidades humanas están desarrolladas
completa y perfectamente, en un grado que es difícil de imaginar. Entonces, el
que el ser humano posea las semillas de las cualidades que constituyen la
Iluminación crea una afinidad natural con el Ideal por alcanzar este estado, y
que al encontrarlo pueda responder positivamente. Por esta razón, aunque se nos
hable de la Iluminación en términos muy elevados y sublimes, tales como
Conocimiento Absoluto, Visión de la Realidad, Amor y Compasión Infinitos hacia
todos los seres, estos términos no nos resultan totalmente ajenos y sin
sentido. Experimentamos cierta emoción hacia el Ideal de la Iluminación porque
las semillas se encuentran en nosotros, en nuestra propia experiencia; así
podemos responder positivamente al encontrarlo, en cualquier momento aún bajo
formas distorsionadas.
También
podemos ver que la Iluminación es el Ideal natural para el hombre porque, al
fin y al cabo, esto es lo único que puede darle plena satisfacción, lo único
que puede hacerlo completamente feliz. Aunque disfrutemos todos los placeres del
mundo y poseamos todas las riquezas materiales, siempre habrá un vacío en
nuestros corazones. En las tradiciones budistas esto se conoce como dukkha o
sufrimiento. Hay tres tipos de dukkha: el primero es simplemente el
sufrimiento que es sufrimiento, es decir el que experimentamos por medio de una
herida física o mental; el segundo tipo de dukkha es el sufrimiento que
resulta del cambio y la transformación de las cosas, debido a nuestro apego a
los objetos que nos proporcionan placer; el tercer tipo de dukkha es el
sufrimiento de todo lo que es la existencia condicionada, es decir el
sufrimiento que experimentamos porque no hemos alcanzado la Iluminación. Aunque
hayamos logrado obtener y conservar el éxito y las riquezas, que nos
proporcionan placer, todavía nos quedará un rincón vacío en nuestros
corazones, que sólo se llenará cuando logremos alcanzar el estado de Iluminación.
De igual forma, podemos ver que el ideal natural para el ser humano es la
Iluminación, porque el ser humano verdadero, el individuo genuino, en el fondo,
nunca se sentirá satisfecho con nada que no sea el estado de la Iluminación.
Si adoptamos el lenguaje teísta de San Agustín podemos decir: "Tú nos
has hecho para ti y nuestros corazones estarán ansiosos hasta encontrar
descanso en ti".
¿De
dónde proviene el Ideal de la Iluminación?
El
ideal de iluminación tiene sus orígenes en la vida misma, en la historia
humana; y de hecho no podría venir de ninguna otra fuente. Evidentemente, el
ideal del ser humano debe nacer de sí mismo. Si miramos el pasado y examinamos
nuestra historia podremos distinguir varios personajes que alcanzaron el estado
de Iluminación, que cruzaron el abismo entre lo real y lo ideal. Personajes que
lograron desarrollar completamente esas facultades espirituales, que en la mayoría
de las personas se encuentran en "forma germinal". En nuestra historia
podemos encontrar ejemplos de individuos, que han sido en vida la perfecta
personificación del ideal de la Iluminación. En particular, al examinar la
historia oriental -la historia de la India- notamos la figura del Buda. Vemos la
figura de un joven hindú, quien, hace unos 2,500 años, alcanzó el estado de
Iluminación o Bodhi, como se le conoce en las escrituras budistas, y que
significa "Conocimiento" o "Despertar". El fue quien, después
de alcanzar la Iluminación, inició la gran revolución, la gran tradición
espiritual que ahora conocemos como budismo.
A
estas alturas me gustaría aclarar ciertos malentendidos que existen con relación
al Buda y al budismo. Al comienzo he dicho que aún muchas personas que no son
budistas conocen, por lo menos, la imagen del Buda, y que tal vez ésta ya les
resulte bastante familiar. Sin embargo, el que se haya visto la figura muchas
veces no implica que se sepa claramente lo que ella representa. Hay muchos que
conocen la figura del Buda sin saber quien o que fue; de hecho, ha habido mucha
confusión y graves malentendidos con respecto al Buda. Existen dos tipos de
opinión errónea, que merecen nuestra atención: la primera nos dice que el
Buda fue un hombre común y la segunda que el Buda fue un Dios. Ambos
malentendidos provienen de un tipo de enfoque cristiano o al menos teísta; es
decir, en donde se concibe la existencia de un Dios personal, un ser Supremo
Creador del Universo, que gobierna todo con su providencia.
En
todo el cristianismo ortodoxo, como sabemos, Dios y el hombre son dos seres
totalmente diferentes; Dios se encuentra allá arriba, en tanto que el hombre
está aquí abajo, y entre ellos existe un abismo insuperable. Dios es el
creador, ha creado al hombre del polvo para llevarlo a la existencia. Según
ciertas versiones, el hombre ha sido creado de una manera muy similar a la forma
que crea una vasija el alfarero. Además, Dios es puro, Dios es sagrado, sin
pecado; por el contrario el hombre es pecador y nunca podrá llegar a ser como
Dios; esto sería absurdo para el cristiano ortodoxo. Incluso Dios no puede
llegar a ser hombre, con la única excepción de Jesucristo, que en el
cristianismo, es la encarnación misma de Dios. Entonces, desde el punto de
vista cristiano, solo existen tres categorías para distinguir a los seres:
Dios, el hombre -es decir el hombre pecador- y Jesucristo -la encarnación de
Dios-. Ahora bien, ¿en qué categoría está el Buda? ¿Cómo aplica su
criterio el cristiano ortodoxo al encontrarse con el Buda? Evidentemente para el
cristiano ortodoxo el Buda no puede ser Dios, ya que para él, Dios hay solo
uno; tampoco puede ser una encarnación de Dios, porque Dios se encarnó sólo
una vez para que naciera Jesucristo. Así que solamente queda una alternativa:
la del hombre. Por lo tanto el cristiano ortodoxo al enfrentarse con el Buda, lo
considera como un hombre normal, esencialmente igual que todos; tal vez, mejor
que la mayoría. Pero por más bueno que haya sido se le sigue considerando
inferior a Dios y a Jesucristo. Entonces este es el primer malentendido con el
Buda.
Pasemos
ahora a examinar el segundo, que se deriva del primero. Los eruditos cristianos
sostienen que aunque el Buda haya sido tan solo un hombre ordinario, sus
seguidores lo convirtieron en un Dios. A veces pueden hasta encontrarse libros
en la época moderna, donde se afirma que el Buda fue deificado por sus
seguidores después de su muerte. Nos dicen que esto lo indica el hecho de que
los budistas veneran al Buda, y evidentemente, sólo puede venerarse a un Dios.
Para el cristiano venerar a alguien o a algo implica convertirlo en un Dios.
Ahora
bien, ambos malentendidos se resuelven muy fácilmente. Lo único que tenemos
que hacer es librarnos de nuestro condicionamiento cristiano que afecta, al
menos inconscientemente, hasta a aquellos que ya no se consideran cristianos.
Tenemos que abandonar esa tendencia de ver al Buda desde puntos de vista que no
son budistas. Debemos recordar que el budismo es una tradición atea, es decir,
que no concibe la existencia de un supremo ser creador del universo; de hecho,
la tradición budista desmiente abiertamente la existencia de tal ser. De hecho
el Buda consideró que la creencia de un Dios personal era un obstáculo para la
vida espiritual.
Veamos
ahora las siguientes cuestiones: ¿quién o qué fue el Buda? ¿Cuál es la
actitud de los budistas hacia él? ¿Cómo se vio el Buda a sí mismo? En primer
lugar, el Buda fue un hombre, un ser humano, pero no un ser humano ordinario
sino un hombre Iluminado. Un hombre que llego a ser en vida la personificación
del Conocimiento perfecto, el Amor y Compasión infinitos y la Energía
inagotable. Pero él no nació siendo un hombre extraordinario, alcanzó la
Iluminación como resultado de su propio esfuerzo, desarrollando al máximo su
potencial, que tan solo era una semilla. De modo que el budismo reconoce dos
categorías de seres humanos: un ser humano ordinario y un ser humano Iluminado.
Ahora bien, aunque la distancia entre ellos no sea insuperable como lo es entre
Dios y la persona, para el cristiano, es una distancia enorme y para atravesarla
se requiere de un esfuerzo tremendo. De hecho hay budistas que creen que para
alcanzar la Iluminación es necesario mantener un esfuerzo constante a través
de toda una sucesión de vidas, ya sea en la tierra o en otros planos superiores
de la existencia. Por esta razón se considera que el hombre Iluminado pertenece
a una categoría de ser independiente. Desde el punto de vista budista, el ser
Iluminado es el ser más sublime de todo el universo, más aún que los dioses,
y por esta razón se le venera. Se le venera en agradecimiento por habernos
indicado el camino, por habernos dado el ejemplo, por habernos demostrado lo que
es posible, lo que nosotros también podemos llegar a ser. En otras palabras, el
Buda es venerado no como Dios, sino como maestro, como Ser Ejemplar, y como Guía.
Cabe
notar que Gautama Buda es muchas veces llamado Lokajyestha. En Occidente
Gautama Buda se conoce simplemente como Buda, no obstante en Oriente hay una
serie de títulos con que puede aludírsele. Entonces al Buda se le conoce también
como Tathagata, Bhagavan, Arahant, Lokajyestha, etcétera. El término Lokajyestha
quiere decir hermano mayor del mundo o hermano mayor de la humanidad. El Buda es
llamado Lokajyestha porque, espiritualmente, fue el primero en nacer. En
las escrituras budistas a veces se presenta al Buda diciéndole a sus discípulos:
"vosotros sois mis verdaderos hijos, nacidos de mi boca, nacidos de las
Enseñanzas; herederos de riquezas espirituales, no herederos de cosas
mundanas". En otras ocasiones en la Vinaya Pitaka, o Cesta de la
Disciplina, se compara al Buda con el primer pollo que emerge en un nido de
huevos. Este, al nacer, comienza a picotear las cáscaras de los otros huevos,
ayudando a los otros pollos a terminar de nacer. Así, nos dicen, es el Buda el
primero en salir de la cáscara de la ignorancia, la cáscara de la ceguera y
oscuridad espiritual, despertándonos con sus Enseñanzas y ayudándonos a
surgir.
De
todo lo anterior podemos deducir la concepción budista del ser Iluminado. El
Buda pertenece a una categoría de ser para la que no tenemos equivalente en el
pensamiento o en las tradiciones religiosas occidentales. No es ni Dios, ni
hombre en el sentido cristiano, ni siquiera hombre sin Dios; es decir hombre por
sí mismo. El Buda es una categoría de ser entre Dios y el hombre, y al mismo
tiempo superior a ambos.
Quizás
podremos entender mejor lo que es el ser Iluminado desde el punto de vista del
proceso evolutivo. El hombre es un animal, pero no un animal ordinario. Digamos
que es, por falta de términos más apropiados, un animal racional. El hombre
representa una nueva especie, una nueva mutación, una nueva categoría de ser:
es un animal, pero al mismo tiempo mucho más que un animal, es un ser humano.
De la misma manera, un Buda es un ser humano, pero no uno ordinario, un Buda es
un ser humano Iluminado. El también representa una nueva especie, una nueva
mutación, una nueva categoría de ser; es un ser humano, pero al mismo tiempo
infinitamente más que un ser humano, es un ser humano Iluminado, un Buda.
Así,
pasamos ahora a los malentendidos que hay con respecto al budismo. Estos, como
es de esperar se encuentran muy relacionados con ideas erróneas sobre el Buda.
Dado que el budismo es una religión atea, no puede considerársele realmente
una religión, en el sentido occidental. Hay muchas personas que encuentran
dificultad para entender esto porque siempre han considerado el budismo como una
religión. Tal vez lo han visto concebido de estos modos en una enciclopedia o
en la televisión, y sin duda se adhieren a la vaga idea de que "religión"
significa creer en Dios. Por lo tanto piensan que el budismo "debe"
profesar una creencia en Dios. Pero esto no es mas que un pensamiento confuso.
Algunos piensan que el Budismo debe tener un Dios en alguna parte, y se
esfuerzan exageradamente por encontrarlo; además acusan al budista de haberlo
extraviado o perdido, y hasta de estar escondiéndolo.
Entonces,
si el budismo no es una religión en el sentido cristiano ¿qué es? Podemos
responder a esta pregunta volviendo a nuestra distinción entre lo real y lo
ideal, entre el ser humano ordinario y el ser humano Iluminado. El budismo, o lo
que se conoce tradicionalmente como Dharma, es todo aquello que nos ayuda a
transformar lo real en lo ideal, es todo aquello que nos ayuda a reducir el
abismo que existe entre el estado de la ignorancia y el estado de la Iluminación.
Dicho de otra manera, el budismo es todo aquello que nos ayuda a desarrollarnos,
todo lo que nos ayuda a madurar. Por esta razón, vemos al Buda diciéndole a
Mahaprajapati Gautami, su tía y madre adoptiva, que "Toda enseñanza que
conduzca a erradicar las pasiones, al desapego, a disminuir las riquezas
mundanas, a la frugalidad, a estar contento, a la soledad, a más energía, al
deleite en todo lo bueno; puedes estar segura que estas enseñanzas son las
mismas que las del Buda". De modo que el criterio no es nada teórico sino
mas bien práctico. En el curso de su larga historia, el budismo ha creado
muchas y muy variadas filosofías, instituciones y métodos; todo con el solo
propósito de asistir al ser humano individual en su desarrollo, desde el estado
ordinario hasta el estado del ser humano Iluminado o Buda.
Concluimos
de este modo como empezamos: con la figura del Buda sentado bajo el "árbol
Bodhi", a escasas semanas de su gran despertar. Según una de las versiones
más antiguas, en aquel momento el Buda extendió la mirada sobre el mundo,
sobre toda la humanidad, no con su visión material, sino con lo que llaman su
"visión espiritual". Y al mirar de esta manera, vio la humanidad como
un lecho de flores de loto sobre un lago, algunas estaban sumergidas en el lodo,
mientras que otras apenas emergían y otras estaban completamente fuera del
agua. En otras palabras el Buda vio esas flores, los seres humanos, como seres
en diferentes etapas de crecimiento, en diferentes etapas de desarrollo. Podemos
decir que de esta forma el budismo ha visto a la humanidad desde entonces: como
un lecho de plantas capaces de producir brotes, como brotes capaces de producir
capullos, como capullos capaces de convertirse en flores, en flores de loto, y más
aún, capaces de convertirse en la flor de loto de mil pétalos. Sin embargo
para que los seres humanos crezcan y se desarrollen necesitan de un guía; su
crecimiento no puede efectuarse inconscientemente, como en el caso de las
plantas: los seres humanos sólo pueden crecer por medio de un esfuerzo
consciente. De hecho, podríamos decir que para los seres humanos el crecimiento
implica el desarrollo de la conciencia. Por esta razón el humano necesita un
ideal. No un ideal de su ser parcial, ni un ideal que solo tome en cuenta
ciertas relaciones con la vida, sino un ideal para sí mismo, como ser humano.
Además, este ideal ha de ser un ideal natural, no uno artificial; no puede
imponérsele desde el exterior, sino que debe encontrarse implícito en su
propia naturaleza, en las profundidades mismas de su ser. Debe ser un ideal que,
de hecho, represente la culminación del desarrollo de su potencial, en el más
amplio y profundo sentido. Este es, por lo tanto, el ideal que he tratado de
comunicarles, el Ideal de la Iluminación Humana.
No
obstante, debemos reconocer que en la actualidad hay muchas personas que no
creen en ideales, y menos aún en ideales espirituales. Hay muchos que no creen
en la posibilidad de transformar lo real en lo ideal. En cambio, en la tradición
budista no se duda de esta posibilidad; en el budismo se tiene fe en los
ideales, se tiene fe en el ideal espiritual, el Ideal de la Iluminación Humana.
Y se tiene fe en este ideal porque se tiene fe en el ser humano, en su potencial
creativo. Y debido a esto se le pide que tenga fe en sí mismo, no se le exige
que crea en el budismo, mas bien se le pide que tome el Ideal de la Iluminación
Humana como una hipótesis práctica. En el budismo se le pide que
experimente, que pruebe por sí mismo.