Soneto XXVII


Desnuda eres tan simple
como una de tus manos,
lisa, terrestre, mínima, redonda, transparente,
tienes líneas de luna,
caminos de manzana,
desnuda eres delgada
como el trigo desnudo.
Desnuda eres azul
como la noche en Cuba,
tienes enredaderas y estrellas en el pelo,
desnuda eres enorme y amarilla
como el verano en una iglesia de oro.
Desnuda eres pequeña
como una de tus uñas,
curva, sutil, rosada hasta que nace el día
y te metes en el largo subterráneo del mundo
como en un largo túnel de trajes y trabajos:
tu claridad se apaga, se viste, se deshoja
y otra vez vuelve a ser una mano desnuda.



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