Primera Carta


La palabra exacta se sentó y en reposo tranquila a las otras escucho...
Habían muchos asistentes, mas no estaban todos presentes...
Los elementos del cielo atentos
murmuraban ofrendas...
Ayer en el regazo de la vida hoy víctimas de una muerte...
Mas allá de las nubes... donde el horizonte se desvanece...
Como pidiéndoles permiso se encontraba un paraíso...
No había grandes bellezas, pero abundaba la tibieza...
en los jardines de chocolate de helados y fresas...
no estaba ni la maleza, ni la egoísta tristeza...
pero la loca Locura vanidosa en su frescura...
hacía palidecer a la razón y el deber...
tenía tantas sorpresas...
en su pequeña maleta vieja...
que sin prisa, que sin peso...
que es peso que no pesa de la prisa,
Navegaba entre sonrisas...
reía a carcajadas de las palabras no dichas,
Pero recordaba con amor el lenguaje del silencio, de tocarse...
de quererse de hablar sin decir verso...
pues ahora el caracol...
ha entrado como la tortuga en su caparazón...
no dijo nada, no dijo adiós...
no dio palmadas, no conversó...
se fue muy rápido o se durmió, mi gran amigo mi buen amor...
tenía secretos del corazón...
o alguna historia de desamor...
corrió tan lejos a lo mejor que ya no quiere ninguna voz...
Sabor de lúcuma, manjar, menta y miel...
pensé le gustaba...
y un carrusel le mandé a la araña le fuera tejer...
aquella araña, muy despistada...
seguramente pasó en su mente, cometió errores tan de la gente...
pasó de repente no se dio cuenta que fue insolente...
que caminaba sobre algodón, que alguna cosa no dijo bien,
no fueron letras, no fueron gestos, probablemente fue en un momento...
mas no quería dañar a nadie...
mas su experiencia era tan poca...
no tenía espinas no era rosa,
quizá una cosa que se creía una mariposa...
tal vez oruga sin su capullo se vio así misma en el arrullo,
con hambre plena de cosas bellas que sin pensarlo tocó estrellas,
Miró hacia suelo y vio unas púas...
como haz de luz tembló de pena,
siguió tan fuerte en el desierto, que su cantar ya no era muerto,
se preguntaba, que pasaba y en su respuesta ganaba tiempo...
tenía miedo de sus afanes,
hilos de plata, en una lata, se cocinaba en la pradera...
se cosechaban los sentimientos,
de poco y nada los argumentos valían ahora o en aquel momento,
de rastros y rostros necesitaba antes de ver de conocerlo ya
con descanso ya con su tiempo...
a su sentido correspondió,
la sabiduría con alegría, confesa amiga de la verdad...
de una mañana de mineral.
Su propio ego ahí enterró para parir a uno mejor...

Mi principito, mi buen amor,
será hasta pronto, nunca un adiós
que las gaviotas y el amanecer golpean mi ventana sin querer...
que en la mañana me iré a encontrar... con sal y arena, con olas y mar...
siento tu abrazo, me da calor...
veo tu risa... de cristal en los pequeños ojos de girasol...




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