Gabriel Verd S.J., en Archivo Teológico Granadino, vol. 64 (2001) p. 420-421.

H. Bojorge, Teologías deicidas. El pensamiento de Juan Luis Segundo en su contexto. Madrid, Encuentro, 2000, 380 págs.

Nos encontramos ante el libro de un jesuita uruguayo, Horacio Bojorge, que analiza y valora la teología de otro jesuita uruguayo, Juan Luis Segundo, fallecido en 1996. Es un libro valiente, pues va contra la corriente dominante en estos años, y en concreto sobre un autor, cuya persona y obra han sido exaltados después de su muerte. Pero el P. Bojorge, profesor de Cultura y Lenguas Bíblica en la Universidad de Montevideo, no se ha embarcado en esta obra por propia iniciativa, sino por recomendación del P. General de la Compañía de Jesús, Peter Hans Kolvenbach: «Sería oportuno que usted publicara su evaluación de la obra del P. Segundo, participando así en el diálogo teológico y contribuyendo a la formación de la mentalidad de los cristianos y, en particular, de los miembros de la Compañía.» (p. 13 y 18) Con ello el P. Bojorge, e indirectamente el P. General, quieren mostrar que la Compañía no hace suya la teología del P. Segundo. Ni hace suya la corriente teológica que se ha significado por glorificarlo. Por otra parte, esta obra del P. Bojorge está también en sintonía con la declaración la Conferencia Episcopal Uruguaya que consideraba los errores del P. Segundo como «ruinosos para la fe»: «Esta actitud contra el Magisterio reitera errores que son ruinosos para la fe y la vida del pueblo cristiano.» (p. 329). La obra del P. Bojorge va exponiendo los puntos de vista teológicos del P. Segundo, que sólo puedo indicar parcialmente. Respecto a la escatología, su mesianismo intrahistórico e inmanente, que silencia la vida eterna; su concepción modernista de la Revelación divina, «que no es un depósito de afirmaciones correctas, sino un proceso pedagógico» (p. 72-73); el relativismo religioso («En cierto sentido es, como si dijéramos, la religión de la no necesidad de profesar una religión», en palabras de Segundo, p. 78); su reduccionismo moral de la vida de fe, etc. Estos errores tienen su raíz en las carencias de su método teológico, la pobreza de su exégesis, la deformación de los textos pontificios (p. 101), alguno señalado por Calvez (p. 53), su crítica al magisterio conciliar o del episcopado latinoamericano (p. 112-116). Caído el muro de Berlín, resulta triste su defensa del marxismo, hoy tan desprestigiado. En resumen, la teología de Segundo estaría viciada por su radical antropocentrismo. Por ello se pregunta razonablemente el autor si su enseñanza puede ser calificada de teología, cuando su punto de partida y su hermenéutica es lo social, y no un atenta escucha de la palabra de Dios. Termino esta recensión con una consideración y un texto. La primera es el asombro de Bojorge sobre el hecho de que «los censores diocesanos y de la Orden hayan sido insensibles para detectar los errores» de Segundo (p. 334), asombro que comparte este recensionador ante otras obras actuales. Aunque ha quedado claro, por lo dicho al principio, que no ha sido tal la actitud del P. Kolvenbach. El texto con el que termino es del mismo Segundo. A él le doy la última palabra. En su libro Teología de la liberación: Respuesta al Cardenal Ratzinger, Juan Luis Segundo advertía respecto a un documento de la Santa Sede: «Deseo dejar esto claro desde el comienzo: Entiendo que mi teología (es decir, mi interpretación de la fe cristiana) es falsa si la teología del documento es verdadera o es la única verdadera»; y: «A fuer de sincero, si esa teología es justa y cabal, la mía, la que he formulado en mis libros desde hace casi veinticinco años, y practicado pastoralmente, es, por cierto, errada» (p. 131, 340). En esto Segundo no se equivocaba.

Gabriel Mª Verd, S.J., Facultad de Teología, Apartado 2002, 18080 Granada, España [email protected]

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