Dr. Miguel A. Barriola Pbro. Respuesta al P. Félix A. Pastor S.J.

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RESPUESTA AL P. FÉLIX A. PASTOR S.J.

a propósito de su articulo

“ARCANI DISCIPLINA. Sobre el pensamiento teológico de Juan Luis Segundo”

En Gregorianum 83,3 (2002) 545-558

y de su apreciación de “Teologías Deicidas” del p. Horacio Bojorge S.J.

 

Dr. MIGUEL ANTONIO BARRIOLA, Pbro.

 

Motivos del presente aporte.

 

Ya en su vida, las obras de J. L. Segundo fueron objeto de vivo entusiasmo, así como también de reserva y crítica, dentro de la Iglesia católica. Si bien, se concede que su pensamiento va perdiendo vigencia, así y todo, pareciera que “defunctus adhuc loquitur", dado que se sigue tratando y discutiendo sobre sus principales tesis en relación con la teología.

 

Horacio Bojorge editó una importante evaluación acerca de puntos oscuros del autor uruguayo [“Teologías Deicidas. El pensamiento de Juan Luis Segundo en su contexto” (Ed. Encuentro, Madrid 2000, 380 págs) = TD]. Esta obra ha sido objeto de numerosas reseñas laudatorias que pueden verse en Internet [http://ar.geocities.com/acedia2000],

Hace poco ha aparecido una apreciación prevalentemente negativa sobre los juicios vertidos por Bojorge, en forma de un artículo del profesor de la Pontificia Universidad Gregoriana, Félix Alejandro Pastor S.J. titulado: "Arcani disciplina – Sobre el pensamiento teológico de Juan Luis Segundo" [= “Arcani...”] [Gregorianum 83,3 (2002) 545-558]

 

El P. Félix A. Pastor ha tenido mucho contacto con América Latina. Es profesor invitado en la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro. Es formador en el Pontificio Collegio Brasiliano como Prefecto de estudios y Bibliotecario; y seguidor de la literatura teológica, que tomó auge en nuestros países por las décadas de los 60 y 70. Ha dirigido varias tesis sobre teología de la liberación y algunas sobre el pensamiento de Juan Luis Segundo. Ha pasado por Uruguay con motivo de la fundación de la Facultad de Teología Monseñor Mariano Soler, a partir del Instituto de Teología M. Soler, que dependía de la Universidad Gregoriana.

 

Con todo, pareciera que solamente un sector (muy vasto, por supuesto) lo ha impresionado, dejando en la sombra a otras voces, que muchas veces en soledad comparable a la de Jeremías, expusieron sus advertencias, mucho antes de que lo hiciera el supremo magisterio de la Iglesia.

 

1 – Tono general del artículo.

 

El enigmático título “Arcani Disciplina”, [= “Arcani...” 557 y nota 71] será aclarado por Pastor sólo al final de su exposición, por lo cual reservamos nuestro comentario al respecto, también para cuando llegue ese momento.

 

La impresión que deja la lectura es la de un sabor ecléctico. Por un lado se aceptan reparos graves y de envergadura, formulados por Bojorge, pero por el otro, emerge continuamente el empeño muy ignaciano de "salvar la proposición del prójimo", en el caso la de Segundo. Da la impresión, sin embargo, que no pone igual empeño en salvar la de Bojorge y que no tenga muy en cuenta Pastor otra no menos urgente admonición de Loyola, acerca del "sentire cum Ecclesia", ya que en este sentido, aún las posturas de Segundo que Pastor intenta rescatar, están muy lejos de ser defendibles.

 

El autor que nos ocupa, afirma más de una vez sin confrontar, abunda en "indefinidos" ("sería, ofrecería, derivaría..."), dejando implícita su opinión de que Bojorge no ha comprendido bien las intenciones profundas ("arcanas") de Segundo.

 

Como se explicitará más adelante, el título elegido apunta al tono de este esfuerzo por endulzar (si no minimizar) las serias y reales confusiones y errores con que se ha presentado el pensamiento de Segundo.

 

De hecho, repetidas veces alude Pastor a la ardua empresa que se ha de acometer, si alguien quisiera adentrarse en el pensamiento de Segundo [“Arcani...” 547, n. 18; 546, n.  13; 554. Pastor toma  estos juicios de la pluma misma de Bojorge, aunque con añadiduras].

 

Pero nunca aclara que, por difícil que sea, sin dejarse engañar por fascinantes juegos de

prestidigitación, empleados continuamente por Segundo, muchos han acertado a desentrañar los saltos lógicos, paralogismos y vicios de argumentación con que está sembrada la producción de este aplaudido a la vez que discutido escritor. Asimismo, Pastor omite notificar los certeros y agudos análisis con que Bojorge desenmascara estos artilugios. [Véase: TD, “Un ejemplo: La salvación en Guadalupe”, 33 – 35, así como el paciente examen de tres largos textos de Segundo, a cada uno de los cuales se ha dedicado un anexo: ibid., 342 – 367].

 

Si Pastor alude repetidas veces a que el mismo Bojorge da testimonio sobre lo tortuoso del discurso intelectual de Segundo, eso no significa que, al abordarlo, se rinda ante la selva impenetrable, sino, más bien, que advierte a los lectores poco duchos (por más que se autoestimen "adultos"), cómo pueden ser inducidos a engaño. De hecho, según queda asentado, Bojorge pone suficientemente al descubierto los malabarismos, con que Segundo apabulla a un público desprevenido, con pases de magia sin consistencia alguna en la realidad.

 

2 – Cuestiones fundamentales.

 

Pastor no reproduce correctamente los dichos de Bojorge sobre Segundo, cuando afirma que Bojorge los presenta como "un intento neognóstico, que busca una fe creíble, es decir, aceptable para el pensamiento racionalista" [“Arcani...” 547].

 

No se expresa así Bojorge, quien sólo habla de una apologética gnóstica que comienza con la buena intención, de "ofrecer...una fe «creíble»" [TD 15]. No añade: "aceptable por el pensamiento racionalista".

 

Bojorge constata que en eso, lamentablemente, llegan a transformarse los planes iniciales de Segundo. Ahí, justamente, se patentiza el sinsentido de su empresa, pues, ninguna presentación evangelizadora podrá proponer una fe tan aguada, que sea bienvenida por una postura "racionalista". El anuncio de la fe busca, al revés, que se deponga esa actitud, sin dejar por eso de mostrar los fundamentos muy "razonables" del mensaje cristiano.

 

Un diálogo plegadizo, con el fin de obtener la simpática connivencia del interlocutor (y nada más), no es respetuoso de la verdad, ni del otro, porque puede darle la impresión de que está comulgando con el Evangelio, cuando en realidad, no ha hecho más que seleccionar ("haireo" = elegir; de donde: háiresis = herejía, someter el mensaje a mi gusto, en lugar de someterme a él), quedarse sólo con lo que cuadra con las coordenadas racionalistas.

 

Por eso es que Pastor no da cuenta completa de las reservas que Bojorge le plantea a Segundo. En efecto, el profesor de la Gregoriana poco o casi nada destaca una constante de los apuntes críticos de Bojorge, emergente a lo largo de toda su obra: "Segundo pretende...llevar el mensaje a los ateos...pero ese esfuerzo gnóstico se hace a costa de la fe, y su apologética termina volviéndose contra el creyente" [TD 14]

 

Pastor reprocha igualmente a Bojorge que se base en los silencios de Segundo, los cuales – sostiene – son difíciles de interpretar [“Arcani...” 547]

 

No creemos que sea tan así, cuando leemos constantemente en la exégesis bíblica, cómo los intérpretes acuden a este recurso, para confirmar tendencias teológicas descubiertas en los escritores sagrados. Así, por ejemplo, al omitir Lucas el episodio de la cananea (extranjera para un israelita), no es muy descabellado pensar que se deba al cometido del tercer evangelista de atender a la sensibilidad de los cristianos provenientes del paganismo, a quienes preferentemente se dirige su obra en dos tomos: Evangelio y Hechos.

 

Por otra parte, cuando los acentos son tales que no cabe acudir a la totalidad que se silencia, se vuelven indicios demasiado elocuentes de que no se está funcionando dentro del sistema de la "analogia fidei". En este sentido es muy revelador el penetrante estudio con que Bojorge pone al descubierto la inconsecuencia, dentro de la fe cristiana entera, con que Segundo desprestigia "la alianza de María de Guadalupe con los indígenas mexicanos" [TD 33-35]. La descalifica sólo porque, en lugar de alcanzarles bienestar terrenos, les pide un santuario. Nadie, que sea creyente cabal (no a medias), negará que nos encontramos ante un "elocuente silencio", pues, para Segundo, si no hay "ayuda" palpable, aquí y ahora, en este mundo, no se da ninguna otra clase de auxilio.

 

Pastor, llega a concebir la posibilidad de que la teología de Segundo no coincida con el Vaticano II o con el Catecismo de la Iglesia católica, cosa que ya da mucho que pensar. Pero también, en su reiterado deseo de paliar situaciones deplorables, añade: "Pero hay que considerar cuál es su intención al elaborar una Teología abierta para el laico adulto y el género literario de la misma" [“Arcani...” 547, n 17.]

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Nos preguntamos si una teología "abierta" ha de "clausurar" de entrada el camino hacia la fe plena. Si es así, estamos en plena intemperie. Y, sin algún resguardo, se corre el peligro de contraer una neumonía.

 

Porque, a juzgar por la constante nota de sus diálogos, el cometido de Segundo es, sin lugar a dudas, hacer potable la fe cristiana para "ateos" o "laicos adultos". Pero ¿cuál es el invariable resultado? El abaratamiento del Credo, al ser colocado a nivel de gente culta y de cierta clase, pero muy poco acorde con el meollo mismo del Evangelio. De ahí la selectividad de su propuesta, a la vez que la distorsión con que brinda un Evangelio "dentro de los límites de la razón pura".

 

Ahora bien, si es loable el método de "dar leche" y no alimento sólido a quien aún no es capaz de asimilarlo, como hizo Pablo con sus corintios (I Cor 3,2), nunca se le hubiera ocurrido al Apóstol calificar aquel recurso pedagógico como suficiente, sin exhortar a subir más arriba. Por eso, junto con la ternura de tratarlos como "niños" (Ibid. , 3,1), no menos acude a tonos fuertes, definiendo aquella situación como "carnal" (ibid. , 3, 1 – 3), llegando hasta el punto de anunciar, que bien podría aplicarles "la vara" (ibid. , 4, 21).

 

Este paso ulterior es lo que siempre se ha echado de menos en Segundo.

 

Haciendo una concesión a Bojorge, admitiría Pastor una aproximación de Segundo a un paradigma de "yuxtaposición entre el pensamiento moderno y la doctrina católica", negándose a ver en dicho autor un paradigma de subordinación de la fe a la pura razón crítica [“Arcani...” 548].

 

Suponiendo, no concediendo, que así sea, yuxtaponer significa que, al menos, se percibe cierta compatibilidad entre una y otra perspectiva. Y, por cierto que Segundo creía captar una armonía entre ambas.

 

En realidad no es así, cuando se ve que Segundo dirige sus loas invariablemente al pensamiento moderno y todos los denuestos a la propia fe.

 

Observa con acierto Bojorge: "Detrás del título, que quiere ser honorífico, de «hombre de hoy», discernido al no creyente o al creyente en dificultades de fe, y del implícito y peyorativo «hombre de ayer» que se deja sobreentender serían los creyentes, están los dogmas y mitos del evolucionismo religioso a lo Comte, para quien la etapa religiosa (léase «cristiana») de la Humanidad ha sido superada para dar lugar a la científica. En la mentalidad historicista se ha moralizado el «ser actual o no». Y, no sólo a nivel social, puede ser vergonzoso «no vestir a la moda»" [TD, 300, n. 1].

 

Lo dicho habla bien claro de que, más que coexistencia pacífica de los panoramas diferentes, se da en los hechos el sojuzgamiento de la fe "de ayer" ( =inútil) al "hoy", cambiante, a la manera de Jrónos, que todo lo que produce lo engulle y destroza, como lo está haciendo con la obra misma de Segundo, según confiesa el propio Pastor: “Hoy día los escritos de J.L. Segundo han perdido resonancia” [“Arcani...” 555, n. 60].

Sin embargo, para quien sostiene que Cristo es “el mismo hoy, ayer y por los siglos” (Hebr 13, 8), es correlativamente siempre cierto que también se verá sometido a  interpretaciones incorrectas. Y no es bueno olvidar la historia (todavía reciente), so pena de volver a repetirla. A nadie interesan hoy, Arrio, Nestorio y tantos otros. Pero sus yerros alzan cabeza una y otra vez con diferentes caretas.

 

3 – Hermenéutica de la revelación.

 

Se empeña Pastor en poner a Segundo a resguardo del calificativo "modernista", explicando que "su obra puede adquirir un tono dialogal , al cultivar una «Dogmática fundamental», más al estilo de una Filosofía de la revelación" [“Arcani...” 548]

 

Que sepamos la "dogmática fundamental" ha de "dar razón de la esperanza" (I Pe 3, 15).

No mimetizarse de tal forma con el adversario (o "dialogante"), que, en lugar de "explicarse", quede aprisionada en las redes del oponente. A tal proceso se lo califica simple y llanamente de "capitulación".

 

Además...¿cualquier filosofía está en armonía con la revelación? Si de alguno de tales enfoques surge que la manifestación divina no enseñó nada consistente y válido para todos los tiempos ("Cielos y tierra pasarán, pero mi palabra no pasará": Mc 13, 31), sino sólo ofrece pautas para "aprender a aprender", aún a costa de necesarios errores (como lo afirma Segundo por activa y por pasiva [Ver sus tesis al respecto en: TD, 71.]), en tal caso, se obtiene sólo un híbrido maridaje, en desmedro de la fe, que se quiere maquillar con modernas tinturas.

Pero, a tales acomodos, podrá responder con todo derecho el "ateo bondadoso" y el "laico adulto": para eso no era necesaria revelación alguna. Ya "aprendimos a aprender" desde las aulas de jardinera.

 

Le parece a Pastor, que "la crítica tiene fácil juego para acusar a J. L. Segundo de reticencias y oposición al Magisterio, dadas algunas afirmaciones incautas del mismo" [“Arcani...” 548].

 

No se acierta a ver si la observación va en son de reproche o aprobación para Bojorge. De hecho sigue (hasta la p. 549 y notas 24 - 27) una lista de serias inconsecuencias en Segundo, señaladas por el mismo Pastor.

 

En tal caso, no es posible minusvalorar las apreciaciones de Bojorge, como fruto de un "fácil juego", sino valorarlas en su justeza. Que el juicio se vea facilitado, nada quita a lo acertado del mismo.

 

Pretende Pastor atenuar la crítica de Segundo al Episcopado Latinoamericano, opinando que "no parece referirse a problemas doctrinales, sino pastorales, en relación al uso del concepto de «lucha de clases»"[“Arcani...” , 549].

 

Ya una oposición a la pastoral da mucho que pensar, porque divide al pueblo, sembrando sospechas sobre la capacidad de conducción de los legítimos pastores. Pero, además, tal como clarifica Bojorge, los obispos en Puebla desaconsejaron una teología con base marxista, que llega "a un vaciamiento de la dimensión trascendental de la salvación cristiana" [TD, 116, citando a “Puebla” N° 545]. Tamaña observación no atañe sólo a planes prudenciales de acción, que bien podrían valer uno u otro, sino a núcleos centrales de la "doctrina".

 

4 – Uso del Marxismo.

 

En este particular el empeño de Pastor por camouflar las proclividades de Segundo hacia el Marxismo, se muestra tan persistente como ineficaz.

 

Para el profesor de la Gregoriana, Segundo no aspiró más que a yuxtaponer la "vulgata" sociológica marxista junto con la fe cristiana. No oculta que muchos marxistas latinoamericanos nunca han leído a Marx [“Arcani...”, 549]. Por desgracia, ése era el clima de eufórico enardecimiento, que con enorme ligereza caía en mezclas explosivas, sólo porque se presentaban como "ortoprácticas". Nunca fue más evidente que no alcanzan generosos arranques, si la mente no está bien formada.

 

Con todo, esta "disculpa" se convierte, a mi entender, en atroz condena, porque el solo hecho de flirtear con la fiera, ya es muy temerario. Por otro lado, por urgente que sea la más que justa ansia de socorrer a los oprimidos, no es factible acudir a cualquier medio, para el logro de un fin apetecible en sí. Este no justifica los instrumentos empleados para obtenerlo, si son inmorales, y, por su naturaleza, siembran violencia y antagonismos en el mismo pueblo de Dios. Si excluyen el amor a los enemigos o lo diluyen en interpretaciones retorcidas.

 

Asimismo, aunque pocos hayan leído a Marx, ¿no se podía por sus frutos conocer el árbol? ¿Eran tan arcanas las noticias sobre el marxismo real? Rusia con sus clamorosos y masivos exterminios de campesinos bajo Stalin, la cortina de hierro, China, Vietnam, Cuba ¿eran cuentos de hadas? Por desgracia fueron "cuentos chinos", pero con el agravante de que, en este caso, la frase reflejaba una crudelísima realidad.

 

Por fin, ¿no propició Segundo los elementos más turbios del marxismo? El sostuvo (contra la "Libertatis nuntius") que "optar en un conflicto significa entrar en él y aceptar la parcialidad inherente a uno de los dos bandos" [ J. L. Segundo, Teología de la liberación – Respuesta al Cardenal Ratzinger, Madrid (1985) 58. (En adelante: Respuesta...).]. No le pasa por la cabeza a Segundo el papel de las mediaciones, del armisticio, de la mutua inteligencia.

 

Medios más lentos y pacíficos les parecerán a muchos románticos y poco "ortoprácticos", pero la lucha armada no es otra cosa que rescoldo para nuevas revanchas. Baste observar la espiral de violencias en curso dentro de la misma "ciudad de la paz", Jerusalén.

 

5 – Lucha de clases.

 

Ofrece Pastor una interpretación demasiado benévola sobre la posición de Segundo acerca de este tan discutido aspecto del marxismo. Según Pastor, se habría tratado de "una «aproximación» a una inteligencia del «conflicto social», menos ingenua que la opuesta" [“Arcani...” 550.]. Un intento de realizar políticamente la "opción por los pobres", superando una lectura meramente idealista (Hegel), o la de las éticas de las "buenas intenciones" (Kant).

 

No se negarán los generosos propósitos germinales de los teólogos de la liberación. Así y todo, no deja de ser penoso que se simplifiquen en una frase décadas de tumultos y violencias continentales, "justificadas" por los doctrinarios de la liberación con pretendidos apoyos bíblicos (sobre todo en el Exodo). Porque no es posible olvidar los elogios de G. Gutiérrez al ex - cura guerrillero Camilo Torres, ni sus evidentes simpatías con la revolución cubana y otros personajes tan heroicos como equivocados

[Repasar: G. Gutiérrez, Teología de la Liberación, Salamanca (1982) 143 – 266, donde recuerda encomiásticamente a otro extremista: N. Paz Zamora. No menor elogio tributó al “Che  Guevara”: ibid. , 132, 165, 317. Cosa que reitera en: La Fuerza histórica de los pobres, Salamanca (1982) 57 y 244].

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El mismo Segundo anduvo coqueteando con la violencia, cuando escribió: "¿Se puede decir, sin más, por ejemplo, que Francia o los Estados Unidos de América están basados en la violencia por el hecho de que las estructuras sociales que poseen proceden históricamente de revoluciones violentas gracias a las cuales resolvieron algunos de sus principales problemas sociales?" [Respuesta ... 144].

 

No se ha de pasar por alto que "ex falso sequitur quodcumque" (= de lo falso se sigue cualquier cosa), por tanto, también puede resultar algún efecto aceptable de procesos históricos equivocados. De las persecuciones, igualmente, se siguió el robustecimiento del cristianismo. De allí no se puede concluir que haya que propiciar una continua guerra contra la Iglesia. Tampoco es verdadero el "post hoc, ergo propter hoc". Que después de las insurrecciones en la historia hayan sobrevenido tiempos de bonanza y mayores bienes, no implica que hayan sido debidos al "terror" y o a las razzias contra los pieles rojas. Además, Francia o toda nación que haya pasado por alguna revolución, no está asentada sobre la guillotina y los desmanes llevados adelante en pos de "los derechos del hombre". Estos últimos son los que perdurarán una vez pasada la devastación. Los mismos republicanos franceses, que defienden estos valores, no dejan de reconocer las injusticias que se cometieron en su nombre.

 

Segundo se había sublevado contra Medellín, cuando los obispos latinoamericanos, previnieron contra la tentación de la violencia, acusando el escritor uruguayo como inspirador de semejante cobardía a Pablo VI°. "Es forzoso reconocer – lamenta Segundo – que aquí Medellín tuvo que tener en cuenta una respuesta que acababa de ser sugerida, si no impuesta, por el mismo Pablo VI, presente en la inauguración de sus trabajos: «La violencia no es cristiana ni evangélica...»" [J. L. Segundo, El hombre de hoy ante Jesús de Nazaret , Madrid (1982), I, 345].

 

Sólo tardíamente ensayó su disculpa, elaborando una visión de conjunto que titula : "El espesor de nuestra realidad" [Ibid. , 303 –  368]. El entiende que para justificar la guerrilla, "de hecho se lo usó (al marxismo) en sus versiones más simplistas y simplificadoras" [Ibid. , 347]. Si fue así, no se explica uno (sino por un nostálgico recuerdo de una loca movilización, cuyo fracaso muchos previeron), que se califique aquella lucha, a renglón seguido, como "una aventura idealista que, en sus intenciones, si no en sus métodos, movilizó lo mejor del continente" [Ibid. , 348].

 

Despacha Pastor con extrema ligereza los reparos de Cándido Pozo, aducidos por Bojorge contra Segundo. Se limita a afirmar sin sombra de análisis: "La crítica de C. Pozo (TD 136) es teológica, no filosófica. Filosóficamente, Segundo tiene razón" [“Arcani...” 550, n. 32].

 

Pero, si consideramos el pasaje de Pozo, citado por Bojorge, encontraremos que los aspectos que encara son exquisitamente filosóficos: "El ateísmo y la negación de la persona humana, de su libertad y de sus derechos, están en el centro de la concepción marxista". [TD, 136. Sólo inmediatamente después acude Pozo a perspectivas propiamente teológicas, al calificar estos errores como amenazantes “directamente a las verdades de la fe sobre el destino eterno de las personas”, Por ello, distinguiendo una “filosofía” totalmente heterogénea con la fe, considera Pozo que “querer integrar en la teología un «análisis» cuyos criterios de interpretación dependen de esta concepción atea, es encerrarse en ruinosas contradicciones” (ibid.). ¿Quién dirá que una “concepción atea” pertenece a argumentaciones teológicas?]

 

Pastor caracteriza al marxismo de Segundo como "romántico", pretendiendo una justificación del hecho, o aceptando que frecuentemente en la izquierda católica de América Latina no fue más que una bandera de lucha por la justicia.

 

Si esto hubiera sido así, lo menos que se puede decir es que tales "teólogos" han pecado de grande irresponsabilidad. Quisieron bautizar al marxismo, amansarlo, para figurarse de que era compatible con la fe cristiana. Muchos se manifestaron fluctuantes respecto a las tesis principales de Marx, como el mismo Segundo, según se acaba de ver, con sus posturas oscilantes respecto a la violencia. De hecho jugaron con fuego, ya que muchos de los "laicos adultos", a los que pretendía catequizar con la nueva escolástica dialéctico - revolucionaria, tomaron trágicamente en serio la urgencia de una "praxis", que no se arredraba ante el uso de la metralleta y las consiguientes muertes. ¿Cuántos universitarios y estudiantes de colegios católicos, de

estamentos altos de la sociedad, se sintieron convocados a la lucha armada, para "convertirse" de su posición de clase acomodada a "los pobres", de esa manera tan poco evangélica, pero que era presentada como muy "eficaz"? Resultó al final un colosal fracaso. Sólo que eso, sin ser profetas, ya muchos lo habían pronosticado.

 

Encandilados por el entonces poderoso Soviet, visitado con fruición por más de un famoso teólogo latinoamericano, pasaron por alto sus horrores, sembrando la confusión entre los "laicos adultos".

 

Sostiene Pastor que "la teología latinoamericana no reduze (sic) la salvación a la inmanencia, pero el problema de la miseria le parece más «urgente»" [“Arcani...” 550.].

 

Ante lo cual, cabe comentar que se atrevieron a dar lecciones al mismo Cristo, que habría sido un pésimo estratega, ya que en un país sojuzgado, esquilmado por el imperio, con masas pauperizadas, no dejó de alertar: "¿De qué le vale al hombre, ganar todo el mundo si al final pierde su vida?" (Mt 16, 26).

 

El colmo de un irenismo a ultranza campea en esta nota: "Marx parece ser una bandera de lucha por la justicia. En un tiempo donde la izquierda católica fue perseguida por regímenes militares, que usaron el terror de Estado en nombre de la llamada «Seguridad Nacional». Eso es también el contexto histórico del tema. Desde el punto de vista doctrinal Bojorge puede tener razón. Pero Segundo tiene atenuantes, que permiten ver su posición de forma menos drástica y más inteligible, desde el punto de vista humano y cristiano, para no infligirle una condenación severa y sin apelación" [“Arcani...” , 550 – 551 y n. 35].

 

En el fondo se está bendiciendo un talante que, en pro de un buen objetivo, justificó cualquier medio. Marx no habría sido más que un estandarte y no importaría que el "punto de vista doctrinal" haya quedado seriamente descalabrado. El supremo valor sería, actuar (de cualquier modo) orientados por un "punto de vista humano y cristiano" .

 

Nos permitimos sostener que no se obtuvo ni lo uno ni lo otro, porque no es "humano" incitar a la violencia, comparando la situación con un campo de batalla, donde se ha de optar por uno de los dos bandos, eliminando al otro. Mucho menos se puede calificar tal proyecto de cristiano. Teresa de Calcuta, con recursos totalmente pobres y humildes aprovechó a mucha más gente desvalida, que los comandos tupamaros o montoneros.

 

7 – Antropología y Teología.

 

Hasta para aquello que Pastor declara sin ambages como equivocación y extrapolación patente de Segundo, como fue su panenergismo, trasladado de la ciencia física a la teología, busca disculpar al escritor uruguayo: "El único atenuante puede verse en el fervor de Segundo por el optimismo de Pierre Teilhard de Chardin" [“Arcani,,,” 551, n.36].

 

¿Será demasiado extremoso pedir a un teólogo mayor moderación, para no hacer pasar sus arranques de entusiasmo por doctrina sólida? ¿Olvida Pastor que hay amores que matan y que, por más que alguien actúe por simpatía y fervor hacia otra persona, no se ha de pasar por alto que "Amicus Plato, sed magis amica veritas"? Para Segundo, Teilhard de Chardin era la pura verdad. Pero, si no lo es para Pastor, el fervor por una "extrapolación" no puede ser relativizado, sino que ha de verse censurado.

 

Descalifica Pastor la ubicación que Bojorge le asigna a Segundo dentro de la "familia neognóstica". Cree ver sólo "indicios", en parte plausibles. Pero no se detiene a calibrarlos [“Arcani,,,” 551, n.36].

 

Parece asimismo demasiado expeditivo dar por sentado que "el uso que se hace de K. Rahner es a veces impropio, por no decir falso". Ejemplifica en nota: "La crítica de Fabro a la teología «progresista», la de H. U. Von Balthasar a algunas posiciones de Karl Rahner, la de Augusto del Noce al actualismo filosófico, la de Pablo VI al marxismo. Se intenta luego aplicar todo ello a J. L. Segundo" [“Arcani...”, 551 y n. 38.].

 

No aparece el mínimo amago de discutir un libro entero de Fabro , que ha sometido a minucioso examen los postulados filosóficos del jesuita alemán [Reconocemos que sería pedir demasiado a los límites de un artículo. Pero, habría sido muy útil, al menos,  indicar alguna literatura, que haya refutado persuasivamente la obra muy documentada de C. Fabro.]. Bojorge no sólo se "contenta con aplicar todo esto a Segundo". En realidad, en un nutrido capítulo [TD, 218 – 246] demuestra hasta qué punto estaba Segundo empapado por estas corrientes antropocentristas.

 

Pastor debería haber entrado en la evaluación más pormenorizada de estas páginas y no quedarse en vagas impresiones. Por lo mismo, parece un tanto indolente esta nota suya, en la que una vez más mezcla su aceptación de aciertos en la puntualización realizada por Bojorge, con sus veleidades por salvaguardar a Segundo a toda costa:

"Puede convenirse con Bojorge, sobre las insuficiencias del nuevo gnosticismo o neomodernismo, como forma de racionalismo teológico [TD 204 ss]. Pero dudo que tales observaciones puedan aplicarse sic et simpliciter a J. L. Segundo" [“Arcani...”, 552, n.41.].

 

El caso es que Bojorge aplica a Segundo con citas muy precisas todo ese magma de posturas, con las que nunca quiso Segundo dejar de codearse, en su afán denigrador de lo perenne, a la vez que cultor de la cambiante historia. Esas páginas no merecen la atención de Pastor, la que descalifica también a su propia repulsa de Bojorge, dadas sus gratuitas afirmaciones que también gratuitamente pueden ser rechazadas.

 

8 – Ubicación teológica de Segundo.

 

Ante la repartición teológica, propuesta por Tomás de Aquino y adoptada por Bojorge, entre la Sacra Doctrina (Summa Theologiae) y los "preambula fidei", tratados en la Summa contra Gentiles, objeta Pastor: "Es difícil conceder que lo apologético no sea teológico" [“Arcani...” 552, n. 45].

 

Es verdad, como lo reivindica el título que se da en la actualidad a estos temas previos a la fe ya aceptada en su plenitud: Teología fundamental  [Ver: R. Latourelle, Théologie de la Révelation Bruges – Paris (1966) 10 – 14. S. Pie – Ninot, Teología Fundamental, Salamanca (2001)].

Ello no obsta a que todos anoten igualmente el carácter de pórtico que le compete a esta fundamentación de la fe, reflexionada después sistemáticamente en la Dogmática. Así lo declara A. Sayés en los primeros párrafos de su tratado: "Si hay en teología una materia que sea materia fronteriza y de encrucijada, ésa es la teología fundamental. Fronteriza entre la filosofía y la teología, entre la razón y la fe, la naturaleza y la gracia, está por ello expuesta a continuas mutaciones y transformaciones.... (En el itinerario de sus temas) tenemos que recurrir a un método histórico – crítico, pues no podemos fundamentar la fe en la fe misma, sino que se trata de justificarla ante la razón humana" [A. Sayés, Compendio  de Teología Fundamental, Valencia (2000) 15].

 

Se sigue que no se la puede comparar con la Dogmática, que emplea de lleno la argumentación bíblica, de tradición y magisterio. Se la ha de comparar con el discurso de Pablo en el Aréopago (Hech 17, 22 ss), donde evita, al comienzo, acudir a argumentos de autoridad, por divina que sea y consignada en las Escrituras inspiradas.

 

Por otro lado, en ningún lado formula Bojorge el enunciado que le endilga Pastor: La apologética no es teología [Ver: “Arcani...” 552, n. 45] . Sólo llama la atención sobre la Dogmática, que no puede ser emprendida lejos de la luz de la fe íntegra, en el marco de la tradición y bajo la custodia del magisterio de la Iglesia. De hecho también la "fundamental" ha sido objeto de pronunciamientos por parte del magisterio (Vaticano I°, Dei Verbum en el Vaticano II°). Pero, como ya queda dicho, no se podrá negar el carácter diferente de la apologética respecto a la dogmática Se acude en ella a la Biblia, pero como documento histórico, sin poner todavía en juego su propiedad de inspirada.

 

Tampoco Pastor es fiel al texto de Bojorge, cuando expresa que el crítico "concede que J. L. Segundo «reconoce en teoría la verdad católica» (TD 251)". No informa Pastor que Bojorge agrega acto seguido una importante advertencia: "Pero luego (Segundo) se aparta de ella en la práctica". Esto es grave y en realidad neutraliza el valor de una mera anuencia de labios para afuera, quizás para esquivar más que justas llamadas al orden. Era una táctica muy extendida en aquella época: disponer aquí y allá islotes "ortodoxos" (o de confesión rotunda de adhesión a los dogmas), sin que ello obstara para sembrar después libre e incoherentemente todo tipo de posturas opuestas a la sana doctrina.

 

Es igualmente inexacta la apreciación de Pastor: "(Bojorge) ve como ejercicio «gnóstico» el uso de la razón natural integrada con la fe" [“Arcani...”, 552,  n.  46.] .

 

Lejos de Bojorge semejante absurdo. He aquí lo que éste sostiene: "Esta reducción (cursiva mía) de la teología a filosofía... es característica definitoria de las gnosis contemporáneas" [TD, 252]. No veta, pues, Bojorge el uso de la filosofía para la reflexión teológica, sino usar la fe, subordinándola a un sistema racionalista. Subyugar la revelación, escogiendo esto, relegando aquello, en fin, no someterse a la fe, sino someterla, eso no es teología católica.

 

Es por demás descortés que Pastor deje flotando la sospecha de que Bojorge reduce la teología a un "auditus fidei" de cuño "fideista" [Ver: “Arcani...” 552, últ. pár]. Si el profesor de la Gregoriana leyó la obra, que aquí comenta, tendrá que haber advertido en ella la crítica del "divorcio barthiano" entre fe y cultura [TD, 190] , por lo cual, no le es lícito achacar "fideismo" al estudio de Bojorge.

 

En un esforzado intento por indulgenciar a Segundo, esboza Pastor esta escaramuza: "En cuanto al hecho de hacer «teología» para quien está en «crisis de fe», por sí no está prohibido. Las dudas de fe hacen parte de la vida de fe. Que J. L. Segundo lo haya hecho, por sí no es reprobable" [“Arcani...” 552, n. 47].

 

Al contrario, es altamente recomendable, "llorar con los que lloran" (Rom 12, 15), "hacerse débil con los débiles" (I Cor 9, 22). Sólo que nunca leemos en Pablo ni en cualquier otro lugar bíblico: "dudar con los que dudan", "caer simpático a cualquier precio" y para ello, denigrar a la propia fe, la comunidad a la que se pertenece, a sus pastores (y no "cúpulas eclesiales", como los califica Segundo con frecuencia). Si las dudas de fe hacen parte de la vida, flaco servicio se les haría, si se las aumentara, omitiendo la oferta de vías de solución para las mismas.

 

Admitiendo Pastor que "las teologías dialogales" corren el riesgo de "articulación racionalista", no menos se cree en el deber de apoyar a Segundo, porque "tenía un público difícil, atender a la izquierda católica, en el Uruguay, uno de los países más secularizados. Que la operación pueda no haberle salido bien, se puede comprender porque lo tenía muy difícil todavía (TD 259 ss)" [“Arcani...” , 553, n . 49.].

 

Nadie, y menos un uruguayo, como quien aquí escribe, negará que el auditorio de un pueblo mayoritariamente laicista es siempre escurridizo y arduo para una exposición de la propia fe católica.

 

Pero, la pregunta es si, abordarlo con lisonjas, haciéndole creer que no tiene que inquietarse, dado que hay gran cantidad de "cristianos anónimos", aceptando que la salvación se da por todas partes menos en la Iglesia católica, es, que digamos, el modo mejor de presentar el Evangelio auténtico. El anuncio de Cristo nunca temió al rechazo y la persecución. Colocándonos en las tesituras "dialogales" de Segundo, el revelador por antonomasia, Cristo Jesús, resultó ser un pésimo teólogo en Nazaret, donde fue abucheado por sus propios paisanos, porque no accedió a sus "intereses existenciales" (Lc 4, 23 ss). Se ha de ir pedagógicamente con pie de plomo ante un auditorio prevenido y secularizado, pero no es modo honesto de abordarlo, seducirlo con

presentaciones atractivas, pero no reales del mensaje que se quiere transmitir.

 

Además, ¿qué era aquella "izquierda católica"? ¿Se puede tributar semejante adjetivo a quienes se preguntaban qué era lo que los diferenciaba del marxismo? Tal cuestión fue planteada por los universitarios de "Parroquia Universitaria" durante una jornada entera de estudios, a la que asistió quien aquí escribe, allá por el año 68. Cuando alguien respondió, que la diferencia estaba en una persona llamada Jesucristo, Dios y hombre verdadero, redentor del mundo, en esta y la otra vida, no causó mayor impresión en los enfervorizados, que vibraban con el "Che Guevara". En adelante el deterioro de la genuina fe, resultó cada vez más lamentable. ¿Eran tales posturas "católicas"?

 

Por cierto que Pablo no funcionó aquí como modelo para Segundo, ya que el gran misionero declaraba, católica y meridianamente, una cosa "Y" la otra: "Fuimos tan condescendientes con Uds., como una madre que alimenta y cuida de sus hijos" (I Tes 2, 67). Pero, inmediatamente antes había dejado asentado que "nunca hemos tenido palabras de adulación...ni ansiando el reconocimiento de los hombres, ni de Uds. ni de nadie" (ibid. , 5 – 6).

 

Insiste Pastor en que Segundo "tenía el derecho y aún el deber de intentar hacer una «teología abierta»" [“Arcani...” , 553, n . 49]. Con el inconveniente de que fue tan "abierta", que se quedó al descampado, a merced de cualquier viento que soplara, apoyando tan pronto la legitimidad de la violencia, como retirándose a cuarteles de invierno más prudentes, ante los resultados desastrosos de aquellos ardientes a la vez que aventureros "idealistas", que, en la práctica (tan declamada por Marx y los teólogos liberacionistas), fueron a dar en el caos de inútiles balaceras (tupamaros, montoneros, etc). ¿No era lamentable y comprobable "praxis" todo el sojuzgamiento que se palpaba en áreas bolcheviques?

 

Pastor se detiene en recordar la situación enredada de los católicos latinoamericanos, que no se prestaba como para aplicar paños tibios a los desmanes ideológicos de Segundo y tantos otros [“Arcani...” , 553, n . 49].

 

Es lástima que extienda una gruesa capa de silencio sobre muchos otros pensadores católicos, que, también en medio de aquellas angustias, nunca se dejaron encandilar por los oropeles de brillantes e inteligentes escritores, como tampoco se desalentaron en la incomprendida tarea de alertar clara y constantemente sobre las aberraciones de aquellos voraces movimientos: los obispos peruanos (en especial Mons. Ricardo Durand Florez del Callao), el ahora Cardenal A. López Trujillo, los actuales Cardenal J. Mejía y Mons, C. Giaquinta, argentinos, Mons. B. Kloppenburg en el Brasil, el laico uruguayo Methol Ferré y un gran número de escritores latinoamericanos y europeos, que muy pronto advirtieron los despropósitos de esta teología, ya fenecida, pero que aquí y allá pretende todavía levantar cabeza

En agosto del año en curso (2002), J. Sobrino,  apologista de J. L. Segundo acaba de ser invitado por la Universidad Católica de Córdoba. [Ver: J. Sobrino, “Ateísmo e  idolatría en la teología de Juan Luis Segundo SJ” en: Revista Latinoamericana de Teología 37 (enero / abril - 1996 - , 3 – 10]. Entre entusiastas aplausos, muchos laicos, que también son  “adultos”, no dejaron de censurar sus nebulosos juicios sobre “Libertatis nuntius” y otros tópicos vertidos en su ponencia.

.

Termina Pastor esta nota, estimando que "no se puede imponer una opción política moderada o conformista a los católicos. En el terreno político los seglares tienen su autonomía y pluralismo" [“Arcani...”, 553, n . 49].

 

Estamos de acuerdo, con alguna reserva. El pluralismo es admisible dentro de ciertos límites, que no pueden ser traspasados por un laico católico. No condice con su fe adherirse a un partido abortista o divorcista. No se puede olvidar que el marxismo ateo y materialista ha sido repetidas veces condenado, así como un capitalismo salvaje.

 

8 – Cristología y Eclesiología.

 

Las simpatías de Pastor se dejan ver en la reticencia con la que, sin nombrarlo, se refiere al Cardenal Ratzinger, calificado como "un eminente autor", que se refirió a actitudes de "análisis autoflagelador" [“Arcani...”, 553, n. 51], como el que no dejó de llevar adelante Segundo.

 

Justificando todavía al autor uruguayo, Pastor desliza este comentario: "También Roberto Belarmino fue criticado por ser demasiado benévolo con los herejes" [“Arcani...”, 553, n. 51]

¿No sería honesto y más completo mencionar también sus disputas lovanienses con Miguel Bayo, ya en su juventud? ¿Las "Controversias" del santo en el Colegio romano (1576 – 1588), destinadas a estudiantes de los Colegios germánico e inglés? ¿Echaremos al canasto sus "Controversias anglicanas" (1607 – 1609) o las "galicanas" (1610 – 1612)? ¿Dejaremos de mencionar que el Cardenal Lambertini (futuro Benedicto XIV) lo llamó "martillo de herejes"? ¿Podremos encontrar algo parecido en J. L. Segundo? ¿Cuándo alguno de sus escritos defendió a la Iglesia?

 

9 – Indicios de heterodoxia.

 

En un supremo esfuerzo por mitigar las objeciones que surgen ante la obra de Segundo, Pastor busca alejar de su protegido la sombra de herejía, declarando: "Heterodoxia es afirmar scienter et volenter una proposición contraria al sentir claro y explícito de la doctrina de fe o de la doctrina católica" [“Arcani...”,  554].

 

Está bien. Segundo (fuera de las advertencias sobre una de sus obras por parte de los obispos uruguayos y el obispo de S. Rafael, en Argentina) nunca fue llamado a retractarse y protestó, como observa más de una vez Bojorge, de que no deseaba ir contra la verdad católica.

 

Pero, ¿es fidelidad criticar sistemáticamente a Pablo VI° y Juan Pablo II°, a Medellín, Puebla, al episcopado chileno? ¿Por qué callará Pastor que Segundo se autocalificaba como "hereje descarado"? [TD 328]

 

Avisa Pastor que Segundo reconoció "en parte" las críticas que se le dirigieron en su interpretación errada de Calcedonia [“Arcani...” 554, n. 59.]. En cambio, lo único que en realidad hizo fue admitir (en las traducciones inglesa y francesa) de su voluminoso El hombre de hoy ante Jesús de Nazaret, que "hubo muchas ambigüedades". Pero ¿las corrigió expresamente? Parecería que no, a juzgar por las gruesas fallas que todavía sigue encontrando Renwart en su reseña sobre la traducción francesa [Ver: Nouvelle Revue Théologique 111 (l984), 916.].

 

Refiriéndose a la condena de los obispos uruguayos respecto a la obra con que Segundo criticó a fondo la "Libertatis nuntius", ensaya Pastor un nuevo conato defensivo: "Sin duda los obispos se referían a la polémica de J. L. Segundo contra lo que él entendía como «teología del Cardenal Ratzinger»" [“Arcani...” 555].

 

Ahí nos encontramos con otro de los arteros pases mágicos de Segundo, porque ¿habrá que suponerlo tan cándido, como para no caer en la cuenta de que aquella instrucción recibió la expresa aprobación del Papa? Entonces, si él entendió el documento como "teología del Cardenal Ratzinger", ¿no fingió a sabiendas su alegato, apuntando directamente al Cardenal, pero en el fondo haciendo blanco en el mismo Juan Pablo II°?

 

En la nota 60, arguye todavía Pastor: "Una cosa es el juicio doctrinal y otro el juicio pastoral".

 

Nos preguntamos si "lo pastoral" podrá desentenderse de la recta exposición de la fe. No parece que haya sido así en las "Cartas Pastorales" paulinas, en las que tanto se insiste sobre la "sana doctrina".

 

Después de comprobar que en la actualidad las publicaciones de Segundo han perdido resonancia, opina que "hoy sus escritos no arruinarían la fe de nadie, a no ser que la tenga ya arruinada". [“Arcani...”,  556”].

 A pesar de que Bojorge deja en claro que S. Rafael se encuentra en la Argentina (Ver: TD, 334, n. 4), Pastor no se entera, ya que considera a la carta del entonces obispo de dicha ciudad en la provincia de Mendoza, prohibiendo la lectura de una obra de Segundo, como un desprestigio para la Iglesia de un país tan secularizado como “Uruguay”. Comenta al respecto que hubiera bastado una nota doctrinal, reprobando los errores. Es bastante apresurado este  juicio sobre Mons. Kruk, porque cada pastor conoce el grado de madurez de sus fieles. De modo que andar con distingos, cuando está en juego la fe de un gran número de personas, puede resultar nocivo.

 

Por otra parte, lo que diga el mundo acerca de la conducta de un pastor, no debe inhibirlo de lo que juzga en conciencia que debe hacer.

Pastor reprueba la actuación de Mons. Kruk diciendo que “puede ser fatal para el prestigio de la iglesia católica, haciéndola pasar como oscurantista, persecutoria, absolutista y retrógrada” [“Arcani...”, 555, n. 60]. Jesús manda no hacer nada para ser visto por los hombres y alabado por ellos (Mateo 6,1), o lo que es lo mismo, no hacer o dejar de hacer nada por no ser censurado. La opinión del mundo no debe determinar al cristiano en su obrar, menos aún a un buen pastor. Jesús enseña a obrar siempre para ser visto por el Padre (Mateo 6,4.6.18) ¿O tendremos que salir a buscar la aprobación y el prestigio de los hombres en plazas y calles, como Jesús reprobaba a los fariseos y escribas? “Nada mata tan pronto al alma – dice en uno de sus cuentos Máximo Gorki, autoridad nada sospechosa de devoción pacata – que obrar para complacer a los hombres”. Evangélicamente, eso crea una dependencia servil de la opinión y desvía del recto discernimiento. El criterio que alega el P. Pastor no es el criterio que San Ignacio propone al

ejercitante en la meditación de Dos Banderas, con el fin de advertir y guardarse de los engaños del mal caudillo. El temor a la opinión del mundo o la búsqueda de su aprobación, es con frecuencia una de las redes y cadenas del Príncipe de este Mundo.

Esa disposición de alma que teme la opinión de la modernidad, no parece ser la recomendada por Jesucristo y puede derivar en el hábito de una auscultación genuflexa o timorata de los "desafíos" de la cultura moderna ["Arcani...", 545]. Se establece así una especie de autocensura previa de creyentes, teólogos y hasta pastores. Y la opinión del mundo resulta al fin, por vía de hecho y como por control remoto, misionando al teólogo y dictándole rumbos mentales y tareas, actitudes y razones aceptables - o no - para el público de la modernidad convertido en tribunal. La cultura moderna reprueba como oscurantistas y retrógradas, cosas esenciales al cristiano: virginidad, familia numerosa, castidad, honestidad, fidelidad conyugal. Y si hiciéramos lo que esa cultura moderna espera para concedernos su plena aprobación, dejaríamos de ser cristianos.

 

Todo el libro de Bojorge tuvo el cometido de alertar ante glorias póstumas que dentro y fuera de la Compañía de Jesús se pretendía tributar a las obras de Segundo. No faltó en Montevideo, quien abogara por un proyecto a presentar ante el gobierno uruguayo, tendiente a publicar, a expensas del estado sus obras completas, como las de un insigne ciudadano uruguayo. Era, pues, muy oportuno llamar la atención sobre tamaño exceso.

 

Por otra parte, que los escritos de Segundo han arruinado la fe de muchos, confundiéndolos, previniéndolos contra el Papa y el magisterio episcopal, consta ampliamente, en religiosas, sacerdotes, laicos, que politizaron en demasía su vida cristiana, abandonándola más de uno.

Artículos en diarios izquierdistas, entrevistas radiales, "laicos adultos" influidos por la ideología segundiana, ofrecían el penoso espectáculo de una Iglesia, que se desangraba por dentro, con tal de obtener el indulgente espaldarazo del "Frente amplio" o elogios progresistas.

También muchos que tenían ya su "fe arruinada" aplaudían con júbilo ante el espectáculo de un católico, teólogo y jesuita, que, sin gastar ellos un solo cartucho en la batalla, aportaba lo suyo para infligir profundos desgarrones en el seno mismo de la Iglesia.

 

10 – Balance conclusivo.

 

 Al compendiar una visión global de sus tomas de posición frente a Bojorge y Segundo, declara Pastor que "los amigos de Segundo tenían el derecho de tributarle su homenaje, si así lo deseaban" [“Arcani...” 555].

Nadie se opondrá a ello. Sólo que, cuando el panegírico va enlazado con desdén por la Iglesia católica y con proyectos de exaltación en el seno de la misma Compañía de Jesús, la cosa cambia bastante. No es un simpático camarada, a quien se enaltece, sino a un personaje muy discutido y con su arrastre dentro y fuera de la comunidad eclesial. Por lo demás, Bojorge dice muy claramente que no va contra los naturales elogios sino que se ha visto obligado a escribir porque “desbordando lo habitual en los elogios fúnebres, se manifestó el empeño de exaltar, junto con su persona, su pensamiento” y porque “dado que están interviniendo en la recomendación de sus obras y de sus enseñanzas, personas, instituciones y publicaciones de la Compañía de Jesús, se suscita la fundada impresión de que la Compañía misma asume, respalda y difunde como propias las doctrinas de Juan Luis Segundo” (TD 13).

 

Insiste Pastor en que la Iglesia "no puede rechazar, sin más, a la izquierda católica, o a los «ateos» o a los «cristianos en crisis de fe»" [“Arcani...” 555].

 

Nada más evangélico. Pero...¿les estará permitido oponerse a la legítima defensa de la Iglesia, cuando los ditirambos van acompañados de dardos venenosos contra su fe y acción?

 

Y si – como recuerda Pastor – "tanto Pablo VI° como Juan Pablo II° han dado misión a la Compañía de Jesús de dar atención al problema del ateísmo" [“Arcani...” 555., n. 62], ¿aprobarían dichos pontífices el modo desprejuiciado, ácido contra el magisterio, desdeñoso del pueblo cristiano, con que Segundo llevó a cabo la tarea? Se puede encarar el problema del ateísmo, sin necesidad de ilusionar ni engañar a los ateos, induciéndolos a pensar que la papilla sociopolítica que les presentaba Segundo fuera una imagen adecuada de la fe católica.

 

Acudiendo por enésima vez a sus medias tintas disculpatorias, propone Pastor que el gnosticismo de Segundo podría ser aceptable en el sentido de "gnóstico cristiano", a la manera del que estaría presente en los escritos joaneos. [Para corroborar tal perspectiva el P. Pastor busca apoyo en una obra de R. Schnitzer y en  un estudio suyo (“Arcani...555, n. 67)].

 

Permítasenos señalar que, si bien muchos gnósticos mostraron sus simpatías por la literatura joanea, pensamos que no se puede calificar a esta obra de "gnóstica", cuando no hace más que profundizar los gérmenes sobre el "Hijo" y su relación única con el "Padre" Dios, ya presentes en los Sinópticos (recordar el "logion johanneum" en la fuente "Q": Mt 11, 25 – 27; Lc 10, 21 – 22). Si una de las características de los gnósticos, aún cristianos, ha sido siempre su dualismo platónico, que les llevaba a multipliciar "eones" intermediarios entre Dios y la historia, Jn 1, 14 es la protesta más fuerte que se puede imaginar contra semejante pretensión purista: "El lógos se hizo carne".

 

Y ¿qué significa "realizar una «teología» solipsística" [“Arcani...”, 557], aplicando el término al proyecto de Segundo? ¿Se estaría aludiendo a las hipótesis (más que dudosas y muy combatidas) de R. Brown, acerca de la "escuela joanea", solitaria y en oposición a la gran Iglesia, regida por los apóstoles y Pedro en especial?

 

Si de esto se tratara, sería inconcebible el cap. 21 del IV° Evangelio, que, como pocos en todo el N.T., resalta la figura pastoral de Pedro designado por Jesús resucitado para apacentar a toda la Iglesia.

 

Culmina la "apología de Segundo" con la observación de Pastor sobre el sentido de "adulto" para el escritor uruguayo. No sería el "adulto en la fe", sino también adulto según la razón de la cultura moderna [“Arcani...”, 557].

 

El "quid" de la cuestión consiste en acertar si es posible ofrecer a un "adulto" en el orden que sea (científico, político, etc.), un producto con la etiqueta de "cristiano", cuando en realidad no se trata más que de un "Cristo para ateos", diluido en cuanto a lo más especifico de lo que el Hijo de Dios significa para la verdadera fe. La apologética ha de esforzarse por situarse en el plano del interlocutor, pero, a un momento dado, tendrá que proponer el meollo de la fe, que siempre lleva consigo el posible rechazo y hasta escándalo de aparecer como "signo de contradicción" (Lc 2, 34).

 

Un anuncio evangélico, que no provoque resistencias y sólo busque aplausos, resulta sospechoso. "¡Ay de Uds., cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataron a los falsos profetas!" (Lc 6, 26).

 

Acude Pastor al recuerdo de S. Agustín, despertado a una primera conversión por la lectura de Cicerón y Porfirio, pasando del escepticismo a la certeza en la verdad, del materialismo al espiritualismo [“Arcani...”, 557, n. 70].

 

Lo triste es que más de uno hizo el pasaje inverso, inducido por el talante demoledor de las obras de Segundo: desamor a la Iglesia, ironía para con la devoción popular, aire emancipado "por sistema" ante el menor atisbo de orientación magisterial.

 

Culmina todo el alegato de Pastor, ubicando el género literario de los escritos de Segundo dentro de un medio camino entre una teología sistemática, próxima a una "filosofía de la revelación" y una teología pastoral de la pre – evangelización o catequesis de adultos. Dada la situación de los destinatarios de su quehacer "teológico" bien pudo practicar Segundo una suerte de "Arcani disciplina" [“Arcani...”, 557].

 

Fuera de que es muy discutida la antigüedad de la usanza pastoral a la que se refiere Pastor [Hizo su aparición sólo a partir del S. IV°. Ver: P. Batiffol, “Arcane” en: Dictionnaire de la Foi Catholique , Paris – 1903 – IB, 1738 – 1758).]

Los datos históricamente claros en este particular miran sólo al respeto con que se rodeaba a los "misterios" sacramentales, de vida litúrgica, el símbolo de la fe y otros elementos nucleares de la iniciación cristiana.

 

Nunca tuvieron tales disposiciones el cometido de congraciarse, fuera como fuere, con el auditorio no cristiano o catecúmeno. La usanza del arcano consistía en una gradual preparación. Ahora bien, ¿será analogable aquella discreción con el desparpajo con que Segundo ha constantemente minimizado las verdades más medulares de la doctrina cristiana: reducción de la inspiración bíblica y la revelación, sorna constante respecto al magisterio, inadmisibles tergiversaciones cristológicas y todo lo que el mismo Pastor apuntó como reprobable en Segundo, convierten a su "supuesta Arcani disciplina" más bien en "pródromos hacia la apostasía.

Segundo llegó a escribir: “En la teología, el criterio que decide de lo plausible de una afirmación es la conformidad con una (supuesta) revelación divina” (citado en TD, 251).

Bojorge se pregunta con todo derecho: “Es inquietante saber por qué motivo califica Juan Luis Segundo a la Revelación de «supuesta». La explicación que se ofrece es que lo hace  en homenaje al lector incrédulo. Pero el lector creyente no puede menos de sentirse chocado de que se ponga en duda la Revelación, en la que ha creído, en un libro que se presenta como un intento de «pensamiento cristiano»” (TD 274, n. 18).

Si Segundo (aún disertando para “ateos”, que todavía no aceptan la fe), se refiere a la “Teología”, no puede presentarla como que, ya en el terreno de la fe  francamente admitida, se considere la autoridad de una revelación sólo “supuesta”. La Teología ya en funcionamiento acepta de lleno la verdad histórica  de la revelación.

No sería falta de respeto a una mentalidad científica, o al hombre medianamente cultivado de hoy, referirnos a la “salida” o “puesta” del sol, sin vernos obligados a aclarar: según la “supuesta rotación del sol en torno a la tierra”.

En Teología fundamental, no se ha de dar por sentado de entrada el carácter revelatorio de la tradición judeo  - cristiana, pero a ningún creyente se le ocurriría llamarla, aún en ese estadio, “supuesta” Revelación. “Supuesto”, es un término ambiguo, ya que puede significar tanto “fingido”, como: “en espera de confirmación”.

 

No alcanza, pues, como último exceso de comprensión, la nota final: "Otra cosa es que tal tarea J. L. Segundo la haya realizado bien o mal. Pero no se le puede juzgar por el rasero de una Teología dogmática completa. Lo que Segundo intentó hacer, bien o mal que sea, era una "interpretación de la fe" o una "Traducción del mensaje a la propia realidad" (TD 250), intentando la «búsqueda de sentido para la existencia humana» (TD 251)".

 

Si "interpretación o traducción" anidan en su seno "tergiversación, desenfoque e infidelidad" al original que se desea adaptar, francamente, nunca se aplicó mejor el aforismo: "Traduttore traditore".

 

Dr. Miguel Antonio Barriola, Pbro.

 

El autor: Sacerdote uruguayo del clero secular n. 1934.

Doctor en Ciencias Bíblicas (Pontificio Instituto Bíblico, Roma, 1975)

Licenciado en teología (Pontificia Universidad Gregoriana, Roma, 1959)

Miembro de la Pontificia Comisión Bíblica desde el 20 de septiembre de 200l.

Miembro fundador del Instituto Teológico del Uruguay (1963) Y desde entonces hasta 1991 profesor de  filosofía, teología y Sagrada. Escritura en el mismo Instituto.

Enviado por el Episcopado Uruguayo a la IIIa. Reunión General del CELAM en Puebla: 1979

A partir de 1975: profesor de filosofía y Sagrada. Escritura,  en  el Seminario Mayor, Córdoba, Argentina

 

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