Cuando un aeropuerto está cubierto por la niebla, los aviones pueden aterrizar con ILS y una cabecera más o menos despejada, pero no pueden despegar. Precisamente esta situación provocó los accidentes de Tenerife el 3 de diciembre de 1971 y Barajas el 7 de diciembre de 1983.
Barajas, 7 de diciembre de 1983
Esa mañana, Barajas estaba cubierto por una espesa capa de niebla y la visibilidad quedaba reducida a 300 metros. Un 727 de Iberia estaba en la cabecera de la pista 01 (ahora 36) y un DC-9 de Aviaco rodaba a esta misma cabecera. El 727 comenzó a despegar y en el momento de la rotación colisionó con el DC-9 de Aviaco. Murieron 93 personas, 46 de ellas del DC-9 (es decir, todos sus ocupantes).
La tripulación de Aviaco no había tenido referencias visuales adecuadas para dirigirse a la cabecera, y cuando se dio cuenta, había entrado en la pista de despegue, justo enfrentado al 727. Sin informar a la torre, intentó salir de ella, cuando clavó su ala en el radomo del 727, que estaba despegando, haciendo un efecto de ballesta y enfrentando al DC-9 al ala del avión de Iberia. El DC-9 quedó partido por la mitad, y el ala degolló a los pasajeros. El 727 perdió ese tren y se arrastró por la pista.
Como podemos ver la visibilidad fue determinante. También hubo un error de lectura en el cockpit del DC-9 que pudo haber desorientado a la tripulación. Sin embargo, el factor más importante fue el hecho de que los tripulantes de Aviaco no alertaran a la Torre de que habían invadido la pista inadvertidamente.
Tenerife, 3 de diciembre de 1971
Este accidente es mucho más trágico y complicado. Un domingo a las seis de la mañana un CV-990 de Spantax partía con 148 alemanes hacia Munich cuando, tras el despegue, el avión se estrelló en posición invertida en el extremo del aeropuerto.
La niebla se desplazaba a lo largo del aeropuerto, creando bancos variables, con visbilidad de entre 0 y 6.000 metros. Cuando el CV-990 fue autorizado a rodar hasta la cabecera, la niebla había roto ligeramente. Durante la carrera de despegue todo fue bien, hasta que el Coronado se adentró en un banco de niebla. Se quedó sin visibilidad. El capitán entró entonces en una disyuntiva muy comprometida: no veía nada, así que no tenía referencias de la pista y no sabía si seguía alineado con ella, ni cuanto le quedaba hasta el final. Si abortase, podía arriesgarse a un serio accidente si estuviese desalineado o cerca del final. Así que decidió rotar. Pero le faltaban 20 nudos para Vr, por lo que, por la inercia, se fue muy rápido al aire. Al entrar en pérdida, alabeó a la derecha y cayó en posición de invertido en la cabecera contraria. Los 155 ocupantes fallecieron.
Conclusiones
En ambos accidentes la visibilidad jugó una mala pasada. Es conveniente estudiar la situación meteorológica antes del despegue, y desechar datos como economía, ruido o, incluso, viento, si el uso de una pista con viento en cola es preferible por la niebla.