Su fin es la
creación de un solo Gobierno mundial y una sola religión universal
La
Ecoteología: ¡Dios nos libre de los filántropos!
Fuente: HISPANIDAD Periódico
electrónico editado en España
En
pleno agosto, Naciones Unidas quiere lanzar la Carta de La Tierra, un
instrumento cuyo fin tácito es la creación de un solo Gobierno mundial y una
sola religión universal. El Gobierno mundial sería el Gobierno de Naciones
Unidas, y la religión universal, la religión sincrética de la ONU, bajo la
bandera de la solidaridad entre los pueblos o algo parecido.
Al
frente de la nueva era, un ideólogo: Mijail Gorvachov, un personaje con una
biografía impresionante: terminó con el comunismo en Rusia, luego pasó a
anunciar pizzas y hamburguesas y, finalmente, ha acabado por pergeñar la nueva
humanidad. ¿No está mal, eh?
Ese
es el fondo de la cuestión. La forma, naturalmente es otra, porque cuando uno
quiere dar gato por liebre tiene que echar mano del eufemismo, es decir, de la
impostura religiosa y de la mentira. La apariencia, por tanto, es la de una
carta para el desarrollo sostenible del planeta. La Carta de la Tierra va a ser
la estrella de la Cumbre para el Desarrollo Sostenible (también conocida como
Río+10), que se celebrará en Johannesburgo a finales del presente mes de
agosto.
Siempre
en teoría, se trata de una Cumbre con tintes ecológicos, convenientemente
aderezada por informaciones, siempre provenientes del lobby Naciones Unidas, en
las que, en un rapto de originalidad, se nos habla de la escasez de recursos
naturales, de la humanidad depredadora de dichos recursos y de la necesidad de
cambiar muchas cosas, todas ellas antihumanas, si no queremos desembocar en el
caos más abyecto. Con encomiable optimismo, nos emplazan para el Apocalipsis si
no cumplimos los nuevos mandamientos.
La
terminología es pertinente, porque el propio Gorbachov nos habla de que la
Carta de la Tierra vienen a ser un nuevo Decálogo para la Humanidad, un
decálogo ecologista, donde el hombre (ya está bien de la soberbia del homínido,
empeñado en que su racionalidad le otorga privilegios sobre animales, plantas y
piedras) debe considerar una especie más. Y como, de hecho, es la única especie
controlable, la Carta de la Tierra propone, ¿a qué no lo adivinan?, la
contracepción sistemática. Los padres se convierten en esos irresponsables que
se cargan el planeta tierra, diga usted que sí. Paren nuevos cachorros
depredadores el ecosistema: todo muy lamentable.
A
todo esto, ¿para qué puñetas quieren mantener el planeta si reducen el número
de seres humanos que lo disfrutan? Pero, sin duda, esa es una pregunta de
tintes reaccionarios.
Sigamos.
La nueva espiritualidad, sustituye a los diez mandamientos. Es curioso, siempre
que alguien quiere crear un nuevo credo no se le ocurre enmendarle la plana a
los musulmanes, a los judíos, a los hinduistas o los adventistas del séptimo
día: indefectiblemente se vuelve contra la Iglesia de Roma. Vamos a tener que
sospechar, como en el viejo chiste, que, creamos o no creamos en ella, es la
verdadera. Naturalmente, la nueva espiritualidad de la ONU y del amigo Mijail
consiste en una tenue filantropía y un dios intercambiable y reversible, o de
la simple identificación de la naturaleza con Dios, esto es, el viejo panteísmo
disfrazado de nuevo. En cualquier caso: un dios que es un qué, no un quién.
Naturalmente,
a ver quién es el guapo que se atreve a enfrentarse a un movimiento
absolutamente tiránico, verdadero depredador de la humanidad, pero lanzado bajo
el formidable eufemismo del desarrollo sostenible. Y lo malo es que, cuando la
ecología se convierte en Dios, Dios acaba por depreciarse hasta la mera
ecología. Además, una iglesia sin Dios es un mero solidarismo mal ejercido:
sinceramente, los Estados y las Empresas son instrumentos mucho más eficaces en
la distribución de los recursos y en el cuidado del ecosistema que los curas.
Ellos saben que, en economía, o se aumentan la oferta o se reduce la demanda.
Han optado por esto último porque resulta más sencillo. Y si el hombre es una
especie animal más, la verdad es que la elección parece acertada. Disminuyamos
el número de seres humanos y salvaremos los recursos.
Pero
como no sólo de pan vive el hombre, resulta que los nuevos déspotas precisan
mantener el “artificio” de la religión. Es más, saben que no habrá nueva
humanidad sin nueva religión que otorgue respetabilidad al nuevo poder. Y así,
lo más curioso de la Carta de la Tierra y la Cumbre del Desarrollo Sostenible,
es esa combinación de política (Gobierno mundial nacido de la ONU) y religión
(Carta de la Tierra y Nueva Espiritualidad). Digo curioso porque no dejan de
repetir todos y cada uno de los elementos que componen sobre el Anticristo,
desde San Pablo a John Henry Newman pasando por Vladimir Soloniev: un
presidente mundial de un Gobierno mundial y un Papa mundial para la nueva
religión universal. El político y el taumaturgo.
No
se asusten por el lenguaje. Al final, el enemigo natural de ese Gobierno
mundial es el de siempre: la Iglesia de Cristo. De lo que deberíamos asustarnos
todos es de la Ecoteología filantrópica que nos plantea Kofi Annan: ¡Dios nos
libre de los filántropos!.
Eulogio López