Pa´ que no muera de gusto (Mamerto Menapace)
Les quiero contar una anécdota de
San Jerónimo. Era un romano, -o mejor dicho del
Imperio Romano- de los primeros siglos de la Iglesia. Un hombre entusiasta de lo libros, que un día se dio cuenta que estaba gastando la
vida en cartuchos que no apuntan a nada.
Tomó en serio su cristianismo. Lo
tomó de una manera total. El era de la zona de Dalmacia y tenía un carácter de mil demonios. A veces se
bandeaba un poco, lo que le sucedía a menudo como a mí y como a alguno de
ustedes.
El le decía al Señor:
-Miserere
mei domine quia dálmata
sum. (Perdóname Señor, soy Yugoslavo)... El mismo se reconocía de carácter
fuerte.
Se hizo monje y pasó una Cuaresma
de penitencias, de esas a rajatabla: ayuno, vigilias,
nostalgias, ansiedades. Toda la perrada se le despertó.
El Viernes Santo a las tres de la
tarde, hora en que murió el Señor, había puesto una cruz de palo grande en un arbolito. Como a la misma hora tuvo una visión: vio al
Señor Jesús boquiando en la agonía de la cruz...
Se le acercó y Jesús le dijo:
-¡Jerónimo! ¡Mirá
cómo estoy por vos!
Y Jerónimo le contestó:
-Si,
Señor, por eso vine.
-Jerónimo,
¿Qué serías capaz de darme para que me ayude en el
momento en el que estoy?
Y Jerónimo le dijo:
-Señor,
no se, te doy mis ayunos, mis penitencias, mis noches
sin dormir, todo lo que hice en esta Cuaresma.
Le habló Jesús:
-Sos una
buen muchacho. Pero comprendé que eso en este momento
no me ayuda para nada.
-Y, no se, Señor, te ragalo la nostalgia
de todo lo que dejé allá de Roma, mis amigos, familia, el hogar que no hice.
-Gracias
Jerónimo. Sos un buen muchacho, pero comprendé que a mí en este momento...¿De
qué me sirve?
-No se, Señor, te regalo todo lo que me espera en la vida. Me
pongo a tu disposición para lo que sea.
-Está
bien, gracias. Pero en este momento, que yo necesito algo de vos ¿qué serías capaz de darme?
Y Jerónimo quedó como con la
pólvora mojada y sin perros.
-Señor,
no se qué es lo que vos quisieras en este momento.
Entonces Jesús lo miró y le dijo:
-Jerónimo,
dame tus pecados para no morir de gusto.
Fíjense, queridos hermanos: si
Jesús murió por nosotros, lo que más le interesa es nuestro pecado.
Pienso en el Dr. Maradona. ¿Recuerdan el médico que murió hace un tiempo ya,
a los 99 años. El se quedó en mi zona, el el norte, a cuidar a la gente.
Y seguro que ésta lo ha querido mucho.
Le regalaban de vez en cuando un chivito, media docena de huevos, un pollo, y creo que él lo
merecía porque era de buen corazón.
Pero lo que él realmente quería
que le trajeran, eran enfermedades: los chicos desnutridos, los partos
difíciles, las infecciones, las picaduras de víbora... todo lo que quitaba la
vida era lo que él quería que le trajeran para darle sentido a su vida, a su sacrificio.
Te quisiera decir una cosa,
hermano. Voy derecho, que para eso soy cura. Esta no es una segunda intención.
Mi clarísima intención es acecharlos un poco a Dios y
después que cada uno se arregle como pueda.
Por eso hermano, te diría lo que
en Cuaresma Dios espera de vos. El mejor regalo que le podés
hacer a ese Jesús, Nuestro Señor, que muere por nosotros es que le entregues tu
pecado. Te lo digo así, sencillo pá que me entiendas.
Buscate algún cura gordo, de esos con cara de bueno, andá y tirale la mochila que llevás adentro. Todo eso que te duele, y que sabés que a Dios también le duele porque te duele a vos.
El te lo va a perdonar. Dejalo a El que se arregle con eso. Vos llevate
el perdón de Dios y la alegría para poder vivir esta Pascua.
Les deseo que Dios los bendiga...
en el Nombre del Padre, del Hijo y el Espíritu Santo, Amén.