VIGILAR LA IRA Y LOS RESENTIMIENTOS SER INDULGENTE CONSIGO MISMO
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VIGILAR LA IRA Y LOS RESENTIMIENTOS | SER INDULGENTE CONSIGO MISMO | |
La
ira ya ha sido mencionada en este folleto. Pero algunas amargas
experiencias nos han convencido de que es tan importante que merece la
atención especial de cualquier persona que desee sobreponerse a un
problema de trago. La
hostilidad, el resentimiento, la ira, cualquiera que sea la palabra que
usted utilice para describir este sentimiento, parece tener una estrecha
relación con la intoxicación y probablemente una relación aún más
profunda con el alcoholismo. Por
ejemplo, algunos científicos preguntaron a un gran número de alcohólicos
por qué se emborrachaban, y una de las más importantes respuestas fue
"Para poderle echar la bronca a alguien". En otras palabras,
sentían la fuerza y libertad para expresar su ira cuando estaban
borrachos, fuerza y libertad de que no podían hacer gala cuando se
encontraban sobrios. Alguien
ha sugerido que puede existir una relación bioquímica, sutil e
indeterminada, entre el alcohol y los cambios físicos que acompañan la
ira. Un estudio experimental entre alcohólicos sugirió que los
resentimientos pueden crear en la sangre de los alcohólicos una cierta
condición de incomodidad que se desvanece con una borrachera. Un
renombrado psicólogo ha sugerido recientemente que los bebedores pueden
gozar la sensación del poder sobre otros que puede traer la influencia
del alcohol. Se
han informado hechos claros acerca de la estrecha correlación que
existe entre el beber y los asaltos y homicidios. Parece que en algunos
países sucede una gran proporción de estos delitos cuando la víctima
o el delincuente se encuentran bajo la influencia del alcohol. Las
violaciones, las peleas domésticas conducentes al divorcio, el estupro
y maltrato de los niños y los atracos también son frecuentemente
paralelos a una condición de bebida excesiva. Aun
aquellos de nosotros que no hemos tenido experiencias en ese tipo de
conducta podemos entender fácilmente la clase de rabia furiosa que
puede llevar a algunas personas a pensar en una violencia extrema cuando
están suficientemente borrachos. Por eso reconocemos el peligro
potencial de la ira. No
parece existir ninguna duda de que la ira es un estado natural que
ocurre en el animal humano de vez en cuando. Al igual que el temor,
puede también tener algún valor de supervivencia para todos los
miembros de la especia homo sapiens. La ira hacia ideas abstractas tales
como la pobreza, la enfermedad y la injusticia ha producido
indudablemente cambios y mejoras en diversas culturas. Pero
tampoco puede negarse que los asaltos violentos o verbales cometidos
bajo la ira excesiva son deplorables y le hacen daño a la sociedad como
un todo, tanto como a los individuos. Por ello, muchas religiones y
filosofías nos urgen a librarnos de la ira para poder hallar una vida más
feliz. Sin
embargo un gran número de personas tienen la certeza de que reprimir la
ira es inconveniente para la salud emocional, de que debemos dar rienda
suelta a nuestra hostilidad en alguna forma, o de lo contrario podría
envanecer nuestro interior haciéndonos volver esa ira hacia nosotros
mismos, y conduciéndonos a una profunda depresión. La
ira en todos sus aspectos es un problema humano universal. Pero
representa una amenaza especial para los alcohólicos. Nuestra propia
ira puede matarnos. Los alcohólicos recuperados están casi unánimemente
de acuerdo en que la hostilidad, las peleas y los resentimientos nos
hacen desear beber, y por consiguiente necesitamos estar alerta contra
esos sentimientos. Hemos encontrado formas mucho más satisfactorias que
la bebida para manejar este tipo de problemas. Volvemos
a ellas posteriormente. Primero daremos una lista de la formas y matices
que pueden presentar la ira en algunas ocasiones: Intolerancia
Vanidad Tensión Desconfianza Desprecio
Rigidez Sarcasmo Ansiedad Envidia
Cinismo Autocompasión Sospechas Odio
Descontento Malicia Celos Algunos
miembros de A.A. han podido, durante su sobriedad, seguir la huella de
todas esas sensaciones que conducen a la ira subyacente. Durante
nuestros días de bebedores, muchos de nosotros dedicábamos muy poco
tiempo a pensar en este tipo de cosas. Preferíamos lamentarnos por
ellas, o reaccionábamos excesivamente, especialmente después de
haberlas atenuado con otro trago. Tal
vez el miedo también debiera estar en esa lista, ya que muchos de
nosotros creemos que la ira es frecuentemente una manifestación del
temor. No siempre estamos seguros acerca de qué nos produce ese temor.
En ocasiones, no es más que un miedo vago, generalizado e indefinido. Y
puede ocasionar una ira igualmente generalizada, que repentinamente
acabará enfocándose sobre algo o alguien. Los
sentimientos de frustración también pueden dar origen a la ira. Los
bebedores problema no gozamos particularmente de un alto nivel de
tolerancia cuando nos vemos enfrentados a la frustración, bien sea real
o imaginaria. Para nosotros, el pasante de esas indigestas emociones era
el alcohol. Tal
vez el resentimiento "justificado" sea el de más difícil
manejo. Es el resultado final de la ira "correcta" largamente
acariciada. Cuando le permitimos que continúe, lentamente irá minando
nuestras defensas contra el consumo de bebida. Aun
en el caso de que realmente hayamos sido tratados injustamente o
exageradamente, el resentimiento es un lujo que, como alcohólicos, no
nos podemos permitir. Para nosotros, toda situación de ira es
autodestructiva, porque nos puede conducir nuevamente a la bebida. (En
los libros "Alcohólicos Anónimos" y "Doce Pasos y Doce
Tradiciones" se trata en detalle la forma de manejar estos
resentimientos). No
podemos pretender ser expertos en la comprensión de la psicología
profunda; por ello, inicialmente tenemos que concentrarnos, no tanto en
buscar las causas de nuestras sensaciones molestas de ira, como en
tratar de gobernar esas sensaciones ya sea que las creamos justificadas
o no. Tratamos de controlar esas sensaciones para que no nos engañen y
conduzcan nuevamente a beber. E
forma por demás interesante, varios de los métodos que hemos discutido
para evitar la bebida han funcionado espléndidamente para sobreponernos
a la molestia interior que sufrimos cuando estamos airados. Cuando
empezamos a revolvernos interiormente, por ejemplo, frecuentemente es de
mucha ayuda dar algunos bocados de una golosina o tomarnos un vaso de
alguna bebida dulce y no intoxicante. También
es notablemente efectivo, cuando empezamos a sentirnos demasiado
molestos por algo, buscar un teléfono y contárselo a nuestro padrino o
a alguno de nuestros compañeros. Es muy conveniente detenernos a pensar
si no estaremos demasiado cansados. Si es este el caso, hemos visto que
después de tomarnos un descanso la rabia se nos ha disipado. Repetidamente,
con el solo hecho de ponernos a considerar el refrán "Viva y deje
vivir", se aplaca nuestro temperamento. O podemos cambiar
repentinamente a una actitud que no tenga nada que ver con la fuente de
nuestra ira, como escuchar nuestra música favorita, o hacer algún
ejercicio físico. Para
muchos de nosotros, el meditar las ideas de la Oración de la Serenidad
desvanece por completo nuestra hostilidad. Generalmente, cualquier cosa
que nos haya puesto en ese estado nos parece algo que no podemos
posiblemente controlar o cambiar (los nudos de tráfico, la temperatura,
las filas larguísimas en el supermercado, etc.), por consiguiente, lo más
sensato y maduro que podemos hacer es simplemente aceptarlo, en vez de
ponernos a hervir interiormente o disponernos a beber. Naturalmente,
hay ocasiones en que nos sentimos resentidos por circunstancias de
nuestra vida que pueden, y debieran, ser cambiadas. Tal vez debiéramos
renunciar a un trabajo y buscar uno mejor, o divorciarnos, o trasladar
nuestra familia a un vecindario diferente. Si es así, una decisión de
tal naturaleza necesita ser tomada cuidadosamente, no en forma
precipitada o airada. Por eso debemos aplacarnos primero. Después
podremos darle una meditación calmada y constructiva para tratar de
descubrir si nuestro resentimiento está dirigido hacia algo que podemos
cambiar. Para verificar esto, lea nuevamente la sección que trata
acerca de la Oración de la Serenidad, en la página 37. Hay
ocasiones en que no debemos tratar con un resentimiento antiguo, sino
con una rabia repentina y avasalladora. En tal caso, el plan de las 24
horas (que está en la página 21) y "Lo Primero Primero" (página
55) han ayudado a muchos de nosotros a sobreponernos a esa rabia, aunque
al principio no podíamos ver en qué forma podría eso ayudarnos hasta
cuando realmente lo intentamos, y obtuvimos resultados sorprendentemente
buenos. Otro
remedio efectivo para la ira es la idea de actuar "como si".
Decidimos actuar como lo haría una persona madura y bien equilibrada
para manejar un resentimiento como el nuestro. Trate de ensayarlo en
alguna oportunidad. Esto funciona efectivamente. Y
para muchos de nosotros, también tienen mucho valor la orientación
profesional de un buen consejero, psiquiatra o sacerdote. También
podemos encontrar una válvula de escape en una acción física sin
peligro. El ejercicio ya mencionado, respirar profundamente, o una ducha
de agua caliente, o simplemente sentarnos a gritar en una silla (claro
está, en privado) han ayudado a aliviar de la ira a muchos de nosotros. Muy
rara vez parece aconsejable la obturación, la disculpa o el
represamiento de la ira. Por el contrario, tratamos de aprender a no
actuar bajo su influencia, sino a tratar de hacer algo al respecto. Si
no lo hacemos, incrementamos enormemente nuestra propensión a beber. Como
personas no académicas que utilizamos únicamente nuestra experiencia,
nosotros los alcohólicos recuperados no tenemos un conocimiento
derivado de pruebas de laboratorio o teorías científicas acerca de
estos asuntos. Pero pocas personas que hayan tenido alguna vez una
resaca pueden olvidar el estado de irritación absolutamente irracional
que nos hace sentir. En algunas ocasiones, descargamos esa irritación
contra nuestros miembros de familia o compañeros de trabajo, amigos o
extraños que ciertamente no han hecho nada para movernos en su contra.
Esta tendencia puede durarnos algún tiempo en el período inicial de
nuestra sobriedad, así como perduran los residuos de humo en un recinto
cerrado, recordándonos nuestros días de alcoholismo, hasta cuando
logremos hacer una limpieza completa de nuestra mente.
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Cuando
una persona amada o apreciada por nosotros se está recuperando de una
seria enfermedad, tratamos generalmente de proporcionarle lo que las
buenas enfermeras llaman C.T.A. (Cuidado, ternura y amor). Nosotros
mimamos al niño enfermo, dándole sus comidas favoritas y tratando de
divertirlo para ayudarle en su recuperación. La
convalecencia de la enfermedad del alcoholismo activo requiera algún
tiempo, y cualquier persona que se encuentre en esa situación merece
consideración y una buena dosis de C.T.A. Antiguamente,
la gente tenía la creencia de que los convalecientes de algunas
enfermedades merecían el sufrimiento, puesto que se creía que habían
adquirido esa enfermedad en forma deliberada y egoísta. A
causa del estigma y el rechazo que todavía tiene el alcoholismo en
medio de gentes ignorantes de la naturaleza de la enfermedad (entre las
cuales nos incluíamos antes de aprender la verdad), muchos de nosotros
no éramos lo suficientemente amables con nosotros mismos cuando teníamos
las angustias de la resaca. Sufríamos y pensábamos que estábamos
"pagando los platos rotos" como penalidad necesaria por
nuestras malas acciones. Ahora
que sabemos que el alcoholismo no es una conducta inmoral, hemos
encontrado que es necesario reajustar nuestras actitudes. Hemos
aprendido que una de las personas con menor disposición para tratar al
alcohólico como enfermo es, aunque nos parezca sorprendente, el propio
alcohólico. Nuevamente, nuestros antiguos hábitos de pensamiento salen
en nuestro perjuicio. Se
dice frecuentemente que los bebedores problema somos perfeccionistas,
impacientes con toda clase de defectos, especialmente los propios. al
mismo tiempo que forjamos metas imposibles de alcanzar, luchamos
fieramente para alcanzar esos ideales inalcanzables. Entonces,
puesto que ningún ser humano puede posiblemente mantener los parámetros
tan sumamente altos que nosotros nos fijamos, nos vemos a nosotros
mismos inferiores a nuestro destino, tal como debe sentirse cualquier
persona cuyos ideales están por fuera de la realidad. Por eso se nos
presenta el desánimo y la depresión. Airadamente nos castigamos a
nosotros mismos por ser menos que superperfectos. Aquí
es precisamente donde podemos expresar a ser buenos, o por lo menos
justos, con nosotros mismos. Nunca pediríamos a un niño o a una
persona inválida más de lo razonable. Nos parece que no tenemos
derecho a esperar tales milagros de nosotros mismos como alcohólicos en
recuperación. Impacientes
por aliviarnos completamente el martes, si todavía nos encontramos
convalecientes el miércoles, empezamos a echarnos la culpa. Es esta
buena ocasión para volver atrás mentalmente, y mirarnos en forma
objetiva y explícita, hasta donde nos sea posible. ¿Qué haríamos
nosotros si una persona amada o amiga se desanimara por sus escasos
progresos en la recuperación, y empezara a rehusar la medicina? Es
conveniente recordar que el exceso de bebida es altamente perjudicial
para el cuerpo, y produce deterioros que pueden necesitar varios meses
para mejorar. Nadie se convierte en alcohólico en unas pocas semanas (o
por lo menos, casi nadie). Tampoco podemos esperar recuperarnos en un
instante mágico. Cuando
se nos presentan los sentimientos de desánimo, es cuando más
necesitamos entusiasmarnos. Más de uno de nosotros ha encontrado un
buen remedio en que nos tratemos de complacer evocando los progresos
alcanzados, naturalmente sin exagerar o ser demasiado egoístas. Hagamos
inventario. ¿Nos hemos abstenido de tomar un trago en estas 24 horas?
Ya eso merece que nos alegremos. ¿Hemos tratado de comer adecuadamente
el día de hoy? ¿Hemos tratado de cumplir todas nuestras obligaciones?
¿Hemos hecho lo mejor que podíamos y todo lo que podíamos, el día de
hoy? Si es así, eso es justo lo que podemos esperar. Es
probable que no podamos responder afirmativamente a todas estas
preguntas. Tal vez nos hayamos quedado cortos en algo o resbalado un
poco en nuestros pensamientos o acciones, a pesar de nuestra buena
voluntad. ¿Y qué? NO somos criaturas perfectas. Debiéramos buscar
pequeños progresos, en vez de lamentarnos por cualquier falta de
perfección. ¿Qué
podemos hacer ahora para levantarnos el ánimo? Podemos hacer algo
distinto a tomar un trago. Todas las secciones de este libro hacen
sugerencias en ese sentido. Pero
hay algo más, tal vez. ¿Hemos estado gozando de la vida últimamente?
¿O por el contrario, nos hemos mantenido tan preocupados por nuestro
mejoramiento, manteniendo nuestra nariz tan sumamente pegada a la
trencilla de nuestra recuperación, que hemos dejado de contemplar un
atardecer? ¿O la luna nueva? ¿O deleitarnos con una buena comida? ¿O
de tomarnos un merecido descanso? ¿O apreciar un buen chiste? ¿O gozar
de algún afecto? Puesto
que el cuerpo busca normalizarse a sí mismo, tal vez el suyo agradezca
las oportunidades de un necesario descanso. Goce deliciosamente las
siestas perezosas, y aprecie el sueño tranquilo de una noche apacible.
O tal vez usted tenga una sobreabundancia de energía que puede utilizar
con propósitos de diversión y esparcimiento. Tanto como los otros
aspectos de la vida, estos parecen necesarios para la realización
completa de nuestro potencial humano. Ahora
es la ocasión, es el único tiempo de que disponemos. Y si no somos
indulgentes con nosotros mismos en este instante, ciertamente no podemos
esperar razonablemente el respeto o la consideración de las otras
personas. Hemos
visto que podemos gozar en sobriedad cualquier buena ocasión que antes
gozábamos bebiendo, pero ahora la gozamos mucho más. Es verdad que
hace falta un poco de práctica, pero las recompensas bien merecen la
pena del esfuerzo. Esta no es una actitud egoísta, sino autoprotectora.
A menos que apreciemos nuestra propia recuperación, no podemos
sobrevivir para convertirnos en gente altruista, ética y socialmente
responsable.
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