USAR LA ORACIÓN DE LA SERENIDAD CAMBIAR LAS ANTIGUAS RUTINAS
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USAR
LA ORACIÓN DE LA SERENIDAD
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CAMBIAR
LAS ANTIGUAS RUTINAS
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Sobre
las paredes de miles de salones de reunión de A.A., en alguno de por lo
menos cinco idiomas, puede verse esta invocación: Dios,
concédenos serenidad para aceptar las
cosas que no podemos cambiar, valor
para cambiar las cosas que podemos, y
sabiduría para reconocer la diferencia. A.A.
no originó esta oración. Parece que durante muchos siglos se han usado
diferentes versiones de ella en varias confesiones religiosas, y en la
actualidad es ampliamente usada fuera de A.A., tanto como dentro de la
comunidad. Bien sea que pertenezcamos a esta o a aquella iglesia, que
seamos humanistas, agnósticos, ateos, la mayoría de nosotros hemos
encontrado en esas palabras una guía maravillosa para adquirir la
sobriedad, mantenernos sobrios y gozar de nuestra sobriedad. Ya sea que
miremos la Oración de la Serenidad como una oración real o simplemente
como un ferviente deseo, nos ofrece la fórmula simple para adquirir una
vida emocional saludable. Hemos
colocado al principio de la lista de "las cosas que no podemos
cambiar", nuestro alcoholismo. No importa lo que hagamos, sabemos
muy bien que mañana no vamos a amanecer no-alcohólicos, así como
tampoco seremos diez años más jóvenes, o veinte centímetros más
altos. No
pudimos cambiar nuestro alcoholismo. Pero tampoco dijimos débilmente,
"bueno, ya que soy un alcohólico, tendré que resignarme a beber
hasta que muera". Había algo que podíamos cambiar. No necesitábamos
ser alcohólicos borrachos. Podíamos convertirnos en alcohólicos
abstemios. Es verdad que para eso se necesitaba valor. Y necesitábamos
también un toque de sabiduría para ver que era una tarea posible, que
podíamos cambiarnos a nosotros mismos. Para
nosotros, esa fue solamente la primera y más obvia utilización de la
Oración de la Serenidad. Mientras más nos alejamos de la última copa,
mayor significado y mayor hermosura adquieren esas pocas líneas.
Podemos aplicarlas a situaciones cotidianas, del tipo que antes utilizábamos
para evadirnos dentro de la botella. Por
vía de ejemplo: "Odio este trabajo. ¿Tengo qué seguir en él, o
puedo renunciar?" Un poco de sabiduría nos dice: "Bien, si
renuncio es probable que pase un tiempo difícil las próximas semanas o
meses, pero si tengo la decisión suficiente para afrontarlo, 'el valor
para cambiar', yo creo que podría hacer un mejor papel en otra
parte". O
la respuesta podría ser: "Bueno, encaremos esta situación. Ya no
es la época para que yo empiece a buscar trabajo, máxime teniendo una
familia que mantener. Además, solo tengo seis semanas de abstención, y
mis amigos de A.A. dicen que es mejor no empezar tan pronto a hacer
cambios drásticos en la vida, es preferible que me concentre en no
beber esa primera copa, y que espere hasta cuando tenga mi cabeza
totalmente clara y lúcida, Está bien, yo no puedo cambiar este trabajo
por ahora. Pero tal vez pueda cambiar mi propia actitud. Veamos. ¿Cómo
lograré aceptar serenamente este trabajo?". La
palabra "serenidad" parecía una meta casi imposible cuando
escuchamos por primera vez la oración. En realidad, si por serenidad
entendíamos la apatía, o una resignación amarga, o una tolerancia difícil,
entonces no era algo apetecible en sí mismo. Pero vimos que la
serenidad no significaba tal cosa. Cuando nos llega a nosotros ahora, es
más en forma de un pleno reconocimiento, una manera realista y lúcida
de ver el mundo, acompañada por la paz y fortaleza interiores. La
serenidad es como el giroscopio que nos permite mantener el equilibrio a
pesar de las turbulencias que se agitan a nuestro alrededor. Y ese sí
es un estado de ánimo por el cual vale la pena luchar.
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Algunos
acontecimientos especiales, lugares familiares, y actividades regulares
asociadas con la bebida, han permanecido estrechamente entretejidos en
el devenir de nuestras vidas. Así
como la fatiga, el hambre, al soledad, la ira y la relación exagerada,
esas antiguas rutinas resultan ser trampas muy peligrosas para la
sobriedad. Cuando
suspendimos por primera vez la bebida, muchos de nosotros creímos útil
revisar los hábitos que rodeaban a nuestra forma de beber, y
dondequiera que fuese posible, cambiar muchos de los pequeños eventos
conectados con la bebida. Por
ejemplo: muchos que solían empezar el día con un trago en el cuarto de
baño, ahora se dirigen a la cocina a tomar un café. Algunos de
nosotros cambiamos el orden de las cosas que hacíamos para preparar el
día, como desayunar antes del baño y de vestirnos, o viceversa. Un
cambio en la marca de dentífrico y enjuague bucal (y con éste hay que
tener cuidado respecto al contenido alcohólico) nos dio un sabor fresco
y diferente para empezar el día. Tratamos de hacer un poco de ejercicio
o algunos momentos de plácida contemplación o meditación antes de
sumergirnos en el día. Muchos
de nosotros también aprendimos a buscar una nueva ruta al abandonar
nuestra casa por la mañana, evitando pasar por algún sitio que tuviera
algún significado alcohólico especial. Algunos han cambiado el auto
para viajar en tren, o el ferrocarril por la bicicleta, o el bus por la
caminata. Otros viajan en una línea de buses diferente de la que
acostumbraban. Bien
fuese que nuestra bebida se iniciaba en el vagón-restaurante del tren,
en la tienda de la esquina, en la cocina, el club campestre o el garaje,
todos nosotros podemos localizar muy exactamente cuál es nuestro local
favorito. Ya sea que se trate de un bebedor periódico o de un bebedor
consuetudinario, cada uno de nosotros sabe por sí mismo cuáles son los
días, las horas y las ocasiones que han estado más frecuentemente
asociadas con nuestras borracheras. Cuando
usted desea no beber, puede ayudarle el cambiar todas esas rutinas y
establecer un nuevo esquema realmente distinto. Hay amas de casa, por
ejemplo, que dicen que les ha convenido cambiar las horas y lugares para
hacer sus compras y modificar el programa de sus tareas cotidianas. Las
oficinistas que acostumbraban escaparse de la oficina a tomar rápidamente
algunos tragos durante el descanso para tomar café, ahora se quedan en
la oficina y piden realmente la taza de té o café. (Y esta es una magnífica
ocasión para llamar a alguien que usted conozca y que también esté
dejando de beber. durante las ocasiones en que acostumbrábamos beber,
es muy confortante hablar con una persona que ha pasado por las mismas
experiencias). Aquellos
de nosotros que empezamos nuestra sobriedad mientras estábamos
confinados en un hospital o una cárcel tratamos de cambiar nuestros
itinerarios de manera de no volvernos a encontrar con el contrabandista
que nos proveía de licor en esas instituciones. Para
muchos de nosotros, la hora de almuerzo era generalmente un período de
consumo líquido. Cuando dejamos de beber, en lugar de ir al restaurante
o cafetería donde los meseros siempre nos servían antes de que
nosotros pidiéramos, es muy saludable encaminarnos en otra dirección
para buscar el almuerzo, y es especialmente conveniente almorzar con
otras personas no bebedoras. El ensayar la fuerza de voluntad en un
asunto que involucra la salud, es absolutamente insensato cuando no es
necesario. Por el contrario, tratamos de hacer que nuestros nuevos hábitos
de salud sean los más fáciles posibles. Para
muchos de nosotros, esto también nos ha significado el evitar, por lo
menos durante algún tiempo, la compañía de nuestros compañeros de
trago. Si ellos son amigos verdaderos, naturalmente se sentirán muy
contentos de vernos cuidar nuestra salud, y respetarán nuestro derecho
de pedir cualquier cosa que deseemos, así como nosotros respetamos el
derecho que ellos tienen de beber si así lo desean. Pero hemos
aprendido a cuidarnos de todas aquellas personas que insisten en
hacernos beber nuevamente. Aquellos que realmente nos estiman, nos dan
ánimo en nuestros esfuerzos por recuperarnos. A
las cinco de la tarde, o a la hora en que termine el trabajo del día,
algunos de nosotros aprendimos a detenernos a comer algún emparedado.
Luego buscamos una ruta diferente para ir hacia nuestra casa, ruta que
en lo posible no nos conduzca por sitios demasiado familiares para
nuestra condición de bebedores. En caso de necesitar el tren, evitamos
el vagón del bar, y siempre nos apeamos en el lugar de nuestro destino,
y no en la estación correspondiente a la taberna de nuestra
preferencia. Cuando
llegamos a casa, en lugar de dirigirnos a buscar el hielo y los casos,
nos cambiamos de traje, calentamos un poco de té o preparamos algún
jugo de frutas, tomamos una siesta o vamos a descansar en la ducha, o
con un libro, o leyendo la prensa. Aprendimos a variar nuestra dieta
para incluir alimentos no asociados estrechamente con el alcohol. Si
nuestra costumbre después de la comida era sentarnos a beber mientras
veíamos televisión, vimos la necesidad de cambiarnos a otro cuarto
para dedicarnos a otras actividades. Si acostumbrábamos esperar a que
la familia se fuera a la cama apere empezar a buscar la botella,
tratamos ahora de irnos a acostar más temprano por variar, o dar una
caminada o leer o escribir o jugar ajedrez. Los
viajes de negocios, los fines de semana o las vacaciones, la cancha de
golf, los estadios de fútbol, los juegos de cartas, la piscina o el
refugio deportivo frecuentemente significaban mucho alcohol para
nosotros. Los navegantes y pescadores gastaban todo su tiempo bebiendo
en la bahía o el lago. Cuando dejamos por primera vez de beber, vimos
lo valioso que era programar una clase diferente de viaje o vacaciones
durante algún tiempo. El tratar de evitar tomarse un trago en un buque
cargado de bebedores de cerveza, adictos al tomcollins, gentes que
cargan su propia botella, amantes de la sangría o de los cócteles, es
mucho más difícil que dirigirse a otros lugares y, por gracia de la
novedad, hacer cosas diferentes que no nos recuerden particularmente la
bebida. Supongamos
que fuimos invitados a la clase de reunión donde el principal
entretenimiento era beber. ¿Qué pasaba entonces? Mientras bebíamos,
éramos muy ingeniosos para inventar excusas, de manera que aplicamos
ese mismo ingenio para inventarnos una manera graciosa para decir,
"No, gracias". (Para reuniones a las cuales nos sentimos
realmente obligados a asistir, hemos elaborado unas nuevas tácticas de
seguridad, que explicaremos en la página 99). Ahora
bien, ¿qué sucedió en nuestros primeros días de abstención respecto
a mantener el licor que teníamos en casa? A este respecto hay varias
contestaciones. La
mayoría de los no bebedores exitosos concuerdan en que es una sólida
precaución al principio desechar todas las botellas escondidas que
tengamos, si es que las logramos encontrar. Pero las opiniones varían
respecto a las botellas que tenemos en nuestra despensa o bodega. Algunos
de los A.A. insisten en el hecho de que nunca la disponibilidad de
bebida nos condujo a beber, así como tampoco la falta de ella evitó
emborracharnos cuando lo deseábamos realmente. Por eso preguntan:
"¿Para qué derramar un buen whisky por el sumidero o regalárselo
a otra persona? Vivimos en una sociedad de bebedores y no podemos evitar
la presencia de las bebidas alcohólicas. Mantengamos nuestro
abastecimiento a mano para atender a los huéspedes que lleguen a
nuestra casa, y aprendamos a ignorar el licor el resto del tiempo".
Para esas personas, este sistema funcionó. Otra
multitud de entre los nuestros puntualiza que en ocasiones fue increíblemente
fácil para nosotros apurar un trago debido a un impulso casi
inconsciente, antes de que nos diéramos cuenta. Si no existe alcohol a
mano, si tuviéramos que salir a comprarlo, por lo menos nos queda la
oportunidad de reconocer lo que nos disponemos a hacer y tenemos algún
tiempo para reflexionar. ¡Los no bebedores que tienen esta convicción
dicen que es mucho mejor prevenir que curar! Estas personas regalaron o
vendieron toda su provisión y no dejaron nada en su hogar hasta cuando
su sobriedad les pareció lo suficientemente normal y estabilizada. Aun
ahora, compran solamente lo necesario para atender a sus invitados
durante una sola fiesta. Usted
hará la elección que más le convenga. Nadie más que usted conoce cuál
ha sido su forma de beber y hasta dónde aprecia la abstención que ha
ganado hoy en día. Ahora bien, la mayoría de los pequeños cambios de rutina que hemos mencionado en esta sección pueden parecer, por sí mismos, ridículos y triviales. Sin embargo, podemos asegurarle que la suma total de todos ellos nos ha proporcionado un impulso sorprendentemente poderoso hacia una salud nueva y vigorosa. Usted también puede tener ese empuje, si lo desea.
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