SALIRSE DE LA TRAMPA DEL SUBJUNTIVO PERMANECER ALERTA EN LAS OCACIONES EN QUE SE CONSUNE LICOR
|
||
SALIRSE DE LA TRAMPA DEL SUBJUNTIVO | PERMANECER ALERTA EN LAS OCASIONES EN QUE SE CONSUME LICOR | |
Los
enredos emocionales con las demás personas no son la única fuente de
peligros para que nuestra sobriedad se vea dependiente de factores extraños.
Algunos de nosotros tenemos la tendencia a poner condiciones a nuestra
sobriedad, sin siquiera darnos cuenta. Uno
de nuestros miembros dice, "Nosotros los borrachos * somos gente
muy subjuntiva. Durante nuestros días de bebedores, estábamos tan
llenos de cosas condicionales, como de alcohol. Una gran cantidad de
nuestros sueños empezaban con la frase, 'Si sucediera esto, si
sucediera lo otro'. Y nos decíamos continuamente a nosotros mismos que
no tendríamos por qué emborracharnos si esto o lo otro no hubiera
sucedido, o que no tendríamos ningún problema con la bebida si . .
." Todos
hemos continuado la frase con nuestras propias explicaciones (¿o
excusas?) para nuestro alcoholismo. Cada uno de nosotros pensaba: Yo no
estaría bebiendo en esta forma si . . . Si
no fuera por mi esposa (o esposo) . . . si tuviera un poco más de
dinero y menos deudas . . . si no fuera por todos estos problemas de
familia . . . si yo no estuviera bajo tantas presiones . . . si tuviera
un mejor lugar para vivir . . . si tuviera un mejor trabajo . . . si la
gente me entendiera . . . si la situación del mundo no fuera tan caótica
. . . si los seres humanos fueran más amables, más considerado, más
honestos . . . si los demás no creyeran que yo bebo tanto . . . si no
fuera por esta guerra (cualquier guerra) . . . etc., etc. Mirando
retrospectivamente esta forma de pensar y la conducta resultante, vemos
ahora que estábamos dejando que unas circunstancias totalmente ajenas a
nosotros mismos nos gobernaran la vida. Cuando suspendimos la bebida,
una gran cantidad de esas circunstancias se colocaron en su lugar
apropiado en nuestras mentes. A un nivel personal, muchas de ellas se
aclaran tan pronto empezamos la recuperación, y vemos las soluciones
que podemos trabajar para desvanecer esas otras algún día. Entre
tanto, nuestra vida es mucho mejor en sobriedad, no importa la situación
en que nos encontremos. Pero
después de algún tiempo de abstención, se presenta para algunos de
nosotros una ocasión en la cual nos golpea en el rostro un nuevo
descubrimiento. Ese "subjuntivo" que utilizábamos
habitualmente en nuestros días de alcoholismo activo, se ha adherido a
nuestra abstención, aunque nosotros no lo veamos así.
Inconscientemente, estamos colocando condiciones a nuestra abstención.
Hemos empezado a verificar que la sobriedad es una buena cosa, si todo
va bien, y si nada nos sale mal. En
efecto, empezamos a ignorar la naturaleza bioquímica o inmutable de
nuestra enfermedad. El alcoholismo no respeta esos subjuntivos. No se
nos desaparece, ni por una semana, ni por un día, ni por una hora, dejándonos
no alcohólicos y capacitados para beber nuevamente en alguna ocasión
especial o por alguna razón extraordinaria, ni siquiera si se trata de
una celebración que sólo acontece una vez en la vida, ni si nos golpea
una gran calamidad, o si llueve en España o caen las estrellas en el África.
El alcoholismo no tiene condiciones para nosotros, y no podemos hacerle
concesiones a ningún precio. Puede
llevarnos algún tiempo el adquirir ese conocimiento hasta la médula de
nuestros huesos. Y en muchas ocasiones nosotros mismos no reconocemos
las condiciones que hemos adherido inconscientemente a nuestra
recuperación hasta cuando algo nos sale mal a pesar de nuestra buena
voluntad. Entonces, ¡bumb!, ahí está. No habíamos contado con esta
circunstancia. El
deseo de un trago es natural a la luz de un fracaso desalentador. Si no
conseguimos el ascenso, la promoción, o el trabajo con el cual estábamos
contando, si nuestra vida amorosa empieza a dificultarse, o si alguien
nos trata mal, entonces nos daremos cuenta de que todo el tiempo hemos
estado confiando en las circunstancias para ayudarnos a mantenernos
sobrios. En
alguna parte de las convulsiones de nuestras células cerebrales, hemos
mantenido una pequeña reserva como condición para nuestra sobriedad.
Esa reserva estaba dispuesta a saltar en el momento menos pensado. Por
eso empezamos a pensar, "Sí, la sobriedad es una gran cosa, y yo
intento mantenerla". Pero nos escuchamos el murmullo de la reserva
escondida que nos dice: "Tratarás de mantenerla, si todo sale
perfectamente". No
podemos permitirnos el lujo de esos seis condicionales. Tenemos que
mantenernos sobrios no importa cómo nos trate la vida, no importa si
los no alcohólicos aprecian nuestra sobriedad o no. Tenemos que
mantener nuestra abstención independientemente de todo lo demás, sin
complicar nuestros sentimientos con otras personas, y sin que dependa de
condiciones o situaciones posibles o imposibles. Una
y otra vez, hemos visto que no podemos permanecer abstemios únicamente
por causa de la esposa, el marido, los hijos, los familiares, parientes,
amigos, o por mantener un trabajo, o por agradar a un jefe, un médico,
un juez o un acreedor. Por nadie distinto de nosotros mismos. El
amarrar nuestra abstención a alguna persona (aunque sea otro alcohólico
recuperado) o a alguna circunstancia distinta, no sólo es insensato
sino muy peligroso. cuando empezamos a pensar, "Yo voy a estar
abstemio si . . ." o "No voy a beber porque . . ."
(Coloque en este espacio cualquier circunstancia distinta de su propio
deseo de recuperación), inadvertidamente estamos poniéndonos en
situación de beber cuando cambie esa persona, condición o
circunstancia. Y cualquiera de ellas puede cambiar en cualquier momento. Nuestra
sobriedad independiente, sin afiliarse a ninguna cosa o persona
distinta, puede crecer y volverse lo suficientemente fuerte para
capacitarnos para afrontar todo y a todos. Y, como usted mismo lo
comprobará, empezamos a apreciar ese sentimiento también.
|
Hemos
elaborado muchas maneras de manejar las ocasiones en que otras personas
beber, de manera tal que podamos disfrutar esas ocasiones sin tener que
beber. Anteriormente,
habíamos hablado acerca de la decisión que debíamos tomar respecto a
mantener licor en nuestros hogares cuando dejábamos de beber. En esa
explicación, reconocíamos el hecho de que vivimos en una sociedad en
la cual la mayor parte de la gente bebe, y no podemos realmente esperar
que esa situación cambiar. A través del resto de nuestras vidas, habrá
siempre ocasiones para beber. Esas oportunidades se presentarán, y
todos los días estaremos en contacto con gentes que beben, y tendremos
que asistir a lugares donde se bebe, escuchar y ver docenas de anuncios
que nos incitan a la bebida. No
podemos aislarnos nosotros mismos contra esas sugerencias, y es inútil
tratar de negar su existencia. Tampoco tenemos necesidad de evitar que
otras personas puedan beber. Hemos visto que no tenemos que privarnos
del placer de estar con amigos que beben. Aunque parece más sensato
gastar más tiempo con los no bebedores que con los bebedores, cuando
empezamos nuestro proceso de recuperación. No deseamos tampoco
retirarnos del mundo para siempre, únicamente porque existan personas
que beben. Aquellas personas que no pueden comer pescado o nueces o
cerdo y grasas no se esconden en cuevas. ¿Por qué debiéramos
escondernos nosotros? ¿Vamos
los A.A. a los vares, restaurantes o clubes donde se expende licor? Si,
después de algunas semanas o meses, cuando tenemos una razón legítima
para asistir a esos sitios. Si tenemos que gastar un tiempo para esperar
un amigo, no escogemos como lugar de espera la butaca de un bar. Pero si
por negocios o compromiso social tenemos que asistir a esos lugares,
asistimos y participamos en todo, menos en la bebida. Durante
los primeros meses de abstención, es una idea saludable el alejarnos de
nuestros antiguos compañeros de trago, y encontrar excusas razonables
para evitar las reuniones donde la bebida es el entretenimiento
principal. Parece especialmente importante evitar estas situaciones
cuando nos sentimos nerviosos por ellas. Pero,
tarde o temprano, se presentará la ocasión en que una obligación
familiar o comercial o una amistad nos hacen sentir obligados a ir, o
tal vez porque nosotros mismos deseemos asistir a ese evento. Hemos
desarrollado por tanto un número suficiente de maneras de controlar fácilmente
ese tipo de problemas, sin que nos veamos obligados a beber. Hablamos
principalmente de la gran fiesta o de la vena regularmente numerosa pero
informal donde se sirven muchos aperitivos. Si
la dueña o el dueño de casa es una persona con la cual tenemos
confianza, podemos decirle anticipadamente que no estamos bebiendo en la
actualidad. Naturalmente, no les pedimos que nos den un tratamiento
especial. Pero es muy reconfortante saber que siempre habrá una persona
completamente comprensiva de nuestros esfuerzos para sobreponernos a un
problema de bebida. En ocasiones, podemos invitar a un abstemio
experimentado para que nos acompañe, o llevar una persona que sepa
nuestros esfuerzos por lograr la abstención y se dé cuenta de la
importancia que esto tiene para nosotros. Es
muy aconsejable que, antes de asistir a la fiesta, converse usted con
otro alcohólico recuperado o alguna persona que conozca su situación,
desee el restablecimiento de su salud y entienda completamente la presión
a que se va a ver sometido. Convenga con ella llamarla después de la
fiesta para contarle cómo le fue. Un alcohólico en recuperación le
agradecerá mucho esa llamada. ¡Créanos! Nosotros los miembros de A.A.
nos emocionamos cuando recibimos ese tipo de mensaje. Es
una idea muy conveniente comer un sandwiche o un pasabocas antes de ir a
una fiesta, aun cuando usted sepa que van a servir comida. El tener algo
nutritivo en el estómago, nos ayuda a soportar muchas veces la tentación,
según hemos explicado en un capítulo anterior. (Usted podría llevar
en el bolsillo un paquete de sus dulces o pasabocas favoritos). Esto
tiene una aplicación muy importante en el caso de que usted tenga que
ir a una fiesta donde sabe que va a transcurrir un largo tiempo de
bebida antes de que aprezca la comida. Cuando
usted sepa anticipadamente que esto va a acontecer también, puede
preferir llegar una o dos horas más tarde para que su llegada coincida
más o menos con la cena. Muchos de nosotros hacemos esto. Luego, si
después de la comida se continúa con la sesión de trago, es muy fácil
para nosotros despedirnos y salir más temprano. Las escasas personas
que se dan cuenta de nuestra retirada, se preocupan muy poco por ella,
según hemos visto. Ellas se encuentran muy ocupadas con sus propios
tragos. Cuando
llegamos a una de esas fiestas, lo mejor generalmente es dirigirnos
hacia el bar y conseguir un vaso de ginger ale y otra bebida suave.
Nadie se da cuenta si estamos bebiendo un trago alcohólico o no. Con
ese vaso en la mano, podemos empezar a departir con las otras personas,
sin sentirnos que nos están observando. Esta
experiencia fue muy reveladora para muchos de nosotros cuando la tuvimos
por primera vez. Para nuestra sorpresa descubrimos que (1) los demás no
bebían en la forma que nosotros pensábamos, y (2) que muy pocas
personas observan, o le dan importancia, a que nosotros estemos o no
tomando bebidas alcohólicas. (Esta última observación tienen sus
excepciones, frecuentemente amigos íntimos o parientes, quienes son
precisamente los más contentos de que nosotros estemos haciendo algo
por nuestro problema). Muchos
de nosotros acostumbrábamos decir, y creer, que todo el mundo bebe, y
podíamos argumentar que nuestras bebida no era peor que la de muchas
personas que conocíamos. Para ser francos, a medida que nuestra bebida
se incrementaba a través de los años, muchos de nosotros tuvimos la
tendencia a asociarnos cada vez menos con personas no bebedoras, y por
consiguiente nos parecía que todos los que veíamos eran bebedores. Ahora,
en nuestra sobriedad, cuando a los demás nos sorprende encontrar que no
todos ellos bebe, y que muchos beben mucho menos de lo que nosotros
imaginábamos. Cuando
empieza a pensar en este tipo de ocasiones, el alcohólico que ha
iniciado recientemente la abstención se preocupa acerca de la manera
como habrá de responder a las preguntas que le harán los amigos y
familiares, tales como: "Tómate
un trago". "¿Qué
estás tomando?" "¡Vamos,
tú no puedes ser un alcohólico!" "¿Tú
no bebes?" "Uno
solo no te hará daño" "¿Por
qué no estás bebiendo?" . . ., etc., etc. Para
nuestro alivio, hemos observado que estas preguntas se nos hacen menos
frecuentemente de lo que esperábamos, y las respuestas que a ellas dábamos
eran mucho menos importantes de lo que nosotros habíamos creído. El
hecho de que no estemos bebiendo ocasiona menos tempestades de las que
teníamos. Claro
que hay una excepción. De vez en cuando, un bebedor fuerte tratará de
presionarnos para que bebamos. La mayoría de nosotros hemos llegado a
creer que esa actitud es muy sospechosa. La gente civilizada y educada
no insiste demasiado para que las demás personas beban o coman, o no
beban o no coman, a menos que tengan ellas mismas un problema personal.
Nos parece muy curioso que alguien trate de hacer beber a una persona
que no quiere hacerlo; y especialmente nos intriga el por qué alguien
quiera hacer beber a una persona aun sabiendo que tiene problemas
relacionados con el alcohol. Hemos
aprendido a sacarle el cuerpo a ese tipo de personas. si realmente
acontece que ellos tienen problemas personales con el alcohol, les
deseamos que se recuperen. Pero no necesitamos defender nuestras
preferencia ante ellas o ante cualquier persona. NO tratamos de
argumentar, ni de cambiar sus creencias. Aquí también, nuestra actitud
es "Vivir y dejar vivir". Pero
volviendo a esas preguntas que se nos hacen casual y cortésmente por
personas que no tienen ninguna intención malsana, y las respuestas que
nosotros les damos. Probablemente existen tantas maneras de manejar
estas situaciones como existen no bebedores, y su propia inteligencia le
indicará la forma más conveniente y adecuada para cada circunstancia. No
obstante, de la experiencia acumulada durante 50 años por A.A., han
surgido algunas formas de responder con éxito a estas situaciones. El
pasado nos ofrece sus frutos, y sería insensato no aprovecharnos de
ellos. Un
gran número de nosotros (no todos) creemos que mientras más pronto
revelemos la verdad de nuestra condición a nuestros conocidos, será
mejor para todos. No tenemos por qué guardar el secreto, y la mayoría
de la gente bien intencionada apreciará nuestra sinceridad y animará
los esfuerzos que hacemos para permanecer libres de nuestra adicción.
El decir en voz alta que no estamos bebiendo ayuda enormemente a
fortalecer nuestra propia determinación de permanecer abstemios. Y
puede haber una ventaja adicional. Ocasionalmente, al escucharnos
afirmar sin ningún temor nuestros propósitos, alguna otra persona
presente que también necesite o desee dejar de beber puede animarse a
hacerlo siguiendo nuestro ejemplo. Por consiguiente, muchos de nosotros
no vacilamos, cuando se presenta la ocasión adecuada, en decir.
"Yo ahora no estoy bebiendo". Y
generalmente la persona que nos ha preguntado queda satisfecha con
nuestra respuesta de que "No estoy bebiendo hoy (o esta
semana)" o simplemente "No, gracias" o rotundamente
"No me interesa beber", etc., etc. Si
creemos tener necesidad de explicar nuestras razones, tratamos de
hacerlo sin mentir, y en una forma que las otras personas puedan
entender y aceptar rápidamente. Por ejemplo, hay antiguos excusas como
"Razones de salud", "Estoy en dieta", u
"Ordenes del médico". La mayoría de nosotros, en una y otra
época, hemos recibido tales advertencias de los médicos. También
pueden ser verdad "Ya he bebido suficiente", "He tomado
todo el que puedo manejar", y "Me he dado cuenta que el trago
no me conviene". Aunque
nosotros los A.A. no utilizamos entre nosotros mismos la expresión
"he jurado", es una frase que muchas personas pueden entender
y respetar, mientras no tratemos de hacer que otras personas se
abstengan también. Aunque
ciertamente nosotros no podemos recomendar nada distinto de la verdad,
porque eso es lo que nos hace sentir bien, ocasionalmente algunos de
nosotros viéndonos demasiado acosados hemos recurrido a una "pequeña
mentira", o sea una de aquellas excusas que creemos que no
ocasionan daño a nadie y pueden describirse como una lubricación
necesaria para que funcione suavemente la sociedad. Cuando
nos vemos en esta situación y tenemos que apelar a una excusa
prefabricada para no beber, tratamos de no buscar una disculpa que sea
demasiado complicada, como por ejemplo, "Tengo una enfermedad
misteriosa", o "Estoy tomando unos remedios" porque lo más
probable es que tales explicaciones no sean suficientes, y tengamos que
contestar preguntas adicionales. Usualmente,
el contestar "Yo soy alérgico al alcohol" parece una razón
muy aceptable. Técnicamente, en términos estrictamente científicos,
el alcoholismo no es verdaderamente una alergia, según nos informan los
expertos. Sin embargo, la palabra "alergia" es una magnífica
forma de explicar nuestra condición; si ingerimos licor, ciertamente se
nos ocasionan consecuencias lamentables. Cuando
damos una respuesta adecuada, generalmente se produce una reacción como
la que buscamos. Esto es, que la gente acepte el hecho de que nosotros
no vamos a ingerir licor por ahora, y deja de molestarnos con preguntas. Cuando
se nos pida escoger la bebida que deseemos, parece que es lo más cortés
y socialmente indicado pedir inmediatamente algo no alcohólico, ya sea
o no nuestra bebida favorita. Casi todos nosotros nos decidimos por una
bebida gaseosa, un jugo de frutas, café o cualquier bebida no tóxica
que sea fácilmente obtenible. (Y podemos fingir que estemos saboreándola
aunque no nos guste o no tengamos sed). Esto nos coloca en una situación
más fácil, y también se da gusto a la necesidad que siente el anfitrión
por llenarnos compulsivamente los vasos, especialmente cuando se trata
de aquellos anfitriones que no se sienten contentos si un invitado no
está a toda hora con la copa llena. Los
banquetes formales, donde en cada puesto colocan una serie de vasos, no
representan un problema particular. Generalmente el voltear la copa de
vino hacia abajo es suficiente señal para que le mesero no nos sirva el
vino, y esta seña la comprenden aun en los países europeos
consumidores de vino. Muchos de nosotros pedimos agua mineral o soda. Y
cuando alguien propone un brindis, casi nadie nos presta atención
mientras alcemos alguna copa, llena de alguna cosa. Después de todo, no
es la presencia de una droga (el alcohol etílico) dentro de la copa lo
que hace del gesto del brindis una demostración simbólica de amistad. Nadie
tiene la obligación de contestar preguntas bruscas o personales; por
eso, en las ocasiones en que se presentan, las ignoramos o las
contestamos o simplemente cambiamos de tema. Si esto le sucede a usted,
recuerde que hay cientos de miles de personas que están acompañándolo
espiritualmente y comprenden perfectamente la presión a que usted está
sometido y por qué está soportándola, aunque a usted le parezca que
nadie comprende esa situación. Aunque no estemos presentes, con
nuestros corazones lo estamos acompañando, y podemos asegurarle que
cuenta con nuestros mejores deseos. Otro
tipo de incidente ha molestado a muchos de nosotros. No es nada serio o
peligroso, pero tal vez si lo mencionamos podemos prevenirle una rabieta
cuando se le presente a usted. De vez en cuando, un amigo o miembro de
familia con buena intención y mejor corazón se preocupa exageradamente
por nuestra recuperación, sin darse cuenta y tratando únicamente de
ayudar, nos coloca en una situación embarazosa en momentos en que no
estamos en condiciones para ello. Por
ejemplo, la esposa no alcohólica, temiendo que podamos beber y tratando
de protegernos excesivamente, salta a decir, "Fulanito ha dejado de
beber". O un amigo solícito inadvertidamente puede llamar la
atención de los demás cuando señala el único vaso de jugo de tomate
diciendo desde el otro lado del salón, "Este vaso es para fulanito
que no está tomando". Está
bien que ellos quieran ayudarnos, y tratamos de concentrarnos en su
deseo de ser amables. Con toda justicia, no puede esperarse que ellos
comprendan perfectamente nuestra ira. Algunos de nosotros ni siquiera
podemos imaginarnos cómo nos sentimos por dentro hasta cuando ha
transcurrido algún tiempo de abstención y nos ha pasado esa etapa de
vivir pendientes de nosotros mismos. Naturalmente,
preferimos que se nos permita hacer nuestra propia elección, discreta y
privadamente, sin hacer un espectáculo de ella. Pero sólo conseguimos
herirnos a nosotros mismos cuando nos molestamos por aquello que los demás
digan o hagan. Es mejor tratar de sonreír y tolerar la situación,
dejando que pase el momento. Generalmente en cinco minutos ya estamos
bien. Tal vez posteriormente, cuando ya estemos calmados, podemos
explicar tranquilamente que reconocemos sinceramente la preocupación
que tienen por nosotros, pero que nos sentiríamos mejor si nos dejasen
tomar nuestra propia iniciativa y dar nuestras propias
"excusas". Podemos añadir también que nos gustaría
practicar nuestra propia protección en las situaciones sociales, para
que esa otra persona no tenga por qué preocuparse por nuestra conducta. Después
de que ha pasado un tiempo más largo, muchos de nosotros alcanzamos un
estado de tranquilidad real acerca de nuestro problema social con la
bebida. Ya nos sentimos lo suficientemente descansados para decir la
exacta verdad, esto es, que somos "alcohólicos recuperados",
o que estamos en A.A. Esta
revelación confidencial, de persona a persona, acerca de nuestra
condición en ninguna forma es conflictiva con la tradición de
anonimato, la cual sugiere que nosotros no revelemos estos hechos
referentes a otra persona, y que no hagamos tales anuncios para ser
publicados o transmitidos. Cuando
podemos decir tranquilamente y sin alterarnos que somos A.A., nos hemos
demostrado que no tenemos más qué ocultar, que no nos sentimos
avergonzados por estarnos recuperando de una enfermedad. Esto ayuda a
incrementar nuestra propia estimación. Y
ese tipo de revelaciones ayudan a desvanecer el cruel estigma que
injustamente se nos ha lanzado por las personas ignorantes, y ayuda a
reemplazar las nociones antiguas y estereotipadas acerca de "los
alcohólicos". Además,
incidentalmente, al hacer nuestra afirmación podemos frecuentemente
inducir a alguien más que desee recuperarse de su problema de bebida
para tratar de buscar ayuda. Sólo nos queda una cosa que añadir acerca
de este tema de la bebida en las ocasiones sociales. Muchos de nosotros
hemos tenido los arrestos, cuando la presión para que bebamos se hace
demasiado fuerte o insostenible, para inventar una excusa y salir de la
reunión, sin que nos importe lo que los demás puedan pensar. Hay que
tener en cuenta, que es nuestra vida la que estamos defendiendo. Tenemos
que dar todos los pasos que sean necesarios para preservar nuestra
salud. La reacción que tengan las demás personas será problema suyo,
no nuestro.
|