LA FAMILIA DESPUES

LA FAMILIA Y LA RECUPERACIÓN

Las mujeres en nuestra agrupación sugirieron algunas actitudes que una mujer puede asumir hacia el marido que está en vías de restablecerse. Quizá crearon la impresión de que él tiene que ser envuelto en algodones y colocado sobre un pedestal. La recuperación exitosa es exactamente lo contrario. Todos los miembros de la familia deben reunirse sobre un terreno común de tolerancia, comprensión y amor. Esto implica un proceso de consideración recíproca entre los miembros de la familia. El alcohólico, su esposa, sus hijos, sus parientes: probablemente cada uno tenga sus ideas preconcebidas sobre la actitud de la familia hacía él o ella. Cada uno desea que sus deseos sean respetados. Nos damos cuenta de que entre más concesiones pretende un miembro de la familia, más crece en los demás el resentimiento. Esto es causa de discordia y de infelicidad.

¿Y por qué? ¿No será quizás porque cada uno desea recitar la parte del actor principal? ¿No está cada quien tratando de imponer las reglas del espectáculo según sus propios deseos? ¿No está inconscientemente tratando de ver qué puede obtener de la familia, en vez de qué puede dar?

El cesar de beber no es más que el primer paso para salir de una situación enormemente tensa y anormal. Un médico nos dijo: El vivir por años con un alcohólico vuelve casi seguramente neuróticos a la esposa y a los hijos. La familia entera está, hasta cierta medida, enferma." Es necesario que la familia comprenda, al emprender este viaje, que no siempre hará buen tiempo. Cada uno en su turno puede tener los pies adoloridos y permanecer a la zaga. Habrá atajos y desviaciones atrayentes por los cuales se podrá vagar y perderse.

Déjenos indicarle algunos de los obstáculos que la familia encontrará; déjenos sugerirle el modo de evitarlos, así como de convertirlos en un beneficio para los demás. La familia de un alcohólico desea el retorno de la felicidad y la seguridad. Ella recuerda el tiempo en el cual el padre era afectuoso, activo y un hombre de éxito. La vida actual es comparada con aquellos años, y como ha desmerecido, la familia quizá sea desdichada.

La confianza de la familia en su padre llega a un punto alto. La vida de antes, se piensa, regresará pronto. A veces se pretende que papá la haga retornar ¡ instante! Dios ellos parecen creer casi les debe esta recompensa desde hace mucho tiempo. Pero el jefe de la casa ha pasado años demoliendo los fundamentos de los negocios, de los afectos, de las amistades y de la salud, cosas semidestruidas o en la ruina. Llevará tiempo retirar los escombros. Aunque los viejos edificios serán remplazados por otros más bellos, pasarán años para que las nuevas construcciones sean terminadas.

El padre sabe que tiene la culpa; habrá necesidad de trabajar duro durante un largo período, antes que se esté económicamente a gusto, pero no se le deben hacer reproches. Quizá ya no volverá a disponer de mucho dinero. Pero la familia sabia lo admirará más por lo que él está tratando de ser, que por lo que trate de ganar económicamente.

De cuando en cuando la familia estará obsesionada con los fantasmas del pasado, ya que la carrera de bebedor de casi todo alcohólico ha quedado marcada con aventuras cómicas, humillantes, vergonzosas o trágicas. El primer impulso será el de esconder estos esqueletos en un cuarto obscuro y poner cerrojos a la puerta. Quizá la familia tiene todavía la idea de que la felicidad futura no puede basarse más que en el olvido del pasado. Nosotros pensamos que tal opinión es egocéntrica y está en conflicto directo con el nuevo modo de vivir recientemente instaurado.

Henry Ford dijo un día, muy sabiamente, que la experiencia es la cosa de mayor valor en la vida. Esto es cierto si se está dispuesto a hacer buen uso del pasado. Nosotros crecemos con nuestra buena voluntad de encarar los errores y corregirlos, transformándolos en un activo. El pasado del alcohólico llega a ser así el principal activo y casi siempre ¡ único activo de la familia!

El doloroso pasado puede ser de inmenso valor y de ayuda para otras familias que aún luchan con su problema. Pensamos que cada familia que ha sido ayudada debe algo a aquéllas que aún no lo han sido, y cuando se presente la ocasión cualquiera de sus miembros debería estar dispuesto a sacar valerosamente de su escondite los errores de un tiempo, sin importarle cuán doloroso pueda resultarle esto. Para nosotros, mostrarles a los que sufren la manera en que hemos sido ayudados es lo que hace que valga la pena vivir la vida. Lleve en su pensamiento que en las manos de Dios el obscuro pasado es la más grande posesión que ahora tiene usted. Es la llave de la vida y de la felicidad de los demás. Con ella, usted les puede evitar la muerte y la infelicidad.

Puede ocurrir que desenterrar las culpas del pasado se convierta en una plaga, en un verdadero flagelo. Por ejemplo, sabemos de casos en que el alcohólico o su mujer han tenido aventuras amorosas. En el transcurso de su primera experiencia espiritual, ellos se perdonaron recíprocamente y se acercaron aun más. El milagro de la reconciliación estaba al alcance de la mano. Entonces, bajo el impulso de una provocación cualquiera, la parte herida desenterró la vieja historia y esparció rabiosamente las cenizas. Cualquiera de nosotros tiene experiencia de estas crisis y sabemos que hacen sufrir mucho. En algunos casos, marido y mujer han debido separarse por algún tiempo, antes de poder lograr un nuevo modo de ver las cosas, una nueva victoria sobre el amor propio herido. En la mayor parte de los casos, el alcohólico ha superado esta dura prueba sin recaer, pero no siempre. Opinamos por qué no se debe hablar, sin motivos buenos y útiles, de cuanto ha ocurrido en el pasado.

Nosotros, los familiares de alcohólicos, mantenemos pocos esqueletos escondidos. Todos nosotros conocemos los problemas alcohólicos de los demás. Ésta es una situación que en la vida ordinaria sería fuente de incalculable dolor; podría haber chismes escandalosos; risa y maldad a expensas de otras personas y una tendencia a abusar de información íntima. Entre nosotros, esto ocurre raramente. Hablamos, en verdad, mucho de nosotros, pero casi siempre nuestras pláticas están templadas con un espíritu de caridad y tolerancia.

Otro principio que observamos con extrema atención es el de no relatar experiencias íntimas de otra persona, a menos que ésta nos haya dado su autorización. Preferimos atenernos en lo posible a nuestras historias personales. Uno puede criticarse y reírse de sí mismo y esto les beneficiará a los demás, pero si la critica o el ridículo proviene de otra persona produce el efecto contrario. Los miembros de una familia deberían prestar mucha atención a estos principios, pues una observación desconsiderada o poco delicada puede suscitar un infierno. los alcohólicos somos gente susceptible. A algunos de nosotros les lleva mucho tiempo superar esta innata debilidad.

Muchos alcohólicos son entusiastas. Pasan de un extremo a otro. Al principio de su recuperación, un hombre tomará como regla una de estas dos direcciones: podrá intentar, de manera frenética, consolidar nuevamente su posición económica, o podrá estar totalmente encantado con su nueva vida como para no hablar o pensar en otra cosa. En cualquiera de los dos casos se presentarán problemas familiares. Tenemos una abundante experiencia sobre esto.

Consideramos peligroso que se lance de cabeza sobre la solución de su problema económico. La familia también se verá afectada, al principio placenteramente, ya que pensará que los problemas de dinero están por resolverse, y después ya no muy agradablemente, pues se sentirá descuidada. Papá podrá estar agotado en la noche y preocupado durante el día. Podrá interesarse poco en los hijos e irritarse cuando se le reproche su negligencia. Si no irritable, podrá parecer monótono y aburrido, no alegre y no afectuoso. Mamá podrá quejarse de que no se ocupa lo suficiente de ella. Todos estarán desilusionados y a menudo lo demostrarán. Ante tales quejas se levanta una barrera. Él tiene todos los nervios tensos por su esfuerzo para recuperar su fortuna y su reputación, y piensa que lo está haciendo bien.

Hay veces que la madre y los hijos no lo piensan así. Como en un tiempo fueron descuidados y maltratados, piensan que el padre les debe más de lo que les está dando. Desean que los colme de atenciones. Esperan que vuelvan los hermosos tiempos de antes, cuando no había exagerado en la bebida, y que se muestre arrepentido por lo que ellos han padecido. Pero el papá no se prodiga lo suficiente. El resentimiento aumenta. Él se vuelve aun menos comunicativo. Algunas veces explota por una pequeñez. La familia está desorientada. Todos lo critican y le hacen ver cómo viene a menos en su programa espiritual.

Cosas como éstas pueden evitarse. Tanto el padre como la familia están en un error, aunque ambas partes pueden tener cierta justificación. Es inútil discutir, eso no hace más que agravar la situación. La familia debe comprender que papá, si bien extraordinariamente mejorado, aún está convaleciente. Ellos deben agradecer al cielo que él esté sobrio y sea capaz de insertarse de nuevo en la sociedad. Ellos deben elogiar sus progresos y recordar que su manera de beber causó una gran cantidad de daños, que para remediarlos pasará quizá mucho tiempo. Si intuyen estas cosas, no tomarán a lo trágico sus periodos de mal humor, de depresión o de apatía, los cuales desaparecerán cuando haya tolerancia, amor y comprensión espiritual.

El jefe de la casa debe recordar que es el principal responsable de cuanto ha ocurrido en su casa. Ya mucho hará con poner orden durante todo el tiempo que le quede de vida. Pero debe aprender a ver el peligro que significa concentrarse demasiado en el éxito financiero. Aunque la recuperación financiera se nos presentará a nosotros, estamos de acuerdo en que no podemos dar preferencia al dinero. Para nosotros, el bienestar material siempre ha seguido al progreso espiritual, jamás ha sido al revés.

Debido a que la familia es la que más ha sufrido, está bien que el hombre se consagre a ella. No es posible que vaya muy lejos en todas las demás direcciones si no comienza por mostrar altruismo y amor bajo el techo propio. Sabemos, y es verdad, que hay esposas y familias difíciles, pero el hombre que esté superando el alcoholismo debe recordar que él tuvo mucho que ver en ello.

Cuando cada miembro de una familia llena de resentimientos comienza a admitir sus propias deficiencias y las confiesa a otros, está poniendo las bases para una discusión constructiva. Estas conversaciones familiares serán de hecho constructivas si no hay discusiones acaloradas, conmiseraciones, justificaciones o críticas ásperas. Poco a poco, la madre y los hijos se darán cuenta de que exigen demasiado, y el padre verá que está dando demasiado poco. Dar más que recibir se convertirá en su principio de vida.

Supongamos, por otro lado, que el padre haya tenido una experiencia espiritual excepcional. De un día para el otro se ha convertido, por así decirlo, en otro hombre. Se ha convertido en un entusiasta de la religión. Es incapaz de pensar en otra cosa. Apenas su sobriedad comienza a darse por descontada, puede ser que sus familiares miren al extraño nuevo papá con aprensión al principio y después con irritación. Desde la mañana hasta la medianoche no se habla más que de argumentos espirituales. Él puede pretender que la familia encuentre a Dios en un abrir y cerrar de ojos, o puede mostrar hacia ellos una indiferencia asombrosa y declarar ser superior a las consideraciones terrenas. A la mamá, que ha sido religiosa toda su vida, puede decirle que no ha comprendido nada de religión, que haría mejor en adoptar su tipo de espiritualidad mientras esté a tiempo de hacerlo.

Cuando el padre toma esta vía, la familia, madre e hijos, puede reaccionar desfavorablemente. Incluso pueden estar celosos de un Dios que les ha robado el afecto de papá. Al mismo tiempo que están agradecidos de que él ya no beba, puede no agradarles la idea de que Dios haya hecho un milagro allí donde ellos no pudieron hacer nada. A menudo olvidan que ningún auxilio humano habría podido salvar a papá. Quizá no comprendan por qué su amor y su devoción no pudieron conducirlo de nuevo al camino recto. Después de todo se dicen , papá no es un tipo tan espiritual. Si él intenta reparar sus pasadas culpas, ¿por qué tanta preocupación por todo el mundo, menos por su familia? ¿Qué trata de decir con eso de que Dios se hará cargo de ellos? Empiezan a sospechar que ¡á está un poco chiflado!

Él no tiene tan poco equilibrio como ellos pudieran pensar.

Muchos de nosotros hemos experimentado la euforia de este papá. Tuvimos una intoxicación espiritual. Éramos como el pordiosero hambriento que, ajustándose el cinturón ante sus últimas reservas de alimento, de pronto encuentra un filón de oro. Nuestra alegría por haber escapado de una vida de frustraciones no tenía límites. Papá cree que ha encontrado algo mejor que el oro. Durante un cierto tiempo estará tentado a acariciar este tesoro y a guardarlo para él solo. No verá de inmediato que, de hecho, sólo ha desenterrado la pequeña punta de un venero inagotable y que este filón le reportará dividendos solamente si continúa cavando el resto de su vida y cediendo indefectiblemente todo el producto a los demás.

Si la familia coopera, papá advertirá muy pronto que él está sufriendo una distorsión de valores. Entenderá que su crecimiento espiritual peca de unilateral; que, para un hombre medio como él, una vida espiritual que no incluya los propios deberes familiares puede, a fin de cuentas, no ser tan perfecta. Si la familia comprende que el comportamiento actual del padre no es más que una fase de su crecimiento, todo se resolverá bien. En un clima familiar de comprensión y simpatía, el neófito de la espiritualidad pondrá fin prontamente a sus fantasías espirituales.

Pero esto es lo que puede ocurrir si la familia condena al padre y lo critica: después de varios años en los que, a causa de su alcoholismo, papá creyó que sacaba la peor parte en cada enfrentamiento, ahora siente que, con Dios de su lado, él está encima de los demás. Si la familia persiste en criticarlo, él se confortará con este sentimiento de superioridad. Más que tratar a su familia como debiera, el padre se retraerá aun más y se sentirá espiritualmente justificado para actuar de esta manera.

Aunque los miembros de la familia no aprueben completamente las actividades espirituales del padre, más vale que lo dejen actuar a su modo. Y aun si él demuestra un cierto grado de negligencia y de irresponsabilidad, es recomendable dejarlo actuar como desee a favor de otros alcohólicos. En sus primeros días de convalecencia alcohólica, no hay mejor garantía para que se mantenga sin beber. Aun cuando algunos de sus comportamientos son alarmantes y desagradables, creemos que este punto de partida es más seguro que si él pusiera el éxito profesional o financiero antes que el progreso espiritual. Así será menos proclive a volver a beber, y eso vale más que cualquier otra cosa.

Los que estuvimos mucho tiempo en el mundo de la fantasía espiritual, hemos terminado por ver nuestro carácter pueril. Este mundo de sueños ha dado lugar a un deseo profundo de ser útil, acompañado de una conciencia siempre más viva de la presencia de Dios en nuestras vidas. Dios, hemos llegado a creer, quiere que pongamos la cabeza cerca de Él, pero que mantengamos firmemente nuestros pies sobre el suelo. Aquí es donde se encuentran nuestros compañeros de viaje y donde debemos hacer nuestro trabajo. Aquí es donde se encuentra nuestra realidad. No hay nada incompatible entre una experiencia espiritual intensa y una vida sana y feliz, encaminada a convertirnos en personas útiles.

Otra sugerencia: ya sea que los miembros de la familia tengan o no convicciones espirituales, harían bien en examinar los principios que el alcohólico trata de poner en práctica. No podrán desaprobar estos preceptos simples, aun si el jefe de la casa no los aplica a la perfección. Nada ayudará más al hombre lanzado sobre la vía espiritual que ver a su esposa adoptar un buen programa de espiritualidad y vivirlo mejor que él.

Otros cambios profundos van a producirse en la casa. Como el alcohol debilitó al papá durante muchos años, la madre se convirtió en jefa de la familia. Ella asumió valientemente esta responsabilidad. Las circunstancias la forzaron a tratar al padre como a una persona enferma o como a un niño caprichoso. Aun cuando éste quería hacer valer su autoridad, no podía porque el hecho de beber lo ponía constantemente del lado del error. Era la madre la que cumplía con la tarea de planificar y dirigir todo. Cuando no bebía, el padre generalmente obedecía. Así, sin que nunca lo hubiese querido, la madre se habituó a llevar los pantalones en la casa. Pero de repente el padre renace a la vida y quiere hacerse valer. Habrá problemas a menos que los miembros de la familia repriman la tendencia a dominar de ambas partes, y se llegue a un mutuo entendimiento amigable.

El alcoholismo aísla del resto del mundo a la mayoría de los hogares que toca. El padre quizás hizo a un lado durante años toda actividad normal, como su participación en clubes sociales o asociaciones de ciudadanos, o aun la práctica de un deporte. Al mostrar nuevamente interés en estas ocupaciones, puede suscitar un sentimiento de celos. La familia piensa que tiene a papá hipotecado y que, por lo tanto, no puede haber ningún beneficio para los demás derivado de tal hipoteca. En vez de participar ellos mismos en actividades nuevas, la madre y los hijos le exigen al padre una presencia casi permanente en casa, a fin de recuperar el tiempo perdido.

Desde el mismo comienzo, la pareja debe hacerse a la idea de que alguien tiene que ceder algo si se pretende que la familia desempeñe un papel eficaz en la nueva vida que se anuncia. El padre pasará necesariamente mucho tiempo con otros alcohólicos, pero esta actividad deberá estar equilibrada. Puede entablar amistad con personas no alcohólicas y considerar con atención sus intereses. Los problemas de la comunidad también exigirán su atención. Aunque la familia no tenga contactos religiosos, quizá sus miembros deseen establecerlos con algún grupo y aun convertirse en miembros de él.

Estas relaciones podrían aportar mucho a los alcohólicos que se burlaran de aquéllos que tuviesen convicciones religiosas. A causa de su experiencia espiritual, el alcohólico descubrirá que tiene mucho en común con estos hombres y mujeres, aun cuando no coincidan en varios puntos. Si no se pone a discutir de religión, hará nuevos amigos y encontrará ciertamente nuevas formas de ser útil y de distraerse. Él y su familia pueden tomar un lugar importante en el seno de estas agrupaciones. El alcohólico restablecido puede renovar la esperanza y el coraje de sacerdotes, ministros o rabinos, los cuales consagran lo mejor de ellos mismos a nuestro mundo turbulento. Nosotros proponemos lo anterior a título de sugerencia y no como obligación. No pertenecemos a ninguna religión; no buscamos decidir por otros acerca de ese tema. Le toca a cada quien actuar, haciéndole caso a su propia conciencia.

Hasta este punto hemos tratado cosas serias, a veces incluso trágicas. Tratamos sobre el alcohol en sus peores aspectos. Sin embargo, no somos tristes ni melancólicos. Si los recién llegados no encontrasen ninguna alegría ni buen humor en nuestra existencia, no querrían una igual para ellos. Nosotros estamos plenamente convencidos de que hay que disfrutar la vida. Tratamos de no regodearnos en el cinismo ante la situación mundial ni de llevar sobre nuestros hombros los pecados del mundo. En cuanto vemos que alguien se atasca en el fango del alcoholismo, le prodigamos los primeros auxilios y ponemos nuestros recursos a su disposición. Por él aceptamos con todo gusto volver a relatar y a vivir, por así decirlo, los horrores de nuestro pasado. Pero aquellos de nosotros que han intentado echar sobre sus hombros las penas de los demás, han sido aplastados por ellas.

Creemos entonces que la risa y la alegría pueden ser de una gran utilidad. Las personas del exterior a veces se escandalizan cuando estallamos en risas por el recuerdo de una experiencia pasada, en apariencia trágica. ¿Y por qué debíamos de privarnos de reír? Estamos ahora restablecidos y hemos sido dotados con el poder de ayudar a los demás.

Todo el mundo sabe que casi nunca se ríen las personas con mala salud y las que raramente se divierten. Dejemos entonces a los miembros de cada familia divertirse entre ellos, o separadamente, en tanto las circunstancias lo permitan. Estamos seguros de que Dios nos quiere dichosos, felices y libres. No podemos adherirnos a la idea de que la vida es un valle de lágrimas, aunque así lo haya sido en una ocasión para muchos de nosotros. Pero es evidente que hemos sido nosotros los causantes de nuestra propia miseria. Esta no es la obra de Dios. No inventemos la desdicha y saquemos provecho de los problemas cuando lleguen, regocijándonos de la ocasión que se nos dé para demostrar toda Su omnipotencia.

Hablemos ahora de la salud. Un cuerpo que ha padecido las graves heridas del alcohol no se restablece de la noche a la mañana, ni tampoco el pensamiento torcido y la depresión desaparecen en un parpadeo. Estamos convencidos de que un modo de vida espiritual es el remedio más poderoso para recuperar la salud. Para nosotros, que estamos restablecidos de un problema grave de alcohol, la salud mental es un verdadero milagro. Pero también hemos visto cambios extraordinarios en nuestros cuerpos. Es difícil que alguno de los nuestros muestre ahora algún signo de la disipación pasada.

Esto no quiere decir que no tengamos en cuenta los medios de curación puestos a nuestra disposición. Dios ha provisto generosamente a este mundo de buenos médicos, psicólogos y especialistas de toda clase. No dude en confiar sus problemas de salud a estos profesionales. La mayoría de ellos se consagra a fin de que sus pacientes puedan tener una mente y un cuerpo sanos. Trate de recordar que, aunque Dios ha realizado milagros entre nosotros, no debemos subestimar a un buen médico o a un buen psiquiatra. Sus servicios son a menudo indispensables para tratar a un recién llegado y para seguir sucesivamente su caso.

Uno de los numerosos médicos que tuvieron la ocasión de leer este libro en su forma manuscrita, nos decía que comer caramelos podría ayudar a menudo al paciente, siempre y cuando el médico diese su aprobación. Según él, todos los alcohólicos deberían tener chocolates al alcance de la mano, en razón de su aporte inmediato de energía en los momentos de fatiga. Agregaba que los caramelos eran recomendables para calmar la sensación de vacío que los alcohólicos experimentan ocasionalmente en las noches. Muchos hemos descubierto que nos gustan los alimentos dulces y que nos ayudan.

Una palabra sobre las relaciones sexuales. Para ciertos hombres, el alcohol se revela como un estimulante, de modo que ellos abusan en este sentido. Hay parejas que se sienten consternadas al descubrir que el alcohólico que cesa de beber ahora da señales de impotencia sexual. A menos que se comprenda la razón de esto, el hombre puede estar emocionalmente abrumado por este problema. Algunos de nosotros hemos vivido esta experiencia, sólo para disfrutar después de algunos meses una intimidad aun más hermosa. No se debe titubear para consultar a un médico o a un psicólogo si la situación persiste. Hasta donde sabemos, existen pocos casos en que el problema haya durado mucho tiempo.

El alcohólico puede encontrar dificultad en restablecer relaciones amigables con sus hijos. Su joven imaginación fue afectada mientras él bebía. Sin que lo digan, podría ser que detestaran a su padre por lo que les hizo a ellos y a su madre. Los niños son a veces capaces de una dureza y un escepticismo patéticos. Se muestran incapaces de perdonar y de olvidar. Esto puede durar meses y terminar mucho tiempo después que su madre haya aceptado el nuevo modo de vida y la nueva forma de pensar del padre.

Pero a la larga ellos comprenderán que su padre es un hombre nuevo y, a su manera, se lo harán saber. Y cuando esto se produzca, ellos podrían ser invitados a unirse a la meditación de la mañana y a tomar parte en la diaria plática, sin rencor y sin tomar partido. A partir de ese momento, el progreso será rápido. Estos reencuentros dan a menudo resultados maravillosos.

Independientemente de que la familia acepte o no vivir sobre una base espiritual, el alcohólico deberá hacerlo si quiere restablecerse. Falta que los demás puedan creer, sin sombra de duda, en su nueva orientación. Para la mayoría de los miembros de una familia que ha vivido con un alcohólico, ver es creer.

A propósito, aquí está un caso. Uno de nuestros amigos era un fumador y bebedor de café empedernido. No hay duda de que su consumo era excesivo. Deseosa de ayudarlo, su esposa comenzó a reprochárselo. Él reconoció que exageraba, pero decía que no estaba dispuesto a dejar de hacerlo. Su esposa, que era de las que encuentran algo anormal en estas prácticas, se puso a hostigarlo a tal punto que su intolerancia acabó por provocarle un acceso de cólera. Se emborrachó.

Es cierto: nuestro amigo estaba equivocado, totalmente equivocado. Debió admitirlo dolorosamente y se puso a restablecer sus relaciones personales con Dios y con su esposa. Aunque hoy es un miembro muy activo de Alcohólicos Anónimos, aún fuma y bebe café; sin embargo, ni su mujer ni nadie lo juzga por esto. La esposa, a su vez, también debió admitir que había hecho mal en insistir en dicho asunto, cuando su marido se restablecía rápidamente de males mucho más graves.

Para este propósito tenemos tres dichos, que son:

PRIMERO LO PRIMERO", [First things first!]

VIVE Y DEJA VIVIR" [Live and let live] y

POCO A POCO SE VA LEJOS". [Easy does it]

 

VOLVER A TEXTO BÁSICO

 

Hosted by www.Geocities.ws

1