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ABBADÍES
HISTORIA

  • Dinastía árabe fundada por Abu-I-Qasim b' Abbad que reinó en el Suroeste de al-Andalus (1.023 - 1.042), con Sevilla por capital, la cual alcanzó su mayor esplendor cultural.

  • Su hijo Abbad b Muhammad, conocido por al-Mu'tadid (1.042 - 1.069), engrandeció sus dominios, convirtiéndose en el estandarte de la causa andaluza contra la influencia de los bereberes cuyo número había aumentado considerablemente en la época de al-Mansur (Almanzor) y sus descendientes. Para justificar sus agresiones, al-Mu‘tadid afirmó estar defendiendo la causa del califa omeya Hishâm II, al que creía haber encontrado tras su oscura desaparición años antes. Pretendía restituir a ese seudo-Hishâm el califato cordobés, reunificado y pacificado. Para no atraerse la ira del rey sevillano, la mayor parte los jefes bereberes establecidos en las montañas del sur de Andalucía consintieron esa puesta en escena de un pretendido omeya y prestaron homenaje tanto al rey ‘abbâdí como al emir sacado a la luz por las necesidades de la causa de al-Mu‘tadid, pero al mismo tiempo cuidadosamente secuestrado por él. Pero la aceptación formal del príncipe omeya no bastaba a al-Mu‘tadid, que reunió en su palacio de Sevilla a los jefes bereberes y los hizo morir asfixiados en las termas cuyas oberturas hizo tapar. Así fue como se apropió de Arcos, Morón y Ronda. Eso fue bastante para desatar el furor del más poderoso príncipe bereber de al-Ándalus, el zirí Bâdis ibn Habûs, rey de Granada, y que parecía el único capaz de hacer frente a al-Mu‘tadid. Abierta la guerra, la fortuna continuó favoreciendo al sevillano, que conquistó Algeciras a los hamudíes de Málaga. Intentó apropiarse Córdoba y envió con ese objetivo una expedición confiada a su hijo Ismâ‘îl: éste quiso aprovecharse de la circunstancia para rebelarse y crear en su provecho un reino del que Algeciras sería la capital. Ese proyecto temerario le costó la vida.

  • Ese fue el comienzo de la carrera política de otro de los hijos de al-Mu‘tadid, Muhammad al-Mu‘tamid (1.069 - 1.091), que lo sucedería a su muerte: bajo las órdenes de su padre fue a prestar ayuda a los malagueños contra el rey de Granada, pero Bâdis derrotó al ejército sevillano y al-Mu‘tamid tuvo que refugiarse en Ronda desde la que solicitó y obtuvo el perdón de su padre. Hacía ya tiempo, el rey de Sevilla había repudiado la fábula del seudo-Hishâm, de la que ya no tenía necesidad: él era el rey más poderoso e incontestable de Andalucía. No tenía más enemigos que los reyezuelos que impedían la reunificación de al-Ándalus, que. si bien eran musulmanes como él, estaban tan alejados de su ideal como los cristianos del norte de la Península.

  • En el segundo año de su reino, al-Mu‘tamid pudo anexionar a su reino el principado de Córdoba sobre la que habían reinado los ÿahwaríes. Ello supuso un agravio para el rey de Toledo, al-Ma’mûn. Un joven príncipe, hijo de al-Mu‘tamid, fue nombrado gobernador de la antigua capital de los omeyas. Pero, a instigación del rey de Toledo, un aventurero, de nombre Ibn ‘Ukkâsha, pudo, en el 1.075, apoderarse por sorpresa de Córdoba, donde dio muerte al príncipe ‘abbâdí y a su general Muhammad ibn Martîn. Al-Ma’mûn tomó posesión de la ciudad, en la que murió seis meses después. A la vez herido en su amor de padre y en su orgullo de soberano, durante tres años al-Mu‘tamid desplegó vanos esfuerzos por recuperar Córdoba. Lo logró en 1.078, dando muerte a Ibn ‘Ukkâsha y consiguió que toda la parte del reino de Toledo situada entre el Guadalquivir y el Guadiana pasara a formar parte del reino de Sevilla. Pero hizo falta toda la habilidad de su visir Ibn ‘Ammâr (el Abenamar de las crónicas cristianas) para que una expedición de Alfonso VI de Castilla contra Sevilla acabase pacíficamente mediante la aceptación del pago de un doble tributo.

  • Poco tiempo antes de la sonada conquista de Toledo por Alfonso VI, en el 1.085, al-Mu‘tamid comenzó a debatirse en las peores dificultades. Bajo los consejos imprudentes de su visir Ibn ‘Ammâr, al-Mu‘tamid intentó anexionar a su reino, después de Córdoba, también Murcia donde reinaba Muhammad ibn Ahmad ibn Tâhir. En 1.078, Ibn ‘Ammâr se presentó ante el conde de Barcelona -Ramón Berenguer II- y le pidió su ayuda para conquistar Murcia mediante el pago de miez mil dinares; a la espera del pago de esta suma, un hijo de al-Mu‘tamid, ar-Rashîd, serviría de rehén después de varias peripecias que acabaron con el pago de una suma tres veces más importante, Ibn ‘Ammâr retomó su proyecto de conquista de Murcia y lo consiguió pronto gracias a la ayuda del señor del castillo de Bilÿ (la actual Vilches), Ibn Rashîq. Pero una vez en Murcia, Ibn ‘Ammâr, de personalidad excéntrica, no tardó en hacerse intolerable para el rey de Sevilla. Tuvo que huir de Murcia, y se refugió sucesivamente en León, Zaragoza y Lérida. De vuelta a Zaragoza, intentó ayudar al príncipe de la ciudad, al-Mûtamin ibn Hûd en su expedición contra Segura, pero finalmente fue hecho prisionero y entregado a al-Mu‘tamid, quien, a pesar de los lazos de amistad que durante mucho tiempo los habían unido, lo mató con sus propias manos.

  • La conquista final de Toledo por Alfonso Vi fue un duro golpe para el Islam en Andalucía, ya que habría las puertas para un avance efectivo de los cristianos hacia el sur de la península. El rey de Castilla no tardó en exigir a al-Mu‘tamid la devolución de las posesiones que habían formado parte del reino de Toledo: una parte de las provincias de la actual Ciudad Real y Cuenca. Simultáneamente, aumentaba su presión sobre los demás reinos musulmanes de al-Ándalus. En todas partes, el pueblo andalusí exigía a sus príncipes que demandaran la ayuda del sultán almorávide Yûsuf ibn Tâshfîn que, en una progresión irresistible, se había ido adueñando del Magreb reunificándolo y fortaleciéndolo. Se decidió enviarle una embajada compuesta por delegados de Sevilla, Badajoz, Córdoba y Granada. Yûsuf ibn Tâshfîn decidió ayudar a los andaluces y atravesó el Estrecho de Gibraltar. Inflingió a los ejércitos cristianos aliados contra él una gran derrota en octubre de 1.086 en Zallâqa, no lejos de Badajoz. Requerido en África, Yûsuf volvió a su poderoso reino. Los príncipes andaluces, que seguían envueltos en sus querellas, no supieron sacar provecho a la victoria del almorávide. Su incapacidad aumentó su desprestigio.

  • Al-Mu‘tamid, hecho prisionero con sus mujeres e hijos, fue enviado primero a Tánger, después a Meknés y, por último, a Agmât, no lejos de Marrakech, donde llevó una existencia miserable durante varios años hasta que murió a la edad de cincuenta y cinco años, en el 1.095. Con él acabó la dinastía ‘abbâdí, que puede ser considerada, a pesar de las circunstancias de la época, como la más brillante del periodo de taifas y bajo la que las artes y las letras brillaron con un esplendor incluso superior a la de la Andalucía del siglo XI.

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