La siguiente lectura es tomada del libro "LÓGICA Y CRÍTICA" de Estanislao Zuleta, y publicado por la Editorial Universidad del Valle, bajo la dirección editorial de "Chucho" Valencia. Es este libro una recopilación de clases dictadas por el maestro, y reconstruidas de acuerdo con grabaciones efectuadas por sus estudiantes, de este libro tomamos fragmentos de dos clases:

LECCIÓN UNO: CONFERENCIA DEL 7 DE FEBRERO DE 1976

  • CIENCIA, LÓGICA Y VERDAD. EL TEETETO O DE LA CIENCIA
  • Hemos escogido el Teeteto o de La ciencia para comenzar estas charlas porque contiene la primera teoría de la ciencia que se haya elaborado en Occidente y probablemente en el mundo. Y también porque aquí se resumen las posiciones fundamentales de Platón en la teoría del conocimiento. Naturalmente lo iremos viendo en relación con otros Diálogos, comentando lo que en otras partes está más desarrollado.

    Se suelen trazar tres periodos en las obras de Platón.’ El Sofista y el Teeteto son los Diálogos centrales del periodo de la madurez. Y desde el punto de vista que a nosotros nos interesará, es decir, desde el punto de vista de la critica y de la lógica, es precisamente el periodo más fecundo del pensamiento de Platón.

    El Teeteto o de la ciencia es un Diálogo que comienza con el recuerdo de una conversación anterior entre Sócrates, Teodoro y Teeteto. Teeteto también aparece en El Sofista -donde conversa con el extranjero quien tiene allí la voz del filósofo- y aquí se nos presenta como un joven que está a punto de morir y en el que se habían puesto muchas esperanzas porque era un espíritu muy dúctil, dispuesto a conceder las consecuencias de lo que piensa y dice. También se presenta, y este rasgo no es secundario en Platón, como un individuo muy feo, parecido en este aspecto a Sócrates, quien era extraordinariamente feo, de ojos saltones y nariz chata. Pero ese rasgo, como muchos otros de los que presenta Platón en los Diálogos, no son consideraciones marginales, coma podría parecer a primera vista cuando uno no es aún sensible a su estilo y a sus alusiones; significa que Teeteto, lo mismo que Sócrates, era un individuo que no podía imponerse por medio de la seducción y de la atracción de su apariencia, sino por medio de su discurso.

    En otro Diálogo Platón se refiere también al lenguaje de Sócrates. Alcibíades, en El Banquete, observa que el lenguaje de Sócrates es extraordinariamente burdo porque está siempre poniendo ejemplos de zapateros y de carreteros, en lugar de citar a Homero y a Hesíodo. No aprovecha aquellas maravillas de la cultura y de la poesía griegas, y en cambio prefiere hablar de banalidades, del barril de vino y del pescador. Como si no conociera la grandeza poética y el extraordinario poder de seducción del arte griego. Pero, precisamente, ese lenguaje tosco no es más que un símbolo: es una reacción a la posición seductora. La definición que Platón presenta del fi1ósofo -por ejemplo en el Gorgias entre otros Diálogos- es en este sentido muy particular, pues lo define como lo contrario de un orador, a la manera como un médico es en cierto modo lo contrario de un cocinero; el cocinero ofrece deliciosos banquetes y exquisitos manjares, que satisfacen el gusto, pero que probablemente resulten indigestos, mientras el médico ofrece a su paciente bebidas amargas pero convenientes.

    La lógica es también una pócima amarga en el sentido de que para abordarla tenemos que aceptar que lo cierto no es aquello que preferiríamos que fuera cierto. Naturalmente, el hombre que hace lógica, por ejemplo Platón, Aristóteles o Descartes, se consuela diciendo que lo que deseaba sólo era aquello que finalmente resulta cierto. Y la lógica, como es un retorno sobre el pensamiento mismo, no puede dejar de resultar en cierto modo dolorosa y angustiante porque conmociona las opiniones y las seguridades anteriores.

    A propósito de la comparación que hace Teodoro entre los rasgos físicos de Sócrates y de Teeteto, Sócrates señala que al escuchar una consideración elogiosa o, por el contrario, crítica, siempre deberíamos preguntarnos cuánto sabe el que la formula o que tan válido es su testimonio.

    Aprovechemos este comentario para anotar desde el principio que Sócrates, lejos de referirse a un criterio de autoridad, se remite siempre a un criterio de demostración. En este sentido, las respuestas que Sócrates da en otros Diálogos, a Gorgias o a Fedro por ejemplo, son muy características. Ningún testimonio es garantía de verdad. A Gorgias, por ejemplo, le dice que el hecho de que su tesis sea compartida por los siete sabios de Grecia. O de que incluso todos los griegos vinieran y juraran que las tesis que sostiene son ciertas, no significaría nada. Es necesario que esa tesis se demuestre. A Fedro le dice que es indiferente si las primeras verdades se encontraron en una encina o en una piedra o en cualquier otra fuente, y que no las haría más verdaderas el hecho de haber sido reveladas por algún Dios. La validez proviene de la pertinencia de la argumentación y no de la tradición o del rango divino o social.

    Más adelante Sócrates, en una operación muy propia de su estilo de discusión argumenta en favor de las tesis de Teeteto adjudicándoles precisamente garantías de este tipo e indicando que, a pesar de que Teeteto no es muy culto, está mucho menos solo de lo que podría creer, ya que lo que dice podría estar reforzado también por la autoridad de Homero –y cita a Homero- o por la autoridad de Protágoras -y cita a Protágoras-. Es una política muy sana no tratar de aprovecharse de la debilidad particular del discurso que se quiere rebatir, sino más bien tratar de que sus tesis queden expuestas con todas sus galas, con todo lo que pueda respaldarlas, de la mejor forma posible, para entonces si iniciar la discusión. Sócrates jamás se aprovecha de que una tesis no compartida esté mal expuesta, porque lo que le interesa no es la victoria inmediata sobre el otro, sino el encuentro de la verdad.

    Después de la presentación empieza el diálogo propiamente dicho que se inicia con una serie de reflexiones encaminadas todas al mismo punto. Fijémonos, para comenzar, que frente a la pregunta de Sócrates, ¿qué es la ciencia?, Teeteto responde presentando una serie de ciencias. Dice así:

  • Teeteto.- A mí me parece, en efecto, que con Teodoro puede aprenderse cualquiera de las ciencias que cito: la geometría y todas las que tú mencionabas hace poco. El arte del zapatero y, a la vez, las técnicas de los demás artesanos, tomadas en conjunto o una a una, no son sino ciencias.
  • Por ahora no es pertinente la discusión sobre la serie misma: sería inadecuado que Sócrates interviniera para decirle que en su enumeración de las ciencias (geometría, economía, medicina y zapatería) está incluyendo unas que son ciencias y otras que no lo son, porque para hacerlo tendría que saber primero qué es la ciencia. Entonces, por el momento la discusión no se puede dirigir hacia ese punto. Sócrates lo va a alertar sobre el hecho de que una cosa es la definición de lo que es la ciencia y otra muy distinta presentar ejemplos de ella.

  • Sócrates.- Sin embargo, Teeteto, no era esto lo que se te preguntaba; no se trataba de saber cuál era el objeto de la ciencia ni cuántas ciencias hay. La pretensión, al interrogarte, no consistía en que nos enumeraras las ciencias, sino en saber lo que ella es, O ¿no es justo lo que te digo?

    Teeteto.- Muy justo, desde luego.

  • El camino de la ejemplificación por el que se ha ido Teeteto, es un camino que no tiene fin, como dice Sócrates. Pueden ser innumerables los objetos que se fabrican con barro, pero su enumeración nunca nos va a enseñar qué es el barro. También pueden ser innumerables los objetos que investiga la ciencia pero, de nuevo, nada nos ganamos con seguir una enumeración que podría ser interminable. En este caso la cantidad no nos enriquece, porque el multiplicar los casos de ciencias no nos aproxima a la respuesta de la pregunta ¿qué es la ciencia?

    Pero el más importante resultado de este procedimiento de Sócrates es que denuncia aquí uno de los mecanismos del error, de los que tenemos que hacer una larga lista. Creer que se sabe lo que no se sabe nos lleva realmente a confundir el hecho reconocer el sentido de una palabra y poder dar ejemplos de ella, con entender realmente el concepto al que se refiere. Así, todo el mundo cree saber qué es la mercancía porque, naturalmente, no tiene que buscar la palabra en el diccionario, y puede dar múltiples ejemplos, ya que las vitrinas de los almacenes están llenas de ellas. Pero no por ello sabe en que consiste, y si de pronto tiene tiempo para leer El Capital, puede descubrir muy claramente que no sabia qué era la mercancía. Así mismo, Teeteto no tiene todavía ninguna idea clara sobre qué es la ciencia. Confunde el hecho de que conoce la palabra ciencia y de que tiene la posibilidad de dar ejemplos de ella con el conocimiento efectivo del concepto de ciencia.

    Este tipo de confusión es muy general y se encuentra muy difundida. Todo el mundo cree saber que son los celos, y puede dar ejemplos de personas celosas, sin tener que ir a buscar en el diccionario; pero eso es muy diferente a lo que dice por ejemplo el psicoanálisis sobre los celos. El error radica en creer que se sabe lo que no se sabe. Hasta allí pues llega Teeteto en su primer intento por resolver el problema de la ciencia; con el ejemplo del barro Sócrates lo refuta rápidamente, con la misma ramplonería que acostumbra emplear siempre.

    LECCIÓN DOS: CONFERENCIA DEL 14 DE FEBRERO DE 1976

    LA TEORÍA DE LA IGNORANCIA

    A partir de la pregunta de Sócrates ¿qué es la ciencia? Comienza, pues, Platón en el Teeteto a exponer su teoría del conocimiento. La respuesta Inicial de Teeteto obedece a una confusión muy generalizada, como es la de creer que se sabe lo que no se sabe, y por ello, en lugar de una definición da una como respuesta una lista de diversas ciencias. Pero Sócrates denuncia rápidamente el error de responder con una ejemplificación, ya que así se evita la definición conceptual y su desarrollo lógico.

    Surge pues aquí el problema de la ignorancia. En El Sofista, Platón define este concepto, que resulta ser uno de los aspectos más notables de su pensamiento, alrededor del cual se articula gran parte de su método. Veamos algunas indicaciones que nos permitan entender las tesis sobre la ignorancia que presenta en dicho Diálogo.

    Curiosamente Platón comienza a teorizar sobre el conocimiento con una reflexión sobre el desconocimiento. La ignorancia no la define como un estado de carencia, sino como un estado de llenura. Nos dice, por ejemplo, que si la ignorancia fuera como el hambre, un estado de carencia, la educación sería el trabajo más sencillo del mundo, porque sería como dar de comer a un hambriento. Pero desgraciadamente no es así.

    La ignorancia no es una ausencia o una falta, sino por el contrario, un estado en el que nos sentimos pletóricos de opiniones y saberes en los que, por lo demás, tenemos una confianza desmesurada. La carencia sólo se produce después de una reflexión, de una vuelta sobre sí mismo a partir de la cual se ponen en cuestión las propias creencias y las formas de pensar que nos han conducido a ellas. La carencia es entonces un resultado del proceso de conocer y no su punto de partida, porque lo que hay inicialmente es un dominio generalizado de la opinión, que es el término que usa Platón.

    Esta situación la podemos encontrar en todos los ámbitos. Si consideramos el ejemplo de las llamadas ‘sociedades primitivas’, donde hay muy poco desarrollo de la ciencia, no encontramos precisamente un estado de carencia o de ausencia de teorías explicativas, sino por el contrario una interpretación mágica para todos los fenómenos: las enfermedades, los eventos astronómicos, los hechos sociales, los fenómenos biológicos y todo los demás. Lo mismo ocurre con las personas que no tienen conocimientos en una determinada rama del saber, pero que no por ello dejan de tener opiniones sobre todos los temas. La opinión nos protege contra la angustia de saber y contra el reconocimiento de nuestra ignorancia.

    El reconocimiento del no saber es un movimiento reflexivo fundamental dentro de la ciencia misma. De esta reflexión sobre la ignorancia Platón deduce que el proceso de la enseñanza, más que un proceso de alimentación, es equivalente al tratamiento de una indigestión; es una especie de desintoxicación. Muchas veces no nos hacemos ciertas preguntas porque ya las tenemos contestadas, aunque sólo sea con opiniones. Si por ejemplo nos hiciéramos seria y detenidamente la pregunta de por qué Latinoamérica, que fue descubierta y poblada antes que Norteamérica se encuentra menos desarrollada que ésta desde el punto de vista técnico y científico, muy seguramente encontraríamos que estamos habitados por una serie de respuestas vagas que no nos dejan siquiera formular la pregunta: el clima, el temperamento de los españoles y de los Indios, las religiones, etc. Hacer la pregunta ya es un trabajo, y plantear una buena pregunta en la ciencia es una de las cosas más importantes y decisivas. Formular una pregunta significa desmontar la respuesta que le había impedido formularse.

    En los términos de Platón puede decirse que enseñar a dudar es la tarea principal de la educación. Lo que Sócrates quiere indicar con la fórmula, tan repetida, de que ‘sólo sé que nada sé’, no era por supuesto ninguna manifestación de falsa modestia o algo por el estilo, sino una formulación central de su teoría del conocimiento: el primer saber efectivo es el reconocimiento de que lo que se creía saber no era más que una opinión. Este reconocimiento abre entonces la pregunta: ¿si no era lo que se creía, entonces qué es?

    Platón vincula íntimamente el fenómeno del amor con el problema del conocimiento. Después de Platón, esa relación cae en desgracia, y queda casi completamente suspendida durante todo el periodo que va hasta Freud. Por lo demás la reflexión de los dos autores sobre el tema es bastante similar, En El Banquete -que junto con el Fedro, es una de sus grandes disertaciones sobre el amor- decía que era curioso que se hicieran tantos estudios sobre diversas cosas como por ejemplo la sal, la construcción de los barcos, la pesca. Etc., pero que se reflexionara tan poco sobre aquel tema que a todo el mundo le interesa más que cualquier otro: el amor. Freud piensa en una dirección muy parecida y casi en los mismos términos que Platón.

    Podemos decir pues -con una expresión que parecería más freudiana que platónica- que el conocimiento requiere del deseo del saber. Pero el deseo de saber implica el reconocimiento del no saber, que es el primer momento y el más difícil de todo aprendizaje. Platón postula que el aprendizaje se encuentra bloqueado por la opinión, y eso lo lleva a afirmar en El Sofista, que la educación debería ser una suerte de refutación de ideas y de opiniones, para que pueda abrirse el espacio donde pueden inscribirse los conocimientos efectivos.

    Es muy importante subrayar este enfoque para marcar la diferencia con lo que plantean muchas de las teorías educativas contemporáneas, que imaginan el aprendizaje como una especie de proceso encaminado a lograr la asimilación de una información, que se recibe por medios audiovisuales o de cualquier otro tipo, que el sujeto acumula en una especie de archivo personal que se llama memoria. Platón veía las cosas exactamente al revés: los archivos están llenos y hay que comenzar por vaciarlos. No nos encontramos entonces nunca con una conciencia despejada, ingenua y virgen, que se enfrenta a un mundo desconocido. Nos encontramos siempre, y en cualquier época de la vida personal o de la historia social, con una interpretación previa.

    Freud mostró el mismo fenómeno con relación a los niños, cuando observó que si les resultaba difícil llegar al conocimiento de la diferencia de los sexos y de cómo vienen los niños al mundo, no era por falta de datos o de experiencias, sino porque tenían sus propias teorías sobre el tema. Siempre hay teorías y opiniones que resisten al saber efectivo, en cualquier etapa o nivel de la vida social o personal. Por esta razón el saber sólo se instaura a partir de una ruptura, de un momento crítico. En la historia del pensamiento occidental Platón es uno de los pensadores, aunque no el único, que ha subrayado más firmemente –y por ello fundó la lógica- la necesidad de un primer momento critico, como primera etapa en el acceso al saber.

    EL ARTE DE DAR A LUZ

    El Diálogo que estamos comentando continúa después de que Sócrates le hace ver a Teeteto que su respuesta no responde a la pregunta ¿qué es la ciencia? Entonces, Teeteto recuerda haber visto en geometría que los ejemplos no son los que producen el concepto. En este caso se refiere a las diferencias entre el cuadrado y el rectángulo, y señala cómo es necesario tener el concepto de sus diferencias, expresado en los términos en que se produce ese concepto, porque si nos ponemos, en cambio, a dibujar series, nos encaminamos hacia una ejemplificación infinita.

    La geometría desempeña un papel muy importante en el pensamiento de Platón. Las matemáticas constituyen el modelo más desarrollado de la ciencia en el momento en que Platón escribe, ya que tienen más de un siglo de desarrollo con producciones notabilísimas. En gran parte la aspiración de Platón en su época es la misma que vamos a encontrar cuando estudiemos a Descartes: cómo extender el tipo de saber demostrativo y seguro que tenemos cuando hablamos de matemáticas a otros campos del conocimiento.

    Como es frecuente en los Diálogos de Platón, Sócrates en el Teeteto compromete a su interlocutor a que le responda todas sus preguntas, y a que se tome todo el tiempo necesario para Hacerlo. Y enseguida le hace una exposición de su método, es decir, de la mayéutica, que es como se denomina el método socrático. La mayéutica es el arte de dar a luz, Sócrates elabora la metáfora de la comadrona corno la clave de su método, a la vez que se define a sí mismo como una de ellas. Tendríamos que ver entonces qué relación puede existir entre la teoría de la ignorancia que les acabo de esbozar y la enseñanza como arte de ayudar a dar a luz.

    Sócrates no concibe la enseñanza como la transmisión de conocimientos de un individuo a otro, sino como el proceso donde se ayuda a otro individuo a despejar lo que bloquea su pensamiento, e inhibe su capacidad de descubrir. En El Barquete, Sócrates contesta a Agatón -por bromear sin duda porque esa es su tónica general- cuando éste le dice que va a hacerse junto a él a ver si se le pega algo de lo que él sabe, que sería bueno que el saber fuera de tal índole, que sólo por ponerse mutuamente en contacto, se derramara de lo más lleno a lo más vacío de nosotros, de la misma manera que el agua pasa, a través de un hilo de lana, del recipiente más lleno al más vacío.

    Sócrates no creía en la instrucción ni en la enseñanza, entendidas como transmisión, ni creía en las ideas que se aprendían de otros. Las ideas deben ser producidas por cada uno y por lo tanto, el problema fundamental del aprendizaje es el combate contra lo que impide producirlas. En El Teeteto dice que sus discípulos no aprenden nada de él sino que, por el contrario, ‘encuentran y alumbran en sí mismos esos numerosos y hermosos pensamientos’. La versión, pues, que todo el mundo conoce del método de Sócrates es que se trata de un procedimiento de enseñar por medio de preguntas. Este es, pues, su primer principio.

    Un segundo principio del método de Sócrates, supremamente importante, es la ironía. Sócrates pregunta a su interlocutor sobre cualquier tema, como acaba de hacer con Teeteto, a quien le pregunta ¿qué es la ciencia? Si la respuesta no contesta a la pregunta, le muestra que no era eso lo que le estaba preguntando y vuelve a insistir en su pregunta. Pero si la respuesta contesta a la pregunta, aunque sea en una forma desacertada, es decir, si la respuesta inicial es, como seria de esperar, una opinión, entonces Sócrates acepta esa respuesta como punto de partida. Incluso, como veremos enseguida. trata de reforzar la respuesta y cita a otros autores que también la han dado. Pero obliga a su interlocutor, por medio de nuevas y nuevas preguntas, a que sea consecuente con su respuesta, hasta el punto de obligarlo lógicamente a reconocer consecuencias de su respuesta con las que no está de acuerdo pero que, sin embargo, se desprenden de la respuesta que dio al principio. Entonces, el interlocutor descubre que la respuesta que dio no corresponde efectivamente a lo que se le preguntaba. En otros términos Sócrates no usa la polémica directa, sino el procedimiento de extraer las consecuencias necesarias de la tesis que ha formulado al principio. Esto es lo que se denomina la ironía socrática.

    VERDAD Y OPINIÓN

    Sin embargo, antes de pasar a estudiar la primera respuesta efectiva de Teeteto a la pregunta ¿qué es la ciencia? Dos términos en particular deben ser aclarados: verdad y opinión. La teoría de la verdad en Platón -al contrario de otros filósofos- no se refiere a la coincidencia entre nuestros conceptos y la realidad, o a que el predicado coincida con aquello de lo que se predica, sino a que la verdad debe dar razón de sí misma, es decir, tiene que ser demostrada.

    Platón distingue la verdad de una opinión verdadera. La opinión verdadera es la coincidencia entre lo que una persona dice o piensa con lo que ocurre, pero sin que sepa por qué, ni lo pueda demostrar. Para las ciencias es muy importante la distinción entre la verdad y la opinión verdadera, porque la opinión verdadera no se puede considerar un conocimiento científico. La verdad se refiere a un orden de necesidad en cualquier campo de la ciencia; es necesario que algo exista dadas las circunstancias que lo producen, pertenece pues a un orden en el que la demostración puede operar. Puede decirse que desde el punto de vista de la ciencia, -punto de vista a precisamente él funda aquí- la opinión verdadera y la opinión tienen elementos en común, porque lo que se les contrapone es la verdad, definida como una formulación que puede dar cuenta de sí misma y demostrarse. El criterio de la demostración se encuentra, pues, inscrito en la definición misma de la verdad.

     


    "...Pues he aquí lo que sucede: ninguno de los dioses filosofa ni desea hacerse sabio porque ya lo es, ni filosofa todo aquel que sea sabio. Pero, a su vez, los ignorantes ni filosofan ni desean hacerse sabios, pues en esto estriba el mal de la ignorancia: en no ser noble, ni bueno, ni sabio y tener la ilusión de serlo en grado suficiente. Así, el que no cree estar falto de nada no siente deseo de lo que no cree necesitar".

    Platón

    "El Banquete o del Amor".


    Hosted by www.Geocities.ws

    1