TESIS GENERALES SOBRE LA CUESTION DE ORIENTE


Este documento está transcrito de la web del CIOS.

I

El crecimiento del movimiento obrero en Oriente

 

Basándose en la experiencia de la edificación soviética en Oriente y en el crecimiento de los movimientos nacionalistas revolucionarios en las colonias, el Segundo Congreso de la Internacional Comunista fijó la posición principal del conjunto de la cuestión nacional y colonial en una época de lucha a largo plazo entre el imperialismo y la dictadura del proletariado.

Posteriormente, la lucha contra el yugo imperialista se ha intensificado considerablemente en los países coloniales y semi-coloniales, sobre el terreno de la profundización de la crisis política y económica del imperialismo de postguerra.

Los hechos siguientes lo prueban: 1º, el fracaso del tratado de Sevres, que tenía por objeto el desmembramiento de Turquía, y la restauración de la autonomía nacional y política de ésta; 2º, un fuerte recrudecimiento del movimiento nacionalista revolucionario en la India, en Mesopotamia, en Egipto, en Marruecos, en la China y en Corea; 3º, la crisis interior sin salida en la que está comprometido el imperialismo japonés, crisis que provocó el rápido incremento de los elementos de la revolución democrático burguesa y el pasaje del proletariado japonés hacia una lucha de clase autónoma; 4º, el despertar del movimiento obrero en todos los países orientales y la formación, de partidos comunistas en casi todos esos países.

Los hechos mencionados son el indicio de una modificación en la base social del movimiento revolucionario de las colonias; esta modificación provoca una intensificación de la lucha antiimperialista cuya dirección, de esta manera, no pertenece más exclusivamente a los elementos feudales y a la burguesía nacionalista quienes están dispuestos a comprometerse con el imperialismo.

La guerra imperialista de 1914-18 y la larga crisis del capitalismo, sobre todo del capitalismo europeo, que le siguió a ésta, han debilitado la tutela económica de las metrópolis sobre las colonias.

Por otra parte, las mismas circunstancias que tuvieron por resultado un estrechamiento de la base económica y de la esfera de influencia política del capitalismo mundial, acentuaron aun más la competición capitalista en torno de las colonias, provocando una ruptura del equilibrio en su conjunto, del sistema capitalista mundial (lucha por el petróleo, conflicto anglo-francés en Asia menor, rivalidad japonesa-americana por la dominación del océano Pacífico, etc.).

Precisamente ese debilitamiento de la influencia del capitalismo sobre las colonias, al mismo tiempo que la rivalidad creciente de los diversos grupos imperialistas, es lo que facilitó el desarrollo del capitalismo indígena en los países coloniales y semi-coloniales; ese capitalismo ya ha desbordado y continua desbordando el marco estrecho y molesto de la dominación imperialista de las metrópolis. Hasta ahora, el capital de las metrópolis persistía en querer monopolizar la plusvalía de la explotación comercial, industrial y fiscal de los países atrasados, intentaba aislarlos de la circulación económica del resto del mundo. La reivindicación de una autonomía nacional y económica levantada por el movimiento nacionalista colonial es la expresión de la necesidad de un desarrollo burgués sentido por esos países. El progreso constante de las fuerzas productivas indígenas en las colonias se encuentra, de esta manera, en contradicción irreparable con los intereses del capitalismo mundial, pues la esencia misma del imperialismo implica la utilización de la diferencia de nivel que existe en el desarrollo de las fuerzas productivas de los diversos sectores de la economía mundial, con el objeto de asegurarse la totalidad de la plusvalía monopolizada.

 

II

Las condiciones de la lucha

 

El carácter atrasado de las colonias se manifiesta en la diversidad de movimientos nacionalistas revolucionarios, dirigidos contra eI imperialismo y refleja los diversos niveles de transición entre las correlaciones feudales, feudal-patriarcales y el capitalismo. Esta diversidad presta un aspecto particular a la ideología de esos movimientos.

En esos países, el capitalismo surgió y se desarrolló sobre una base feudal; tomó formas incompletas, transitorias y bastardas que dejan la preponderancia, especialmente, al capital comercial y usurario (Oriente musulmán, China). De esta manera la democracia burguesa toma una vía desviada y complicada para diferenciarse de los elementos feudal-burocráticos y feudal-agrarios. Tal es el principal obstáculo para el éxito de la lucha contra el yugo imperialista, pues el imperialismo extranjero no deja de transformar en todos los países atrasados la capa superior feudal (y en parte semi-feudal, semi-burguesa) de la sociedad indígena, en instrumentos de su dominación (gobernadores militares, o toukoiuns en China, burocracia y aristocracia en Persia, arrendatarios de la tierra, zémindares y talukdars en la India, colonos de formación capitalista en Egipto, etc.).

Por otra parte las clases dirigentes de esos países coloniales y semi-coloniales no tienen, ni la capacidad ni el deseo de dirigir la lucha contra el imperialismo, a medida que esta lucha se transforma en un movimiento revolucionario de masas. Solamente en lugares donde el régimen feudal-patriarcal no se ha descompuesto en forma suficiente, para separar completamente las altas capas indígenas de las masas del pueblo, como por ejemplo entre los nómades y los semi-nómades, los representantes de estas altas capas pueden asumir el papel de guías activos en la lucha contra la opresión capitalista (Mesopotamia, Mongolia, Marruecos).

En los países musulmanes, el movimiento nacional encuentra al principio su ideología en las consignas político-religiosas del panislamismo, lo que permite a los funcionarios y a los diplomáticos de las metrópolis utilizar los prejuicios y la ignorancia de las multitudes populares para combatir ese movimiento (es así como los ingleses juegan al panislamismo y al panarabismo, declarando querer transportar el Califato a la India, etc., y el imperialismo francés especula con las "simpatías musulmanas"). Sin embargo, a medida que se agranda y madura el movimiento de emancipación nacional, las consignas político-religiosas del panislamismo son reemplazadas por reivindicaciones políticas concretes. Lo que confirma esto, es la lucha comenzada últimamente en Turquía para quitarle al Califato su poder temporal.

La tarea fundamental, común a todos los movimientos nacional revolucionarios, consiste en realizar la unidad nacional y la autonomía política. La solución real y lógica de esta tarea depende de la importancia de las masas trabajadoras, que tal o cual movimiento nacional sepa arrastrar en su camino, después de haber roto todas las relaciones con los elementos feudales y reaccionarios y llevando en su programa las reivindicaciones sociales de esas masas.

Dándose cuenta muy bien de que en las diversas condiciones históricas los elementos más variados pueden ser los representantes de la autonomía política, la Internacional Comunista sostiene todo movimiento nacional-revolucionario dirigido contra el imperialismo. Sin embargo, la Internacional Comunista no pierde de vista al mismo tiempo que, solamente, una línea revolucionaria consecuente basada en la participación de las grandes masas en la lucha activa y en la ruptura sin reservas con todos los partidos de la colaboración con el imperialismo puede llevar a las masas oprimidas a la victoria. El lazo que existe entre la burguesía indígena y los elementos feudal-reaccionarios permite a los imperialistas aprovechar muy bien la anarquía feudal, la rivalidad que reina entre los diversos clanes y tribus, el antagonismo entre la ciudad y el campo, las luchas entre castas y sectas nacionales-religiosas para desorganizar el movimiento popular (China, Persia, Curdistán, Mesopotamia).

 

III

La cuestión agraria

 

En la mayoría de los países orientales (India, Persia, Egipto, Siria, Mesopotamia), la cuestión agraria tiene primordial importancia en la lucha por la liberación del yugo del despotismo metropolitano. Explotando y arruinando a la mayoría campesina de los países atrasados, el imperialismo las priva de los medios de vida elementales, mientras que la industria poco desarrollada, dispersa en diferentes lugares del país, es incapaz de absorber el excedente de población rural, que además, no puede ni siquiera emigrar. Los campesinos pobres que permanecen en su tierra se transforman en siervos. Si en los países civilizados, las crisis industriales de pre-guerra cumplían el rol de reguladores de la producción social, en las colonias ese rol regulador lo cumplen las hambrunas.

El imperialismo, que tiene un interés vital en recibir la mayor cantidad de beneficio con la menor cantidad de gasto, mantiene hasta su última instancia en los países atrasados, las formas feudales y usurarias de explotación de la mano de obra. En ciertos países, como por ejemplo en la India, se atribuye el monopolio perteneciente al estado feudal-indígena, el usufructo de las tierras y transforma el impuesto de la tierra en una renta que debe ser entregada al capital metropolitano y a sus comisionados, los "'Zemindaram" y "talukdar". En otros países, el imperialismo se apodera de la renta de la tierra sirviéndose para esto de la organización indígena de la gran propiedad de la tierra (Persia, Marruecos, Egipto, etc.).

Se desprende de esto que la lucha por la supresión de las barreras y de las rentas feudales sobre las tierras que aun restan, presenta el carácter de una lucha de emancipación nacional contra el imperialismo y la gran propiedad feudal de la tierra. Se puede tomar como ejemplo el sublevamiento de los moplahs contra los propietarios de la tierra y los ingleses en otoño de 1921, en la India, y el levantamiento de los sijs, en 1922. Unicamente una revolución agraria que tenga por objetivo la expropiación de la gran propiedad feudal, es capaz de sublevar a las multitudes campesinas y de adquirir una influencia decisiva en la lucha contra el imperialismo. Los nacionalistas burgueses tienen miedo de las consignas agrarias y las cercenan tanto como ellos pueden (India, Persia, Egipto), lo que prueba la estrecha ligazón que existe entre la burguesía indígena y la gran propiedad de la tierra, feudal y feudal-burguesa; esto prueba también, que, ideológica y políticamente los nacionalistas dependen de la propiedad de la tierra. Estas dudas y estas incertidumbres deben ser utilizadas por los elementos revolucionarios para una crítica sistemática y divulgadora del carácter híbrido de la política de los dirigentes burgueses del movimiento nacionalista. Es precisamente esta política híbrida lo que dificulta la organización v la cohesión de las masas trabajadoras, como lo prueba el fracaso de la táctica de la resistencia pasiva en la India (no cooperación).

El movimiento revolucionario en los países atrasados de Oriente solamente puede ser coronado con el éxito si está basado en la acción de las multitudes campesinas. Es por esto que los partidos revolucionarios de todos los países orientales deben determinar claramente su programa agrario y exigir la supresión total del feudalismo y sus supervivencias, que encuentran su expresión en la gran propiedad de la tierra y en la exención del impuesto de la tierra. A los fines de una participación activa de las masas campesinas en la lucha por la liberación nacional, es indispensable proclamar una modificación radical del sistema de usufructo del suelo. Al mismo tiempo, es indispensable forzar a los partidos burgueses nacionalistas a adoptar la mayor parte posible de ese programa agrario revolucionario.

 

IV

El movimiento obrero en Oriente

 

El joven movimiento obrero oriental es un producto del desarrollo del capitalismo indígena de estos últimos tiempos. Hasta el presente, la clase obrera indígena, inclusive si se considera a su núcleo fundamental, está atravesando una época transitoria, encaminándose del pequeño taller corporativo a la fábrica de gran tipo capitalista. En cuanto que los intelectuales nacionalistas burgueses arrastran dentro del movimiento revolucionario a la clase obrera para luchar contra el imperialismo, sus representantes asumen inmediatamente un papel director en la acción y la organización profesional embrionaria.

Al comienzo, la acción de la clase obrera no sobrepasa el marco de los intereses "comunes a todas las naciones" de democracia burguesa (huelgas contra la burocracia y la administración imperialista en la China y en la India). Generalmente, como lo ha indicado el Segundo Congreso de la Internacional Comunista, los representantes del nacionalismo burgués, explotando la autoridad moral y política de Rusia soviética y adaptándose a! instinto de clase de los obreros, embanderan sus aspiraciones democrático-burgueses dentro del "socialismo" y del "comunismo" para desviar así, a veces sin darse cuenta de ello, a los primeros órganos embrionarios del proletariado de sus deberes de organización de clase (tal el Partido Behill Ardou en Turquía, quien ha repintado eI panturquismo de rojo, y el "socialismo de Estado" preconizado, por ciertos representantes del Partido Kuo-Ming-Tang).

A pesar de esto, el movimiento profesional y político de la clase obrera de los países atrasados ha progresado mucho en estos últimos años. La formación de partidos autónomos de la clase proletaria en casi todos los países orientales es un hecho sintomático, aunque la aplastante mayoría de esos partidos debe hacer todavía un gran trabajo interior para liberarse del espíritu de pandilla y de muchos otros defectos. La Internacional Comunista apreció en su justo valor, desde el comienzo, la importancia potencial del movimiento obrero en Oriente, y esto prueba bien que los proletarios del mundo entero están unificados internacionalmente bajo la bandera del Comunismo. Las Internacionales II y II1/2 hasta el presente, no encontraron partidarios en ninguno de los países atrasados, debido a que estas internacionales se limitan a jugar un "papel auxiliar" delante del imperialismo europeo y americano,

 

V

Los objetivos generales de los partidos Comunistas Orientales

 

Los nacionalistas burgueses aprecian al movimiento obrero según la importancia que pueda tener para su victoria. El proletariado internacional aprecia al movimiento obrero oriental desde el punto de vista de su futuro revolucionario. Bajo el régimen capitalista, los países atrasados no pueden utilizar las conquistas de la ciencia y de la cultura contemporánea sin pagar un enorme tributo a la explotación y a la opresión barbarás del capital metropolitano. La alianza con los proletarios de los países altamente civilizados les será ventajosa, no solamente porque corresponde a los intereses de su lucha común contra el imperialismo, sino también porque será después de haber triunfado cuando el proletariado de los países civilizados podrá suministrar a los obreros de Oriente un socorro desinteresado para el desarrollo de sus fuerzas productivas atrasadas. La alianza con el proletariado occidental desbroza el camino hacia una federación internacional de repúblicas soviéticas. El régimen soviético ofrece a los pueblos atrasados la manera más sencilla para pasar de sus condiciones elementales de existencia a la alta cultura del Comunismo, el que está destinado a suplantar en la economía mundial al régimen capitalista de producción y de repartición. El mejor testimonio de ésto es la experiencia de la edificación soviética en las colonias liberadas del ex-imperio ruso. Solamente una forma de administración soviética es capaz de asegurar el coronamiento lógico de la revolución agraria campesina. Las condiciones específicas de la economía agrícola en ciertas partes de los países orientales (irrigación artificial), mantenidas antiguamente por una organización original de colaboración colectiva sobre una base feudal y patriarcal y comprometida actualmente por la piratería capitalista, exigen igualmente una organización política capaz de satisfacer sistemáticamente las necesidades sociales. Como consecuencia de condiciones climáticas, sociales e históricas particulares, le corresponde generalmente en Oriente, en el período transitorio, un papel importante a la cooperación de pequeños productores.

Las tareas objetivas de la revolución colonial superan el marco de la democracia burguesa. En efecto, su victoria decisiva es incompatible con la dominación del imperialismo mundial. Al comienzo, la burguesía indígena y los intelectuales indígenas asumen el papel de pioneros de los movimientos revolucionarios coloniales, pero desde el momento en que las masas proletarias y campesinas se incorporan a esos movimientos, los elementos de la gran burguesía y de la burguesía terrateniente se apartan, dejando la iniciativa a los intereses sociales de las capas inferiores del pueblo. Una larga lucha, que durará toda una época histórica, espera al joven proletariado de las colonias, lucha contra la explotación imperialista y contra las clases dominantes indígenas que aspiran a monopolizar todos los beneficios del desarrollo industrial e intelectual y quieren que las masas queden como en el pasado, en una situación "prehistórica".

Esta lucha por la influencia sobre las masas campesinas debe preparar al proletariado indígena en el rol de vanguardia política.

Sólo después de haber sido sometido a ese trabajo preparatorio y después de habérsele sido sometidas las capas sociales adyacentes, el proletariado indígena se encontrará preparado para enfrentar la democracia burguesa oriental, que tiene una característica de formalismo aún más hipócrita que la burguesía de occidente.

La negativa de los comunistas de las colonias de tomar parte en la lucha contra la opresión imperialista bajo el pretexto de "defensa" exclusiva de los intereses de clase, representa un oportunismo de la peor calidad y que no puede más que desacreditar la revolución proletaria en Oriente. No menos nociva es la tentativa de mantenerse apartados de la lucha por los intereses cotidianos e inmediatos de la clase obrera, en nombre de una "unificación nacional" o de una "paz social" con los demócratas burgueses. Dos tareas confundidas en una sola corresponden a los partidos comunistas coloniales, y semi-coloniales: por un lado, luchar por una solución radical de los problemas de la revolución democrático-burguesa y que tiene por objetivo la conquista de la independencia política; por otro lado, organizar a las masas obreras y campesinas para permitirles luchar por los intereses particulares de su clase y utilizar con ese fin todas las contradicciones del régimen democrático-burgués. Al formular reivindicaciones sociales, estimulan y liberan la energía revolucionaria que no encontraba ninguna salida en las reivindicaciones liberales burguesas. La clase obrera de las colonias y semi-colonias firmemente debe saber que, la extensión y la intensificación de la lucha contra el yugo imperialista de las metrópolis pueden darle un rol director en la revolución, y que, únicamente la organización económica y política y la educación política de la clase obrera y de los elementos semi-proletarlos pueden aumentar la amplitud revolucionaria del combate contra el imperialismo.

Los partidos comunistas de los países coloniales y semi-coloniales de Oriente, que están todavía en un estado más o menos embrionario, deben participar en todo movimiento que sea apto para permitirles un acceso a las masas. Pero deben Ilevar una lucha enérgica contra los prejuicios patriarcal-corporativos y contra la influencia burguesa en las organizaciones obreras para defender a esas formas embrionarias de organizaciones profesionales, contra las tendencias reformistas y transformarlas en órganos combativos de las masas. Deben emplear todas sus fuerzas en organizar a los numerosos jornaleros y jornaleros rurales, al igual que a los aprendices de ambos sexos, en el terreno de la defensa de sus intereses cotidianos.

 

VI

El Frente Unico Antiimperialista

 

En los países occidentales que atraviesan un período transitorio caracterizado por una acumulación organizada de las fuerzas, ha sido lanzada la consigna de frente único proletario; en la hora actual, en las colonias orientales, es indispensable, lanzar la consigna de frente único antiimperialista. Lo oportuno de esta consigna está condicionada por la perspectiva de una lucha a largo plazo contra el imperialismo mundial, lucha que exige la movilización de todas las fuerzas revolucionarias. Esta lucha es tanto más necesaria debido a que las clases dirigentes indígenas son proclives a comprometerse con el capital extranjero y que sus compromisos atacan los intereses primordiales de las masas populares. De la misma manera que la consigna de frente único proletario en Occidente contribuyó y aún contribuye a desenmascarar la traición, por parte de los social-demócratas, de los intereses del proletariado, la consigna de frente único antiimperialista contribuirá también a desenmascarar las dudas e incertidumbres de los diversos grupos del nacionalismo burgués. Por otra parte, esa consigna ayudará al desarrollo de la voluntad revolucionaria y a la clarificación de la conciencia de clase de los trabajadores, incitándolos a luchar en primera fila, no solamente contra el imperialismo, sino también contra toda especie de supervivencia del feudalismo.

Antes que nada, el movimiento obrero de los piases coloniales y semi-coloniales debe conquistar una posición como factor revolucionario autónomo en el frente antiimperialista común. Solamente si se le reconoce esta importante autonomía y si conserva su plena independencia política, son admisibles e inclusive indispensables acuerdos temporarios con la democracia burguesa. El proletariado sostiene y enarbola reivindicaciones parciales, como por ejemplo la república democrática independiente, la concesión a las mujeres de los derechos que no tienen, etc, en tanto que la correlación de fuerzas que existe en ese momento no le permite plantear como tarea inmediata la realización de su programa soviético. Al mismo tiempo, intenta lanzar consignas susceptibles de contribuir a la fusión política de las masas campesinas y semi-proletarias con el movimiento obrero. El frente único antiimperialista está ligado indisolublemente con la orientación hacia la Rusia Soviética.

Explicar a las multitudes trabajadoras la necesidad de su alianza con el proletariado internacional y con las repúblicas soviéticas, ése es uno de los principales puntos de la táctica antiimperialista. La revolución colonial no puede triunfar sino es junto con revolución proletaria en los países occidentales.

El peligro de una alianza entre el nacionalismo burgués y una o varias potencias imperialistas hostiles, a expensas de las masas populares, es mucho menor en los países coloniales que en los países semi-coloniales (China, Persia) o que en los países que luchan por la autonomía política explotando con ese efecto, las rivalidades imperialistas (Turquía).

Aunque reconociendo que compromisos parciales y provisorios pueden ser admisibles e indispensables cuando se trata de una tregua durante la lucha de emancipación revolucionaria llevada contra el imperialismo, la clase obrera debe oponerse con intransigencia a toda tentativa de reparto de poder entre el imperialismo y las clases dirigentes indígenas, ya sea que ese reparto sea hecho abiertamente o bajo una forma embozada, pues tiene por objetivo conservar sus privilegios a los dirigentes. La reivindicación de una alianza estrecha con la República proletaria de los Sóviets es la bandera del frente único antiimperialista. Después de haberla elaborado, es necesario luchar decisivamente por la máxima democratización del régimen político, para privar de todo sostén a los elementos social y políticamente más reaccionarios y con el fin de asegurar a los trabajadores la libertad de organización que les permita luchar por sus intereses de clase (reivindicaciones de la república democrática, reforma agraria, reforma de los impuestos a la tierra, organización de un aparato administrativo basado sobre el principio de un amplio gobierno propio, legislación obrera, protección del trabajo de los niños, protección de la maternidad, de la infancia, etc.). Inclusive sobre el territorio de Turquía independiente, la clase obrera no goza de la libertad de coalición, lo que puede servir de índice característico de la actitud adoptada por los nacionalistas burgueses respecto al proletariado.

 

VII

Las tareas del proletariado en los países del pacífico

 

Por otra parte, la necesidad de la organización de un frente antiimperialista está dado por el crecimiento permanente e ininterrumpido de las rivalidades imperialistas. Esas rivalidades revisten actualmente tal agudeza que una nueva guerra mundial, de la cual el Océano Pacífico sería el escenario, es inevitable, si la revolución internacional no la previene.

La conferencia de Washington fue una tentativa a para remediar ese peligro, pero en realidad no ha hecho más que profundizar y exasperar las contradicciones del imperialismo. La lucha que tuvo lugar últimamente entre Hu-Pel-fu y Chan-So-lin en China, es la y consecuencia directa del fracaso de los capitalismos japoneses y anglo-americano para poner de acuerdo sus intereses, en Washington. La nueva guerra que amenaza al mundo arrastrará no solamente al Japón, a América y a Inglaterra, sino también a las otras potencias capitalistas, tales como Francia y Holanda, y todo deja prever que esta guerra será todavía más devastadora que la del 14-18.

La tarea de los partidos comunistas coloniales y semi-coloniales de los países ribereños del Océano Pacífico consiste en desarrollar una enérgica propaganda teniendo por objetivo explicar a las masas el peligro que les aguarda y llamarlas a una lucha activa por la liberación nacional y a insistir para que se orienten hacia Rusia Soviética, sostén de todos los oprimidos y de todos los explotados.

Los partidos comunistas de los países imperialistas tales como EE.UU., el Japón, Inglaterra, Australia y Canadá tienen el deber, ante el peligro inminente, de no limitarse a una propaganda contra la guerra, sino esforzarse por todos los medios por descartar los factores capaces de desorganizar el movimiento obrero de esos países como también los que faciliten la utilización por los capitalistas de los antagonismos de nacionalidades y razas.

Esos factores son: la cuestión de la emigración y del mercado barato de la mano de obra de color.

El sistema de contrato es, hasta ahora, el principal medio de reclutamiento de los obreros de color para las plantaciones de caña de azúcar de los países del sur del Pacífico donde los obreros son importados de la China y de la India. Este hecho ha determinado a los obreros de los países imperialistas a exigir la puesta en vigor de leyes que prohiban la inmigración y el empleo de mano de obra de color, esto tanto en América como en Australia. Esas leyes prohibitivas agudizan el antagonismo que existe entre los obreros blancos y los obreros de color, dividiendo y debilitando la unidad del movimiento obrero.

Los partidos comunistas de Estados Unidos, de Canadá y de Australia deben emprender una enérgica campaña contra las leyes prohibitivas y mostrar a las masas proletarias de esos países que leyes de ese tipo, excitando las enemistades de razas, se vuelven al fin de cuentas, contra los trabajadores de los países prohibicionistas.

Por otra parte, los capitalistas suspenden las leyes prohibitivas para facilitar la inmigración de la mano de obra de color, que trabaja a menor precio, y para disminuir de esta manera el salario de los obreros blancos. Esta intención manifiesta de los capitalistas de pasar a la ofensiva, puede ser desbaratada eficazmente si los obreros inmigrados entran en los sindicatos donde están organizados los obreros blancos. Simultáneamente debe reivindicarse un aumento de salarios de la mano de obra de color, de forma de hacerlos iguales a los de los obreros blancos. Tal medida tomada por los partidos comunistas desenmascarará las intenciones capitalistas y al mismo tiempo mostrará con evidencia a los obreros de color que el proletariado internacional está desprovisto de prejuicios de raza.

Para llevar a cabo las medidas indicadas anteriormente, los representantes del proletariado revolucionario de los países del Pacífico deben convocar a una conferencia de esos países. que elaborará la táctica a seguir y encontrará las formas de organización para la unificación efectiva del proletariado de todas las razas de los países del Pacífico.

 

VIII

Las tareas coloniales de los partidos metropolitanos

 

La importancia primordial del movimiento revolucionario en las colonias para la revolución proletaria internacional exige una intensificación de su acción en las colonias por parte de los partidos comunistas de las potencias imperialistas.

El imperialismo francés cuenta, para la represión de las fuerzas de la revolución proletaria en Francia y en Europa, con los indígenas de las colonias quienes, según su idea, servirán de reservas para la contrarrevolución.

Como en el pasado, los imperialismos inglés y americano continúan dividiendo el movimiento obrero y atrayendo a su lado a la aristocracia obrera con la promesa de otorgarle una parte de la plusvalía proveniente de la explotación colonial.

Cada uno de los partidos comunistas de los países que posean un dominio colonial, debe encargarse de organizar sistemáticamente una ayuda material y moral al movimiento revolucionario obrero de las colonias. A toda costa es necesario combatir inflexiblemente y sin tregua las tendencias colonizadoras de ciertas categorías de obreros europeos bien pasados que trabajan en las colonias. Los obreros comunistas europeos de las colonias deben esforzarse por agrupar los proletarios indígenas ganándose su confianza mediante reivindicaciones económicas concretas (aumento de los salarios indígenas hasta el nivel de los salarios de los obreros europeos, protección del trabajo, etc. . .). La creación en las colonias (Egipto y Argelia) de organizaciones comunistas europeas aisladas no es más que una forma enmascarada de la tendencia colonizadora y un sostén de los intereses imperialistas. Construir organizaciones comunistas según el principio nacional, es ponerse en contradicción con los principios del internacionalismo proletario. Todos los partidos de la I.C. deben explicar constantemente a las multitudes trabajadoras la extrema importancia de la lucha contra la dominación imperialista en los países atrasados. Los partidos comunistas que actúan en los países metropolitanos deben formar al lado de sus comités directores, comisiones coloniales permanentes que trabajarán para los fines indicados más arriba. La I.C. debe ayudar a los partidos comunistas de Oriente, en primer lugar, dándoles su ayuda para la organización de la prensa, la edición periódica de diarios redactados en los idiomas locales. Particular atención debe acordarse a la acción entre las organizaciones obreras europeas y entre las tropas de ocupación coloniales. Los partidos comunistas de las metrópolis deben aprovechar todas las ocasiones que se les presenten para denunciar el bandidismo de la política colonial de sus gobiernos imperialistas, como también las de sus partidos burgueses y reformistas.

 

Presentado en el Cuarto Congreso de la Internacional Comunista, (7 de Noviembre de 1922)

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