EL PUEBLO EN LA CALLE
Justino Sinova

Sabíamos del desprecio de ETA por la vida y de su aversión por la opinión ajena. Ahora también sabemos de su ilimitada torpeza para encauzar su actividad, de su ineptitud para entender hasta lo que les conviene a los verdugos. Al disparar el sábado contra Miguel Angel Blanco desoyendo los ruegos llegados desde los más insospechados lugares del mundo, la banda terrorista volvió a demostrar que es una organización sin sentido, una máquina de violencia alimentada por su propia violencia.

La reacción del pueblo español, sobre todo del pueblo Vasco, al inhumano chantaje montado en tomo a la persona del concejal del PP fue ayer una de las páginas más emocionantes de nuestra reciente historia. La impresionante manifestación de Bilbao junto con las incansables demostraciones en todos los puntos de España, la unidad de todas las fuerzas políticas, el proceder de los medios de comunicación fueron parte de una exhibición de solidaridad y de esperanza como no cabía suponer. Ayer salió a la calle masivamente el pueblo para rechazar a ETA. Al no entenderlo así los terroristas demostraron que estan patéticamente fuera de la realidad.

Cuando esta sociedad habla de los terroristas también habla ya de Herri Batasuna. Ayer estuvo presente en el objetivo y en el ruego de todos esta coalición que ampara y que anima a ETA. La sociedad ha quitado la careta a sus integrantes y los señala con el dedo, decididamente, indudablemente, como responsables solidarios de la violencia. Y se empieza a levantar la voz que pide el aislamiento social de HB si los miembros de esta coalición no ponen su complicidad al servicio de convencer a los etarras de que dejen de agredir a quienes no piensan como ellos.

El día de ayer, culminado con el sádico cumplimiento por ETA de su amenaza, ha profuridizado la línea divisoria entre la sociedad y sus enemigos del mundo etarra, ciegos de violencia. ETA podrá seguir asesinando, pero no podrá ganar la guerra porque el pueblo está en la calle, con más energía, con más irritación, con más decisión desde que se conoció que un pistolero etarra había cumplido su amenaza. No podrá ganar la guerra. Lo único que le queda hacer es abandonar la violencia y pedir perdón.

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