Carta de intenciones

Antes de que nadie se escandalice, se enfade, y empiece a insultar sin más reflexión que la sinrazón del improperio, ESTAS PÁGINAS NO SON MÁS QUE UN EJERCICIO DE MEDITACIÓN Y RECREACIÓN, de lo que puede ser una posibilidad histórica para ese país al que algunos denominan España y otros el Estado Español, y nunca serán páginas para herir ni maltratar los sentimientos e ideas de nadie.

La larga tradición monárquica de las tierras de la Península Ibérica no pueden ser razón eterna para mantener un concepto de estado que, a nuestro entender, conculca desde la cima de la pirámide la más antigua de las teorías democráticas: la elección de los dirigentes.

En la vida cavernaria y pre-clásica el gobierno y liderazgo estaba reservados a los ejemplares humanos más fuertes físicamente, prestándose poca atención a la fortaleza intelectual. Eran los más brutos, en el sentido más grosero de la palabra, los que regían los destinos de los más débiles.

El cultivo y refinamiento del pensamiento humano fue creando la necesidad de contar en los liderazgos con un adorno cultural y filosófico, que sin hacer peligrar a los líderes les hacían parecer menos neardenthalienses de lo que realmente eran.

Pensamos que al frente del Estado debe estar el más refinado y capaz de los miembros de la tribu, pero, además, la república implica también una concepción más progresista y moderna de lo que es la vida humana de finales del siglo XX.

Y sostenemos además que España es sólo un nombre, (What's in a name?, al decir Shakespeariano), la tribu española sólo existe en los acontecimientos deportivos y otros menesteres folklóricos. La realidad española está en las diferente tribus que la pueblan y la diferencian. España como país sólo tiene futuro lejano en una Federación de tribus, que además de elegir soberanamente a sus dirigentes más próximos e incluso decidir o no su pertenencia a la Federación, pueden elegir a los dirigentes más válidos para gobernar esa supraentidad que solamente tiene esencia cuando es un conglomerado de todos los intereses peninsulares e insulares, el estado español, de ahora en adelante la REPÚBLICA FEDERAL ESPAÑOLA.

Atempérense los ánimos y las disputas. No hay tal, los pueblos deciden sus destinos y esto no es más que una propuesta que se le hace a las tribus ibéricas peninsulares e insulares.

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