IMHOTEP Y LA PIRÁMIDE DE ZOSER 


Sacerdote, médico, astrónomo y arquitecto, Imhotep fue el artífice e inspirador de la pirámide de Zoser, primera construcción auténticamente "humana" erigida en Egipto. Antes de él fueron las enigmáticas pirámides de Gizeh, cuya autoría constituye todavía hoy un misterio; y después... la mediocridad. Pero, entremedias, tuvo lugar el nacimiento de una secreta técnica, el ablandamiento de piedras, que dio lugar a algunos de los misterios más insondables sobre la edificación de estos monumentos y aún hoy mantiene desconcertados a los investigadores. Hay quien cree que Imhotep recibió este conocimiento directamente de los dioses...


La pirámide de Zoser, en Saqqara

 

SOKAR, dios de los muertos, dio nombre a la necrópolis más importante de Egipto, Sakkara, que con sus ocho kilómetros cuadrados de superficie fue la última morada de faraones, nobles y funcionarios de todas las dinastías egipcias, desde el Imperio Antiguo hasta los ptolomeos.

Sakkara es un conjunto que impresiona al visitante. Allí domina el relieve, con un indescriptible despliegue de encantadora ingenuidad, patrimonio exclusivo de los tiempos primitivos. De ninguna otra época poseemos un conjunto de funerarias homogéneo. Su inmenso cementerio, destinado a los muertos de Menfis -capital del Norte-, es un exponente de toda la historia de Egipto, pero de entre todas sus tumbas las más significativas son las que pertenecen al Imperio Antiguo, aquellas destinadas a los altos funcionarios de las dinastías V y VI.

Son muchas las tumbas de Sakkara que han permanecido ajenas al paso del tiempo. En algunas puede observarse todavía la marca del cincel tanteando la piedra, la gota de pintura que sobró tras solidificarse ésta, el trazo finísimo en lápiz del dibujo que no terminó por ser recubierto por la pintura o el cuadrilátero que, sobre las paredes, debía asegurar la justa repartición de las figuras del esbozo. Paredes y techos brillan con la espectacular elocuencia de sus manifestaciones decorativas.

El colosal cementerio de Sakkara posee más de 6.000 tumbas catalogadas. Todas son semejantes: constan de una cripta subterránea dividida en dos cámaras. Una, es la tumba propiamente dicha, es decir, el lugar donde se encuentra el sarcófago de madera o de tierra cocida que alberga el cadáver embalsamado. La otra es la despensa del difunto y en ella es posible encontrar los más variopintos elementos, desde instrumentos de caza, hasta cucharillas para ungüentos, tarros de cosméticos o amuletos.

En una de estas tumbas perteneciente a la II Dinastía el arqueólogo británico Walter Emery halló, dispuesta en platos y fuentes de refinado arte, la comida del difunto: codornices, pichones, pescado, chuletas, legumbres, tortas y panecillos triangulares. Según los investigadores, los familiares del muerto, que habían dejado sus huellas sobre la arena de la tumba 5.000 años atrás, habrían conseguido con esta ceremonia la inmortalidad de su ser querido.

 

¿ES ZOSER UNA PIRÁMIDE "SOLO" EGIPCIA?


El Egipto Antiguo, modelo de administración y cultura, creía en la reencarnación, en el alma inmortal. En época de la III Dinastía, junto al progreso social, tuvo lugar un enorme avance tecnológico que también se puso al servicio de la vida de ultratumba. Es así como Imhotep, primer ministro del rey Zoser, tuvo a su disposición todas las herramientas que el Estado le ofrecía para acometer la primera gran pirámide que construyó el ser humano. No cabe duda de que el monumento que alzó en Sakkara en honor de su faraón, con 850.000 toneladas de piedra, sirvió como punto de partida para la mayor industria lítica de las antiguas civilizaciones. Hoy sabemos, como ha demostrado la arqueología, que la pirámide escalonada de Zoser es una evolución de la mastaba y fue concebida como una sucesión decreciente de seis pirámides superpuestas. Antes de esta construcción, no hubo empeño ni tecnología capaz de llevar a cabo algo similar.

Hasta aquí, todo parece normal: un pueblo cuyo desarrollo avanza y cuyos logros se reflejan también en su arquitectura. Hoy la historia presenta la obra de Imhotep como la consecución lógica de la evolución cultural y científica de los pobladores del Nilo, pero hay datos que revelan que este sacerdote, matemático, astrónomo y médico -que fue incluso divinizado por los ptolemaicos- contó para su proyecto con ayudas "ajenas" al pueblo egipcio...

 

SORPRENDENTES INSCRIPCIONES EN LA ESTELA DE FAMINE


LA ESTELA DE FAMINE.

"...En el lado este de Elefantina hay numerosas montañas conteniendo todos los minerales, todas las piedras convenientes para aglomerados, todos los productos que la gente recorre buscando para construir los templos de los dioses de norte a sur los, establos de los animales sagrados, la pirámide del rey y las estatuas para ser erigidas en templos y santuarios..." Este texto es el comienzo de la inscripción contenida en la columna número 11 de la llamada Estela Química de Jnum, más conocida como la Estela del Hambre (Famine Stele), hallada por Charles Wilbour en 1889 en la isla de Sehel, a tres kilómetros de Assuán.

No sabía su descubridor la polémica que estas palabras iban a suscitar posteriormente. La Estela de Famine fue escrita en tiempos del rey Ptolomeo V Epifanes (205-182 a.C.) -el mismo que redactó, en la famosa Piedra Rosetta (196 a.C.), las tasas que debían recibir los templos- y en ella se relatan hechos ocurridos 2.500 años atrás, durante el reinado del faraón Zoser de la III Dinastía.

La Estela de Famine fue traducida por primera vez en 1891 por Karl Brugsch y, debido a lo extraño de su contenido, la operación se ha venido repitiendo en numerosas ocasiones, la última de ellas en 1953 por Paul Barguet. Porque en sus 2.600 jeroglíficos dispuestos en 32 columnas se relatan, ni más ni menos, las fórmulas dadas por el dios Jnum a Zoser a través de sueños con el fin de que éste pudiera fabricar piedras artificiales con las que alzar su sagrado monumento.

Entre las columnas 11 y 18 Imhotep enumera cerca de 650 tipos distintos de minerales con los que conseguir la fórmula. Y entre las columnas 18 y 20 se narra el sueño del faraón para erigir su pirámide siguiendo las instrucciones del dios.

Jnum era el dios creador y su sede era Elefantina, donde se levantó un templo en su honor formando tríada con las diosas lsis y Neftis, representaciones egipcias de Sirio A y de Sirio B. Se dice de Jnum que era el dios alfarero que había creado con barro el huevo de donde nació Ra, el Sol. Con tales dones no es raro que supiera y comunicara fórmulas tan especiales. Lo curioso es que entre estos 650 minerales y sustancias los egiptólogos no han podido encontrar las más usuales en la construcción, como la arenisca, la caliza o el granito.

 

EL MISTERIOSO OBELISCO INACABADO


Pero, como para la arqueología oficial no existe ningún misterio, ésta considera que las fórmulas constructivas mencionadas simplemente formaban parte de una serie de ritos mágicos sin sentido práctico. Aunque se equivoca. A lo largo del Nilo existen evidencias de que los antiguos egipcios sabían aplicar un método desconcertante: el ablandamiento de piedras. Una técnica que, incluso para la ciencia de hoy, constituye un auténtico reto: no es fácil conseguir ablandar un bloque de caliza y granito y que, posteriormente, éste vuelva a su estado anterior de solidez.

Detalle del Obelisco inacabado.

Pero, una vez más, la palabra "imposible" parece carecer de significado en el Antiguo Egipto. Cerca de la isla de Sehel, en las cercanías de Assuán, se encuentran las famosas canteras de granito rojo cuyos restos dan cuenta de la industria pétrea que se desarrolló en aquella época. Todos los faraones admiraron la dureza y elegancia de este material que, entre otras cosas, dio origen al sarcófago, las paredes y los techos de la Cámara del Rey, en la Gran Pirámide: también a las columnas del templo de lsis, delante de la Esfinge, y a los grandes obeliscos del templo de Karnac. Innumerables toneladas de piedra fueron arrancadas de la tierra y transportadas por los egipcios desde aquellas canteras hasta los múltiples templos esparcidos a lo largo del Nilo. Pero también dejaron algo, algo tan grande que no pudieron mover. O quizá, el famoso Obelisco Inacabado no fue realizado con tal tamaño para ser transportado, sino para dejar constancia de la desconcertante técnica con que fue diseñado.

No se ha hallado nada en él que indique el uso de cinceles o martillos, pues no quedaron restos de escoriaciones. Si se observa de cerca, se aprecian anchos surcos verticales producidos por algo parecido a una pala que modeló sus proporciones. La única explicación posible es que, cuando atacaron la cantera, la piedra estaba blanda.

Tanto en las caras laterales como en la parte superior de este Obelisco Inacabado se aprecian canales, paralelos, de igual tamaño. Se trata de huellas que han permanecido allí desde hace miles de años, pues no se sabe su antigüedad. Se dice que el monolito fue abandonado porque en él apareció una fisura, pero en los exámenes que hemos llevado a cabo se ha podido comprobar que tal fisura no existe, sino que en algún momento de la historia alguien quiso cortar la piedra para hacer un obelisco más pequeño. De hecho, se nota la acanaladura dejada por un cincel que se introduce en la piedra regularmente a una profundidad fija de 3 centímetros. Todo parece indicar que los autores se arrepintieron después y dejaron la mole de piedra tal cual.

A pocos metros del monolito, los químicos se entretuvieron en perforar la piedra circularmente, dejando así unos pozos de ignorado significado. En ellos cabe un hombre. Sus paredes, sin restos de golpes, no son rectas, de lo que se deduce que fueron ahuecadas de manera irregular, sin aparente esfuerzo y sin que en la operación interviniera máquina alguna.

 

MÉTODOS SECRETOS PARA ELABORAR LAS PIEDRAS


En el obelisco más grande del templo de Karnac la reina Hatshepsut hizo escribir unos jeroglíficos indicando que las generaciones futuras se preguntarían sobre la técnica utilizada en la confección e izado de su gran monolito, manteniendo en secreto tal procedimiento. De esta clara alusión a la magia se puede deducir que los sacerdotes, detentores del saber conocían métodos que no estaban a disposición del público. Ni en los relieves ni en los papiros se ha encontrado alusión alguna al modo en que fueron transportados los bloques, de cientos de toneladas, que encontramos en Egipto. Se trata de secretos tecnológicos que aún hoy nos resultan absolutamente desconocidos.

Oquedad hecha en granito.

El profesor Joseph Davidovits, catedrático de las universidades de Paris, Toronto y Florida, ha conseguido reconstruir la fórmula expuesta en la Estela de Famine y ha retado a los arqueólogos a cambiar sus planteamientos sobre la edificación en el país del Nilo. Gracias a sus experimentos ha logrado ablandar la caliza, aunque reconoce tener problemas en su solidificación, que no se realiza de forma homogénea Su guante no ha sido recogido todavía por la egiptología. Por otro lado, los investigadores se encuentran con un problema añadido a la hora de explicar qué hacen cabellos humanos, hilos, burbujas de aire e incluso uñas en el interior de rocas provenientes de la Gran Pirámide. Por medio de la fotografía microscópica, Davidovits ha llegado a encontrar indicios de elementos intrusos en más de 20 rocas.

Imhotep está considerado como el inventor de la mampostería. Lo que no sabemos es si, para construir sus piedras aglomeradas, tuvo o no acceso a la información referida en la Estela de Famine. A este respecto, la pirámide de Zoser no puede despejar la incógnita, ya que en ella no se ha llevado a cabo ningún estudio. Sin embargo, en la pirámide atribuida a Kefrén sí hay rastros de ablandamiento en su cara oeste. Davidovits pudo constatar que en algunos lugares, para rellenar un hueco, se colocó la pasta de tal forma que hoy es difícil apreciar el desperfecto. Las hiladas recorren decenas de metros sin que se observe junta alguna y con señales inequívocas de las maderas que constituyeron el armazón de tan singular mortero.

 

LOS INVESTIGADORES, DESCONCERTADOS


Piedras reblandecidas, una de ellas con el ojodehorus

Por su parte, las investigaciones llevadas a cabo por el doctor Klemm sobre algunas piedras de esta pirámide arrojan resultados muy significativos. Este experto observó, extrañado, que la piedra del interior de los bloques presentaba distintas densidades. Cualquiera que mire las pirámides puede ver que, mientras algunas rocas mantienen las líneas geométricas con que fueron proyectadas, otras han perdido sus perfiles originales, presentando extraños orificios y descarnaduras, que dan la apariencia de desgaste. Los análisis de Klemm demostraron no sólo que un mismo bloque presentaba diferentes consistencias, sino que cada uno de ellos era completamente distinto a los demás, cosa imposible en piedras procedentes de una misma cantera. Pero su gran descubrimiento lo realizó cuando pudo medir la cantidad de agua que poseían. Se sabe que todas las rocas están compuestas por una parte de agua más o menos pequeña, pero resultó que las calizas investigadas por Klemm poseían una cantidad de hasta cien veces superior a la normal y, dato curioso, apreció más líquido en la parte inferior de las piedras que en la superior. Todo parecía indicar que, efectivamente, se estaba enfrentando a un conglomerado y no a una roca de 200 millones de años de antigüedad.

Esta enorme presencia de agua en los bloques calizos de la pirámide atribuida a Kefrén fue lo que alteró los resultados del experimento realizado por el profesor estadounidense Luis Alvarez en su intento por descubrir cámaras ocultas utilizando para ello rayos cósmicos. La investigación contó con un gran equipo de científicos y la colaboración de doce organismos oficiales de Egipto y Estados Unidos, además de la ayuda de la Comisión Norteamericana de Energía Atómica, la Unión Smithsoniana, la Facultad de Ciencias de la Universidad de Ein Shams (El Cairo), etc.

Álvarez, Premio Nobel de Física en 1968, había ideado una máquina para registrar el paso de rayos cósmicos a través de las caras de la pirámide de Kefrén. El proyecto se basaba en el hecho comprobado de que estos rayos, que bombardean nuestro planeta día y noche, pierden parte de su energía, al pasar a través de un objeto, en proporción directa a la densidad y grosor de éste. Así pues, instaló en la cámara de la pirámide de Kefrén todo su arsenal científico y empezó a registrar electrónicamente las trayectorias de cada rayo. Pensaba que en el interior del monumento podría hallar ciertos vacíos o huecos que se registrarían como una imagen estereoscópica en la llamada "cámara de chispas".

En Septiembre de 1968 se habían medido dos millones de trayectorias de rayos cósmicos, número suficiente para haber descubierto cualquier oquedad. Tras pasar los datos a un potente ordenador IBM, los resultados fueron reflejándose en la pantalla, que mostró claramente las esquinas y perfiles de la pirámide junto a varios puntos oscuros en el interior de su estructura. La alegría inicial de los esperanzados científicos se fue tornando en incertidumbre cuando empezaron a ocurrir acontecimientos misteriosos. Cada vez que introducían datos, los resultados sobre la posición de las posibles cámaras variaban. De un día para otro, de una hora para otra, la pirámide parecía ser distinta. "Esto desafía todas las leyes conocidas de la física", llegó a manifestar el doctor Amr Goneid. Hasta que, finalmente, la voz de los investigadores se alzó unánime: "Los resultados son científicamente imposibles".

John Tunstall, corresponsal del Times, pudo seguir la operación desde la Universidad de El Cairo y publicó una entrevista con el doctor Goneid, quien se expresó en los siguientes términos: "O en la geometría de la pirámide se ha cometido un error considerable que podría alterar nuestras lecturas, o aquí tenemos un misterio inexplicable... llámelo usted como quiera, ocultismo, maldición de los faraones, hechicería o magia. Aquí hay una fuerza que desafía las leyes de la ciencia aplicadas a la pirámide". Luis Álvarez, por su parte, acabó convencido de la existencia de duendes en el interior del monumento. Pero lo más probable es que en esta investigación los científicos no contaran con que la densidad de las piedras "prefabricadas" de Kefrén es anormal: la presencia de agua en grandes cantidades pudo provocar los inexplicables cambios de rumbo de los rayos cósmicos observados por los científicos.

 

¿ESTUVIERON SIEMPRE CEGADOS LOS CANALES DE VENTILACIÓN?


A lo largo del Nilo, desde Abu Simbel a Alejandría, hay numerosas muestras que vienen a confirmar el hecho de que los egipcios utilizaron los conocimientos que poseían sobre el ablandamiento de piedra. La última de ellas ha resuelto uno de los grandes enigmas de la Gran Pirámide. Cuando el ingeniero Rudolf Gantenbrink introdujo en 1994 su famoso robot UPUAUT por los conductos de ventilación de la Cámara de la Reina, la arqueología oficial creyó obtener datos precisos que corroboraban la fecha de construcción del monumento en la IV Dinastía de Egipto. En el canal norte fue encontrada una herramienta con forma de doble gancho cuyo mango de madera procedía, indudablemente, de aquellas fechas. Fue así como los que pensábamos que las pirámides de Gizéh tenían por lo menos 12.000 años de antigüedad (instituto de Energía Atómica de Sao Paulo incluido) quedamos, momentáneamente, desconcertados.

Pero analicemos cómo fue datado este objeto y por qué, según veremos más adelante, su descubrimiento no ha venido a aportar en realidad nada significativo respecto de la fecha de construcción de la Gran Pirámide. La herramienta encontrada era idéntica a las halladas por Wayman Dixon en 1872 en el canal sur. Hasta entonces, se pensaba que los constructores de este monumento habían dejado cegados los canales de ventilación de la Cámara de la Reina, ya que no parecían tener salida al exterior ni aparente comienzo desde la estancia. Tan sólo tras hallar una minúscula fisura, los hermanos Dixon pudieron deducir la presencia de estos túneles y, lógicamente -pensaron los arqueólogos-, si los canales estuvieron taponados desde un principio y en su interior se encontraron herramientas de la IV Dinastía, ya no cabía la menor duda de cuándo se edificó el monumento. Pero en Egipto las cosas nunca son fáciles. Cuando el robot de Gantenbrink recorrió más de 60 metros por ambos canales desde la Cámara de la Reina, se tropezó con algo que parecía ser una puerta. Realmente nunca pudo ser tal, ya que tenía tan sólo 22 centímetros de anchura por 20 de altura, pero la semejanza se produjo porque poseía incrustados dos pequeños pomos de cobre. Desde entonces se han realizado todo tipo de especulaciones en torno a lo que pudiera haber tras esa "puerta", aunque lo más probable es que tras ese pequeño bloque exista otro, y luego otro... los suficientes como para rellenar el canal hasta su salida por las caras norte y sur. Lo normal es suponer que los diseñadores de la pirámide la construyeron con canales que, desde las cámaras del Rey y de la Reina, tenían salida al exterior, pues no parece lógico excavar cientos de metros de canales para luego dejarlos cegados. De lo que se deduce que fue en épocas posteriores cuando se decidió tapar los correspondientes a la Cámara de la Reina. ¿Cómo? Introduciendo desde el exterior bloques del mismo tamaño de los canales que, desde dentro, eran empujados por las herramientas a las que nos hemos referido. Este artilugio -que muchos han comparado al instrumento mágico usado en la ceremonia de la apertura de la boca- no es más que un doble gancho -similar al que tiene por uno de los lados el martillo para sacar clavos- que se introducía en los pomos de la puertecilla de Gantenbrink para, después, tirar de él con una cuerda desde la Cámara de la Reina. y, cuando los canales estuvieron taponados por el exterior, se decidió cegarlos también en su comienzo. Pero, ¿cómo?

Los hermanos Dixon dijeron que la distancia de roca que separaba los canales de la pared de la Cámara de la Reina era de 15 centímetros. Los bloques que componen estas paredes son de 90 centímetros de ancho, por lo que hasta ahora se suponía que los conductos de aire fueron esculpidos en 75 centímetros, dejando los últimos 15, los más cercanos a la sala, sin trabajar. Una suposición que resultó ser falsa. Dixon dejó escrito que, cuando descubrieron la fisura, introdujeron en ella un hilo de metal y entonces pudieron comprobar que, efectivamente, existía un hueco. Cualquiera que observe hoy de cerca los canales de ventilación de la Cámara de la Reina puede ver que en realidad no estuvieron cegados, ya que sus líneas surgen completamente rectas desde la pared para internarse hacia las entrañas del monumento.

Es dudoso que en una piedra caliza aparezca una fisura de tanta profundidad, dada la perfección que los constructores de la Gran Pirámide ejercitaron en toda la obra. Ninguna otra piedra del monumento presenta este tipo de imperfección. Y es probable, además, que al obrero árabe que procedió a abrir los canales no le preocupara lo más mínimo que su trabajo quedara tan perfecto. ¿Cómo es posible entonces que la amplitud que dio a la apertura fuese exactamente la misma que su prolongación en el túnel? ¿Por qué extraño motivo la piedra ofrecía un lustre milenario, sus aristas coincidían justo con las paredes de la cámara y sus perfiles ofrecían una más que precisa simetría de escuadras? No cabe duda de que los canales se pudieron abrir con tanta maestría porque el puntero del arqueólogo no atacaba la piedra, sino un aglomerado tipo cemento que simulaba en tal grado a la caliza que hubieron de pasar más de mil años desde que Al Mamún entrase a la pirámide para que alguien se percatara de la anomalía.

 

LOS DlOSES CONSTRUCTORES


Resulta impensable, por muchos motivos, que el diseñador de la Gran Pirámide realizara unos túneles de 75 metros que recorren todo el monumento para luego taponarlos. Esta operación debió hacerse en épocas muy posteriores. En realidad, el conjunto de Gizéh -que podría llevar levantado diez, doce o treinta mil años fue usurpado para sus propios fines por los faraones de la lV Dinastía, quienes pusieron allí sus nombres, cerraron los "templos" al pueblo e iniciaron una serie de ritos y de experiencias distintas de las programadas originariamente en la obra. Para las ceremonias de momificación, que seguramente se llevaban a cabo en la Cámara de la Reina, se vieron obligados a aislar la estancia del exterior, por lo que sus canales fueron taponados. Por el contrario, los correspondientes a la Cámara del Rey quedaron libres. También es probable que fuesen ellos quienes introdujeran los tapones de granito de grandes dimensiones para cerrar los corredores interiores de las pirámides, debiendo los faraones de las dinastías posteriores construir sus propios edificios para sus ceremonias de eternidad. Estas nuevas construcciones dieron el verdadero valor a los conocimientos arquitectónicos del Imperio Antiguo, para enaltecer a lo más alto de la escala técnica al arquitecto y especialistas que edificaron los monumentos más increíbles que existen en nuestro planeta.

Imhotep, el sacerdote, médico, arquitecto y astrónomo más importante de la antigüedad, elaboró, junto a los grandes sacerdotes de Menfis y de Heliópolis, toda una doctrina cósmica que relacionaba las construcciones de Gizéh con lo que contemplaba en el cielo, en las constelaciones de Sirio y Orión. Él no albergaba dudas respecto a quiénes hicieron las Gizéh, pues sabía que los egipcios del Paleolítico ya se encontraron con ellas erigidas. Sólo los Dioses pudieron realizarlas, e imaginó que el Duat celeste, el reino a donde van las almas de los difuntos, debía tener una correlación con la necrópolis de la ribera del Nilo. Fue así como sus conocimientos a todos los niveles le indujeron a levantar un monumento en honor a sus dioses constructores y a su faraón, Zoser, y cómo la primera pirámide construida por el hombre en Sakkara lleva su nombre. Pero su respeto por las edificaciones piramidales ya existentes no fue compartido por sus sucesores. Su saber arquitectonico aplicado en Sakkara superado por ningún otro arquitecto de las dinastías posteriores, ya que ninguna pirámide erigida en VI Dinastía puede competir en proporciones y magnitud con la que él levantó en Sakkara, probablemente ayudado, según reza en la Estela de Famine, por los mismos dioses.


Articulo realizado por Manuel José Delgado y publicado en la revista "Más Alla" en su especial monográfico: "PIRÁMIDES DEL MUNDO" en Marzo de 1996.

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