LA MESETA DE GIZEH Y SU GEOMETRÍA SAGRADA


Las más enigmaticas pirámides de Egipto -Keops, Kefrén y Micerinos- se alzan en este enclave mágico, desafiando desde tiempos inmemoriales la curiosidad de arqueólogos e investigadores de todas las épocas. Pero lejos de dar respuesta a sus preguntas, la meseta de Gizeh, sigue siendo un laberinto inexpugnable. Adentrarse en él es escrutar al milimetro todas y cada una de sus construcciones, tan íntima e inextricablemente relacionadas que sólo ahora comienzan a balbucir apenas unas palabras de lo que sin duda fue el "idioma" más complicado de la Tierra, un lenguaje que bien pudo haber llegado de las estrellas...


LA MESETA DE GIZEH.

Dijo Sigmund Freud que si los dioses no existieran el hombre los inventaría. Por si acaso, los dioses, desconfiando de la capacidad creativa del ser humano, dejaron constancia de su presencia edificando las pirámides de Gizéh: Keops, Kefrén y Micerinos.

Se mire por donde se mire, ésta es la única solución probable a todos los misterios que encierra una pequeña porción de terreno, de poco más de medio kilómetro cuadrado, donde se encuentra la zona arqueológica más importante del mundo. Lugar de no pocos investigadores de todos los tiempos, la meseta de Gizéh sonríe burlonamente a todos aque1los que han intentado desvelar sus secretos, desde Herodoto hasta muchos de los arqueólogos actuales.

Nos explicamos. El historiador griego recogió de boca de los egipcios del siglo V a.C. las crónicas que atribuian las tres grandes pirámides a Keops Kefrén y Micerinos. Sin embargo, otro historiador, Diodoro de Sicilia, fue informado de que quienes mandaron erigir tales monumentos fueron Armoeus, Ammosis e Inaron, mientras que los escritores árabes hablan de un rey llamado Surid como artífice de la Gran Pirámide. Aunque lo más probable es que ninguno de ellos acierte: desde que tales monumentos se alzaron hasta que los citados investigadores se hicieron eco de su construcción transcurrieron miles de años, lo que hace que estas crónicas no ofrezcan una gran credibilidad. Y es precisamente en una de ellas -la facilitada por Herodoto.-, además del testimonio del coronel Howard Vyse, en lo que se basa la arqueología oficial para atribuir a Keops la construcción de la Gran Pirámide; es decir, que la obra, - según esto- pertenecería a la denominada IV Dinastía. Cuando la verdad es que la bibliografía especializada ha convertido en argumentos de peso indicios que, como iremos viendo, no merecen tal consideración.

 

INTERPRETACIONES ERRÓNEAS.


Mariette, el prohombre de la egiptología, afirmó que las pirámides eran mudas, cuando el tiempo ha venido a demostrar que realmente era él quien estaba sordo. Lo malo es que sentó cátedra y desde entonces muchos de sus colegas se han aferrado a la idea de que los antiguos egipcios eran poco menos que unos chalados que tenían la obligación -impuesta por sucesivos gobiernos de combatir su ocio acarreando toneladas de piedras, sin otro fin que el de alimentar la opulencia y la vanidad de sus soberanos. Surgieron ideas tan peregrina como que cada faraón empezaba a construir su pirámide nada más llegar al trono y que, cuanto más durara su reinado, más alta era la edificación. Por su parte, los doctores Parker y Neugebauer indicaron que la matemática egipcia consistía en cálculos rudimentarios propios de niños de diez años, teoría que se vio apoyada por algunos documentos, como el papiro Rhind donde se dice que este pueblo daba al número "pi" un valor alejado de la realidad. Todo ello sirvió para correr un tupido velo sobre una de las pocas maravillas del mundo que sigue en pie y afirmar, como hizo el erudito profesor Lauer, que "el mero hecho de que aparezca el número 'pi' en las proporciones de la Gran Pirámide es la prueba de que lo consiguieron 'por casualidad"

 

Y, por si fuera poco, hasta la meseta de Gizéh llegó también toda una legión de visionarios armados de cinta métrica para aventurar las hipótesis más variopintas, aunque para ello tuvieran que inventar su particular pulgada piramidal o limar alguna arista para que sus cálculos cuadrasen.

 

 

COMPLEJAS RELACIONES GEOARQUITECTÓNICAS


Hasta que, por fin, "iluminados" por Ra, los estudiosos comprendieron que las pirámides de Gizéh no son mensurables, sino que se definen por relaciones. Y surgió una nueva línea de investigación encaminada a abandonar la idea preestablecida de que cada faraón siguió sus propios instintos constructivos, para pasar a considerar esta meseta como un único proyecto.

Tras las mediciones realizadas por Flinders Petrie a finales del siglo pasado, avaladas más tarde por los topógrafos de la Survey de Egipto, el mapa de Gizéh pudo ser interpretado desde una perspectiva diferente al descubrir que la situación de todos sus elementos arqueológicos respondía a precisas reglas geométricas. James A. Kane presentó en 1934 un análisis detallado de los aspectos geoarquitectónicos de las pirámides y de las relaciones existentes entre ellas. Y, en 1984, el egiptólogo nortemericano Mark Lehner, de la Universidad de Yale, quedó convencido de una obvia alineación a la que llamó "proyecto arquitectónico unificado".

Más tarde, en 1988, los investigadores John Legon y Robin J. Cook observarían que las tres grandes pirámides de Gizéh podían inscribirse en un rectángulo cuyos vértices opuestos serían las pirámides de Keops y Micerino. Este rectángulo (recuadro), medido en codos egipcios de 0,5236 metros, tendría un largo de 1.000 x raíz de 3 y un ancho de 1.000 x raíz de 2, siendo la diagonal 1.000 x raíz de 5. El pequeño error de algunos centímetros, en distancias de 1.700 metros, hizo que se descartara la palabra "casualidad", pudiéndose afirmar rotundamente que todo ello respondía a un plan preconcebido.

Aparte de las teorías geométricas, surgieron asimismo otras que, teniendo en cuenta las relaciones geométricas entre las pirámides, equipararon las edificaciones con prototipos de máquinas extraterrestres de diversa índole, rampas de lanzamiento de 0VNls o un campo de antenas emisoras-receptoras para comunicarse con el Cosmos. Tampoco han faltado los argumentos que relacionan la meseta de Gizéh y otros lugares de Egipto con una representación a escala del Universo, siendo esta última tesis la que ha producido mayor impacto.

 

UN FIRMAMENTO TERRESTRE


Los primeros indicios que apoyan esta interpretación surgirían en 1964 cuando los investigadores A- Badawy y V. Trimble descubrieron una curiosa alineación entre el canal de ventilación sur de la Cámara del Rey de la Gran Pirámide y el llamado cinturón de Orión, en la época en que, presumiblemente y según la arqueología oficial, se construyeron las pirámides. Con similares argumentos situaban el canal norte de la misma cámara apuntando a la estrella Tubán, de la constelación del Dragón. Siguiendo esta pista, Robert Bauval y Adrian Gilbert han realizado más recientemente una serie de hallazgos, detalladamente reflejados en el bets-seller mundial El misterio de Orión.

Canal de ventilación de la cámara de la Reina.

Su elaborada teoría se basa en el desarrollo de la cultura religiosa egipcia de las primeras dinastías y en las desconcertantes similitudes del firmamento con las grandes construcciones faraónicas de la Era de las Pirámides. Gracias a las mediciones realizadas en 1993 por el ingeniero Rudolf Gantenbrik, se ha podido evaluar con mayor precisión el ángulo de inclinación de los llamados canales de ventilación de la Cámara del Rey y de la Cámara de la Reina de la Gran Pirámide. Los de la cara sur de ambos recintos estarían alineados, respectivamente, con Orión y Sirio, mientras que los de la cara norte mirarían a Tubán y a la Osa Menor Todos ellos, además, habrían sido construidos -según estos estudiosos- en el año 2450 a.C.

Puerta de Gantenbrinck, descubierta al final del canal.

Por otro lado, y de forma extraordinaria -aseguran-, las tres pirámides de Gizéh serían el reflejo de las estrellas del cinturón de Orión. Así, Keops representaría a Al Nitak o Zeta Orionis, Kefrén a Al Nilam o Epsilon Orionis y Micerino a Mintaka o Delta Orionis. Asimismo - y siempre según este estudio- de las siete estrellas de Orión, cinco estarían también representadas a lo largo de Egipto. Aparte de en las pirámides de Gizéh, la estrella Saif se representa en la de Diodefre, en Abu Roash, mientras la estrella Bellatrix estaría relacionada con la pirámide de Nebka, en Zauyet el Aryan. Finalmente, las pirámides del faraón Snefru, en Dashur, estarían relacionadas -además de con Orión- con el grupo de estrellas de las Híadas, exactamente con Aldebarán y 311 Tauri.

Otra semejanza con el firmamento sería la del propio Nilo, al que Correspondería el papel de Vía Láctea. Todas las pirámides se elevan en la orilla oeste del río, mientras que en el cielo todas las estrellas mencionadas se sitúan en la ribera occidental de la Vía Láctea, el Duat.

 

EL REINO DE LOS MUERTOS


Pero hay más. No podemos olvidar, por un lado, que para los antiguos egipcios el Duat era el reino celeste de los muertos, mientras que, por otro, los textos de las pirámides son inflexibles al considerar que el rey se vuelve un alma-estrella después de la muerte. Según la interpretación realizada por el profesor Wallis Budge en base a estos escritos, Orión-Sirio serían las residencias de las almas desprendidas, almas cuyo "renacimiento" consistía en la unión del rey difunto con el Osiris original, transformándose así, como él, en un dios-estrella de la constelación de Orión. El Osiris original sería, pues, el señor del Duat, el reino de los muertos habitado por seres estelares.

Por otro lado, Parker y Neugebauer, de la Brown University de Rhode lsland, identificaron la imagen celeste de Sahu -representado como una enorme figura humana- con Orión, cuyo cinturón está formado por las tres estrellas relacionadas con las pirámides de Gizéh, mientras que en los textos de las pirámides Sahu-Orión está relacionado con Osiris, Isis con Sirio y el dios Seth con las Híadas. y, en el piramidión de la pirámide de Amenemhet III (1850 a.C.), Museo de El Cairo, podemos apreciar a Sahu-Orión como un hombre que camina con una estrella (Aldebarán) en las manos. De esta forma, el Duat celeste comprendería las constelaciones de Orión, Sirio y las Híadas, mientras que su representación en la Tierra, la gran necrópolis heliopoliana, sería el territorio donde se instalaron las pirámides de la IV Dinastía.

Datos, todos ellos, que fueron utilizados por Bauval y Gilbert para argumentar su teoría sobre Orión y la fascinante civilización egipcia. Así, explican, los constructores de la IV Dinastía habrían elevado las pirámides de Gizéh -y otras- para que sus muertos fueran enterrados en el Duat de la Tierra mientras que las almas de los difuntos viajaban al Duat celeste. Según ellos, además, en las ceremonias celebradas en el interior de la pirámide de Keops, los conductos de aire habrían jugado el papel de "caminos" para que el alma del rey difunto pudiera ascender y unirse definitivamente a las estrellas circumpolares.

 

LA TEORÍA DE ORIÓN: UNA HIPÓTESIS INCOMPLETA


¿Apuntan los canales hacia lejanas estrellas?

 Sin embargo, en la hipótesis de Bauval y Gilbert hay aspectos que no quedan suficientemente explicados. En primer lugar, en su representación de las tres estrellas de Orión los autores se han visto obligados a variar el eje norte-sur, de forma que éste coincidiera con el de las pirámides de Gizéh. Además, en la misma aparecen, aparte del cinturón de Orión, estrellas como Bellatrix y Saif -de menor importancia- mientras que no están presentes otras como Rigel y Betelgeuse. Sobre esta última cuestión los citados investigadores argumentan que, o bien no hubo tiempo de levantar las construcciones que corresponderían a éstas, o bien, si fueron efectivamente elevadas, habrían sido desmanteladas en épocas posteriores.

Paralelamente, en la hipótesis de estos estudiosos, el grupo de las Híadas queda mal representado por las pirámides de Dashur, mientras que la estrella a la que, en teoría, apunta el canal sur de la Cámara del Rey, no es Al Nitak, sino Al Nilam, estrella que correspondería a la pirámide de Kefrén. A ello hay que añadir que todas las relaciones astronómicas interpretadas por la angularidad de los canales tienen un error de más/menos 1 grado. Es más, tampoco se entiende por qué, si los canales apuntan a unas estrellas determinadas, los constructores los hicieron acodados, de forma que la parte de cielo que se vería al final de cada uno de ellos - de 20 x 22 centímetros de sección y 70 metros de largo- sería de poco más de 9 minutos de arco. Es decir, que cualquier estrella que pasara por allí sería visible, aunque sólo fuera durante 36 segundos. Y, si en lugar de servir para mirar por ellos, los canales hubieran cumplido la función de cauces para el ascenso del "Ka" del faraón a los cielos, no se explica la inexistencia de estos conductos en el resto de las pirámides.

 

PREGUNTAS SIN RESPUESTA


Ciertamente, la expuesta en El misterio de Orión es una de las más bellas teorías realizadas en torno a la edificación de las pirámides de Gizéh, pero, como hemos visto, tiene numerosos aspectos que la convierten en inviable, ya que no logra dar respuesta a muchas de las incógnitas de la historia del Antiguo Egipto. ¿Cómo es posible que, de la noche a la mañana, simples agricultores de la Edad del Cobre, recién salidos del Paleolítico, pudieran mover 30 millones de toneladas de roca en un período ridículo de 100 años? ¿Cómo explicar que, sin conocer la rueda y con útiles domésticos de madera y cobre, levantaran, con una perfección imposible incluso en nuestro tiempo, monumentos tan colosales con una tecnología a todas luces anacrónica?

La hipótesis de Bauval y Gilbert no explica, tampoco, el porqué de las cámaras y de los pasadizos secretos. Ni el hecho de que en las pirámides atribuidas a la IV Dinastía no exista dato alguno que las relacione con sus constructores: ningún faraón de la IV Dinastía escribió su nombre en las pirámides, mientras que sus familiares, como la reina Merisan - esposa de Kefrén-, tienen sus tumbas perfectamente datadas y repletas de jeroglíficos que detallan su cultura. Es más, esta teoría no da respuesta, tampoco, a otra incógnita de suma importancia: ¿cómo se explica que sólo veinte años antes de Snefru los egipcios no supieran construir pirámides como la que él hizo y veinte años después de Micerinos se les olvidara cómo hacerlas? En fin, toda una serie de incongruencias que obligan a cualquier estudioso serio de la materia a distinguir dos grupos bien diferenciados (que nada tienen que ver uno con otro) dentro de las pirámides egipcias: de un lado, aquellas construcciones que atribuidas a la IV Dinastía; de otro, todas las demás.

Pero volvamos a la exposición de Bauval y Gilbert. Si su teoría tiene una aportación interesante, esa es la de haber relacionado la fecha en que se erigió la Gran Pirámide con el hecho de que por aquellos días circulara, cercano al canal, Orión. En el 2450 a.C. (la fecha atribuida por la arqueología oficial a la construcción de este monumento), la estrella más próxima al canal era Al Nilam, la segunda estrella del cinturón. Sin embargo, es mucho más convincente suponer que la estrella correspondiente a la Gran Pirámide fuera Al Nitak, la primera y más meridional del cinturón. Ciertamente, las relaciones entre las estrellas y los canales indican que el monumento fue erigido en el año 2450, pero, ateniéndonos a esas mismas relaciones, no podemos olvidar que idénticas conjunciones se produjeron, según los ciclos precesionales, en los años 18400 a.C. y 28370 a.C. Aunque la egiptología oficial no acepta esta última fecha para el levantamiento de la Gran Pirámide, nosotros sí vamos a hacerlo; y, a continuación, a intentar demostrar por qué.

 

¿ES LA GRAN PIRÁMIDE TAN ANTIGUA COMO LA ATLÁNTIDA?


Todos sabemos que fue gracias a las obras de Homero como se pudo descubrir el tesoro de la antigua Troya, ya que el famoso historiador reprodujo, entre líneas, detalles geográficos verdaderos; mientras, la Ilíada y la Odisea hablan de la confraternización entre los dioses y los hombres. Por su parte, Manetón, sacerdote del templo de Amón en Heliópolis, tras acceder a secretos archivos, escribió una cronología de períodos y de reinados que ha servido de base para relacionar las diferentes dinastías egipcias con sus respectivos monumentos. Aunque, dicho sea de paso, los arqueólogos sólo han tenido en cuenta la relación facilitada por Manetón a partir del rey Menes, unificador del Alto y Bajo Egipto y fundador de la I Dinastía. Manetón, anterior a Menes, refirió tres épocas.

En primer lugar, un reino de semidioses; después, el de los Reyes de Horus (entre ambos sumarían 15.150 años); finalmente vendría una línea predinástica de reyes que tendría una duración de 13.777 años, que, sumados a los 15.150 anteriores, dan un total de 28.927 años de Egipto predinástico. Unas épocas que tienen también referencias en el denominado Papiro de Turín, aunque éste amplía su duración.

Pues bien, si según la disposición de los canales la fecha de construcción de la Gran Pirámide fue el 2450 a.C., pero, según hemos visto - ateniéndonos a los ciclos de precesión-, también pudo ser el 28370 a.C., nos introducirían de lleno en las leyendas que indican que este monumento fue edificado para salvaguardar el saber de la Atlántida antes de que el misterioso continente fuera aniquilado. Así, el cronista árabe Abd el- Latif escribió que, a cierta altura de la pirámide, podía verse la línea que alcanzaron las aguas en el diluvio.

 

¿FUERON ANTERIORES LAS PIRÁMIDES DE GIZEH A LA COSMOGONÍA EGIPCIA?


De hecho, los egipcios creían que el dios de la sabiduría, Thot (el Hermes Trismegisto griego), había construido las pirámides de Gizéh durante la Edad de Oro, cuando los dioses aún vivían en la Tierra. En el Papiro Westcar, del Museo de Berlín, Keops pregunta a un erudito sobre la cantidad de cámaras del santuario de Thot para reproducirlas en su propio "horizonte". Y en la Estela del Inventario del Museo de El Cairo, el mismo Keops llama a la pirámide "Templo de Isis" y Isis "Señora de la Pirámide", que iba a visitar cuando recibía embajadores de otros reinos. Lo cual viene a indicar que no sólo la Gran Pirámide existía ya en tiempos de Keops, sino que es muy probable que estuviera allí antes, incluso, de la llegada de los primeros egipcios. Sin embargo, la teoría de Bauval sobre Orión tiene demasiados puntos de referencia con la antigua cultura religiosa egipcia como para no ser tenida en cuenta. La disposición de las pirámides en la orilla occidental del Nilo o la divinización de Orión y Sirio no pueden ser simples casualidades. En cualquier caso, fueran o no Orión y Sirio quienes dieron lugar a las pirámides, lo cierto es que estas construcciones y su disposición están completamente relacionadas con la cosmogonía egipcia.

Hay referencias que corroboran este hecho desde antiguo. Así, por ejemplo, el filósofo griego neoplatónico del siglo V Proclo, afirmó que la Gran Pirámide sirvió como observatorio astronómico. Una idea que había sido transmitida, generación tras generación, en base a antiguas actividades relacionadas con el monumento. Como las realizadas, según el investigador Edwars, por Imhotep, a quien no sólo se conoce como inventor de la mampostería y la medicina, sino como importante astrónomo que incluso llegó a ostentar el título de " Jefe de los Observatorios" del templo de Heliópolis, la "Ciudad del Sol" griego que se regía por la teocracia impuesta por la casta sacerdotal. En ella, Atum-Ra era el dios del símbolo solar, el dios de la pirámide que representaba los rayos del sol bajando a la Tierra a través de las nubes.

Por tanto, nos encontramos al final de la III Dinastía con un sumo sacerdote, Imhotep, quien, según indican algunas estelas, recibía en éxtasis información directa de los dioses. Y aunque se atribuye a Hiparco de Alejandría (180-125 a.C.) el descubrimiento del movimiento precesional de 2.160 años que tarda el Sol en recorrer cada una de las doce partes del horóscopo - lo que da un recorrido de 25.920 años-, los profesores Zaba, Sellers y Schwaller de Lubicz han afirmado que los antiguos egipcios ya lo conocían. Es decir, que según estos datos, Imhotep habría tenido a su disposición todo lo necesario para el estudio del Cosmos, incluidas las pirámides de Gizéh, que ya se encontraban construidas en su época. Porque, de lo contrario, no se explica que Snefru dejara sin edificar la más bella meseta del delta del Nilo para elevar otras construcciones en el desierto. Sus estudios llevaron a Imhotep a relacionar las tres pirámides con una formación de estrellas de similar disposición en el cielo y a considerar el Nilo como una réplica de la Vía Láctea. Al fin y al cabo, este río era un "don divino" para la estéril tierra del desierto y sus desconcertantes crecidas coincidían asombrosamente con la elevación de los astros sobre el firmamento.

 

VIAJES DE ASTROS Y ALMAS


Casi todos los egiptólogos consideran que, tanto los textos de las pirámides como el Libro de los Muertos, poseen una antigüedad predinástica y pertenecen, muy probablemente, a una cultura insospechada. En ellos se habla de los viajes que hay que hacer para volver al origen y que, posteriormente, en la concepción religiosa, quedarían registrados como los trayectos realizados por el alma del difunto para unirse a los dioses. Es posible que, en su origen, el Libro de los Muertos hiciera referencia a una andadura celeste - acompañada de la enigmática "barca solar alada"- de carácter más material que espiritual.

Pero, de un día para otro, la escuela de Imhotep cambia el distintivo de adoración de Heliópolis para dar paso a una religión cósmica. Comienzan a construirse entonces pirámides que tratan de emular a las ya existentes y, aunque tales edificaciones no consiguieron la grandeza de las primigenias, lograron, sin embargo, ir configurando a orillas del Nilo una representación del Duat cósmico donde albergar la más importante necrópolis del Imperio Antiguo.

Wallis Budge afirma que Sokar era el cuidador de la necrópolis que lleva su nombre (Sakkara) y que identificado con Osiris durante la IV Dinastía. Sakkara también formaba parte del Duat terrestre y fue allí donde Imhotep construyó la pirámide escalonada a su rey Zoser. Por su parte, los faraones de la IV Dinastía, o se construyeron pirámides de baja factura (Nebka en Zauyet, el Aryan) o no terminaron las que empezaron (Diodefre, en Abu Roash). Hasta que, por fin, decidieron que no era necesario alzar nuevos monumentos, puesto que ya había otros elevados que no pertenecían a nadie.

Herodoto dijo que la Gran Pirámide era obra de Keops, quien habría tardado diez a6os en construir la calzada y otros veinte para hacerse su tumba. Pero la calzada tiene 900 metros de largo por 16 de ancho, con una superficie total de unos 15.000 metros cuadrados y sólo la primera hilada de bloques de la Gran Pirámide tiene 53.000 metros cuadrados. ¿Cómo es posible que, en sólo veinte años, se pudieran concluir las más de 200 hiladas del monumento, que suman una superficie total de cuatro mi1lones de metros cuadrados? La respuesta puede ser la siguiente: el faraón habría mandado hacer su "horizonte" o tumba en el interior o en los alrededores de un edificio que ya estaba construido.

 

LA "MALDICIÓN" DE LOS USURPADORES


Hoy, los egiptólogos siguen discutiendo los hechos que llevaron a lo que se conoce como el "colapso" de la civilización egipcia, datado aproximadamente entre el final de la IV Dinastía y el principio de la V Dinastía. y, aunque son muchos los expertos que hablan de perturbaciones sociopolíticas, hay otros, como el doctor Jaromir Malek, director del Griffith lnstitute del Ashmolean Museum, que aseguran que "el Imperio Antiguo no fue puesto de rodillas por un levantamiento popular, ni tampoco tuvo lugar una invasión externa a gran escala". Por su parte, Edwards aporta una novedosa pista para la interpretación de estos sucesos. Según él, el carácter de los hechos políticos que tuvieron lugar al final de la VI Dinastía puede vislumbrarse en base a varias indicaciones, como la adopción del sufijo "Ra" en los nombres reales (no podemos olvidar que, en esa época, el culto solar estaba ganando autoridad sobre otros, convirtiéndose en la religión estatal). De hecho, a partir de la V Dinastía, el término "Hijo de Ra" pasaría a formar parte del título de los faraones.

Y fue precisamente en este periodo -en el que los faraones de la IV Dinastía comenzaron a apropiarse de las grandes pirámides, privando al pueblo del "Templo de Isis"- cuando se produjeron las grandes revueltas que hasta ahora no han podido ser explicadas. Nos ha quedado constancia, eso sí, de que el faraón Keops, odiado por el pueblo, pasaría a la historia de Egipto como el vil usurpador de la Gran Pirámide. Y también da que pensar el hecho de que tanto el nombre como la historia de estos monarcas hayan llegado a nosotros como un "misterio" sin desvelar, ya que sus sucesores se apresuraron -¿por qué?- a borrar de la memoria colectiva tan funestos personajes. Por eso hoy son más conocidos los faraones de la I o II Dinastías que los reyes de la IV.

 

LOS VISITANTES QUE LLEGARON DE SIRIO


La teoría de Orión no ha sido, sin embargo, la única que ha relacionado la meseta de Gizéh con el firmamento. Hay otra que cuenta con elementos más sutiles y, en mi opinión, más fiables: la "propuesta Sirio". Si bien es cierto que el cinturón de Orión es visible a simple vista, también lo es que hasta hace muy poco no se ha sabido que Sirio es una estrella triple. Descubierta a finales del siglo pasado, la primera fotografía de Sirio B fue realizada por Irving Lindenblad en 1970. Y el año pasado dos astrónomos franceses se percataron de la existencia de Sirio C, una estrella enana roja. Unos conocimientos que ya poseían los antiguos egipcios y algunas tribus de África hace más de 5.000 años.

Poblado Dogón de Mali.

El autor de El misterio de Sirio, Robert Temple, haciéndose eco de las investigaciones de dos antropólogos franceses, Griaule y Dieterlen, investigó la cultura y las tradiciones del pueblo dogón, de Malí. Según las leyendas de los dogones, un día llegaron a la Tierra unos alienígenas que habrían "aterrizado" en nuestro planeta en un arca roja como el fuego que se volvió blanca cuando se posó sobre las aguas de un lago. Los extraterrestres, que decían proceder de Sirio, dieron datos muy concretos sobre la astronomía que regía su sistema de tres estre1las, indicaciones que han sido corroboradas posteriormente por nuestra ciencia. Así, dijeron, por ejemplo, que Sirio B rotaba alrededor de Sirio A en 50 años y que era pequeña como una semilla, pero pesaba más que todo el trigo del mundo. Gracias a nuestra avanzada tecnología se ha podido demostrar que, efectivamente, Sirio B tarda exactamente 50,4 años en dar su giro a Sirio A y que se trata de una estrella enana blanca de enorme poder gravitacional. Datos que era imposible que los dogones manejaran hace miles de años, sobre todo si tenemos en cuenta que son casí 9 años-luz los que nos separan de esta estrella.

En la cosmogonía egipcia, Sirio, la estrella más brillante del cielo, se correspondería entonces con Isis, la diosa madre del mundo; su hermana gemela, Neftis, estaría relacionada con Sirio B y Sirio C también tendría su diosa egipcia, Sathis. Por su parte, el calendario real o faraónico del Antiguo Egipto --que proviene de épocas predinásticas- se habría estado rigiendo por el almanaque de Sirio de 1.460 años.

Lejos del mito, las narraciones de los dogones de Malí ponen de manifiesto unos conocimientos astronómicos imposibles de alcanzar en aquella época con la sola observación del cielo. Tal vez haya que hacer caso a la leyenda y admitir que tales nociones hubieron de ser, necesariamente, transmitidas por seres superiores procedentes de Sirio, que habrían dejado constancia de su presencia en nuestro planeta. Las pruebas las encontramos tanto en el templo de Sahure, en Abusir, como en las tres pirámides de Gizéh, estrechamente relacionadas con la estrella triple de Sirio.

De esta forma, Sirio A representaría la Gran Pirámide, Sirio B la de Kefrén y Sirio C la de Micerinos. Veamos porqué. De igual forma que, debido a su gran poder gravitacional, Sirio B no posee planetas, la construcción que le corresponde, Kefrén, también carece de "pirámides satélites", que sí existen sin embargo en otras zonas de la meseta de Gizéh. Finalmente, de Micerinos sabemos que originariamente estaba recubierta de granito rojo, que había sido traído desde Assuán... ¿tal vez para emular el color de Sirio C, cuyos descubridores la han definido como una estrella roja?

 

APUNTES DE GEOMETRÍA SAGRADA


Las teorías astronómicas de Orión y Sirio nos ofrecen numerosos datos simbólicos sobre las pirámides de Gizéh. Pero sólo por medio de la geometría sagrada empleada por sus arquitectos podremos averiguar los secretos mejor guardados de estas asombrosas construcciones.

La geometría sagrada está presente en la distancia y en la disposición en que se encuentran las tres pirámides -que en el plano que publicamos con las referencias más elementales de la meseta de Gizéh hemos denominado 1 (Keops), 2 (Kefrén) y 3 (Micerinos)--. La cara este de Keops dista de la cara oeste de Kefrén la misma distancia que existe entre la cara norte de Kefrén y la cara sur de Micerinos. Pero el dato más significativo lo constituye el hecho de que la línea que une el centro de Keops con el centro de Micerinos corta a las caras norte y sur de las tres pirámides con un ángulo de 51 grados 51 minutos, es decir, el mismo de la Gran Pirámide. Una circunstancia que abre una nueva línea de investigación de espectaculares resultados.

Por otra parte, basándonos en las mediciones efectuadas por Sir William Matews Flinders Petrie y empleando un sistema de dibujo por ordenador (AutoCad), hemos podido comprobar que si superponemos en la meseta de Gizéh, a una escala exacta de 5:1, el corte transversal de la Gran Pirámide, su ápice (1) corresponde con la posición exacta de la pirámide de Keops y su esquina inferior izquierda (C4) con la situación de la de Micerinos.

La importancia de este hallazgo radica en el descubrimiento de que los llamados canales de ventilación de las cámaras del Rey y de la Reina no se construyeron para indicar una dirección en el Cosmos, sino como un lenguaje empleado por los geómetras que los diseñaron.

Situando con toda precisión los pasajes, cámaras y canales de la pirámide de Keops sobre la pirámide que señalamos en el plano con las acotaciones l-C3-C4, podemos ver que las prolongaciones hacia ambos lados de los canales que salen de las cámaras del Rey y de la Reina conforman tres rectángulos (A, B y C) que constituyen el replanteamiento general de Gizéh.

La angularidad de los canales norte de ambas cámaras se corta milimétricamente en el punto B1 desde aquí tiramos una recta al centro de la pirámide de Keops (1) y, prolongandola la misma distancia, encontramos ~ el punto B2, que corresponde con la prolongación del canal sur de la Cámara de la Reina. Las diagonales de Pirámide cortan en los puntos B3 y B4 formando un rectángulo.

Por otro lado, formamos otro rectángulo con la prolongación de los lados de la pirámide imaginaria 1-C3 y l-C4, obteniendo los puntos A3 y A4, siendo este último la conjunción con la prolongación hacia abajo del canal ascendente. La cara norte de la gran Pirámide nos acota este prisma en los puntos Al y A2. Pues bien, estos dos rectángulos, B1-B2-B3-B4 y A1-A2-A3-A4, tienen la misma superficie.

La prolongación hacia abajo los canales sur nos da un punto de intersección situado en el lugar donde el perímetro del rectángulo B corta al canal descendente. La prolongación del canal sur de la Cámara del Rey nos llega al punto C2, refrendado por el canal norte de la misma cámara hacia abajo, que conforma un nuevo rectángulo con la base de la pirámide imaginaria l-C3-C4 y con el corte transversal de la pirámide de Keops.

Desde el centro de la altura de la pirámide imaginaria (4) surgen dos elipses. Una de ellas es tangente a la Gran Pirámide (El), a la pirámide de Kefrén (E2) y al lugar en que salen los canales de ventilación de la Cámara de la Reina (E3), dando con ello valor y razón de ser a los conductos. La otra elipse es tangente a la cara norte de la pirámide de Keops (Dl), a la cara oeste de la segunda pirámide (D2) y al rectángulo A (D3). Pero lo más increible de todo es que ambas elipses tienen una excentricidad igual a la medida del metro sagrado egipcio: 1,047 metros.

Este plano es sólo un punto de partida, ya que existen muchos más datos de esta geometría sagrada cuya interpretación podría dar respuesta a grandes preguntas. Son numerosos los investigadores que, como Gruais y Mouny, teorizan sobre la posibilidad de que la disposición de los canales interiores de la Gran Pirámide esté realmente indicando ciertos pasillos en el subsuelo de Gizéh. Hay muchas afirmaciones al respecto que hablan de este inframundo, sus arcanas ceremonias de iniciación y los lugares que supuestamente albergarían tesoros del conocimiento, algunos dicen procedentes de la Atlántida.

El plano que acabamos de analizar justifica por sí solo la afirmación de que los canales de ventilación de las cámaras del Rey y de la Reina, en angulación y longitud, no apuntan a las estrellas, sino que limitan la superficie de la meseta con tal precisión que no puede considerarse casualidad. Un ejemplo lo constituye el que en el punto donde el canal sur de la Cámara de la Reina corta la cara de la pirámide imaginaria l-C3, se sitúa perfectamente la cabeza de la esfinge que, como era de esperar entra a formar parte así del conjunto geométrico de Gizéh y, lógicamente, de todos sus secretos.

¿Cuál es el significado de esta geometría? El futuro seguro que nos deparará grandes sorpresas, ya que la geometría sagrada de la meseta de Gizéh indica una ciencia ligada estrechamente a la metafísica, como veremos cuando tratemos la Gran Pirámide. Personalmente creo que Edgar Cayce tenía razón cuando dijo que en los últimos años del milenio se produciria en Egipto un descubrimiento de tal envergadura que justificaría los cambios necesarios para pasar a la Era de Acuario. La cámara oculta está servida.


Articulo realizado por Manuel José Delgado y Antonio Alvarado, publicado en la revista "Más Alla" en su especial monográfico: "PIRÁMIDES DEL MUNDO" en Marzo de 1996.

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