¡LOS BLOQUES DE PIEDRA DE LAS PIRÁMIDES EGIPCIAS SON ARTIFICIALES!


Las explicaciones ortodoxas sobre la construcción de las pirámides egipcias, especialmente la atribuida al faraón Keops, no tienen actualmente ninguna consistencia. Estudios e investigaciones posteriores, silenciados por los arqueólogos más conservadores y tradicionales, llegan además a conclusiones realmente sorprendentes: los antiguos egipcios conocían una técnica que les permitía "fabricar" piedras artificiales. Piedras que hoy podemos ver milimétricamente integradas entre sí en las grandes construcciones faraónicas.


 

Para muchos el asunto no ofrece la menor duda: el faraón Keops reinó durante 23 años, veinte de los cuales los dedicó a la construcción del mayor monumento que el hombre jamás haya erigido.

Restos de la estatua de Ramsés, ¡¡¡ de más de 1000 tn de peso!!!

Tal idea proviene de lo narrado en Los Nueve Libros de la Historia escritos por Herodoto: " ... En cuanto a la pirámide, se gastaron en la construcción veinte años...". Veinte años para que, hace 7 000, aquellos obreros de la Era del Cobre elevaran, con precisión asombrosa, cerca de dos millones seiscientos mil bloques de piedra que, por término medio, pesa cada uno 2 toneladas. Es decir, que cada año se debieron colocar 130.000, lo que suponen 360 al día. Si hacemos un cálculo aproximado para la jornada laboral de los obreros de la época de 12 horas, el resultado es que durante 20 años, sin conocer el hierro y la rueda, el arquitecto de la Gran Pirámide organizó un equipo de trabajo capaz de seleccionar la piedra en la cantera, cortar el bloque, transportarlo varios kilómetros, cruzar el Nilo, izarlo a cientos de metros y colocarlo milimétricamente, todo ello en el tiempo récord de ¡120 segundos! por bloque. Es decir, que según las explicaciones ortodoxas, aquellos artesanos, tan cercanos al Paleolítico, encajaron durante veinte años un bloque cada dos minutos. Ni más ni menos.

El ingeniero Jomard, de la expedición francesa de Bonaparte, en datos corroborados posteriormente por el arqueólogo Lauer, calculó que durante los últimos 1.500 años de la historia clásica egipcia, correspondientes al Imperio Nuevo, dinastías posteriores y periodo ptolemaico, se usaron 4.000.000 de metros cúbicos de piedra. Tal cantidad de roca, que constituye la colección de monumentos más impresionante de la antigüedad, parece minúscula al compararse con las obras realizadas en el Imperio Antiguo. Sólo la Gran Pirámide tiene 2.000.000 de metros cúbicos de piedra, cantidad similar a su vecina pirámide de Kefren. Es decir, se nos quiere hacer creer que en 20 años los obreros de Keops edificaron la mitad de lo que hicieron posteriormente sus colegas durante 1.500 años.

Al problema del peso y del volumen hay que añadir el enigma que suponen las máquinas empleadas en el transporte y en la subida de los bloques desde la cantera hasta su emplazamiento. En este caso las palabras de Herodoto no son tenidas en cuenta ya que afirma que se utilizaron mecanismos, así como hierro, en la construcción. Los arqueólogos, que tanto se basan en sus palabras para datar la Gran Pirámide, hacen caso omiso de estas otras. Y no les falta razón ya que no se han encontrado vestigios de tales máquinas. Tampoco en papiros, estelas o murales se han encontrado los jeroglíficos que expliquen cómo eran transportadas e izadas las grandes masas pétreas.

En un relieve de EI-Bershe, de la Dinastía XII, se ve cómo un grupo de 172 personas arrastran la estatua de Djejutijotep, de 60 toneladas, que descansa sobre un trineo. Esto, unido al descubrimiento de varias rampas que unen el Nilo con la base de algunas pirámides, da pie a la arqueología a la única hipótesis que acepta: la fuerza muscular. Y aunque tal planteamiento pudiera ser válido para bloques de 2 ó 6 toneladas no es posible imaginar a 30.000 hombres tirando a la vez de uno de los muchos bloques que existen en Egipto de 1.000 toneladas o más. Ni mucho menos izándolo por pendientes del 30 por ciento.

Se han barajado innumerables hipótesis. Naves extraterrestres, poder mental, teleportación, infrasonidos y otras aún más pintorescas que intentan explicar cómo hicieron en el Antiguo Egipto para transportar los monolitos. Pero hay una de ellas que, aunque parezca fruto de la fantasía, ve avalada su credibilidad por constataciones y estudios recientes. Para asombro del hombre moderno y de su tecnología los antiguos egipcios conocían técnicas ¡ para ablandar la piedra! Existen suficientes elementos de juicio como para pensar que los constructores del Imperio Antiguo no fueron canteros, sino alquimistas.

En 1988 se editó en Estado Unidos el libro titulado The Pyramids, An Enigma Solved En él se recogían investigaciones de un científico nada sospechoso de elucubraciones. El doctor Joseph Davidovits, fundador del Instituto Geopolimérico de París, profesor de la Universidad de Toronto y director del Instituto de Ciencias Arqueológicas Aplicadas de la Universidad de Barry en Florida, junto a la doctora Margie Morris, de la Universidad de Minnesota, pusieron de manifiesto lo que revelaban los análisis químicos y microscópicos efectuados en rocas de la meseta de Gizéh.

Junto a los detallados informes publicaron varias fotografías en las que puede apreciarse la presencia de pelos, uñas, fibras textiles y burbujas de aire en la estructura de las rocas calizas de la Gran Pirámide.

Estos hallazgos sembraron el desconcierto en los círculos académicos que, por supuesto, intentaron relegarlos al ostracismo. En España tuvimos la ocasión de asistir hace algún tiempo a un debate en La Clave, donde José Luis Balbín tuvo el acierto de invitar a representantes de ambas tendencias. Peter Tompkins propuso al entonces director de excavaciones de la meseta de Gizéh, Dr. Hawass, un experimento público para demostrar o desechar de una vez por todas lo mantenido por Davidovits, quien se consideraba capaz de fabricar piedras similares a las de la Gran Pirámide. La respuesta de Hawass no fue muy brillante "si ya se conocen las canteras de Tura y de Mokhatam... ¿para qué investigar otros asuntos?". Lo cierto es que este arqueólogo jamás podría explicar con sus teorías qué hace un pelo de 21 centímetros en el interior de una roca caliza de hace 50 millones de años, proveniente de la edad geológica del Eoceno, allá por el segundo período de la época Terciaria.

Egipto no sólo ha proporcionado grandes misterios, sino que, junto a ellos, aporta soluciones que veces resultan aún más enigmáticas. La pista para la teoría de Davidovits está en una estela conmemorativa en la isla de Sehel, cerca de Assuan. Fue descubierta en 1889 por el egiptólogo Charles Wilbour y terminada de descifrar por el arqueologo francés Barquet en 1935.

La Estela de Famine

La estela de Famine, como se denomina, consta de 2.600 jeroglíficos dispuestos en 32 columnas. Aunque se supone que fue esculpida en tiempos ptolemaicos ( 300 a.C) se entiende que debe ser copia de documentos más antiguos ya que se refiere a asuntos relacionados con personajes de la III Dinastía. La estela trata varios aspectos distintos, como son: Descripción de la Famine, Visita a la Biblioteca de Hermópolis, Las Revelaciones de Imhotep, El sueño del Faraón Zoser y un Decreto Real. Entre las columnas situadas entre la 6 y la 22 se habla sobre métodos constructivos. De la columna 11 a la 18 Imhotep enumera las rocas y minerales de la región de Elefantina. Y las columnas 18 a 20 describen el sueño del faraón Zoser, en el que el dios Khnum da al rey una lista de minerales y productos químicos para fabricar bloques aglomerados con los que construir templos.

Si este conocimiento es cierto, es posible que faraones posteriores también estuvieran enterados de estas "revelaciones" y las aplicaran a sus propias construcciones.

Algo con lo que siempre se ha especulado ha sido el rodillo. En múltiples recreaciones artísticas se han dibujado los grandes monolitos sobre rodillos y tirados por innumerables hombres. Pero la madera siempre escaseó en Egipto y la que había era de baja resistencia al peso y a la tracción, sin contar con que se necesitan, además de los rodillos, carreteras adecuadas al transporte que aún no se han encontrado. Y aún admitiendo la teoría de los rodillos, hubieran hecho falta millones de ellos.

Primer plano del lado Oeste de la pirámide de Kefrén. ¿Resultado de los moldes?

La llamada Piedra de Palermo indica que Snefru, padre de Keops, asignó una flota de barcos para traer cedros, cipreses y coníferas del Líbano. Snefru fue el mayor constructor de la IV Dinastía. Se le atribuyen tres piramides, dos en Dashur (que contienen 4.000.000 de metros cúbicos de piedra) y otra en Meidum. El total de sus construcciones asciende a 9.000.000 de toneladas de piedra, utilizadas en sus 24 años de reinado. La madera importada del Líbano no pudo, pues, servir para rodillos, ni por su cantidad ni tampoco por su dureza. Aunque sí pudo servir para fabricar... MOLDES:

Herodoto así parece confirmarlo: " ... La pirámide fue edificándose de modo que en ella quedasen unas gradas o apoyos que algunos llaman escalas y otros altares. Hecha así desde el principio la parte inferior, iban levantándose y subiendo las piedras con cierta máquina formada de maderos cortos que, alzándolas desde el suelo, las ponía en el primer orden de gradas, desde el que con otra máquina que en él tenían prevenida las subían al segundo orden, donde las cargaban sobre otra máquina semejante, prosiguiendo así en subirlas, pues parece que cuantos eran los órdenes de gradas tantas eran en número las máquinas, o quizás no siendo más que una fácilmente transportable, la irían mudando de grada en grada cada vez que la descargasen de la piedra; qué bueno es dar de todo diversas explicaciones... ". La palabra utilizada por Herodoto y que se tradujo por "máquina" es la palabra griega "mechane". En griego es un término general que indica cosas inventadas, fabricadas. En definitiva, cualquier tipo de artilugio realizado con un propósito y que, por tanto, no debe únicamente traducirse por la acepción moderna de "máquina". Siguiendo con este planteamiento, sustitúyase la palabra "máquina" por la palabra "molde" y lean ustedes la transcripción anterior de Herodoto. La cosa concuerda en extremo ya que no quedaron evidencias de ningún otro tipo de "máquinas".

Anterior a la publicación de Davidovits ya se especuló con la posibilidad de las piedras prefabricadas del Antiguo Egipto. En el Segundo Congreso de Egiptología celebrado en 1979 en Grenoble (Francia) el Dr. Klemm, experto en petrografía, avanzó los resultados de sus análisis sobre piedras de la Gran Pirámide. De las 20 muestras estudiadas no encontró dos que tuvieran la misma consistencia homogénea. Parecía que cada una procediera de un lugar distinto, con la particularidad de que dicha consistencia era diferente en zonas de la misma piedra, con mayor densidad en la parte superior que en la inferior. También constató que las rocas de la pirámide contenían un porcentaje de humedad superior al que presenta la piedra natural. Su conclusión fue evidente: los bloques no eran naturales, sino artificiales.

Ello explicaría, por otra parte, lo que ocurrió en la pirámide de Kefrén en Septiembre de 1968. El doctor Luis Alvarez, premio Nobel de Física, había ideado un proceso para registrar el paso de rayos cósmicos a través de la pirámide, por medio de la cual esperaba descubrir cámaras ocultas. Intervinieron en el evento doce organismos oficiales de Estados Unidos y de Egipto. Los científicos, con su cuartel general instalado en la cámara central del monumento, quisieron saber el número de rayos cósmicos que atravesaban los muros, instalando una cámara de chispas que delataría los rayos que llegaran con mayor frecuencia, lo que indicaría que habían encontrado a su paso los huecos de las hipotéticas cámaras. Sería como hacer una radiografía a la pirámide. Pero lo cierto es que tras numerosos intentos y una enorme cantidad de dinero tuvieron que desistir. Aparecieron, efectivamente, muchas supuestas cámaras desconocidas, pero las informaciones de su presunta ubicación variaban de un día para otro, de una hora a otra. La pirámide pareciera haberse vuelto loca. según sus protagonistas, "esto desafía a todas las leyes conocidas de la Física". Lo que el doctor Álvarez no podía imaginar era que las diferentes mediciones obtenidas se debían a los millones de litros de agua incluidos en las rocas prefabricadas de la pirámide.

Investigaciones personales en la pirámide de Kefrén me han pemitido suponer que al menos las dos primeras hiladas, claramente visibles en la cara oeste, son fruto de la tecnología del "prefabricado". La falta de junturas en los bloques de estos dos pisos fue zanjada hace tiempo por los especialistas explicando que no era una edificación propiamente dicha, sino que se aprovechó un montículo de piedra para labrar las primeras filas. Sin embargo, como podemos ver en las fotografías, son claramente visibles los restos del armazón, tanto vertical como horizontal, que sostuvo el "hormigón" hasta que fraguara. Como toda la base no se pudo hacer de una vez, los obreros la fueron elaborando en partes. Las juntas de cada trabajo son perfectamente visibles e, incluso, a veces, parecen superponerse las maderas que lo separaban. Desde un promontorio que domina la meseta de Gizéh he descubierto un lugar que los miembros de mi equipo denominan "la Guarderia".

Impresión que un objeto circular ha dejado sobre una piedra previamente ablandada.

Allí, de forma simpática, nos imaginamos a los hijos de los artesanos jugando con una "plastilina" especial, similar a la usada por sus padres en tareas de mayor envergadura. Hemos descubierto más de treinta muestras de reblandecimiento en pequeñas rocas, algunas de ellas reproducidas en fotografías.

Parecen ser fruto del entretenimiento. Piedras redondas o aplanadas por las manos que guardan ciertas incisiones realizadas cuando la piedra estuvo blanda.

No pueden ser cantos rodados pues su superficie no es plana y se aprecia la rugosidad que quedó tras su elaboración. En las piedras que están rotas parece que la superficie es distinta al interior, fruto de la falta de humedad en el manipulado, que hace que el ceramista en arcilla tenga que mojarse las manos constantemente. Las incisiones nunca pudieron realizarse por percusión. En el caso de la piedra aplastada que se puede ver en la fotografía inferior a estas líneas se ve el rastro dejado por un objeto circular que, medido con precisión, ha demostrado ser el mismo que dejó su impronta en ambas caras de la pieza. Precisamente en uno de los planos de esta piedra a nuestro anónimo artesano no le bastó con una muesca, sino que hizo dos, perfectamente visibles y ligeramente superpuestas.

Los geólogos a los que hemos consultado y enseñado las piedras no salen de su asombro y, por supuesto, eliminan cualquier posibilidad de diagnóstico por escrito. Las piedras parecen tener una edad de varios cientos de millones de años. Por consiguiente, durante su formación no pudo haber humano que infiriera las marcas que poseen, y aceptar el reblandecimiento, el pasar del estado sólido al liquido y viceversa, sin alterar las presiones o temperaturas, es el reto de la Ciencia. Aunque aquellos egipcios, o quienes fueran, parece que lo consiguieron.

Si los sacerdotes de las grandes civilizaciones asiáticas, africanas y americanas coincidieron en la adoración solar, en la estructura piramidal, en las percepciones psíquicas o en el concepto del más allá, es posible que también coincidieran, o tuvieran los mismos maestros, en las técnicas referentes al reblandecimiento de la piedra. Recientes estudios de Alex Chionetti en Marcahuasi ampliando los estudios de Ruzzo, o las actuales investigaciones de Javier Sierra en Perú y en particular en el laberinto de túneles que cruzan su territorio proponen la desestabilizadora hipótesis de que en el pasado la piedra era dominada hasta puntos insospechados que hoy tan solo llegamos a vislumbrar.

La tecnología egipcia guarda muchas sorpresas. Los miles -o decenas de miles-de años de historia hicieron que sobre un mismo territorio se superpusieran técnicas distintas todas ellas lejanas a nuestros elementales conceptos- Las canteras de Assuán son un fiel ejemplo. Allí se empleó la más alta tecnología en perforación, corte y pulimento del granito rojo- Allí existen orificios ejecutados por brocas increíbles que atacaban la roca con una potencia sesenta veces superior a la actual. Allí se ven restos de sierras que cortaban el granito como si fuera cartón. Allí se encuentran restos de prospecciones inimaginables para la época del cobre o del bronce, pues los resultados son comparables con los de nuestra moderna tecnología y, por supuesto, también allí encontramos el ejemplo más contundente del tema que nos ocupa: el reblandecimiento.

En la tumba de Rekhmire existe un fresco sobre una aparente escena cotidiana del Antiguo Egipto- Varios obreros llevan en sacos un producto que arrojan en moldes y que, posteriormente, fragua haciendo ladrillos o bloques- Esta técnica, defendida por Davidovits, explicaría la construcción de, por ejemplo, la Gran Pirámide. Resulta fácil transportar arenas y otros compuestos, subirse en pequeños sacos y arriba hacer moldes del tamaño que se quiera, sin necesidad de una maquinaria pesada. Pero el caso de Assuan es ligeramente distinto. Allí no se ha prefabricado nada pues la cantera original de granito rojo ya estaba. Sin embargo, utilizando unos métodos que nos son desconocidos, conseguían ablandar el duro granito hasta la consistencia de la mantequilla, para posteriormente manipularlo.

El obelisco inacabado de Assuán.

Es el famoso Obelisco inacabado, la admiración de todo turista que se precie. A mí me 1lamó la atención hace dos años cuando veíamos en Madrid las imágenes grabadas de Assuán. En un principio, y por el poco material visual que poseía, me dio la impresión de que lo que observaba era fruto de algún tipo de rebote de la luz solar. En Noviembre de 1993 hice un viaje a Assuán exclusivamente para comprobarlo. El área se cierra a las cinco de la tarde, cuando aún el Sol está muy alto. Tras las consiguientes propinas pude esperar a que el Sol bajara al horizonte. En ese momento los rayos incidían de escorzo, resaltando todos los detalles de la superficie del obelisco. Es la foto que pueden observar junto a estas líneas.

Los 47 metros de longitud que mide la pieza están obtenidos de la cantera madre, no por una técnica de percusión. Lo más parecido que he visto a esta técnica es cuando he jugado con una cucharilla en un flan. Lo que vi en ese momento no era el trabajo de un pico o un martillo, era la labor realizada por una pala ¡en granito!

Junto al obelisco existen otras pruebas de ablandamiento no menos interesantes. En la fotografía de la izquierda pueden observar a un miembro de mi equipo introducido en un agujero, por supuesto artificial, que no tiene aparente significado. Las paredes, estando lisas, no son verticales. Se ha ido rebañando su interior hasta llegar a ningún sitio, idóneo para demostrar una técnica aunque insuficiente para indicar un propósito. Hay varios agujeros como éste de diferentes proporciones iguales de enigmáticos. Era ya casi de noche. Las sombras avanzaban ocultando el obelisco. El guía parecía no comprender mi insistencia. Para él la solución era fácil: el obelisco fue abandonado porque una grieta apareció haciéndolo inservible. Pero la cuestión era otra. Si era blando, era imposible moverlo en tal estado. Si se endureció ¿qué grúa era capaz de levantarlo? Posiblemente nunca se pensó en que fuera un obelisco, sino que fue, simplemente, una broma; la broma más pesada que conozco: de 1200 toneladas.

Un miembro del equipo de Manuel Delgado, ¡¡en un hoyo artificial!!

Extrañas marcas en forma de cuchara en el obelisco inacabado.

 


Articulo realizado por Manuel José Delgado y publicado en la revista "Más Alla" en Octubre de 1994

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