LA INCREIBLE TECNOLOGÍA EGIPCIA


No importa los años que el hombre lleve investigando esta antigua civilización: los enigmas siguen superando a las respuestas. Sin embargo, las inscripciones en la tumba de un faraón pueden arrojar luz sobre muchos interrogantes. Aquí se expone una revolucionaria hipótesis sobre el pueblo del Nilo, muy alejada de las teorías arqueológicas tradicionales.


 

El Valle de los Reyes fascina por mil razones: las maravillas allí encontradas han animado la codicia y la vanidad de muchos. Oro y riquezas, honor y gloria. Yo había recorrido sus serpenteantes caminos, compartiendo con cada infructuosa perforación la ilusión de búsqueda de anónimos románticos. Y fue entonces cuando mi mirada se detuvo casualmente ante las inscripciones de una tumba. Sin saber muy bien por qué, me llamó poderosamente la atención.

Ya conocía la tumba de Ramses VI de otras ocasiones y el principal motivo de mi nueva visita era disfrutar a la sombra del mausoleo, de una botella de agua adquirida tras cinco minutos dedicados al regateo, y olvidarme de los 53 grados que esperaban para seguir cobrándome el peaje de tránsito por el Valle de los Reyes.

Uno de los enigmáticos grabados de la pirámide:este extraño disco doble parece elevarse del suelo.

Eran las cuatro de la tarde. Mis guías gritaban indicándome el inminente cierre del recinto pero yo, simulando no entenderles, continué hacia dentro. Un largo pasillo, una antesala, una sala de pilares, un segundo pasillo, una segunda antesala y, por fin, la sala del sarcófago. Allí, la mente se abstrae en el tiempo y uno puede contemplar a los antiguos egipcios decorando techos y paredes. El faraón había muerto y la casta sacerdotal dirigía las operaciones. Los obreros seguían sus consignas, quizás ignorando el significado de los grabados que realizaban -que incluian textos de libros sagrados, y signos de dudosa interpretación-, reservados únicamente para la comprensión de unos cuantos elegidos.

Emprendimos la salida hacia el exterior, y fui quedándome rezagado sobre los tramos de escalera de la segunda antecámara. Esta, de unos quince metros de longitud, estaba iluminada sólo por cuatro fluorescentes de 25 watios. No obstante, podían verse unas figuras en el techo que parecían llenas de vida. Debí permanecer allí unos minutos, hasta que mis acompañantes regresaron por mi, y advinando mi interés, intentaron ganarse una propina con todo tipo de explicaciones.

- Es la representación de la creación del disco solar.

-- ¿Qué es eso del disco solar?- dije,

--Pues la veneración al Sol, benefactor de las cosechas.

--Pero este Sol no ciega, pues le están mirando; no está lejos, parece que lo tocan, en el aparecen cabezas, es como si estuviese habitado...

No supieron qué contestarme y apelaron a las inciertas creencias religiosas de la época. Me mostré conforme, para que se callaran: no podía perder tiempo. El guarda amenazaba con dejarnos encerrados. Me arrojé al suelo, donde deposité la cámara. La falta de luz me obligaba a exposiciones entre ocho y doce segundos, pues el uso del flash está prohibido. Impresioné mi último rollo de película, y las copias salieron con la tonalidad verde del fluorescente, más o menos nítidas pero, sin lugar a dudas, sorprendentes.

Lo que en un principio era sólo intuición fue pronto tomando forma, aunque las dudas me asaltaran contínuamente. La tumba de Ramses VI es una de la más visitadas por su conservación, belleza y proximidad con la famosa tumba de Tutankamon. Era imposible que nadie hubiese reparado en el techo de la segunda antecámara; o pudiera ser que mi interpretación no fuera tan evidente como llegué a pensar. Pero los enigmas de Egipto cabalgan a lomos de las hipótesis. Los millones de libros escritos sobre el tema son la más clara prueba del desconcierto reinante, donde casi todo tiene cabida.

¿Qué representa la figura redonda que hay entre las dos mujeres del grabado?  Podría ser el Sol, o un objeto desconocido que desprende energia.

Si las pirámides de Giza hubiesen sido destruidas por un terremoto y sólo se conociese su existencia a través de leyendas o papiros, muchos dudarían de su existencia. Pero están ahí, como también lo están las inscripciones de la tumba de Ramsés Vl, desafiándonos a todos con su mensaje escondido entre trazo y trazo. La verdad tardará mucho tiempo en saberse. En este artículo apunto una posibilidad fruto de mi apreciación subjetiva, con la elemental prudencia de reconocer que hay gentes más doctas que yo, que podrán confirmar o desmentir lo que aquí expongo.

No se comprende cómo en el Egipto anterior al año 5000 a. de C. no se han encontrado huellas de algún tipo de civilización. Inesperadamente, un pueblo primitivo empieza a construir edificios, a utilizar la escritura y demuestra poseer increíbles conocimientos científicos. Egipto, al igual que otras culturas, se convirtió casi de un día para otro en una civilización superevolucionada.

 

EVOLUCION HACIA ATRÁS


Los misteriosos simbolos Tit y pilar Djed, cuyo auténtico significado nadie ha conseguido averiguar.

Y posteriormente, sucedió lo contrario: yendo contra la propia naturaleza humana, involucionó tecnológicamente. Resulta paradójico que las pirámides más antiguas sean las más grandes y más perfectas. El faraón Niuserre, sólo 130 años posterior a Keops, no pudo levantar la suya más de 50 metros. Y es raro que en sólo un siglo los egipcios olvidaran cómo se construye una pirámide, cuando lo lógico habría sido que en esos años hubieran perfeccionado la técnica. O pudiera ser que las pirámides de Giza sean más antiguas de lo que se piensa, y tan alejadas en el tiempo como para que los faraones desconociesen cómo se construyeron.Tan sólo en las primeras dinastías egipcias podemos encontrar artesanos de rocas de extrema dureza, como el pórfido o la diorita; constructores que trabajaban con precisión de décimas de milímetro; obreros que efectuaban taladros con herramientas sesenta veces superiores a las modernas; técnicas de rejuvenecimiento y de cambios biológicos cercanas a la ciencia ficción; un conocimiento astronómico sólo adquirido en este siglo; una medicina que los griegos adoptarían miles de siglos más tarde, y otras muchas cosas.

Si, como todo indica, se produjo una involución en la tecnología egipcia, habría que preguntarse los motivos. Y probablemente no exista una única respuesta, ya que la marcha histórica de Egipto se manifiesta de distintas maneras: desde la tradición religiosa admitida como dogma de fe sin comprender su significado, hasta la intuición de que ciertos iniciados sí conocieron parte de un saber que aún hoy nos desconcierta.

La tumba de Ramsés Vl podría revelarnos algo, pero existen puntos oscuros que no cuadran entre sí. Todos los cabos sueltos, atados convenientemente, dan solidez a la deducción de que en el Antiguo Egipto, como en otros pueblos de los albores de la humanidad, ciencia y religión fueron lo mismo. Porque tuvieron un mismo origen.

 

CREENCIAS REMOTAS


Una fila de figuras en posición fetal, que recuerda al nacimiento o a la iniciación, con unas bolas redondas junto a ellos.

No hay que hacer demasiado caso al historiador Manetón cuando afirma que antes de Menes, primer faraón de la primera dinastía y unificador del Alto y Bajo Egipto, hubo un reinado de los dioses que duró 13.900 años, seguido de un periodo de 11.000 años regido por los semidioses. Lo que sí está claro es que Menes ya heredó creencias de tiempos más remotos. Su tradición religiosa se remontaba al mito de Osiris, que vino del cielo casándose con su hermana Isis y engendrando a Horus, el cual se mezcló con la población y tuvo descendencia. Por ello, los egipcios creen ser hijos de los dioses, de los faraones, ya que posteriormente dichos regentes llegaron a tomar el rango de deidad. Este mestizaje cósmico-terrenal no es único. Osiris fue copiado por los griegos con el nombre de Cronos, y este mismo dios fue el Saturno de los romanos, hijo de Urano, dios del cielo, y Gea, diosa de la tierra: dioses que se mezclan con criaturas terrestres para dar a luz a seres pensantes evolucionados.

Tampoco hay que caer en la credulidad; no obstante, veamos hacia dónde conduce esta pista. Si realmente ocurrió aquel mestizaje ¿quiénes eran esos dioses y cómo llegaron? Para saberlo, tenemos que ponernos en el lugar de los hombres que vieron o creyeron ver el descenso de los seres celestiales. Si es cierto lo escrito en los textos antiguos de todas las partes del mundo y, efectivamente, los dioses bajaron a la Tierra, cabe pensar que para ello utilizaron un medio de transporte; o quizá el hombre antiguo les atribuyera algún vehículo estelar. Los egipcios más antiguos no conocían otro medio de transporte que la barca. No tenían referencias de la rueda ni de la tracción animal. Entonces, ¿cómo representar un vehículo aéreo? Muy sencillo: añadiendo alas a la barca. En la tradición cristiana, también los seres que tenían que ver con el cielo eran representados con alas. Y la palabra ángel proviene del griego angeloi que, misteriosamente, significa "enviado" o "mensajero".

La barca solar está dibujada y esculpida en gran parte de los monumentos egipcios desde la I Dinastía. Pero, más adelante, evoluciona sospechosamente y se transforma en el "disco solar alado", presente en numerosas tumbas, incluida la que nos interesa. Del disco emergen unas alas y, a partir de la V Dinastía, empezará a simbolizar al dios halcón Horus.

 

Una curiosa imagen de la barca solar, con una serpiente, símbolo de la sabiduría y la energía, que rodea todo el recinto, quizá representando algún tipo de poder que baña la nave y a quienes la ocupan.

 

¿VEHÍCULO SOLAR?


La barca solar rodeada de estrellas.

La evolución de barca a disco solar, siempre en el terreno de la hipótesis subjetiva, pudo realizarse por comparación entre un vehículo aeronáutico y el mismo Sol, astro que representaba más claramente que una barca el viaje aéreo. O bien, rizando el rizo, por semejanza a los platillos volantes que, si lo miramos bien, tan extraordinario es que existan ahora como hace miles de años. De ello hay también testimonios pero, por el momento, eso es otra historia. Lo que ahora nos interesa es olvidar, siquiera brevemente, lo que la ciencia oficial nos cuenta, y pensar que el disco solar alado no es una representación del dios Ra, sino cualquier otra cosa.

En la mayor parte de las tumbas se han encontrado textos de libros sagrados, en forma de papiros desplegados por techos y paredes. Y es precisamente en la tumba de Ramsés Vl donde más profusión alcanzan. Escritos y escenas del Libro de las Puertas, del Libro de las Cavernas, variantes del Libro de Amduat, capítulos del Libro de los Muertos y el Libro de la Vaca Celeste. Y en la sala del sarcófago, el Libro del Día y de la Noche. Es obvio que estas inscripciones no fueron realizadas precisamente para que las vieran los turistas del futuro. Las medidas de seguridad adoptadas para salvaguardar las criptas de los violadores de tumbas así lo atestiguan. Una parte esencial de los papiros del Libro de los Muertos consiste en hechizos y consejos para ayudar a los difuntos. Las inscripciones nos indican que las almas de los difuntos viajaban al lejano país de Amenti, situado al oeste, de donde provinieron los dioses o viajeros primigenios y en donde resucitarían cuando llegase el momento. Tales creencias estaban ya desvirtuadas por el tiempo. Los egipcios pensaban más en un retorno corporal que en una segunda vida espiritual, y ello llevó consigo la aparición de una liturgia en torno al viaje de después de la muerte, con toda su parafernalia de momificaciones y cuidados más del cuerpo físico que del alma.

 

CUERPO Y ESPÍRITU


Los textos descifrados en torno a sus creencias nos indican que, cuando el dios Khnum creó al hombre, le dotó de dos partes: el cuerpo y el espíritu, el Ba y el Ka. El Ba es mortal, y el Ka es eterno. El Ka es una especie de doble y se manifiesta en forma de fuerza, adquiriendo vida en el momento en que nace el ser humano. Aparte del Ka, todo ser humano posee un Ba, que podría identificarse con la conciencia, con la psique y con el bagaje de informaciones que posee. Al morir el cuerpo, el Ka se une al Ba en algo indisoluble. Y los antiguos egipcios llegaron a creer que el cuerpo era necesario para la resurrección del Ka.

La mayor parte de los textos sagrados ilustran el viaje del Sol, o del disco solar alado, al mundo subterráneo. El libro más antiguo es el de Amduat, cuya traducción es Libro del que está en el Más Allá. Se trata de una guía que ilustra las regiones que atraviesa el Sol durante su viaje nocturno hasta el nuevo amanecer. La noche está dividida en doce regiones, habitadas por difuntos bienaventurados o condenados. A partir de la hora décima, de la décima región, se prepara el renacimiento que se efectúa en la duodécima cuando el dios, transformado en escarabajo, es dado a luz por la diosa del cielo Nut.

No es de extrañar, por estos textos, que aquellos hombres interpretaran el viaje como algo material. En los alrededores de tumbas y pirámides se han encontrado numerosas barcas que dan fe de esta creencia. Lo curioso es que las creencias sólo se aplicaran a los faraones, y que sólo a ellos se momificara esperando su resurrección en las primeras dinastías. El faraón, como los visitantes del pasado, efectuaba ciertos ritos de vuelta o de ida a algún sitio que era ya desconocido. Pero las creencias religiosas empezaron a transmitirse -faltas de conocimiento y significado – como dogma, sin el sustento real que antaño las acompañaba. Ya sólo quedaron los conceptos; no hay que olvidar que estamos hablando de un pueblo que estaba pasando de la Edad de Piedra a la del metal. Las ideas eran transmitidas oralmente. No es difícil suponer las dificultades de aquellos hombres para interpretar textos de hacía cientos o miles de años. Posiblemente, llegaría un momento en que los conceptos continuarían transmitiéndose, pero ya sin entendimiento. Lo mismo debió pasar con los conocimientos científicos. El pueblo egipcio no era tan docto como se supone: lo formaban agricultores y ganaderos. El saber se concretaba en muy pocos individuos.

 

PROBLEMAS IRRESOLUBLES


Sin embargo, de sus universidades mamaron los que serían sabios en Grecia, y sus cálculos dejan en pañales a nuestros científicos de hace tan sólo 500 años. De todos modos, sus conocimientos no deben compararse al nivel alcanzado por nuestra civilización, puesto que en muchos aspectos su evolución fue radicalmente diferente. Hemos coincidido en la predicción de eclipses y solsticios, en el número de oro, en el paralelepípedo isíaco o el número pi, pero ¿y en otras evoluciones?

Todo lo que nos rodea nos ofrece suficientes elementos de juicio como para tener que admitir con humildad nuestro desconocimiento. Nuestra ciencia no puede, con los medios actuales, resolver problemas que hace milenios tenían solución, como el movimiento de bloques de piedra de más de mil toneladas, o el trabajo del granito con cinceles de cobre; el Museo de El Cairo está repleto de objetos de difícil o imposible manufacturación.

La hipótesis que indica que religión y ciencia tenían un mismo origen explicaría por qué en tiempos remotos existieron una ciencia y unas técnicas asombrosas, algunos de cuyos restos -denominados ooparts por los expertos- han llegado hasta nuestros días. Desgraciadamente, ese saber recibido de los dioses quedó en cierta medida olvidado. Faltaron hombres capacitados para perpetuar los secretos. O quizá, si los dioses vivieron también pudieron morir, y con puede ser el ciclo de la Luna menguante, ellos gran parte del progreso.

Pero también pudo haber un grupo de individuos, como han existido posteriormente a lo largo de la historia, poseedores del saber oculto, capaces de interpretar los escritos antiguos y que, incluso, se hallaban separados, por lo menos ideológicamente, de los soberanos y sacerdotes que caminaban por el sendero de la involución.

La escritura, descifrable o no, está ahí. En la tumba de Ramsés Vl aparecen unos textos que, posiblemente, cayeran en manos de los sacerdotes de dicho reinado. Pudiera ser que siempre hubiesen estado en manos del clero y quizá alguno de ellos intuyó su importancia, o alguien ajeno les iluminara. En reinados anteriores y posteriores a este faraón, los conceptos fueron dogmáticos. La relevancia de esta tumba estriba en que la sala anterior a la última morada del faraón refleja una información que, más cercana a la ciencia ficción que a la realidad, relata algo tan lejano en el tiempo como cercano a experiencias actuales. Teorías y experiencias de hoy escritas hace miles de años.

– La creación del disco solar es la representación del del nacimiento del Sol, que después de la noche inunda de nuevo los campos con sus rayos.

En los habitáculos dibujados en el bajorrelieve, la personalidad de sus ocupantes parece dividirse en dos.

Esta aclaración de los guías quedaba lejos de lo que revoloteaba en mi mente. En uno de los dibujos (foto 2) dos mujeres sostienen entre ambas un disco redondo. Su expresión es dulce y uno de sus brazos se aproxima hacia él, casi tocándolo. ¿El Sol se puede tocar? Esta idea tan absurda no lo es tanto si consideramos que pudiera no ser el Sol, sino algo cargado de una energía que podría transmitirse usando nuestras extremidades como hilo conductor; o interpretando en el disco un conocimiento al que se intenta acceder del mismo modo. Esto no es nuevo: una hipótesis aceptada para dar explicación a las curaciones misteriosas reside en la imposición de manos. El cuerpo es un campo magnético y nuestras neuronas están recorridas por corrientes eléctricas.

 

DOS OBJETOS MISTERIOSOS


Otra importante imagen del disco solar, esta vez aparentemente doble, aparece en un ángulo del techo ( foto 1). Los expertos afirman que se trata de un eclipse. Pero los egipcios sabían muy bien pintar lo que querían. Si fuese un eclipse solar, el disco situado en primer término estaría más oscuro, ya que el ubicado en segundo término sería el Sol, que aparecería tras la Luna. Y no está dibujado así. Tampoco puede ser el ciclo de la luna menguante porque la Tierra va tapando la luz del sol de derecha a izquierda y no de arriba a abajo, como parece pintada. Además el objeto está rodeado por dos circunferencias, dando la impresión de algo físico, consistente.

La cosa puede ser más simple: un objeto del que se ve la parte de delante y la parte de detrás o, como ocurre con los bisontes de Altamira, dibujados con ocho patas para simular movimiento, pudieron haber pintado dos discos para dar a entender un movimiento de ascensión.

Mirando el disco horizontal y no verticalmente, dos personajes aparecen en escena. Muestran dos cosas: sus sonrisas y unos objetos que portan con sus brazos sin llegar a tocarlos. Estos objetos merecen especial atención. De los muchos símbolos de Egipto existen dos cuyo significado auténtico no ha averiguado nadie todavía: los denominados Signo Tit y Pilar Djed (foto 3). Nadie sabe qué son, o nadie se atreve a decirlo, porque lo que parecen es increíble. La forma del Pilar Djed recuerda los aisladores de vidrio de los postes de luz que sustentan cables de alta tensión. Su configuración está dispuesta como los cilindros de un motor refrigerado por aire. Y este objeto difiere en su terminal de los que aparecen junto a los dos hombres. ¿Qué pasa cuando añadimos al pilar Djet una prolongación con el signo Tit? Salvando la deformación sufrida por el paso del tiempo, es lo que parece que llevan nuestros personajes, explicando por qué está más iluminado el objeto del primer plano.

Representaciones de las enigmáticas bombillas de Dendera

A Alejandro Volta se le atribuye la invención de la pila eléctrica en el año 1800. Sin este descubrimiento, la humanidad no hubiese sabido nunca lo que eran unos objetos cilíndricos encontrados por Wilhelm Koenig, ingeniero alemán, cuando en 1938 efectuaba obras de alcantarillado en la ciudad de Bagdad. Los objetos fueron catalogados como pertenecientes a la dinastía de los Sasnidas, reyes que gobernaron en el siglo III de nuestra era. Otro científico, Willy Ley, construyó un duplicado del objeto en el laboratorio de la General Electric e introdujo en la vasija sulfato de cobre y ácido acético o cítrico, conocidos en la antigüedad. La pila empezó a trabajar. Otros objetos similares se han encontrado en Tell Olar y en Ktesifon (Turquía), datando estos últimos del siglo X a. de C.

En una sala subterránea del templo de Dendera, a orillas del Nilo, hay varios bajorrelieves que parecen representar, con todo lujo de detalles, bombillas. En algunas galerías subterráneas de pirámides y tumbas no se han encontrado restos de humo en el techo por ignición de antorchas o candiles. Siempre se ha intentado explicar esto con la teoría de los espejos reflejados entre sí, pero es fácil comprobar que la luz del sol rebotada, en la tercera o cuarta inflexión, es inoperante.

Sujetando dichas bombillas, o actuando como aislante o suministrador de energía, aparece el pilar Djed. Una fuente de energía unida a una lámpara, el signo Tit, parece ser lo que portan los personajes del dibujo: una linterna en cuya bombilla aparece el mismo filamento que ya conocemos. De haber existido, resolvería los misterios referentes a cómo iluminaban los antiguos egipcios el interior de ciertos pasadizos y cámaras interiores. Sin embargo, carecemos de pruebas.

 

LA LINTERNA PERDIDA


¿Conocían la electricidad? A mediados del siglo pasado, Augusto Mariette encontró en los alrededores de Giza unas piezas cubiertas por una finísima capa de oro. Ese tratamiento de chapado sólo es posible con la utilización de baños electrolíticos. No han sido hallados aún los aparatos que sirvieron para estos baños pero, aunque tengamos que dejar en cuarentena estos conocimientos, no podemos quitarnos de la cabeza la posibilidad de que algún día pudiera encontrarse enterrada alguna linterna o lámpara que funcionara por electricidad, y sólo entonces nos diríamos que aquello era realmente lo que parecía. Y seguiríamos reconstruyendo la historia de la antigüedad afirmando que un día la pila se agotó, o se rompió por una caída, y el objeto pasó de ser uno a ser dos. Y que la tradición fue transmitiendo su forma hasta que llegó un momento en que ya no se supo qué era. Pero seguía representándose en grabados porque la tradición los consideraba objetos valiosos, provenientes de dioses y, por tanto, sagrados.

Más adelante, sobre un fondo azulado, unas figuras evolucionan en distintos planos. Primero (foto 4) adoptan una posición casi fetal, que puede interpretarse como de nacimiento o, lo que es lo mismo, de iniciación. Sus rostros expresan felicidad. Sus cuerpos están fuertemente atados con correajes. Su única libertad reside en la cabeza, en la mente. Y junto a ellos, unos discos o unas bolas redondas. Sobre las cabezas aparece una estrella unida, como hilo conductor, por algo que ilumina y crea un vínculo entre el firmamento y el entendimiento humano. Sus cuencas oculares están adornadas por el Ojo de Horus, dios del aire y del cielo. El grupo de figuras dirige su mirada a la izquierda, donde una deidad les da la bienvenida. Luego, girándose, les muestra una especie de habitáculos (foto 6) de recintos cerrados, que indican un aislamiento del exterior.

Dentro, se produce un fenómeno. La persona allí introducida se desdobla, aparecen dos personalidades de un mismo ser. Actualmente se tienen evidencias de la bilocación de personas muy elevadas espiritualmente. Tampoco es nuevo el viaje astral, en donde el "yo" espiritual abandona el cuerpo físico. Esta dualidad se refleja en las inscripciones de la cripta. Ayer como hoy el doble, el Ka, y sus manifestaciones, eran la apertura hacia otros niveles de consciencia. Se piensa que estos niveles se alcanzan desde la más profunda instrospección. Anacoretas y eremitas han intentado encontrarse a sí mismos abandonando la presencia de sus congéneres y encaminando sus meditaciones a satisfacer sus metas espirituales.

 

DENTRO DEL SERAPEUM


No obstante, en Egipto se puede tener la sospecha de que algo aceleró este proceso. Es gratuito afirmar que una estructura material pueda servir de catalizador de progresos intelectuales o espirituales, pero sí hay incógnitas en torno a ciertos restos: no se sabe a ciencia cierta para qué servía el sarcófago de granito, tosco y sin oropeles, de la cámara real de la Gran Pirámide. Tampoco para qué servía el Serapeum de Saquara. Pero sí sabemos que el sarcófago no se utilizó como ataúd, y que en los gigantescos sarcófagos del Serapeum no se enterró ningún buey Apis.

Uno de los sarcófagos del Serapeum de más de 70 tn, que al parecer nunca guardó ningún cadaver.

El profesor Ghoneim encontró en una pirámide de Saquara una sepultura con los sellos intactos: la pirámide de Sekemjet. Las joyas y enseres allí depositados se encontraban intactos. La prensa y las autoridades se dieron cita el día en que iba a descubrirse el interior del enorme sarcófago. Al levantar la tapa, encontraron que estaba vacío.

El profesor Mariette fue descubriendo progresivamente lo que hoy conocemos como Serapeum. Adosados a varios pasillos se encuentran los 24 féretros de granito o basalto que miden cada uno 3,80 metros de largo, 2,30 de ancho y 2,40 de altura, a la que debe añadirse la tapa, de unos 60 centímetros. El espesor de sus paredes es de unos 42 centímetros. Se ha calculado que cada sarcófago (foto 7) pesa 70 toneladas, más 15 de la tapa. Casi todos los féretros estaban abiertos y vacíos, pero algunos estaban cerrados e intactos y hubo que utilizar dinamita para abrirlos. Cuando el polvo se disipó, se vio que dentro había... aire.

Otros sarcófagos han sido encontrados sin nada en su interior. La arqueología explica que la pirámide, las joyas y el ajuar funerario eran un mero simulacro de sepultura y, por razones de seguridad, se enterraba la momia en otro lugar. Pero esta teoría no convence a nadie: el Serapeum está datado en la época Ptolemaica griega, porque uno de los féretros -sólo uno entre 24- tiene unas burdas y precipitadas inscripciones de esa época. Pero otros son mucho más antiguos. Tan ciclópea obra debería haber sido datada por sus constructores; pero, como ocurre en las pirámides de Giza, nada puede indicar su antigüedad.

 Hay otros elementos que producen estupor en el Serapeum: varios agujeros en la roca, perforados milimétricamente, que parecen realizados al azar. Se encuentran en los laterales, en la tapa y en los lugares más insospechados. ¿Cuál podría ser el motivo de su presencia?

Hay una explicación, aunque suene descabellada: recordé una reparación que una vez efectué con unos amigos en un destartalado coche. Compramos una biela nueva para sustituir otra que estaba dañada, y vimos que pesaba algo más que las restantes. El mecánico hizo unas incisiones con una broca, para aligerar el peso y equilibrarlo con el de las otras. Esta idea no servía para interpretar el Serapeum, ya que uno no puede imaginarse los sarcófagos girando sobre un hipotético eje. De todos modos, un mecánico me informó que esas incisiones también se hacen en el bloque y la culata del motor para evitar, precisamente, un movimiento desequilibrado. Sólo faltaba hallar una energía y, lógicamente, un propósito. Hasta hoy sólo se han realizado estudios incipientes sobre la energía piramidal, que se desconoce casi por completo, y no sabemos nada de otras posibles energías que pudieran generarse o acumularse en los tanques del Serapeum.

El Serapeum se halla situado entre las pirámides de Giza y de Saquara, pudiendo existir en él algún tipo de canalización de las energías captadas por ellas. No sería nada extraño, pues aparatos como el Arca de la Alianza o el Templo de Melitta nos hablan de otros mecanismos en la historia con poderes energéticos.

 

PROCESOS DE TRANSMUTACIÓN


Las figuras parecen haber completado un proceso de transformación: su cabeza ha sido sustituida por la bola de energía.

Las hileras de sarcófagos, que parecen dispuestos en serie (foto 5), nos dan una idea sobre su posible funcionamiento. Junto a ellos puede verse una barca solar. Dos sirvientes acompañan al dios León, que está dentro de un espacio cerrado. La serpiente, símbolo esotérico de la sabiduría y la energía, no sólo rodea al dios, sino a todo el recinto, atribuyéndole un determinado poder. Aquellos seres que miraban anteriormente a los habitáculos se han transmutado (foto 8), han adoptado otra apariencia. El disco que les acompañaba al lado ahora está situado en la cabeza, sustituyéndola. ¿Qué ha pasado? Quizás, tras el paso por el catalizador, se ha conseguido un propósito conciso.

En el Museo de El Cairo, esculpidos en una losa, aparecen Akenaton y Nefertiti junto a sus tres hijos. Los cráneos de los niños parecen deformados, y recuerdan algunos cráneos incas del Museo de Lima. Se han barajado numerosas hipótesis sobre este hecho, pero no ha llegado a demostrarse que tal deformación facultara a los sujetos para adquirir conocimientos vedados a los occipitales normales. Por otro lado, el hombre siempre ha buscado identificarse con la divinidad, incluso adquiriendo formas propias de ésta.

Las figuras adoptaron la forma de "cabeza redonda" en clara semejanza con las pinturas del Tassili. Los antiguos pobladores del Sahara pintaron en sus cuevas unos seres con unas formas y atuendos más propios de la carrera espacial del siglo XX que del hombre primitivo. El Sahara no está muy lejos de Egipto. Cabe pensar que los antiguos egipcios vieran también descender a dioses de escafandra, dotados de unas máquinas y de un saber prodigiosos; y que persistieron en intentar compararse con ellos y comer el fruto del árbol de la vida. Y no hay que dejar de lado otra posibilidad: que la evolución realmente se cumpliera, llegando con ello a asemejarse con sus superiores y a adquirir su aspecto real o imaginario.

 

CERCA DE LOS DIOSES


La teoría de que los egipcios pintaban cabezas redondas sólo como boceto inicial no nos vale. En un lugar de la cripta aparecen bien diferenciados los "cabezas redondas" de los humanos de a pie. Los egipcios sabían perfectamente concretar una idea: si pintaban a alguien con cabeza en forma circular era porque querían exponer precisamente eso. Es lógico pensar que, si el mayor conocimiento se le atribuye siempre a los dioses, los iniciados estarían más cerca de ellos, e incluso intentarían diferenciarse del resto de los humanos. Y puede ser que los demás les vieran de ese modo. Más aún cuando habían realizado, con mayor o menor éxito, experiencias heredadas de los mismos dioses, que alguna vez se introdujeron en un sarcófago para realizar un viaje que tenía que ver con el viaje de los difuntos de dinastías posteriores.

Estas deformaciones en las cabezas egipcias son casi idénticas a las de algunos cráneos incas del museo de Lima.

El caso es que los iniciados, una vez adquirida su forma de pseudodioses, comienzan una peregrinación. Estos seres ya no tienen encima una estrella, pues han conseguido la iluminación. Y llegan a una barca solar, formada por una serpiente que representa energía vibratoria que, si en este caso no tiene alas, en cambio está decorada con dibujos representando estrellas que le confieren un carácter cósmico. A la izquierda de la barca solar hay un objeto redondo, diferenciado: un disco amarillo del que emergen el todo y el escarabajo.

Si anteriormente la barca solar era la evolución del disco solar alado, ahora existe una diferencia. La barca de los dioses si era el disco solar alado, pero esta barca ya no es de los dioses: ahora asume condiciones humanas: la proa y la popa albergan dos cabezas. La mente es lo que rige el saber, la conciencia. Esta barca solar ya no trata sobre un viaje real, sino que evidencia la transmutación espiritual. En la quilla aparece el Ojo de Horus, como analogía con el firmamento, y está orientada por la pluma de la diosa Maat, la verdad, Dios mismo.

No podemos concluir esta exposición sin resumir dos aspectos básicos. Primero, la ciencia perdida, posiblemente anterior al propio Egipto. Segundo, la parte de esa ciencia que llegó, transformada por el tiempo, a los egipcios.

Tenemos un dibujo con un disco solar volador del que emerge la cabeza de Horus, como referencia a objetos tripulados por dioses venidos de otros lugares. También tenemos en el techo de la tumba otro disco, pero esta vez tripulado por un hombre que quiso ser como la deidad. En este caso, su semblante es de preocupación por los peligros que esta iteración supone. En otro ángulo y en otra escena aparece lo que pudiera ser la clave: es un ser en una nave, pero no es un personaje corriente. Los egipcios no pintaban a las personas con la cara de frente, sino siempre de perfil. Este no debe ser, o no se le considera, humano. Con la mano izquierda se coge los genitales mientras se lleva el dedo índice a los labios. El mensaje es claro: los genitales representan la reproducción, la transmisión. Y el índice en los labios es el signo universal del silencio. Un ser de otro lugar, montado en una nave, nos dice que guardemos silencio sobre la transmisión. Que los que saben, callen. La idea del oscurantismo viene de antiguo, debiendo quedar el saber hermético.

 

UN SECRETO MILENARIO


No muy lejos de este extraño personaje hay una nave rectangular con el emblema del disco solar. La última nave, la más cercana a la cornisa, tiene en su cubierta un sarcófago con alguien dentro. Si la barca representa el viaje, entonces tenemos a una persona que a través del sarcófago efectúa un viaje quizás a un origen, quizás a un estadio superior. Pero ¡silencio!, que no se sepa, nos indica el personaje. ¿Y si, a pesar de todo, se supiera?

En las paredes de la segunda antesala está la peligrosa respuesta: arriba tenemos la creación del disco solar alado. Más abajo, siete naves tiran de una barca, dejando claro que la barca se refiere a una representación de algo que volaba. Y debajo, quemados también por el fluorescente, aparecen unos individuos sin cabeza, que los arqueólogos han interpretado como prisioneros. Mi opinión es que son descerebrados. Una mala utilización de algo oculto les anuló.

Estas representaciones fueron creadas por unos hombres, hace tan sólo 3.131 años. Actualmente, la tumba de Ramsés Vl está cerrada al público. Pregunté a un inspector el motivo y me explicó que los relieves se estaban desgastando y cayendo pero que, de todas formas, había otras tumbas, mejores y más bonitas, abiertas en el Valle de los Reyes.

"Mejores y más bonitas". Puede ser, pero ¿serían igual de reveladoras?

 


Artículo realizado por Manuel J. Delgado y aparecido en la revista "Año Cero" en marzo de 1994 

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