SAHURE, CUANDO LOS HOMBRES NO PUDIERON IMITAR A LOS DIOSES.


Como todas las situadas en la zona arqueológica de Abusir, la Pirámide de Sahure, perteneciente a la V dinastía, es una construcción humana. Sin embargo, en su templo adosado los investigadores han observado el uso de técnicas propias de las grandes obras de Gizéh, aquellas erigidas por arquitectos de origen desconocido. Las similitudes entre Sahure y la Gran Pirámide han llevado a supones a los estudiosos que el templo de la primera perteneció originariamente a la segunda. Una vez más, la huella de los dioses siembra el desconcierto en la interpretación de la historia...


Las pirámides de Abusir se ven desde todos los lugares. Los millones de turistas que visitan Gizéh o Sakkara pueden divisarlas a lo lejos. Pero, aunque todos saben dónde se encuentra esta zona arqueológica, lo cierto es que sólo unos pocos han estado allí. Recortada en el horizonte, perdida en mitad de todos los sitios, sus piedras duermen el letargo del abandono. Es posible que fuera esa soledad lo que llevó a los faraones de la V Dinastía a elegir este lugar para elevar en él sus santuarios. Si fue así, consiguieron su propósito, ya que durante milenios solo los chacales perturbaron el silencio de Abusir, pues los saqueadores prefirieron profanar otras necrópolis más ricas y el viento fue amontonando arena sobre tan enigmáticas construcciones.

Son muchos los misterios que quedan por resolver en Abusir. El primero de ellos es evidente: veinte años después de haber erigido las de Keops, Kefrén y Micerinos, a los egipcios se les "olvidó" cómo edificar pirámides. La arqueología oficial explica este enigma de forma, cuando menos, poco convincente. Durante el reinado de estos monarcas de la IV Dinastía -dice-, el pueblo vivió oprimido por sus gobernantes, obligado a dedicar todo su esfuerzo en amontonar bloques en su honor. Posteriormente, con la siguiente dinastía, los trabajadores volvieron a sus quehaceres habituales, por lo que los nuevos reyes no contaron ni con la mano de obra ni con los fondos necesarios, que sus predecesores se ocuparon en derrochar. Una teoría que, como vemos, no termina de explicar lo sucedido hace más de 4.500 años.

 

¿ INVOLUCIÓN ARQUITECTÓNICA?


 La perfección de las pirámides de Gizéh es de tal envergadura que, para acometer esta empresa, sólo puede pensarse en obreros especializados y no en cientos de miles de labradores privados de su forma de vida cotidiana. Veamos por qué. Los estudios realizados en los pocos bloques de revestimiento que quedan de la Gran Pirámide indican que sus seis caras, con más de 16 metros cuadrados de superficie, fueron terminadas con un error óptico de 0,05 milímetros por metro, lo que supone una perfección mayor que la conseguida en la lente principal del telescopio de Monte Palomar. Este ajuste óptico de caras y perfiles se realizó en los 27 000 bloques de revestimiento que conforman la obra. Es decir en Egipto se consiguió a escala industrial lo que nosotros no podemos realizar ni siquiera a nivel artesanal.

Por tanto, más que en labradores debemos pensar en una industria lítica imposible para unas gentes que sólo poseían herramientas de cobre y desconocían la rueda o la polea. Pero si algo contradice la teoría oficial es, sobre todo, la técnica aplicada en estas construcciones, que aún hoy resulta desconocida para la arqueología.

Si hacemos caso de las tesis oficialistas, por lógica deberemos pensar que es muy probable que los canteros de Abusir fueran los mismos -o sus alumnos- que los que erigieron las construcciones de Gizéh. Entonces, ¿cómo es posible que en tan breve período de tiempo perdiesen los conocimientos propios de su oficio?

Bien es cierto que, en lo que a los fondos y el tiempo necesario se refiere, no es lo mismo alzar una pirámide de 15 metros de altura que hacer una de 150 metros. Sin embargo, resulta lógico pensar que la pericia de unir dos bloques debería ser técnicamente la misma en ambos casos. Podríamos creer -como hace la arqueología oficial- que, efectivamente, los faraones de la V Dinastía no dispusieron de la mano de obra multitudinaria y los fondos con que se contó para los proyectos de Gizéh. Pero lo que resulta ingenuo es pensar que tampoco pudieron contar con los especialistas -y las técnicas utilizadas por éstos- encargados de erigir aquellas magníficas construcciones. Entonces, ¿cómo se explica que entre los bloques de Gizéh no quepa ni una cuchilla de afeitar, mientras que en los de Abusir (supuestamente inmediatamente posteriores) se puede introducir tranquilamente un dedo, cuando no la mano entera? No parece, cuando menos, lógico.

 

LA EXTRAÑA RELACIÓN ENTRE El TEMPLO DE SAHURE Y LA GRAN PIRÁMIDE


Userkaf, el primer faraón de la V Dinastía, inmediatamente posterior a los grandes reyes de la IV, se hizo construir su pirámide en Sakkara. Ninguno de los bloques de esta construcción -que carece de revestimiento alguno- supera la media tonelada y su altura debió resultar irrisoria para un pueblo que, supuestamente, había visto levantar las obras de Gizéh. A menos que el orgullo del faraón no se sintiera resentido por saber que, en realidad, las grandes pirámides no fueron alzadas por los egipcios.

Lo más significativo de las pirámides egipcias es el hecho de que, mientras en el interior de las construidas durante la III, V y VI Dinastía se han encontrado restos de ceremonias e inscripciones jeroglíficas que las sitúan en el contexto histórico del Antiguo Egipto, en las de la IV Dinastía no existe el más mínimo dato que resuelva su origen. Pero, además, dado su elevado nivel tecnológico, estas construcciones resultan absolutamente anacrónicas si hacemos caso de la arqueología oficial cuando asegura que fueron erigidas durante la IV Dinastía.

Desde hace tres años el Ministerio de Antigüedades Egipcias está efectuando trabajos de desescombro y restauración en Abusir. Todas las construcciones de la zona, realizadas durante la V Dinastía, no son hoy más que informes masas donde se mezclan la piedra y la arena y cuyos perfiles originales hay que "intuir". Todas menos el templo del faraón Sahure, adosado a su pirámide, que alberga otro de los grandes misterios de Egipto, pues presenta en su construcción elementos que resultan, una vez más, anacrónicos para la época en que supuestamente se erigió, elementos que, además, le relacionan con la Gran Pirámide.

En la Gran Pirámide los arqueólogos no han encontrado restos de templo alguno adosado a ella. Algo resulta inexplicable, pues el resto de las pirámides similares a ella -las de Snefru, Kefrén y Micerinos- sí los poseen. Es lógico suponer, por tanto, que Keops -supuesto artífice de la Gran Pirámide- siguiera la tradición de su padre. Por tanto, debió erigir, o apropiarse, de construcciones anejas a la pirámide destinadas a ser recinto de su propio templo. Pero de ello no queda rastro alguno. Pues bien, lo más probable es que parte de este templo se encuentre diseminado por otras construcciones del Antiguo Imperio y, en especial, en el templo de Sahure. Hay datos que así lo apuntan.

 

EL ARTE DEL EXPOLIO


Sahure debió expoliar el templo de Keops en beneficio propio. Y lo peor es que con ello instauró la costumbre de destruir construcciones antiguas para que sus piedras sirvieran a los futuros edificios, pasatiempo muy popular entre los faraones del Imperio Nuevo. Éstos, no contentos con tales tropelías, llegaron incluso a tachar el cartucho del rey constructor para poner encima su propio nombre y, con ello, reclamar la autoría de la magna obra.

A Sahure también se le debe el origen del gremio de los "chapuzas", críptica orden que se ha mantenido hasta nuestros días y que tiró por el camino de enmedio a la hora de ensamblar las piedras. Los arqueólogos egipcios han sacado a la luz lo que fue la entrada del templo de este rey, cuyos pasillos y principales salas se nos muestran tan sólo en sus primeras hiladas de bloques, ya que -justo castigo- el monumento sirvió de cantera a otros faraones que siguieron el ejemplo de Sahure con indudable sentido del humor.

Sus expolios consiguieron almacenar bloques de diferentes tipos de roca que fueron colocados siguiendo las instrucciones de un arquitecto seguramente ebrio. Algunos muros compaginan piedras de granito negro con caliza, adornados con incrustaciones de granito rojo. Los bloques, de distinto tamaño, configuran unas paredes precursoras del arte abstracto. Gran parte de los sillares se hallan labrados con muestras de su anterior utilidad, sirviendo sin embargo como dintel o para alojar una bisagra o cierre. Salvando estos pequeños detalles, el templo quedó concluido con unas cámaras las ofrecidas a su nombre, Sahu-Orión, una sala hipóstila realmente bella dedicada a su apellido, Ra-Sol

 

LA TECNOLOGÍA OUE VINO DEL ESPACIO


La importancia del santuario de Sahure radica en que incorpora bloques procedentes de la Gran Pirámide, el monumento atribuido a Keops que posee una tecnología no superada por ningún otro. En dos rocas de granito rojo que se encuentran una en la entrada original y otra en el pozo de la Cámara del Caos, hemos hallado unas perforaciones o trépanos, de unos 15 centímetros de diámetro, de imposible manufactura. Fueron estudiadas por Petrie, quien llevó unas muestras a Inglaterra para ser analizadas por el eminente petrógrafo Benjamin Baker, el ingeniero de la antigua presa de Assuán.

Realmente no son perforaciones, ya que el objeto que las produjo era un cilindro hueco que, tras introducirse en la roca, dejaba un tarugo en su interior que luego era roto por medio de un golpe. Lo singular es que podía apreciarse la capacidad de perforación y que ésta arrojó un resultado desconcertante. En cada vuelta, el taladro se introducía 2,5 milímetros; sin embargo, la dureza extraordinaria del granito rojo hace que, en la actualidad, con nuestra más moderna tecnología, las puntas de diamante sintético sólo penetren 0,05 milímetros por vuelta, 50 veces menos que lo logrado en la Gran Pirámide. El diamante posee una dureza 10, mientras que la widia (carburo de tungsteno) o diamante sintético tiene una dureza 11. No existe dureza superior de forma natural en todo el sistema solar. Sir Benjamin Baker calculó que la broca utilizada no podía tener una dureza inferior a 500. Un gran enigma estaba servido, un misterio para el que la Ciencia no tiene explicación posible, ya que no admite la existencia de herramientas procedentes de otro lugar ajeno a la Tierra.

En el templo de Sahure, una de las brocas tenía 15 centímetros de diámetro, igual que algunas de las muestras encontradas en la Gran Pirámide. Otros trépanos de este templo poseen 2, 3 y 7 centímetros de diámetro. En el tanque de granito de la Cámara del Rey de la Gran Pirámide podemos ver otras perforaciones realizadas con brocas de 1 centímetro de diámetro, que penetran en el granito con la misma facilidad que las grandes.

Es evidente que la increíble tecnología y conocimientos que poseía el pueblo egipcio en relación con la Astronomía, la Medicina, la Biología o la Geometría no pudieron ser adquiridos por su experiencia cultural. ¿Llegaron éstos del espacio?

 

ABLANDAMIENTO DE ROCAS


Pero los misterios del templo de Sahure no cesan con los trépanos. También se han encontrado en él muestras de ablandamiento de rocas, lo que constituye una prueba de que las piedras empleadas por Sahure fueron extraídas de la pirámide atribuida a Keops, pues esta técnica tan especial de manufacturación fue sólo detentada por el arquitecto de la Gran Pirámide. En la foto conseguida por mi colaborador Antonio Alvarado podemos ver -aunque no tan claramente como al natural- la huella dejada por un pie que correspondía al número 37 en roca de granito de enorme dureza. Es imposible que Sahure conociera estas técnicas, pues de ser así habría construido su templo de otra forma.

Sólo el estudio multidisciplinar de todas las ciencias podrá dar con las soluciones a los problemas planteados en el Antiguo Egipto. En el caso del templo de Sahure será la Geología quien tendrá la última palabra sobre lo que encierra el complejo. Afortunadamente son muchos los científicos que se están sumando al estudio de nuestro pasado con la mente libre de prejuicios y, con toda probabilidad -y a pesar del gran miedo que sigue existiendo a la hora de internarse en este mundo de lo desconocido, derribar barreras o pensar siquiera en la posibilidad de que otros seres del universo se hayan asomado a nuestro planeta-, serán ellos quienes vayan aportando los datos capaces de echar por tierra las teorías preestablecidas.

En el templo de Sahure hemos encontrado una roca muy singular. Constituida de una sola pieza, la mitad de ella es de granito rojo, la otra mitad de granito negro. Se trata de una piedra cuya existencia es imposible, pero que está ahí. Es lo suficientemente grande para ser observada por todo el mundo, pero lo bastante pequeña como para seguir siendo ignorada por los que creen que en Egipto ya está todo descubierto y... ¡explicado!


Articulo realizado por Manuel José Delgado y publicado en la revista "Más Alla" en su especial monográfico: "PIRÁMIDES DEL MUNDO" en Marzo de 1996.

 

 

 

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