El objetivo fundamental de la alquimia experimental es imitar a la naturaleza en sus procesos de transformación de la materia con el fin de lograr su perfeccionamiento. Es cumplir a cabalidad con aquel mandato bíblico que reza: «Hagamos al hombre a imagen nuestra, según nuestra semejanza, y domine sobre toda la creación.» ( Génesis 1,26 ).

Esto hace al hombre cooperador en la obra de la creación. Co-creador con Dios. Un mandato ineludible...una gran responsabilidad.

El alquimista, espiritual en su ser, delicado en su quehacer, comprendiendo y reflexionando sobre esta gran responsabilidad, pone al servicio de la Naturaleza creada sus habilidades, sudor y dedicación para que siguiendo los pasos de la Madre Naturaleza, la pueda comprender y transformar.

El laboratorio alquímico tiene más o menos los mismos equipos que el químico, salvo algunos aparatos de diseño antiguo y clásico que el alquimista prefiere, no por nostalgia sino por cualidades prácticas, y de los cuales en su oportunidad nos ocuparemos. Por lo que podemos y debemos seguir las mismas reglas de praxis en seguridad y manipulación que cumpliríamos en un laboratorio químico. No obstante la alquimia es ir más allá... mucho más allá que la química operacional o teórica.

El objeto secundario y práctico de la alquimia experimental es que el practicante use y comprenda las operaciones espagíricas, conociendo sus limitaciones y riesgos. Que compruebe personalmente las propiedades de los diversos cuerpos y sustancias tratadas por la alquimia teórica. Que reconozca la interdependencia de la cantidad de las substancias con las dimensiones del equipo a usar, la duración de la reacción, las condiciones de agitación, enfriamiento, purificación y rendimientos.

Debe adquirir e incrementar su pericia manual, criterio y confianza para seleccionar y montar el equipo adecuado para efectuar las reacciones, por breves que sean las indicaciones disponibles o si carece de ellas, planear correctamente un experimento original, escogiendo los disolventes, temperaturas y tiempos de reacción más adecuados.

Debe registrar sus observaciones de forma metódica, precisa, completa, inteligible y reproducible.

Antes de empezar cualquier ejecución, deberá revisar cuidadosa y ampliamente todos los antecedentes teóricos y mecanismos implicados en la transformación, para prever las normas especiales de seguridad a emplear.

Debe planear racionalmente el desarrollo del experimento, reflexionando sobre el porqué de cada uno de los pasos de éste, preguntándose:

1 - ¿ Cuál es el más probable mecanismo de reacción?
2 - ¿ Que sucede si cambio las cantidades de reactivos?
3 - ¿ Por qué he de emplear las condiciones experimentales indicadas?
4 - ¿ Qué sucede si se eleva o baja la temperatura de reacción?
5 - ¿ Cuál es el propósito de cada paso que estoy dando?
6 - ¿ Cómo debo modificar cada paso si deseo incrementar o reducir la escala de la
reacción?
7 - ¿Cómo se puede averiguar cuándo se ha completado la reacción?
8 - ¿ Cómo se eliminan los productos secundarios de la reacción?
9 - ¿ Hay otro método alternativo por el que pueda lograr el mismo propósito?
10 - ¿ Qué reacciones rápidas y sencillas puedo usar para seguir el progreso de la
transformación?
11 - ¿ Se ha identificado y purificado adecuadamente el producto?

Cuando tenga que interrumpir temporalmente un experimento asegúrese de que:

a.- No habrá reacciones secundarias o de descomposición del producto antes de que se reanude el experimento.

b.- De que se han anotado en todos los recipientes los nombres de su contenido y datos básicos de finalización como temperatura, estado físico, etc..

c.- De que en su diario de laboratorio lleva registrados todos y cada uno de los detalles hasta el momento de interrupción.

Toda solución, precipitado y material obtenido, debe conservarse hasta que se ha identificado plenamente, y se ha obtenido el compuesto deseado con un rendimiento razonable.

Deberá actuar siempre con cautela, reflexivamente y no dejar al azar los resultados de un experimento. De no hacerlo solo obtendrá frustración como premio, detrimento en su salud como castigo (por cualquier accidente) y pérdida económica como pago.

No juegue al alquimista... puede que sea su último juego.

Todas las substancias y materiales que utilice considérelos como potencialmente peligrosos

Siempre use gafas protectoras y bata o delantal.

Nunca fume en su laboratorio.

Siempre caliente los líquidos volátiles en baño maría, de arena, de cenizas o mantas, y bajo la campana extractora, nunca a fuego directo y en espacios cerrados y sin ventilación.

Nunca dirija la boca de un recipiente de reacción hacia usted mismo o hacia un compañero.

Nunca deje matraces esféricos que contengan líquidos en la trayectoria de los rayos solares, pues provocará un incendio por el espejo hustorio formado.

Los éteres almacenados reaccionan con el aire formando peróxidos explosivos. Detecte su presencia sacudiendo en un tubo de ensaye 1 ml de éter con 1 ml de solución reciente de yoduro de potasio al 10%. La presencia de peróxidos pone amarilla la solución acuosa por el yodo liberado. Los peróxidos se destruyen lavando el éter con una solución acuosa de sulfato ferroso.

Nunca caliente sistemas cerrados. Explotan.

Nunca emplee un reactivo sin leer cuidadosamente la etiqueta, observar su aspecto y estar seguro de su origen y estado de conservación.

Nunca arroje agua sobre metales alcalinos o sobre sales o metales fundidos pues se puede provocar una explosión. Los restos de sodio o potasio se deben destruir añadiéndoles cuidadosamente etanol o metanol. El litio, sodio y potasio nunca deben dejarse expuestos al aire. Especialmente el potasio, pues se va a producir un incendio. Manéjelos dentro de hidrocarburos (gasolina) y en lugares secos.

Para ebulliciones prolongadas nunca llene el recipiente a más de un tercio de su capacidad.

No coloque líquidos en un recipiente a menos de 1/3 ni más de ¾ de su volumen total.

Si tiene alguna duda sobre medidas de seguridad o técnicas particulares, por favor hágamelo saber en un correo electrónico y con gusto podré orientarle.