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Editorial


RELIGIÓN Y RELIGIOSIDAD


En los tiempos actuales, la palabra religión ha alcanzado importantes significados para la humanidad; para muchos no es más que un concepto ideológico o filosófico sin más sentido que el de perpetuar unas instituciones que se denominan iglesias y que realizan funciones de interés social, para otros, la religión supone un sentido trascendente de la vida que afecta su comportamiento y su realidad como personas, y hay quien en la religión sólo es capaz de definirla como un instrumento al servicio del poder para controlar y dominar al pueblo llano y sencillo.

Sea como fuere, la palabra religión es un vocablo que viene de las lenguas clásicas y que deriva del verbo “religare”, volver a unir, retornar al punto de partida. Este sentido de la palabra religión, se amplia cuando el sentido de unión viene implementado por los conceptos de hombre y Dios, así pues el sentido de esta palabra es volver a unir al hombre a Dios, devolverle al origen de donde procede.

La religión en sentido abstracto sólo tiene que ver con las religiones propiamente dichas en que éstas contienen una doctrina y unos postulados concretos que intentan alcanzar el objetivo de llevar el hombre a Dios.

La religión es pues un concepto profundo que admite la existencia de un Creador y que nos está recordando permanentemente nuestro origen y nuestro destino. La religión es un sentimiento sublime que alcanza lo más profundo del ser humano, desde sus estadios evolutivos más primitivos hasta el hombre más avanzado en la ciencia y la intelectualidad.

Lamentablemente, los conceptos doctrinarios aplicados por los hombres a las distintas religiones, como los rituales, los dogmas, las imposiciones, los errores cometidos por los representantes de estas doctrinas a lo largo de la historia, han condicionado el sentido auténtico del concepto de religión, desvirtuándolo y confundiendo al ser humano acerca de su auténtica realidad.

La palabra religiosidad definiría con mayor exactitud los aditamentos doctrinarios que han condicionado la vida de las religiones a lo largo de la historia y que como planteamientos humanos que son tienen errores, no son infalibles y lamentablemente a veces quedan obsoletos con el paso del tiempo. La religiosidad es el sentimiento religioso externo, manifestado en actos rituales y superficiales que en algún momento pueden ayudar a comprender el sentimiento religioso del espíritu pero que en la mayoría de las veces suelen confundir al ser humano creyendo que lo superficial es lo que mayor valor tiene, dejando de lado la profundidad del sentimiento religioso interno.

El concepto que define la profundidad del sentimiento religioso en el hombre es por encima de todo la creencia en Dios. Aquél que admite en su fuero interno la existencia de un Creador que es la causa primera del Universo y del Hombre está en el buen camino para intentar progresar espiritualmente. A partir de aquí deberá intentar comprender las leyes que el Creador ha instituido para poder conocerle mejor y por ende llegar a ÉL cuanto antes a través del AMOR.

Nadie ama lo que desconoce, por ello el primer mandamiento nos dice “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo” El camino del Amor es el más rápido dentro del camino de la evolución, por ello la religión es la vuelta a Dios del espíritu humano, engrandecido con el atributo poderoso del Amor y de la perfección.

Este sentimiento del amor, necesita en las primeras etapas de la evolución realizarse a través de nuestros seres queridos, nuestro amor al prójimo, a todos aquellos que nos rodean, a los que nos odian, a nuestros enemigos, ejerciendo el perdón como bálsamo purificador, concederá al espíritu la base firme de su recuperación espiritual.

El espíritu, ser eterno con un potencial inimaginable por proceder de la misma chispa divina, necesita de Dios para existir y ser, sin su creador la obra no tiene sentido, es por ello que el ateo confeso no es más que un ser ignorante de su origen y de su destino; no es capaz de creer en el Dios que le han presentado las formas religiosas, las doctrinas, pero desconoce por completo al auténtico Dios, aquél que todos llevamos dentro en alguna medida y que nos impele a hacer el bien y a conmovernos por nuestro prójimo necesitado.

La religión es pues, en su sentido profundo, la base principal de nuestra existencia, y en ella debemos basar nuestra fortaleza interior, en la creencia de nuestro origen divino y de nuestro destino feliz, eterno y venturoso. Esta es la auténtica verdad y obra universal, la creación de seres eternos a imagen y semejanza de Dios en el espíritu, la esencia divina que nunca muere y se encuentra abocada a retornar a Él después de múltiples experiencias en el camino de la evolución.

A.LL.F.