Volver

Editorial


En numerosas ocasiones, quizás demasiadas, vivimos absortos en nuestros propios problemas, solamente nos interesan nuestras circunstancias personales, preocupándonos únicamente por vivir un ambiente lo más cómodo y feliz posible. Evitamos incluso responsabilizarnos con actividades que nos supongan sacrificio o renuncia y que pongan en juego nuestra solidaridad, altruismo y ayuda desinteresada.

Creemos que por el hecho de no vivir directamente una serie de lamentables situaciones sociales que están ocurriendo a nuestro alrededor, no tenemos nada que hacer, pensamos que su solución está en manos de otras personas... siempre ponemos excusas, pero lo cierto es que nuestra conciencia no para de llamar a la puerta para que hagamos algo positivo, para que nos planteemos seriamente cuál es nuestra actitud ante la vida y si de verdad nos importa que a nuestro alrededor, todavía hoy en puertas del siglo XXI, exista el hambre, la guerra, la violencia, la droga y otros problemas similares...

Hoy, quizás, nos encontremos en una situación económicamente aceptable, tal vez no tengamos ningún problema social grave en nuestra familia, probablemente estamos viviendo la vida sin complicaciones y sin sufrimientos, y por esa razón no nos percatamos (o no queremos darnos cuenta) de lo que ocurre a nuestro alrededor, pero ¿qué pasaría si de la noche a la mañana nos llegara a nosotros el dolor, el sufrimiento, la escasez...?

Probablemente, exigiríamos a los demás que nos ayudaran, que de alguna forma, por poco que fuera, nos echaran una mano para superar la situación que nos ha tocado vivir. Entonces, ¿por qué ahora que estamos bien no nos acordamos de las necesidades ajenas, de lo mucho que podríamos hacer por aliviar su dolor y carencias?

El egoísmo nos ciega y nos hace olvidar esos valores humanos que tan presentes debiéramos tener en cada una de las actuaciones y decisiones que tomamos a lo largo de nuestra existencia. El materialismo es una verdadera lacra social que nos absorbe de tal forma que únicamente vivimos para nosotros, buscando el propio bienestar y comodidad, satisfacer nuestros deseos y gustos personales aún a costa de perjudicar a los demás, parece que desprenderse de algo nuestro (que muchas veces nos sobra) sea un tremendo esfuerzo que no estamos dispuestos a realizar, ¿hasta cuando vamos a seguir así?

No podemos ahogar la voz de nuestra conciencia ni la de nuestros propios sentimientos humanos, ellos nos invitan a la solidaridad, a la fraternidad universales, a preocuparnos activamente por lo que acontece a nuestro alrededor, a implicarnos moralmente con cualquier problema social y a buscar soluciones participando en ellas, viendo cuál puede ser nuestro papel para actuar responsablemente.

En estas fechas tan importantes que recordamos el nacimiento de Jesús, que parece que nuestros sentimientos se expanden un poco más y nos invitan a preocuparnos por el semejante, a superar aquella falta de entendimiento, odios y rencores del pasado, son momentos que debemos aprovechar para REFLEXIONAR seriamente sobre nuestra actitud en la vida, es el momento para cambiar muchas cosas que no están bien en nuestro interior y para tomar la firme determinación de hacer algo positivo, por poco que sea, pues si todos aportamos algo nuestro para suavizar los problemas de nuestra sociedad, muchos de ellos sí verán una rápida solución. Todos somos importantes y necesarios cuando se trata de ayudar a cualquier ser humano que lo precise.

Redacción.