Volver

Reforma interior


Defectos morales


El espíritu a lo largo de su carrera evolutiva, atraviesa por muy diferentes etapas en la cuales su trabajo se desenvuelve por unos derroteros o por otros. En los momentos en los que nos encontramos y atendiendo al nivel espiritual del que gozamos nuestro trabajo principal es el de la superación de nuestros defectos morales. Tal vez no sea tan importante que atesoremos altos conocimientos materiales acerca de las leyes divinas que gobiernen la física, la química, la biología, etc., todo lo contrario, estamos profundamente necesitados de eliminar de nuestro interior todos los defectos que nos atenazan y que nos coartan nuestra libertad espiritual.

Estando como estamos imbuidos totalmente en la vida material, no somos capaces de valorar en su justa medida hasta qué punto los defectos y las tendencias materiales dominan nuestra existencia, haciendo que nos desviemos continuamente del verdadero camino espiritual y del trabajo que hemos venido a realizar a este planeta.

Es múltiple la bibliografía espírita en la que los espíritus nos comunican a través de médiums sobradamente preparados y cualificados, de casos palpables de seres que tras abandonar la materia en una de sus existencias tuvieron que comprobar la tremenda realidad de no haber cumplido, ni mucho menos, con lo que se habían comprometido antes de encarnar, y es más, vieron como su ya pesada carga espiritual se veía incrementada todavía más por las múltiples equivocaciones cometidas.

Una vez que encarnamos no queremos hacer oídos a lo que nuestra conciencia espiritual nos dicta constantemente y continuamente la vamos acallando con nuestra tendencias materiales. De esta manera nuestros defectos, que ya no encuentran ningún impedimento para ser dominados, se desarrollan a su antojo y nos convierten en verdaderos seres alejados de todo propósito de enmienda espiritual estancándonos continuamente existencia tras existencia.

Como decía al principio es tremendamente importante que sepamos admitir que nuestro trabajo más importante en estos momentos es el de la superación de nuestros defectos.

Es algo que no podemos dejar para otro momento ni esperar que alguien lo haga por nosotros, hemos de tomar cartas en el asunto y definirnos una política de trabajo con el fin de ir poco a poco anulándolos y limitándolos, de manera que en el menor número de existencias posibles los erradiquemos por completo de nuestro interior. A partir de ese momento será cuando nuestro espíritu encuentre la luz y sea capaz de transmitir a la materia aquello que lleva dentro y convertirá las existencias materiales en existencias de progreso y no como ocurre en la actualidad, cuando tras cada existencia en la que no nos esforzamos aumentamos cada vez nuestros débitos espirituales.

El primer problema a la hora de enfrentarnos a nuestros defectos es empezar por comprender y asimilar que realmente los tenemos. Es frecuente oír a muchas personas decir que ellos no son malos, que quieren y aman a todos, creen que son perfectos, pero sin embargo están llenos de imperfecciones. En esta actitud poco se podrá progresar ya que al carecer en nuestro interior del convencimiento necesario para realizar la labor, nunca la acometeremos.

Un simple razonamiento podrá hacernos cambiar de creencia y convencernos de nuestras necesidades espirituales. Cada planeta determina el nivel de espíritus que lo habitan. La Tierra, como planeta de expiación y prueba, confirma que el nivel de los que nos encontramos en ella es más bien bajo, estando necesitados de probarnos constantemente en nuestras capacidades espirituales, al mismo tiempo que expiamos las equivocaciones y errores cometidos en el pasado.

Una vez que comprendemos que tenemos defectos hemos de centralizar todos nuestros esfuerzos en localizarlos, saber cómo nos afectan y dominan y ver en qué circunstancias se nos manifiestan y perjudican. Ese es un trabajo de mucha constancia, laborioso y de tiempo. No podemos pretender en unos días conocer internamente todas nuestras reacciones cuando hace muy poco tiempo apenas creíamos en la existencia de nuestros defectos.

El trabajo interior es imprescindible en estos momentos, así como el estudio de las máximas y ejemplo que nos han dejado los grandes maestros espirituales que han encarnado en este planeta. Cotejando ambas cosas podremos hacernos un esquema interno de nuestras imperfecciones para así posteriormente luchar por su erradicación.

Una vez que nos encontramos en este punto la erradicación de los defectos ya sólo es cuestión de tiempo y de mucha fuerza de voluntad, fuerza que todos poseemos y que nos es dada por nuestro Padre en cantidad suficiente para acometer todo lo que nos hemos planteado realizar en nuestra existencia.

Se requiere de mucha fuerza de voluntad pues hemos de corregir y transmitir una serie de equivocaciones en nuestra personalidad arrastradas durante muchos cientos y miles de años. Son costumbres equivocadas que tenemos en nuestro interior y que lo normal es que ante las diversas situaciones de la vida afloren al exterior.

La vida está llena de dualidades, blanco-negro, luz-oscuridad, arriba-abajo, dentro-fuera, bien-mal, etc., en este sentido, a la hora de luchar contra nuestros defectos hemos de aplicar la parte contraria a ellos. Así si nuestro defecto es el orgullo, hemos de luchar y trabajar para que en todas nuestras actuaciones se plasme un sentimiento de humildad. Si somos egoístas, luchemos por ser altruistas, etc., así poco a poco iremos transmutando esas desviaciones morales por las actuaciones correctas basadas en las Leyes Divinas.

Los defectos morales constituyen una pesada carga para el espíritu en evolución y lo estancan grandemente a lo largo del tiempo. Con su erradicación sufre un gran salto evolutivo, ya que elimina todo aquello que lo liga a las cosas materiales, encontrándose a partir de ese momento más libre para acometer realizaciones cada vez más espirituales y provechosas para su propia evolución espiritual y para la de sus semejantes.

J.F.M.A.