|
El ser humano puede modificar su propia conducta y costumbres con voluntad y constancia, aunque en muchas ocasiones nos dejamos llevar, casi sin saberlo, por hábitos perniciosos que se albergan en nuestro interior y pueden llegar a perjudicarnos seriamente. Es necesario que reflexionemos sobre una serie de cuestiones que nos permitan detectarlos, potenciar los buenos y corregir los negativos:
Contamos con diferentes medios a nuestro alcance para conocernos interiormente, sin justificaciones ni excusas, de una forma sincera. El autoanálisis ejercitado diariamente nos permitirá hacernos una idea bastante general de nuestro estado espiritual actual. Además el conocimiento moral del Evangelio de Jesús u otras doctrinas de tipo espiritual, así como el ejemplo de esos grandes maestros espirituales que en todas las épocas de la humanidad nos han ofrecido, nos permitirán comprender en qué estamos fallando al comparar nuestro propio comportamiento con sus enseñanzas.
Aún con todo es necesario que prestemos atención a la propia vida, que con sus enseñanzas puede orientarnos, sobre todo por la respuesta que los demás al conocernos y convivir más estrechamente con nosotros, pueden ofrecernos. Tal es así que pueden darnos algún consejo orientador al respecto, que deberíamos de acoger de buen grado y someterlo a un estudio detenido.
Una de las excusas más frecuentes que solemos poner: soy así y no puedo remediarlo; es un gran error justificar nuestras propias limitaciones en vez de intentar corregirlas. La misma vida nos enseña que somos dueños de nuestro propio destino, porque hemos podido comprobarlo a lo largo de la historia, con personajes de toda índole que han podido afrontar grandes dificultades y pruebas dolorosas con fe, voluntad, constancia y esperanza en el porvenir, y se han convertido en hombres de bien, plenos de experiencias que enseñar y transmitir. Muchos de ellos han salido de la nada, con escasas posibilidades de superarse, con todo aparentemente en su contra, pero con la firme determinación de llegar a conseguir sus objetivos.
Querer es poder y hace más el que quiere que el que puede, reza el refranero; de nosotros depende conformarnos con lo que ahora somos o luchar denodadamente con todas nuestras fuerzas por corregirnos, lograr atesorar cualidades que hoy no tenemos y desechar otras que, no sólo pueden llegar a perjudicarnos a nosotros, sino también a los que nos rodean.
En muchas ocasiones vemos a personas con muy buenas cualidades de forma innata pero que se abandonan, que no se cultivan y se dejan llevar por la comodidad, por el vicio o la apatía. En cambio vemos a otras que a pesar de contar con serios inconvenientes luchan, se esfuerzan y adquieren cualidades, aptitudes y habilidades que antes parecían inalcanzables. La voluntad todo lo puede, si de verdad deseamos hacer algo, podemos conseguirlo, no hay excusas posibles, somos dueños de nuestro propio interior y podemos modificar cualquier aspecto que consideremos erróneo o inadecuado, cambiándolo por otro más en consonancia con las ideas espirituales que defendemos. Esto no es sólo nuestra obligación sino una necesidad que todo ser humano tiene: cambiar para mejorar, autoeducarse para el bien.
Cada persona es un mundo y es ella la que debe realizar este trabajo, nadie puede hacerlo por nosotros, pueden aconsejarnos, eso sí, pero el esfuerzo ha de ser propio. Una vez detectamos algún error de este tipo hemos de intentar desarrollar la cualidad contraria para fomentar esta última, ahogando por inanición la primera.
Por ejemplo, si tenemos demasiada COMODIDAD, necesitamos de actividades para combatirla, sin darle tregua, pues nos será muy fácil volver a justificarnos y dejarnos llevar por ella. Cuando surja la oportunidad de hacer algo por alguien, pongámonos manos a la obra, no lo dejemos para mañana, rechacemos enérgicamente esa idea inicial que aflora en nuestra mente y nos dice para qué marearse, dejemos que otros lo hagan, sigue descansando que ese trabajo no es para ti.
Si somos egoístas y únicamente nos fijamos en nuestras necesidades, en satisfacer nuestros gustos y deseos, tendremos que ser más desprendidos, sacrificarnos por los demás, de forma voluntaria con pleno entusiasmo y de buena gana. Es normal que al principio nos cueste y lo veamos inalcanzable, pero a fuerza de ser constantes llegaremos a ser altruistas y desinteresados.
Abandonar los vicios que nos atan y coartan la propia libertad también es algo positivo y necesario: el juego, el alcohol, el tabaco, las drogas... son lacras de nuestro siglo que hacen estragos en la persona y en sus familias. En estos casos hace falta mucha voluntad para superarlos, si están demasiado arraigados en nuestro interior, además del apoyo de los que nos rodean.
La persona creyente cuenta con muchas posibilidades a su alcance para conocerse a sí misma y plantearse la necesidad de una continua superación, que ha de ser diaria y constante, poniendo en juego la voluntad, pues el solo conocimiento no nos hace ser mejores, nos da mayor responsabilidad si no actuamos correctamente.
El desarrollo de la voluntad, poniéndola en juego continuamente, no sólo dirigiéndola hacia metas puramente materiales (intelectuales, mejora de nuestra posición, etc.), sino también hacia logros personales, en la lucha contra nuestras propias limitaciones internas y en el desarrollo de nuestras facultades o cualidades que todos tenemos de forma inherente, permitirá que se obre ese anhelado cambio interno, que no será más que el inicio y que hemos de completar en el transcurso de nuestra evolución: el camino más largo se inicia por el primer paso.
F.M.B.